Mi Arrogante Secretaria
PGE Internacional era reconocida como la empresa líder en la ciudad de Cenepa, con presencia en múltiples sectores: desde cadenas de restaurantes e industrias constructoras, hasta el dinámico mundo del entretenimiento. Su influencia era tal que todos en Cenepa y sus alrededores conocían al carismático CEO, Alfonso Brescia.
Brescia no solo destacaba por su éxito empresarial y su fortuna, sino también por su imponente atractivo y brillante inteligencia, cualidades que lo convertían en un hombre sin rival en los negocios.
En el ámbito social y mediático era conocido como “el playboy del espectáculo”, pues rara vez se le veía sin la compañía de una modelo o artista. Sin embargo, los rumores señalaban que entre todas sus conquistas había una favorita: Paula Navarro, una modelo en ascenso que parecía haberse ganado un lugar especial en la vida del poderoso empresario.
Frente a un imponente edificio en el corazón de la ciudad se detuvo un taxi. Abril Arias, desde la ventanilla, contempló la majestuosa fachada. En lo más alto se alzaba el nombre “PGE Internacional”, cuyas letras doradas de mármol resplandecían bajo la luz del sol.
Con los ojos húmedos, suspiró antes de salir del vehículo. Pagó la tarifa, se acomodó las gafas y avanzó hacia la recepción. Su sola presencia llamó de inmediato la atención: vestía ropa de diseñador que delataba su alto nivel social; su figura proporcionada y su rostro delicado, casi de porcelana, la hacían imposible de ignorar.
Los empleados comenzaron a murmurar. Algunos insinuaban que podía tratarse de la nueva conquista del CEO, Alfonso Brescia, aunque estaban muy equivocados. En realidad, Abril estaba cumpliendo un castigo impuesto por su padre, también un poderoso empresario de la ciudad.
—Soy la nueva secretaria de Alfonso Brescia. ¿Puede indicarme a dónde debo dirigirme? —preguntó con tono altivo. Desde niña estaba acostumbrada a dar órdenes y a que todos se sometieran a sus caprichos. Sin embargo, su padre había decidido darle un giro drástico a su vida de “Barbie”.
La recepcionista, sorprendida tanto por la forma en que la joven hablaba como por la familiaridad con la que se refería al CEO —a quien todos llamaban “Presidente Brescia”—, no daba crédito a lo que escuchaba. Para colmo, no tenía conocimiento de que su jefe hubiese contratado a una nueva secretaria.
—Disculpe, señorita —respondió con una sonrisa diplomática mientras tecleaba—. No estaba informada de su llegada. ¿Sería tan amable de darme su nombre o mostrarme su carnet de trabajadora?
Abril frunció el ceño. La impaciencia le hervía en la sangre.
—No sé de qué carnet me habla. Soy Abril Arias, y si pudiera apresurarse se lo agradecería. Debe ser más eficiente, no estoy aquí para perder el tiempo.
La recepcionista intercambió miradas nerviosas con sus compañeros, quienes, acostumbrados a tratar con personas arrogantes, la observaban con simpatía y resignación. Ella, avergonzada, se limitó a continuar escribiendo, aunque en la base de datos no había rastro alguno de “Abril Arias”.
—Lo lamento, señorita —dijo con cautela—, pero no encuentro su nombre registrado. Si desea ver al CEO, deberá solicitar una cita. No tiene permitido el ingreso.
Los ojos de Abril destellaron de ira.
—¡Señorita, cómo se atreve! No soy de su misma clase ni necesito citas para ver a nadie. Si quiero ver al presidente del país, lo hago, y en un instante está sentado a mi lado. No estoy aquí por gusto, sino para cumplir con un castigo absurdo. ¡Más le vale decirme dónde debo ir o se arrepentirá de por vida de esta insolencia!
El rostro de la recepcionista palideció. Nunca había enfrentado a alguien tan altanera. Conteniendo las lágrimas, tomó el teléfono y murmuró:
—Un momento, voy a realizar una llamada.
Marcó el número del asistente del CEO.
—Señor Dávila, disculpe la interrupción. Aquí hay una señorita que asegura ser la nueva secretaria del señor Brescia. Se llama Abril Arias… ¿La dejo pasar?
Boris Dávila, ocupado en apagar un escándalo mediático que vinculaba a su jefe con otra mujer, arqueó una ceja incrédulo.
—¿Nueva secretaria? —repitió, tratando de recordar si algo se le había escapado—. La anterior renunció, sí, pero… ¿cuándo se contrató otra?
Fastidiado, colgó y se dirigió de inmediato a la oficina del CEO. Tras golpear la puerta y obtener permiso para entrar, informó:
—Jefe, en recepción hay una señorita que dice ser su nueva secretaria. Se llama Abril Arias. No tenía conocimiento de su contratación.
Alfonso levantó la vista del ordenador, frunciendo el ceño.
—¿secretaria? ¿No se supone que tú te encargas de eso? La anterior era una incompetente. Espero que hayas elegido una mejor.
Boris reprimió una risa maliciosa. ¿Nueva secretaria o nueva amante? pensó. Con sarcasmo replicó:
—Si usted supiera controlarse ante unas buenas caderas y mejorara su carácter, sería más sencillo encontrar a alguien competente.
El CEO lo fulminó con la mirada, dispuesto a reprenderlo. Sin embargo, recordó lo que su abuela le había dicho el fin de semana: que una joven llamada Abril Arias llegaría para ocupar el puesto de secretaria y aprender de él sobre administración. Le advirtió también que no podía despedirla sin su autorización.
Alfonso suspiró y, cambiando de tono, ordenó:
—Permite que suba. Casi lo olvidaba… es recomendación de la abuela. Veremos qué quiere esta mujer.
La curiosidad se apoderó de él. Su abuela no confiaba en cualquiera, y eso bastaba para despertar su interés.
Autor: Hola mis queridos lectores. Fue hace un buen tiempo que me ausente, fue por temas de salud y pues ahora nuevamente estoy de regreso. Espero que les guste esta nueva historia y contar con su apoyo.
Esta historia ya estaba escrita desde el año 2022, pero por casos del destino me alejé y ahora regreso. Estoy pensando actualizar y corregir todos los errores que me han comentado en las historias anteriores y los errores que quizás se presenten en esta.
Quiero decirles que son libres de comentar los errores, los asumo y estaré pendiente para corregirlos y que la lectura sea más amena.
Los quiero...🤗
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