Irina mata a su esposo, tras enterarse que tiene secuestrada a la hija de su jefe para violarla y golpearla.
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Muerte
Sentí su pequeña presencia que me abrazaba como todas las mañanas; sentí su aroma, que me gusta inhalar en épocas en que me tropiezo con la maldita realidad. De vez en cuando me pregunto si su figura fue real o solo es una imagen dibujada en mi hemisferio derecho, o solo es parte de mi inconsciente. "Dime si logras escucharme, o solamente soy yo misma queriendo escuchar una voz que nunca existió o que nunca existirá", estaba hablando sola con mi pensamiento cuando de pronto escuché la puerta sonar,! Toc-toc!... Alguien suavemente golpeaba con sus dedos, o eso quería creer yo, pero en realidad alguien estaba tumbado la puerta a golpes queriendo entrar.
—¿Crees que con asegurar la puerta te vas a librar de ser mía está esta noche?— me gritó Axel, mi esposo.
Yo ya estaba en piyama, acostada en la cama. Mi cuerpo empezó a temblar. Sabía que Axel solo quería depositar su asqueroso semen en mi vagina y sentirse un maldito dios de la orgía.
Mire por toda la habitación buscando algo para defenderme, pero ya era tarde.Axel abrió la puerta; intenté escapar, pero me tomó de la cintura muy fuerte y me arrastro hacia la cama.
—¡Suéltame! ¡Hijo de puta!— le grité empujando su cuerpo, pero él tenía más fuerza que yo. Me dio un cachetazo muy fuerte en la cara; yo seguía gritando que me soltara, pero me dio un golpe muy fuerte en la cabeza que debilitó mi fuerza. Me quitó los pantalones junto con mi ropa interior; mis ojos y mi cuerpo lloraban de dolor.
Me casé muy joven creyendo que el amor era un lugar seguro, pero ahora solo me demostraba que el amor era asqueroso y ruin.
Axel introdujo su miembro en mis paredes vaginales; grité de dolor.—¡Grita más fuerte!, que nadie te va a escuchar, Irina— susurro a mis oídos mientras gozaba de mi indefenso cuerpo.
Luego me puso boca abajo me tomó del cabello estirándome con mucha furia, mientras su lengua rozaba por mi espalda. Sentía asco, era repugnante su saliva que dejaba sobre mi cuerpo. Su cuerpo me pesaba, se puso saliva en sus dedos para lubricar su pene y luego metérmelo en la cola.
—¡Ah!...— grité
—¡Solo yo sé cómo hacerte gritar, mi amor!— decía mientras sus movimientos eran cada vez más bruscos.
—¡Basta! ¡Basta, por favor, Axel!— supliqué.
—Solo serás mía, ¿lo prometes?
No podía hacer esa promesa tan enferma.
—Axel, mi amor, me estás lastimando— dije para que parara.
—Mi amor, yo no quiero lastimarte. Sabes que te amo, pero a veces haces que me enloquezca y me convierta en este monstruo— me dijo, y luego se levantó de encima de mí.
Mi cuerpo sintió algo de alivio, pero las marcas en mi piel decían lo contrario. El dolor permanecía; sentí un líquido sobre mi cuerpo; lo toque con mi mano era sangre. Tenía toda la zona anal muy lastimada, apenas pude moverme.
Axel vio como había dejado mi cuerpo, se tomó de la cabeza y se marchó.
Vivía en el último piso del edificio; giré la vista para apreciar las luces de la ciudad, se veían tan lindos alumbrado las calles, pero dentro de esa hermosura había miles de corazones luchando contra toda la malicia existente en el planeta. Tenía ganas de tirarme del edificio al vacío para que mi cuerpo de una vez dejara de sufrir, pero antes debía llevarme a Axel conmigo, no estaba dispuesta a perdonarle toda la mierda que me había hecho y que me hacía.
Mis padres nunca estuvieron de acuerdo en que me casara con él, porque era mayor. Yo tenía veinte dos años cuando me case con Axel. Estaba enamorada; creía que Axel sería ese compañero con el que cada mujer sueña todos los días de su vida, sin importar su edad. Estaba boba, engañada por sus pequeños detalles.
Soy Irina Duran, una mujer de veinte ocho. Trabajé en una empresa de importación y exportación. Era la secretaria del director general. Axel Fernández, mi esposo, trabaja en la misma empresa; es la mano derecha del jefe de la empresa.
Mi corazón y mi cuerpo habían experimentado tanto sufrimiento, dejándome cicatrices en mi mente, distorsionando mis pensamientos sanos para convertirlo en ira y rencor.
Con el cuerpo temblando me puse una bata para cubrir las marcas de todos los golpes que había sufrido. Agarré todas las sábanas de la cama—¡Violeta!...— grité a la empleada.
Violeta vino enseguida— ¿Me llamaba, señora?— me dijo, mirando mis moretones de la cara.
—Quema estas sábanas— le dije, poniendo las sábanas en sus manos.
La empleada me miro con mucha lástima; muchas veces había sido testigo de toda la violencia que sufría — ¿Por qué no lo denuncia, señora?— me dijo.
—Axel tiene amigos en la policía, en cualquier momento lo dejarían libre. Y mi castigo será peor.
—¿Por qué no lo deja?
—Porque tengo miedo que lastime a André, y a mis padres. Pero un día de estos te juro que voy a encontrar la forma de escapar de esta maldita cárcel.
—El señor Axel es un hombre muy cruel.
—No solo es cruel; es un maldito enfermo hijo de puta. Violeta, ¿le tienes miedo a la muerte?
Violeta se espantó al escuchar la palabra muerte.
—Si, no me gustaría que la muerte venga. Aún tengo hijos pequeños que me gustaría verlos crecer.
—Hace días que estoy deseando que la muerte venga por mí. ¿Es malo pensar en eso?
—Por todo lo que soporta entre estas paredes, es lógico pensar en esa posibilidad, pero no se deje guiar por esos pensamientos; de seguro ya se le ocurrirá algo para salir de sus problemas.
—No solo son problemas. Son muchas otras cosas más, cosas que no imaginas.
El corazón de Violeta empezó a alterarse; tenía mucho miedo de que los problemas de sus jefes la involucraran en asuntos policíacos o algo más.
Violeta tragó un poco de saliva para calmar sus ansias —¿Está segura que queme las sábanas?. Puedo lavarlas como siempre y dejarlas blancas; no tendrá ninguna mancha de sangre.—dijo.
—Quémalas Violeta, esas sábanas huelen a muerte y sangre podrida.
Violeta no entendía por qué decía eso; se fue pensando en la pequeña conversación que tuvimos. Sabía que no éramos un matrimonio normal. Pero, ¿qué podría llamarse normal hoy en día?
Todos los matrimonios hoy por hoy tienen crisis y problemas; lo normal hoy en día seria matrimonio igual a sufrimiento. El amor ahora está disfrazado solo por la palabra; la realidad del amor lleva una máscara para luego mostrar sus garras.