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Brujas

Brujas

Status: En proceso
Genre:Viaje a un mundo de fantasía / Mundo mágico
Popularitas:163
Nilai: 5
nombre de autor: Ninja Tigre Lobo

Tora Seijaku es una persona bastante peculiar en un mundo donde las brujas son incineradas, para identificar una solo basta que posea mechones de color negro

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Esplendor de Esperanza

La plataforma avanzaba suavemente por encima del bosque, sostenida por los cubos que zumbaban como un enjambre vivo. Syra se aferró al borde, aún desconfiada, pero incapaz de separarse del extraño ser. Azul, en cambio, permanecía erguido en el centro, cargando al recién nacido como si se tratara de una reliquia que debía ser protegida.

El viaje duró lo suficiente para que el bosque quedara atrás. Ante ellos se alzó una vasta grieta en la tierra, un abismo oscuro del cual brotaba una tenue luz azulada. Los cubos descendieron lentamente, encajando en los bordes de la hendidura, hasta formar un puente suspendido.

—Este es mi refugio —anunció Azul.

Syra miró alrededor, sorprendida. En el fondo del abismo había una estructura imposible: torres formadas enteramente de cubos flotantes que se unían y separaban en un ciclo eterno, como si respiraran. Los muros no eran sólidos, sino fragmentos suspendidos, entrelazados por corrientes de energía azul que latían como venas luminosas. Era un lugar que parecía cambiar con cada mirada, un espacio vivo, inestable, pero majestuoso.

—¿Esto… esto lo creaste tú? —preguntó Syra, con voz entre fascinada y temerosa.

Azul no respondió de inmediato. Descendió por el puente y llevó al recién nacido hacia una especie de altar en el centro de la estructura. Allí depositó el cuerpo de la persona, como si lo presentara ante algo invisible.

—Yo no lo construí. —Su voz resonó, grave, expandiéndose por todo el refugio—. Este lugar me eligió, igual que yo a ustedes.

Syra frunció el ceño.

—¿Nos elegiste?

Azul la miró directamente, los cubos de su rostro reorganizándose como si simularan una sonrisa incompleta.

—Los espíritus no aparecen por azar. Las brujas… los atraen. Y ustedes dos están marcados.

Los párpados de la persona temblaron y, tras un esfuerzo breve, finalmente abrió los ojos. Syra, con alivio, se arrodilló junto a él y lo rodeó con un abrazo cálido.

—Oye… apenas nos conocemos —balbuceó con una sonrisa débil, intentando disimular la confusión.

La marca rojiza que rodeaba sus ojos se desvaneció lentamente, como si nunca hubiese estado allí. Azul observaba en silencio, con un brillo de interés.

—¿Y ya pensaste en un nombre? —preguntó con calma.

La persona se queda callada por un instante, perdido en sus propios pensamientos.

—…Terra. —Dijo al fin—. Te llamaré Terra, porque naciste de la tierra.

Syra arqueó una ceja, desconcertada.

—No entiendo de qué hablan, pero ese es un nombre horrible. Yo digo que deberías llamarte Tora Seijaku.

El recién nacido sonrió suavemente.

—Me gusta… Tora Seijaku.

—Por cierto —preguntó Syra, todavía intrigada—, ¿por qué te dieron un nombre?

Él se encogió de hombros, con cierta naturalidad.

—Ah, eso… es que acabo de nacer de la tierra.

La joven lo miró con ojos abiertos.

—¿No eres humano?

Tora se llevó una mano al rostro, soltando una risa nerviosa.

—Jejeje… ¿soy una chica?

Fue entonces cuando Azul intervino, su voz resonando con firmeza.

—Para los espíritus, el tema de los géneros no es algo que importe. De hecho, no tienen género.

El rostro de Tora se encendió de vergüenza, apartando la mirada. Azul, imperturbable, continuó la conversación.

—Dime, Tora… ¿qué fue lo que te trajo a este plano del mundo?

Tora suspiró.

—Estaba atrapado en un bucle infinito. Sin querer… terminé renaciendo aquí. ¿Y tú? ¿Qué hace alguien como tú en este plano?

Azul miró fijamente, como si quisiera que sus palabras quedaran grabadas en la piedra.

—Soy su ángel guardián. Me encargo de custodiar las vías hacia los demás mundos y preservar el orden del tiempo.

—Ya veo… —Tora bajó la vista, observando su propio cuerpo con incomodidad—. Algo que me molesta de este nuevo cuerpo es que apenas mide un metro sesenta. Y la ropa que tengo… ya está desgarrada, no me queda bien.

Syra lo observó en silencio, como si lo midiera con la mirada. Por primera vez, sus ojos ya no veían a un desconocido, sino a alguien que compartía el mismo peso de la diferencia.

"Tora, ¿entonces no conoces nada de este mundo?"

"No conozco nada"

Azul permaneció en silencio por unos instantes, observando a Tora y a Syra como quien mide las piezas de un tablero. Sus cubos giraban y se reacomodaban en un ritmo constante, como si en ese movimiento latiera un reloj invisible.

—No se trata de tu altura, ni de tu ropa, Tora. —Su voz sonó como un eco metálico, firme—. Tu cuerpo es solo un recipiente. Lo importante es el vínculo que acabas de sellar con este mundo.

Tora alzó la vista, confundido.

—¿Qué vínculo?

Azul extendió una mano cúbica hacia la bóveda del refugio. Al hacerlo, los bloques flotantes comenzaron a moverse con más velocidad, reordenándose hasta formar un vasto mapa en tres dimensiones: círculos, líneas y pasajes se desplegaron en el aire, como corredores suspendidos en la nada. Eran caminos, laberintos entre mundos.

—Estos son los corredores del tiempo. —Azul señaló un punto brillante en el centro del mapa—. Aquí es donde estamos. Pero este no es el único plano. Existen otros, y cada uno tiene su propio destino.

Syra entrecerró los ojos, incrédula.

—¿Y tú… custodias todo eso?

—Así es. —Azul asintió lentamente—. Soy un guardián. Mi deber es mantener el equilibrio y asegurar que ninguna fuerza lo altere.

—¿Y qué tiene que ver Tora en todo esto? —preguntó Syra, con la mirada fija en el recién nacido.

Azul se inclinó hacia él.

—Porque ha nacido de la tierra. Los que emergen de ella no son simples humanos… son llaves. Y cada llave abre un sendero que había estado sellado.

Un silencio pesado se apoderó del refugio. Syra apretó los puños, intentando procesar lo que escuchaba.

—¿Una llave? ¿Quieres usarlo como herramienta?

—No. —La voz de Azul se volvió más dura—. Quiero protegerlo antes de que otros lo usen.

Tora tragó saliva.

—¿Otros?

Los cubos comenzaron a vibrar con una intensidad mayor, y en el mapa apareció una línea negra, serpenteante, que atravesaba varios planos. Una sombra que parecía corroer todo lo que tocaba.

—Los usurpadores del tiempo. —Azul señaló la marca oscura—. Existen fuerzas que desean romper los corredores, apoderarse de ellos y desatar el caos. Si lo logran, los mundos colapsarán uno tras otro.

Syra dio un paso hacia adelante.

—¿Y nosotros qué pintamos en esto?

Azul la miró, imperturbable.

—Tú ya lo sabes, Syra. Las brujas siempre han sido perseguidas porque llevan la marca de la conexión. Tú y Tora son piezas en esta lucha

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Ninja Tigre Lobo
hola
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