Jugando Con Fuego Libro #1

Jugando Con Fuego Libro #1

Capitulo: 1

MORGAN.

El calendario marcaba un año exacto desde que el mundo se me vino abajo. No fue por un chico o una traición, sino por el silencio ensordecedor que dejó su ausencia. Doce meses. Y la mayor parte de ellos los pasé en un limbo gris, perdida entre las cuatro paredes de mi pequeña prisión autoimpuesta. Las lágrimas eran mi idioma, la miseria mi única compañía. El instituto era una tregua forzada, un lugar al que acudía como un fantasma antes de regresar a mi encierro. Pero hoy, ese ciclo por fin se acababa.

Hoy, la Morgan que perdió a su mamá empezaba a reconstruirse. Sé que mi nombre suena un poco anticuado, pero mi madre estaba obsesionada con él. Era el nombre de mi abuela paterna.

Siempre me decía que era un nombre de guerrera. En fin, me desvío. Volvamos un año atrás, al momento exacto en que mi vida se desmoronó.

UN AÑO ATRÁS

Mis pies se negaron a moverse. Me quedé helada, el aliento atrapado en mis pulmones. La voz de mi padre al otro lado del teléfono era un murmullo distante, pero las palabras resonaban en mi cabeza como campanas de iglesia un domingo por la mañana. “Un accidente de coche... no lo logró”. En ese momento, la vida se detuvo. El mundo se pintó de un blanco tan brillante, tan irreal, que la visión se me nubló. Las palabras se convirtieron en un nudo que me rasgaba la garganta. ¿Esto me estaba pasando a mí? Un nudo de rabia y desesperación se formó en mi estómago. ¿Por qué el destino me había jugado esta cruel pasada?

Las siguientes semanas fueron una pesadilla. El funeral, una colección de rostros borrosos y lamentos que no sentía como propios. Mi padre, un hombre que siempre había sido mi roca, se desmoronó. Lo veía en sus ojos, en su silencio. Mi tía, la hermana menor de mi madre, vino a buscarme. "Tu padre necesita tiempo para sanar, cariño," me dijo, pero yo sabía que era más que eso.

No podía mirarme sin ver el recuerdo de mi madre, sin sentir el vacío que ella dejó. Me envió a vivir con mi tía, a una nueva ciudad, a un nuevo instituto.

PRESENTE

Y esa fue la grieta por donde se coló el cambio. No fue de la noche a la mañana, pero el último año fue un lento y doloroso proceso de renacer. Mi padre, sumido en su propio dolor, me envió a vivir con mi tía, a una nueva ciudad, a un nuevo instituto. Fue un recordatorio constante de que mi vida anterior había desaparecido para siempre. Eso me obligó a madurar a la fuerza, a aprender a valerme por mí misma. En esas largas noches, en la soledad de mi habitación, no solo lloré. Leí. Investigaba. Aprendí. Aprendí sobre el duelo, sobre la fortaleza, sobre cómo funcionaba el mundo más allá de mi burbuja de “niñita mimada”.

El dolor me forzó a transformarme. Mi cuerpo, que había sido descuidado por la pena, lo empecé a cuidar con una disciplina férrea. El ejercicio se volvió una válvula de escape, y mi piel, mi cabello, todo se transformó. Pero el cambio más profundo fue interno: la Morgan que toleraba las lástimas había desaparecido.

Ahora, dominaba el arte del juego. Sabía cómo defenderme, cómo protegerme de aquellos que pudieran acercarse con la intención de herirme. Hoy, el último año de instituto, no sería una despedida, sino una declaración de que no volvería a ser víctima de las circunstancias.

Busqué mi ropa cuidadosamente elegida para hoy, algo que proyectara mi nueva fortaleza. Entré a la ducha y dejé que el agua arrastrara los últimos vestigios de la vieja Morgan. Quince minutos después, salí renovada, vestida y lista.

Respiré hondo, preparándome mentalmente para la primera batalla.

Tomé mi mochila, las llaves del coche y del apartamento de mi tía. Me puse en marcha. Nuevo año, nueva Morgan, nuevo estilo y una actitud de acero.

Ahí voy, destino. Pero esta vez, yo muevo las cartas. Y tú, solo puedes mirar.

VEINTE MINUTOS DESPUÉS

Llegué al instituto. El estacionamiento ya estaba lleno de coches, y los pasillos zumbaban con la energía de los estudiantes. Escaneé la multitud hasta que mis ojos se posaron en ellos: Brandon y Jessica. Hacía tiempo que no los veía juntos, no tan de cerca. La bilis subió por mi garganta, pero la convertí en una sonrisa. Una sonrisa de depredadora, la más falsa e hipócrita que pude ensayar.

Me acerqué a ellos, el corazón latiéndome fuerte, no por nerviosismo, sino por la adrenalina.

—Hola, chicos —dije con una calma que me sorprendió a mí misma, y vi la confusión en el rostro de Brandon y la sorpresa en el de Jessica.

—Hola, Morgan —Brandon me saludó, con un aire extraño, como si no supiera cómo reaccionar.

—Hola, querida —replicó Jessica, la hipocresía goteando en cada sílaba. Sus ojos me analizaban, tratando de entender mi cambio.

No era el momento para un show. No era lo que hacía la nueva Morgan. La nueva Morgan no se rebajaba a su nivel. Simplemente les dirigí una mirada que decía todo sin decir una palabra. Mi cabeza, que me pedía que siguiera, les dedicó una sonrisa de superioridad.

Alargué la mano para acariciar el brazo de Brandon de forma sutil, pero lo hice con tanta calma, que fue un simple roce. Luego miré a Jessica y le guiñé un ojo.

—Diviértanse —dije con una voz que era una mezcla de burla y de desinterés.

La incredulidad se apoderó del rostro de Jessica. Brandon, que seguía mirándome de una forma extraña, no pudo decir una palabra. Me di la vuelta y seguí mi camino por los pasillos del instituto, dejándolos atrás, aturdidos.

Eso era solo el principio. Solo una pequeña muestra de lo que les esperaba este año. Como dije, cambié. Y cambié para bien. Ya no soy la chiquilla indefensa de la que se podían aprovechar. ¡No más! No volveré a sufrir por ningún otro hombre como que me llamo Morgan.

Cambié mis libros en el casillero y me dirigí a mi primera clase. Al entrar al salón, mis ojos se detuvieron en él. Un chico. Buen cuerpo, sí, pero lo que me atrapó fueron sus ojos grises profundos, el cabello negro que le caía sobre la frente, y esos pequeños hoyuelos que se asomaban cuando sonreía. Una sonrisa encantadora. Este año, sin duda, sería fenomenal.

Me senté en el asiento libre a su lado. Él me miró y una chispa se encendió en su mirada. Su boca se abrió, pero antes de que pudiera decir una palabra, me le adelanté.

—¡Hola! Me llamo Morgan.

Él sonrió, sus hoyuelos se hicieron más pronunciados y su voz era como un murmullo profundo.

—Caleb. Un placer, Morgan.

Ambos nos quedamos en un silencio cómodo, un silencio que lo decía todo, en el que se podía ver cómo el destino había trazado una línea para que nuestros caminos se cruzaran. Había algo en él que me atraía, algo que no había sentido en mucho tiempo. ¿Sería este chico diferente? ¿Sería este el inicio de algo nuevo, de algo real? Solo el tiempo lo diría, pero una parte de mí, esa parte que había renacido de las cenizas, esperaba que sí.

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