Soy Salma Hassan, una sayyida (Dama) que vive en sarabia saudita. Mi vida está marcada por las expectativas. Las tradiciones de mi familia y su cultura. Soy obligada a casarme con un hombre veinte años mayor que yo.
No tuve elección, pero elegí no ser suya.
Dejando a mi único amor ilícito por qué según mi familia el no tiene nada que ofrecerme ni siquiera un buen apellido.
Mi vida está trasada a mí matrimonio no deseado. Contra mi amor exiliado.
Años después, el destino y Ala, vuelve a juntarnos. Obligándonos a pasar miles de pruebas para mostrarnos que no podemos estar juntos...
NovelToon tiene autorización de KeliindA RojanO C. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
No soy compatible
POV SALMA.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo, un toque discreto, pero que me hizo dar un respingo. Era él. El doctor. Con el corazón latiendo desbocado en mi pecho, disimulé mi prisa.
—Disculpen un momento— dije, con mi voz tratando de sonar casual mientras me levantaba. Necesitaba salir de ahí, necesitaba privacidad para escuchar la noticia que tanto temía.
Salí con cuidado, asegurándome de no llamar la atención innecesaria. Emir y Ozan estaban dentro, ajenos a la tormenta que se estaba gestando en mi interior. Cerré la puerta detrás de mí, mi mano temblando mientras deslizaba el dedo para contestar.
—¿Doctor?—
—Salma— comenzó, y el tono ya me heló la sangre. —Tengo los resultados. Y lamentablemente, tengo que informarte que no eres compatible con Senre—
Las palabras me golpearon como un puñetazo en el estómago. No compatible. La esperanza que se había aferrado a mí con uñas y dientes se desmoronó en un instante. No compatible. La verdad que había intentado enterrar, la mentira que me había sostenido durante años, se resquebrajó violentamente.
—¿Qué... qué significa eso?— logré balbucear, el aire escapando de mis pulmones.
—Significa, Salma, que necesitamos iniciar el proceso de búsqueda del donante lo antes posible— continuó el doctor, —Y para eso, necesito que traigas al señor Ozan. Cuanto antes. Es crucial que el padre de Senre se someta al tratamiento con ella lo más pronto posible—
El mundo se derrumbó a mi alrededor. Ozan. Él no era el padre biológico de Senre. Y él lo sabía. Él sabía la verdad desde el principio. La ironía era cruel, dolorosa.
Pero lo peor, lo que me ahogaba, era lo que Ozan no sabía. Él no sabía quién era el verdadero padre de Senre. Y yo tampoco estaba segura de poder decírselo. La imagen de Emir, su mirada genuina, su ofrecimiento de ayuda...
Me apoyé contra la pared, sintiendo cómo las lágrimas corrían por mis mejillas. Mi vida, cuidadosamente orquestada, se había desmoronado en cuestión de segundos. Tenía que entrar de nuevo a esa sala, tenía que enfrentar a Ozan, y tenía que encontrar una manera de lidiar con una verdad que amenazaba con consumirme.
Respiré hondo, tratando de sacudirme la angustia que me atenazaba el pecho. Cada célula de mi cuerpo gritaba por el pánico, pero sabía que no podía permitírmelo. No ahora. No aquí. Con una sonrisa forzada que apenas lograba mantener, y volví a entrar a la sala de juntas.
Las miradas se volvieron hacia mí, pero esta vez no era la atención habitual. Sentí sus ojos escrutando, buscando una explicación a mi breve ausencia. Ozan, sentado en el centro de la mesa, me observaba con esa intensidad suya que a veces me hacía sentir como si pudiera ver a través de mí. Emir, a su lado, mantenía una expresión neutral, pero sentí una conexión fugaz en nuestras miradas, un entendimiento tácito que me sobresaltó.
Me senté en mi lugar, intentando recomponer mi fachada. —Disculpen la interrupción— dije, mi voz un poco más tensa de lo que pretendía. —Solo una llamada personal importante—
La reunión continuó, pero para mí, el mundo exterior se había desvanecido. Las palabras de Ozan sobre los negocios, los informes que se presentaban, todo se sentía lejano, irreal.
Mi mente estaba atrapada en el eco de las palabras del doctor: "no eres compatible". La verdad sobre Senre, mi pequeña Senre, me golpeaba con una fuerza brutal.
Pero lo que me carcomía, lo que me hacía sentir un vacío helado, era el hecho de que Ozan no supiera quién era el verdadero padre. Y yo, en mi debilidad y mi pánico, tampoco estaba segura de cómo manejar esa revelación. La imagen de Emir, su presencia cercana, su ayuda en el hospital, su mirada...
Traté de enfocarme en la conversación, en los movimientos de Ozan, en las expresiones de los demás. Necesitaba una estrategia. Necesitaba tiempo. Pero el tiempo se estaba acabando. La urgencia del doctor resonaba en mis oídos: "traiga al señor Ozan lo más pronto posible".
Mi mirada se cruzó fugazmente con la de Ozan. Él me devolvió una mirada inquisitiva, una pregunta silenciosa en sus ojos. ¿Sospechaba algo? ¿Notaba mi nerviosismo? Tenía que ser cuidadosa. Tenía que encontrar la manera de manejar esto sin que todo se desmoronara por completo. Pero la certeza de que mi mundo estaba a punto de cambiar irrevocablemente me paralizaba.
La junta terminó. Las despedidas se sucedieron, las sonrisas forzadas y los apretones de mano. Cada minuto que pasaba era una tortura, un paso más hacia la inevitable confrontación. Cuando la última persona salió de la sala, dejándonos a Ozan y a mí en un silencio espeso y cargado, sentí que el aire se volvía denso, casi irrespirable.
Ozan se giró hacia mí, su mirada era fija, penetrante. No había disimulo en su expresión, solo esa calma tensa que siempre me ponía en alerta.
—Fue el doctor, ¿verdad?—
Apreté los labios, incapaz de negarlo. Asentí, mi cabeza moviéndose apenas. No había forma de ocultarlo.
—¿Y bien?— insistió, dando un paso hacia mí. El espacio entre nosotros se sentía electrizante, cargado de años de secretos y mentiras.
Traté de reunir el valor necesario. El doctor había sido claro. La urgencia, innegable. Y la verdad, por dolorosa que fuera, tenía que salir a la luz.
—Tengo que buscar otro donante, Ozan— dije, mi voz temblando ligeramente. —No soy compatible con Senre—
La noticia, aunque él ya sospechaba algo, pareció golpearlo. Su expresión no cambió drásticamente, pero vi una chispa de algo en sus ojos, una confirmación de sus peores temores, o quizás, de sus sospechas.
—Ya veo— respondió, su tono gélido. Hubo una pausa, un silencio que se extendió, llenándose con todo lo que no decíamos. —Entonces, ¿tenemos que encontrarlo lo más pronto posible?—
—Hay que actuar rápido. El doctor quiere que iniciemos el proceso de búsqueda de un donante cuanto antes. Necesitamos encontrar a alguien compatible—
La idea de buscar a un donante, de traer a un desconocido a nuestras vidas para asegurar la salud de Senre, era abrumadora. Pero la verdad más devastadora seguía ahí, flotando en el aire entre nosotros.
Me quedé mirándolo, esperando una reacción, una explosión, algo. Pero Ozan solo me observaba, su rostro una máscara impasible. En ese momento, supe que la conversación más difícil de mi vida acababa de comenzar...