Renacer

Carolina tenía una familia modesta. Su madre desde que ella nació que trabajaba en la casa de familia Chen. Por lo que ella consideraba al anciano matrimonio como parte de du familia. El señor Chen, un hombre callado y sabio, fue quien le enseñó los primeros movimientos de Tai Chi en el patio interior de su casa cuando apenas tenía seis años.

Mientras otros niños corrían y jugaban con energía desbordante, Lina, como le decían con cariño, aprendía a mover las manos como si acariciara el aire, a hundir los pies en la tierra como raíces invisibles, y a escuchar el silencio entre los latidos del corazón.

A los dieciséis, ya dominaba la forma tradicional de la familia Chen, pero no se conformó con la repetición mecánica. Comenzó a estudiar filosofía taoísta, medicina tradicional china y la energía del Qi. Veía en el Tai Chi no solo un arte marcial, sino un puente hacia algo más: la paz interna, la conexión con la naturaleza, la verdadera libertad.

Trabajaba como instructora en un pequeño centro de bienestar, y aunque el principio la gente era un poco escéptica porque sus rasgos físicos no eran los característicos de una maestra Chi, vivía con humildad. Su apartamento era simple: un tatami, una estantería llena de libros desgastados, y una planta de bambú que cuidaba con esmero. Nunca tuvo novio. No por falta de oportunidades, sino porque sentía que su camino era otro. Uno más profundo, más solitario, pero también más sereno.

Cada mañana antes del amanecer, subía a la montaña cercana para practicar. Allí, rodeada de niebla y cantos de pájaros, se sentía parte del todo. A veces, los turistas la veían desde lejos y tomaban fotos, pensando que era parte de alguna ceremonia ancestral. Pero Lina no hacía nada para ellos; su danza era solo para el cielo.

Un día, mientras ejecutaba la forma del “Dragón en la Niebla”, un pensamiento la invadió:

"He aprendido a mover el cuerpo, pero ¿he aprendido a soltar el alma?"

Ese mismo día, una tormenta inusual se formó. Truenos como tambores celestiales, lluvia que parecía lágrimas de los dioses. Aun así, Lina continuó. Había algo en el aire que la empujaba a culminar una forma que nunca antes había enseñado: una secuencia olvidada que el señor Chen mencionó una sola vez, llamándola el Retorno al Vacío.

Con los brazos abiertos hacia el cielo, sintió cómo su respiración se alineaba con algo más grande. Y entonces, un relámpago descendió con un rugido que partió el aire.

En lugar de dolor, sintió paz.

Y luego, nada...

Cuando abrió los ojos, estaba de pie en una habitación antigua, con poca luz… pero, no pudo seguir mirando, porque de repente, decenas de recuerdos llegaron a su mente…

Ya no era una maestra de Tai Chi, ahora era una niña de 14 años de cabello morado llamada Bianca Rhys, nieta del Barón Rhys… por lo que comenzó a asimilar todos sus recuerdos…

[realmente he reencarnado, ahora soy otra persona… tengo los recuerdos, el cuerpo y todo de Bianca Rhys… mi padre es Baldomer Rhys, el mayor de nueve hermanos… mi madre Jessi Rhys, su familia era originaria de un reino desaparecido llamado Goldstein y tenía el mismo tono de mi cabello morado… al parecer, mi abuela huyó de ese reino, porque era pariente de los reyes que intentaron derrocar a un poderoso imperio.

además, por los ultmos recuerdos, al parecer revivi en el peor momento de la familia Rhys…]

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