Apasionada, romántica, resiliente.
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De vuelta a la realidad
Al comenzar mi día empecé por dejar todo acomodado y me fui a trabajar. Jeremías me contactó y logramos hablar como nunca, paso a buscarme después de mi hora de salida y nos fuimos a tomar un café, él sabe que me encanta y para una conversación interesante no puede faltar.
Al verlo me saludó con un abrazo fuerte. Hola princesa, que hermosa estas, extrañaré un café un contigo. Me dio la leve impresión que ese encuentro era para despedirnos. Finalmente, le pregunté ¿qué sucede?, ¿por qué me hablas así?
Siento que esta es la última vez que te veré, él respondió: Me marcharé Cristina, una oportunidad de trabajo y bueno después todo no hay nada que me amarre a este lugar, tú eres una mujer a la que admiro, hemos vivido una hermosa aventura clandestina, pero sé muy bien que tu corazón le pertenece a tu esposo, así que no pasa, todo estará bien.
Al mirarlo no pude evitar llorar frente a él, después de todo en el momento más difícil él fue mi pañuelo, mi hombro y también la persona que revivió la pasión que aguardaba dentro de mí. Como no iba a extrañar a ese hombre que me hacía sonreír y me hablaba con las palabras más dulces y serenas.
Jeremías me abrazó y le correspondí, sentía que perdía a un buen amigo, pero me alegraba al saber que le esperaban cosas buenas. Terminé mi café y luego me regrese a casa, al despedirnos le di un beso que duró unos segundo, con él le agradecí todas sus atenciones, cada caricia, cada detalle, él fue un caballero.
Cuando llegue a casa obviamente me había bajado cuadras antes para poder pasar desapercibida por los conocidos, así mi esposo no se daría cuenta. Leonardo aun no llegaba del trabajo. Siempre llegaba después de las 7pm.
Me relaje un rato y luego me fui a bañar, ya calmada hice algo de cenar y me recosté en el sofá, sin darme cuenta me quede dormida, el leve tacto de una mano sobre mi cara me despertó asustada, así que rápidamente me incorporé, era él, había llegado no lo había notado hasta ese momento.
Él rápidamente se levantó diciéndome: no quería asustarte, perdón.
Le contesté; no te preocupes,.cómo te fue?. Me dijo: todo muy bien, como siempre nada nuevo. Me voy a bañar, estoy cansado.
Me levante y comprendí que Leonardo seguía mintiéndome, seguía siendo el mismo hombre distante, frío, o por lo menos conmigo. Quería desaparecer, la impotencia se apoderada de mi, quería reclamar, ofenderle, decirle tanto y la vez nada.
Decidí llamar por teléfono a mi hermana, al principio no respondía, eso me inquietaba más, necesitaba hablar con alguien, ella sabía escucharme, después de unos minutos me atendió así que le conté lo que pasaba, algo me decía que Leonardo seguía mintiéndome, que su arrepentimiento no era más que un actuación para convencerme y caer como tonta otra vez, ella me reclamó, Cristina te dije que todos son iguales, debes pagarle con la misma moneda, tal vez asi aprenda a valorarte, tal vez solo necesitas confiar en ti, respirar por un instante y entender tu realidad.