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Pecado De Poder

Pecado De Poder

Status: En proceso
Genre:Mafia / Malentendidos / Juego del gato y el ratón / BDSM / Apoyo mutuo / Cambio de Imagen
Popularitas:4.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Orne Murino

Brendam Thompson era el tipo de hombre que nadie se atrevía a mirar directo a los ojos. No solo por el brillo verde olivo de su mirada, que parecía atravesar voluntades, sino porque detrás de su elegancia de CEO y su cuerpo tallado como una estatua griega, se escondía el jefe más temido del bajo mundo europeo: el líder de la mafia alemana. Dueño de una cadena internacional de hoteles de lujo, movía millones con una frialdad quirúrgica. Amaba el control, el poder... y la sumisión femenina. Para él, las emociones eran debilidades, los sentimientos, obstáculos. Nunca creyó que nada ni nadie pudiera quebrar su imperio de hielo.
Hasta que la vio a ella.
Dakota Adams no era como las otras. De curvas pronunciadas y tatuajes que hablaban de rebeldía, ojos celestes como el invierno y una sonrisa que desafiaba al mundo

NovelToon tiene autorización de Orne Murino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 11: Territorio Prohibido

La mañana transcurría entre voces graves, trajes a medida y contratos millonarios. El salón principal del Thalassia Hotel, uno de los emblemas de Brendan en Berlín, era el escenario de la reunión más importante del trimestre: socios, banqueros y capos de clanes europeos discutían cifras que podían cambiar el equilibrio de poder.

Brendan presidía la mesa con la misma frialdad que lo había convertido en leyenda. Elegante en su traje negro, el reloj suizo brillando bajo las luces cálidas, cada movimiento suyo transmitía autoridad. Nada escapaba a su control.

Hasta que escuchó el sonido de unos tacones entrando en la sala.

El murmullo se detuvo. Las miradas se giraron. Y Brendan, que rara vez perdía la compostura, sintió cómo la tensión le recorría la espalda.

Dakota Adams.

Vestía un traje blanco entallado, sin camisa debajo, solo un delicado top de seda que insinuaba más de lo que mostraba. El cabello recogido en una coleta alta, labios rojos, y esa mirada insolente que parecía decir: vine a jugar en tu mesa, Thompson.

Caminó con paso firme entre hombres que jamás habían sido interrumpidos, sonriendo como si el salón entero fuera suyo. Se detuvo justo frente a él, apoyando ambas manos sobre la mesa, inclinándose lo suficiente para que solo él pudiera sentir su perfume y el filo de su voz.

—¿Interrumpo algo importante? —preguntó, con esa dulzura envenenada que lo atravesaba.

Brendan alzó la vista lentamente, ocultando la tormenta que rugía por dentro. —Depende. ¿Viniste a escuchar o a hablar?

Ella sonrió, lenta, letal. —Tal vez las dos cosas.

Los hombres en la mesa intercambiaron miradas incómodas. Nadie entendía qué hacía esa mujer ahí, ni por qué Brendan no la echaba. Pero él… no podía. No quería.

Brendan se incorporó, imponente, y su sombra cubrió la figura de Dakota. —Caballeros, retomamos en una hora. —Su tono no admitió réplicas.

Cuando quedaron solos, Brendan se acercó lo suficiente para que su voz fuera un susurro cargado de acero.

—¿Qué demonios creés que estás haciendo, Dakota?

Ella lo miró directo, sin miedo, con esos ojos azules que parecían hielo ardiendo. —Lo mismo que vos hacés cada día: tomar lo que quiero.

Brendan apretó la mandíbula. Cada palabra suya era una chispa sobre un océano de gasolina.

—Estás jugando un juego peligroso.

—¿Y no es eso lo que más te gusta? —respondió ella, alzando una ceja.

Un silencio denso se extendió entre ambos, roto solo por el latido salvaje que Brendan sentía en las sienes. Entonces sonrió, oscuro, recuperando el control.

—Cená conmigo esta noche. Suite presidencial. O mejor dicho… dejá que te muestre cómo se juega de verdad.

Dakota sostuvo la mirada un segundo eterno. Después sonrió, cómplice. —A las nueve. No llegues tarde.

El reloj marcaba las 21:00 cuando Brendan la recibió en la suite más exclusiva del Thalassia. El lugar parecía sacado de un sueño prohibido: paredes de mármol, cristales que ofrecían una vista nocturna de Berlín, luces cálidas y una mesa servida con lo mejor del chef francés del hotel.

Dakota entró como quien sabe que va a incendiar la habitación. Vestía un vestido negro ceñido, de tirantes finos, que abrazaba cada curva con precisión letal. Brendan no se movió al verla. Solo la devoró con los ojos, como un depredador que por fin tiene frente a sí a su presa… aunque sabía que en este juego, la presa podía morder.

—Bonito lugar —dijo ella, dejando la cartera sobre un sillón—. ¿Siempre usás el lujo como arma?

—Solo cuando quiero ganar —replicó él, sirviendo dos copas de vino. Le tendió una y rozó sus dedos con los de ella, un toque mínimo que encendió todo.

Durante la cena, las palabras fueron como puñales envueltos en seda. Se provocaron, se desafiaron, rieron, se estudiaron en cada gesto. Brendan no recordaba la última vez que alguien lo había hecho sentir así: al borde del abismo, y deseando caer.

Cuando el postre quedó olvidado sobre la mesa, Brendan se levantó y caminó hacia ella. Dakota no retrocedió. Al contrario, se apoyó en el respaldo de la silla, levantando el mentón con un brillo salvaje en los ojos.

Él levantó la mano y tomó su rostro entre los dedos, rozando su piel con suavidad peligrosa.

—Estás jugando con fuego, Dakota… —murmuró, la voz grave, ronca.

—¿Y si me gusta quemarme? —susurró ella, apenas antes de que sus labios se encontraran.

El beso no fue suave. Fue un choque brutal de deseo contenido, un incendio que arrasó con semanas de tensión acumulada. Brendan la sostuvo por la nuca, profundizando el contacto, saboreando el vino en su boca, el veneno dulce de su lengua. Ella respondió con la misma intensidad, como si ambos supieran que estaban cruzando una línea que no tendría retorno.

Pero entonces, Dakota se apartó de golpe, jadeando, con esa sonrisa maldita que lo enloquecía.

—Hasta acá por hoy, Thompson —susurró, pasando un dedo por sus labios húmedos—. No me gusta darte todo tan fácil.

Brendan la miró, con el deseo hecho un nudo en el pecho y una certeza brutal: esto ya no era un juego. Era una guerra.

—Entonces preparate, Dakota… porque voy a ganarla.

Ella sonrió, giró sobre sus talones y se perdió en la puerta, dejando tras de sí el eco de su perfume y la promesa de un infierno delicioso.

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Kim hyun woo
muy buena
Mirta Liliana Lopez
me encanta esta novela. Mis Bendiciones escritora.
Anya Escorihuela
demasiado brutal cada capitulo ame está novela 😍😍😍😍
Ana marleny Torres ramires
exelente pero muy corta
Orne Murino: muchas gracias todavía no la termino! quedan cosas por venir🤭🤭
total 1 replies
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