MonteSereno es un pequeño pueblo rodeado de montañas, tradiciones y secretos. Mariá creció bajo la mirada severa de un padre que, además de alcalde, es el símbolo máximo de la moral y de la fe local. En casa, la obediencia es la regla. Pero Mariá siempre vio el mundo con ojos diferentes — una sensibilidad que desafía todo lo que le enseñaron como “correcto”.
La llegada de los hermanos Kael y Dylan sacude las estructuras del pueblo… y las de ella. Kael, apasionado por los autos y el trabajo manual, inaugura un taller que rápidamente se convierte en la comidilla entre los habitantes. Dylan, en cambio, con su aire de CEO y su control férreo, dirige los negocios de la familia con frialdad y encanto. Nadie imagina el secreto que ambos cargan: un linaje ancestral de hombres lobo que viven silenciosamente entre los humanos.
Pero cuando los dos lobos eligen a Mariá como compañera, ella se ve dividida entre la intensidad de Kael y el magnetismo de Dylan. Mariá se encuentra entre dos mundos — y entre dos amores que pueden salvarla… o destruirla para siempre.
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Capítulo 11
Mariá
Día siguiente...
El día amaneció con los rayos del sol haciendo que las copas y las hojas de los árboles brillaran con su luz dorada.
Aquí estoy de pie apoyada en el marco de la ventana. Mi mente vaga hacia todo lo que sucedió ayer. Parece que fue el día más largo de toda mi vida.
¿Y aquel aullido? Los aullidos nocturnos que oí durante la noche, vinieron del bosque al otro lado de la calle de mi casa.
En eso, una mariposa azul se acerca a mí en la ventana. Sonriendo levanto la mano cerca de ella diciendo:
— Hola, amiguita.
Es en este instante que mis ojos se dirigen hacia mi muñeca. Aquí, justo delante de mis ojos, observo en mi piel una marca — una cabeza de lobo marcada en mi piel.
Mi pecho sube y baja, mi respiración se vuelve irregular mientras me alejo de la ventana y me dirijo a la cama sentándome.
Entonces me doy cuenta de que esa misma marca está en ambas muñecas.
— Pero... ¿qué es esto? — digo en un susurro levantando la mano sobre la luz solar que entra en mi habitación.
Paso el dedo sobre las marcas y parecen brillar sutilmente.
Ante esto, de repente escucho una voz en mi mente.
— "¡Hola Mariá! ¿Puedes oírme?" — pregunta la voz.
Pero espera... conozco esa voz.
Miro una de las marcas en mi muñeca y emite un brillo rojizo. La marca parece palpitar en mi piel. Siento un calor en el lugar de la marca.
— "¡Idiota! ¡La vas a asustar!" — dice otra voz.
Entonces veo la otra marca en la otra muñeca brillar de la misma manera y palpitar. El calor también se hace presente en mi piel.
Por un momento... es como si no pudiera respirar bien. Mi nariz empieza a arder... como si el oxígeno entrando en mis pulmones quemara mi nariz.
— "¡Mira lo que has hecho, Kael! ¡Te dije que era una pésima idea una comunicación directa como esta! ¡Está entrando en shock, genio!" — vocifera una de las voces.
Mi cabeza late.
— Ustedes dos... ¿cómo? — susurro reconociendo la voz de los hermanos Moraes. Dylan y Kael.
— "Calma. Te vamos a explicar todo, Mariá. ¡Somos tus compañeros!" — Dice la voz del que reconozco siendo Kael.
Pero mi caja torácica duele en cada respiración. Nunca me he sentido así. Es como si por un momento fuera desconectada de la realidad programada que siempre he conocido.
Es una maraña de confusión en mi mente.
— "¡Eso! Pero eres un burro, Kael. Un jumento, solo te faltaron las orejas. Probablemente está más perdida que ciego en tiroteo, imbécil" — dice la voz del que reconozco como Dylan, ahora.
— "¡AH! Déjame en paz, hermano. ¿Y qué querías? ¿Que llegáramos aplaudiendo en la puerta de su casa?" — replica Kael, pareciendo irritado.
Los dos siguen discutiendo. Sus voces reverberando en mi cabeza. Mientras tanto, las marcas continúan adquiriendo una coloración aún más rojiza en mi piel.
Esto es demasiado para mí.
— Yo... no me estoy sintiendo muy bien. — Digo sintiendo un dolor agudo en el pecho.
Dicho esto, siento mi cuerpo cayendo en la cama con un golpe. Las voces de ellos alejándose como si estuvieran debajo del agua.
Y entonces todo se silencia y se vuelve oscuro, mientras pierdo la conciencia por completo.
