Dos hermanos contra lo que acecha a su familia. Annabeth y Joseph descubren que su familia tiene una relación con un ser que había vivido décadas atrás. Todo comienza a despertar en un pequeño pueblo donde los hermanos llegan, lo que parecía ser una semana de vacaciones con la familia se convierte en una búsqueda del más allá.
¿Maldición o bendición? ¿Premio o castigo?
¿Qué es lo hay detrás de todo?, ¿Vida o muerte?
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Capítulo 2. Una vida normal como cualquiera.
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...—. Te amo...
...—. Te odio....
...—. Te necesito....
...—. ¡Púdrete en el infierno!...
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— Ten cuidado por donde caminas cuatro ojos.—
— ¿Disculpa? ¿Acaso me has llamado cuatro ojos? —
— Eres sorda o te haces.—
— Ven aquí, pequeño desgraciado.—
— ¡Mamá! ¡Annabeth me quiere golpear!—
— ¡Mamá, fue Joseph quien inició!, ¡No huyas, cobarde! —
— Niños, cuidado con las escaleras, se van a caer. —
— ¡Auch!—
— Les dije que se iban caer.—
— Mamá, duele.—
— ¡Ya llegué familia! —
—¡Papá!—
— ¿No te dolía la rodilla?—
— Ya estoy bien. —
— Pequeños traviesos. —
— Déjalos ser querida, son todavía niños. —
— Mamá, papá, ¡Abrazo familiar! —
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...10 años después....
— Buenos días, mamá, papá. —
Por la puerta del comedor apareció la figura de un adolescente de 16 años, unos pequeños mechones de cabello caía por su frente dándole un toque juvenil y varonil, complexión delgada parte de un adolescente, ojos color verde jade adornaba ese rostro casi inexpresivo y una casi perfecta piel pálida.
— Vaya, hasta que el princesito se dignó a salir de su cueva. —
Se escuchó de parte de la joven sentada ya en la mesa, piel clara y perfecta, ojos color rojo y una sonrisa burlona asomándose, una belleza heredada de sus progenitores, la hermana mayor del adolescente malhumorado.
— Mamá.—
Se quejó y un puchero infantil destruyó aquel rostro indiferente del chico, los dos mayores dejaron salir pequeñas risas ante aquel comportamiento infantil de su pequeño.
— Annabeth deja de molestar a mi hijo.—
Exclamó la madre pero más que un regaño fue un gesto casi burlesco, padre e hija rieron ligeramente.
— Por cierto, padre irá a revisar la finca y se quedará unos días allá. —
Comentó después de un rato la joven mirando a su hermano mientras desayunaban, él la miró y una sonrisa casi malvada apareció en su rostro y los dos sabían lo que significaba aquello.
— ¿Podemos acompañarte? —
Preguntó ella mirando al mayor, este le devolvió la mirada y soltó un pequeño suspiro ya que si se negaba de todas maneras sus dos y queridos hijos siempre terminarían saliendose con las suya.
— Claro, solo no quiero escuchar sus historias de terror en el camino. —
— ¡Oh! Por favor, padre. Son unas buenas historias mientras se viaja entre montañas. —
La madre sonrió ante el comentario de su hija. Y así como lo había mencionado el padre de los dos, en todo el viaje los chicos estuvieron comentando sobre historias te terror y leyendas que su abuela les había contado.
— Padre, ¿Es cierto que mucho antes de que la finca fuera de nuestra familia le perteneció a alguien más? —
Preguntó Annabeth con interés, el mencionado siguió conduciendo con calma, no era la primera vez que hacían ese tipo de preguntas, a ambos niños siempre les interesó las cosas sobrenaturales.
— Así es, aunque no sé quién fue el dueño original. —
— Cuando regresemos a casa, le preguntaré a la abuela. —
Joseph asintió estando de acuerdo con su hermana mayor.
— ¿Y cuántos días nos quedaremos en el pueblo? —
Preguntó después de un rato el menor, el padre de ambos pareció meditar sobre la respuesta antes de hablar.
— Quizás una semana, ¿Traen suficiente ropa? —
— Una semana. —
Repitieron los dos chicos mirándose fijamente antes de sonreír y asentir.
— ¿Podemos dar una vuelta por el pueblo cuando lleguemos? —
— Claro que sí, solo no causen problemas. —
Respondió la madre sentada al lado de su esposo. El viaje continuó con la familia charlando sobre pequeñas cosas. Al cabo de unas 4 horas ya estaban llegando a la entrada de aquella pequeña población y aunque fuera pequeña, el pueblo se veía bastante decente, tenía un parque, una biblioteca grande, restaurantes y lugares donde divertirse solo que aún con conservaba ese toque antiguo, un lugar que parecía seguir en los años noventa.
Al llegar frente a la casa, el padre de los dos chicos estacionó el auto y fue recibido por los empleados que supervisaban y cuidaban todo el lugar.
— Bienvenidos señores Slander. —
Habló el mayordomo haciendo una breve reverencia, ambos mayores inclinaron la cabeza como cortesía y se encaminaron dentro de la casa mientras los empleados sacaban los equipajes del auto.
— Bienvenidos señorita y joven Slander. —
— No hay necesidad de tanta formalidad señor Steve. —
— Han crecido demasiado que me parecen irreconocibles. —
— Exagera señor Steve, somos los mismos de antes solo con un físico diferente. —
— Joseph, tú y tus tontos comentarios.—
— ¿Que? Estoy tratando de simpatizar con el señor Steve. —
— Ajá, como digas. —
— Sin duda siguen siendo los mismos de siempre. —
Ambos chicos soltaron pequeñas risas mientras caminaban hacia el interior de la casa.