El comienzo...

Me llamó Lia Castillo López soy cubana, nací en el municipio Esmeralda en la provincia Camagüey. Somos tres hermanos, yo la única chica, cuando mi madre Alejandra López decidió emigrar a Los Estados Unidos de América, fui la única que realizó la travesía con mi mamá, ella no quería dejarme con nadie. Soy su princesa y no podía dejarme. Juan Carlos y Marco Antonio son los hermanos mayores, se quedaron con su papá Miguel González, porque este no dió su consentimiento para salir del país porque el muy desgraciado quería la casa de mi madre, para firmar ese mugroso papel, en otras palabras el tipo era el típico hijo de puta.

Mi padre Mario Castillo vive en Miami hace años, cuando yo tenía 10 años se fue por problemas económicos, nos visitaba regularmente y quizás porque me extrañaba mucho decidió nuestra reunificación cuando cumplí los 18. Mi papá trabajó muy duró, realizó todo tipo de trabajos, la construcción, rastrero, obrero en la metalurgia, de todo hasta lavo platos. En ocasiones tenía hasta dos empleos, eso sí siempre mandaba dinero a mi mamá y a sus padres, la situación en Cuba estaba cañón y siguió empeorando.

Nuestra travesía fue vía Nicaragua porque hay libre visado, mi papá le pagaba al Coyote para que nuestro viaje fuera exitoso hasta llegar a México. Estamos un poco triste, porque me separaba de mis familiares y mis amigos, tuve que dejar mi carrera solo complete un semestre, quería ser médico, ese era mi sueño, todavía recuerdo lo dura que fue mi preparación para las pruebas de ingreso, pero promedie 96,52 entre las tres, si no fue un récord, fue un buen resultado.

En México estuvimos tres meses hasta que nos llegó el permiso de trabajo por dos años, durante este tiempo mi mamá y yo trabajamos de camareras en un pequeño restaurante, para ayudar a mis abuelos en Cuba, mi madre no quería darle más responsabilidades a mi padre.

Conocimos muchas personas en nuestra travesía y conocí a Sería González mi actual mejor amiga, ahora vivimos cerca, las dos estudiamos inglés y trabajamos de medio tiempo para abrirnos camino en este país. La vida del emigrante es dura en cualquier lugar eso lo aprendí en la travesía, pero hay que tirar pa adelante como decimos los cubanos.

Fue en ese restaurante donde lo conocí, vestido de negro, rodeado de escolta con un carro de ensueño, el típico hombre rico, que respira poder por dónde lo mires, la verdad me impresiones mucho, todas las camareras querían servirle porque dejaba grandes propinas, pero yo tenía mucho miedo por lo que se dice de esas personas.

No me acerque y fui y tome la orden de una pareja de ancianos y no siquiera lo mire, pero en mi nerviosismo choque con Laura y tire todos los vasos que recogí de la mesa 4. Entonces mi jefe se molestó y me llamó la atención y dijo que descontaría los gastos de mi salario.

Fue cuando el hombre voltea a ver la causa de tanto alboroto y me mira con esos ojos verdes y ese hermoso rostro que congelo mi sangre, se para y le dice a mí Jefe que pagará mis gasto, que era muy jóven aún por eso cometía errores, le di las gracias y simplemente desaparecí del lugar.

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