Cuando Tania me preguntó cómo sobreviví tantos años, no pude evitar recordar los días antes del desastre. Yo no era solo la segunda esposa de Carlos, también había sido militar; me entrené para situaciones extremas, pero nada me preparó para esto. Ni siquiera las guerras, los entrenamientos bajo fuego, o las misiones de supervivencia en lugares desolados. El apocalipsis no tiene reglas claras, y lo peor… es que nunca se detiene.
—Tania —le dije mientras revisábamos las armas—, hay cosas que debes entender sobre estos monstruos. No se pueden matar fácilmente; algunos se regeneran rápido, otros más lento, y solo podemos paralizarlos temporalmente. Cada enfrentamiento requiere estrategia, no solo fuerza.
Ella me observó en silencio, con ese brillo obstinado en los ojos. Es fuerte, más de lo que se da cuenta, pero aún tiene la ingenuidad de quien no vivió un mundo de disciplina militar. Mi misión ahora es moldear esa fuerza, enseñarle que sobrevivir no se trata solo de valentía, sino de paciencia y cálculo.
Aquella tarde nos adentramos en el bosque en busca de hierbas medicinales y alimentos. Mientras avanzábamos, mis sentidos me alertaron: el silencio era demasiado profundo, roto solo por crujidos de ramas y el lejano lamento de los infectados. El viento movía las copas de los árboles, pero lo que me ponía tensa era esa calma extraña, el mismo silencio que precede a una emboscada.
Encontramos un pequeño pueblo abandonado. Mercados saqueados, farmacias vacías y casas con signos de lucha. El olor a hierro y podredumbre impregnaba el aire. En algunos rincones vimos cuerpos caídos, hinchados, testigos mudos de la primera oleada de caos. Pero también había sobrevivientes, si es que se les podía llamar así. Estaban ahí, sufriendo los síntomas: fiebre, dificultad para respirar, dolores internos… y otros ya muertos, transformados.
Uno de ellos comenzó su metamorfosis frente a nosotras; su piel se tornó grisácea, sus ojos vacíos y su movimiento se volvió errático. No dudé. Levanté mi rifle y apunté, no porque quisiera, sino porque era necesario.
—Tania, recuerda esto —le dije sin apartar la mira—, observar es tan importante como disparar. Aprende a reconocer los signos antes de acercarte.
Ella asintió, apretando fuerte el mango de su cuchillo, como si sus dedos quisieran fundirse con el acero. No disparé de inmediato; esperé el segundo exacto en el que el monstruo intentó abalanzarse, y entonces lo hice. El retroceso me sacudió el hombro, y la criatura cayó, inmóvil por unos minutos.
Después de registrar síntomas y recolectar lo necesario, seguimos nuestro camino, siempre alerta. Sabía que cada día sobrevivir sería una prueba de paciencia y habilidad. Cada paso podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.
Mientras caminábamos, también pensaba en nuestro vínculo. Antes del apocalipsis, Tania y yo no éramos cercanas, pero ahora… ahora la responsabilidad de protegerla, de enseñarle a sobrevivir, nos unía más que cualquier otra cosa. Ella me recuerda a mí misma cuando era joven: testaruda, valiente, y con un fuego que la hace resistir.
Y aunque el mundo se había vuelto un lugar hostil, me recordaba a mí misma que aún había esperanza mientras estuviéramos juntas. Esa esperanza, por mínima que fuera, era el verdadero combustible para seguir caminando entre las ruinas.
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Updated 64 Episodes
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Daisuke Jigen
Mas capitulos escritora!
2025-09-01
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