Para Siempre a Tu Lado

Para Siempre a Tu Lado

Capítulo 1

Mário Narrando

Una vez más, ahí estaba yo, en medio de una discoteca rodeado de muchas chicas y casi borracho.

- ¿A quién le pedí matrimonio? - pregunté tratando de no trabarme la lengua.

- Yo aquí - dijeron todas las chicas al unísono.

Terminé riendo de esa escena. Mis padres estaban viajando por trabajo, odiaba cuando hacían eso, pues nunca paraban en casa. No sé lo que es recibir cariño de una madre, y a veces me enojo con los dos por eso.

Pasé casi toda la noche bailando con las chicas y bebiendo. Salí de la discoteca a las cuatro de la mañana, me dirigí a casa en el coche que tanto amaba. Confieso que estaba un poco borracho para conducir, pero resulta que ya había conducido en condiciones peores.

La casa de mis padres está en la región más rica de São Paulo, me gusta vivir en ese barrio, pues no hay muchos asaltos ni vecinos chismosos.

Conduje por la avenida durante algunas horas, y pronto llegué frente a mi casa. Metí el coche en el garaje, y salí del mismo entrando en casa. Mi hermano estaba durmiendo en el sofá, me acerqué a él y me agaché.

- Eh, hermano - dije dándole un codazo, que pronto despertó mirándome - ¿Me estabas esperando? - pregunté curioso.

- Mário, no te digo nada más - dijo cogiendo la manta y levantándose del sofá.

- ¿Qué hice?

- Tienes diecisiete años, no deberías estar bebiendo de esa manera. Y otra cosa, tenemos clase dentro de unas horas, muchas veces ya te he dicho que pares con esta vida. Pero no quieres escucharme - dijo comenzando a subir las escaleras.

- Lo siento, hermano, prometo que estoy intentando mejorar de vida.

- No lo parece - dijo desapareciendo de mi vista.

Mi hermano y yo siempre nos hemos llamado "hermano" desde niños, pero cuando él me llamaba por mi nombre, sabía que estaba enfadado con algo.

Subí a mi habitación, y caí en la cama, terminé durmiendo del mismo modo en que estaba.

Abrí mis ojos con Marisa, gritando al abrir la puerta.

- Vamos, levántate de esa cama, pareces un difunto - dijo ella tirando de mi manta.

- Ah, Marisa, déjame dormir unos minutos más - dije encogiéndome.

- Nada de dormir más minutos. Anda, si no vamos a llegar tarde.

- Eres una chica petulante - dije bufando.

- Pero no vives sin mí - sonrió saliendo de la habitación.

Me levanté de la cama a regañadientes, entré en mi baño y me miré en el espejo. Las marcas de la noche mal dormida estaban en mis ojos, realmente como Marisa había dicho, parecía un difunto.

Me lavé los dientes, y luego me puse un poco de polvo base en la cara, para esconder los granos que tenía, y también las marcas de sueño.

- Vamos, princesa - dijo Mariano entrando en el baño.

- Hermano, lo siento por hacerte esperar anoche - dije mirándolo a través del espejo.

- Sabes que me preocupo mucho por ti. No podía dormir, así que bajé al sofá y terminé durmiendo allí. Pero no te preocupes, hermano, solo quiero que cambies esa vida - dijo sonriendo para mí.

Abracé a mi hermano fuertemente, sabía que él solo quería mi bien, y yo no estaba sabiendo aprovechar eso.

- ¿Será que Cenicienta y Blanca Nieves pueden bajar a desayunar? - habló Marisa desde la puerta de mi habitación.

- Ya vamos, Ma, estoy esperando a que Cenicienta termine de ponerse la base para ir al baile - dijo Mariano recibiendo un golpe en el hombro.

Solo escuchamos a Marisa reír extremadamente alto desde la puerta de la habitación. Terminé todo y salí del baño acompañado de Mariano, bajé las escaleras, y Marisa estaba en la escalera esperándonos.

- Vayan a desayunar, ya estamos dos minutos atrasados. Vamos a tener suerte si conseguimos entrar esta vez - dijo ella mirando su reloj de pulsera.

Bueno, sobre nuestras características corporales. Marisa era la más alta, tenía cabello rubio y ojos verdes igual que nuestro padre, Mariano y yo éramos extremadamente parecidos por ser gemelos, la única cosa que cambiaba en nuestro cuerpo, era el color del cabello, el mío era un negro medio azulado, y el de Mariano, estaba con luces. Los dos somos del mismo tamaño, y tenemos los ojos azules oscuros por cuenta de nuestra madre.

- Cálmate ahí, si le damos dinero a ese guardián, él nos deja entrar - dijo dando de hombros.

- ¿Vas a sobornar al hombre? - preguntó Marisa abriendo los ojos.

- Quién sabe - dijo siguiendo en dirección a la cocina.

No tenía hambre, así que cogí solo una manzana y regresé a la sala. Mariano ya había avisado que no iba a desayunar.

Salimos de casa y entramos en mi coche, Marisa fue en el asiento de atrás y Mariano fue a mi lado. Encendí la radio y estaba tocando un funk que yo nunca había oído, pero me había gustado. Marisa estiró la mano para cambiar la música recibiendo un golpe luego.

- Ay, quería solo cambiar esa porquería - dijo acariciando la mano.

- Eso es música de calidad. Y estás en mi coche, mi coche, mis reglas - dijo sonriendo para ella a través del espejo.

- Aff, por eso que me gusta el mío - dijo mirando por la ventana.

- ¿Será que los dos enanos de la blanca nieve pueden parar de pelear?

- Enano es la puerta de tu ano - dijo Marisa gesticulando con la mano y haciéndome sonreír.

Estábamos a algunos minutos de la escuela, no quedaba muy lejos de donde nosotros vivíamos. Es claro, nosotros estudiábamos en una escuela particular, y siempre entran becarios, y una cosa que yo odio son personas pobres.

- Mário, ¿qué hiciste en ese coche ayer? - preguntó mirándome a través del retrovisor - está oliendo a coño mal lavado aquí en el fondo.

- No sé, debe haber sido alguna chica que entró ahí - dijo riendo alto.

- Qué asco, acelera ese coche que yo quiero salir de aquí lo antes posible - dijo ella haciendo ruido de vómito.

- Marisa tiene razón, hermano, tienes que dar una buena lavada en ese coche - dijo Mariano mirándome.

- Ok, cuando salgamos de la escuela hoy paso en un lava-rápido, está óptimo para los dos.

- Si es para quitar ese olor a coño, está una maravilla - habló Marisa haciendo cara de asco.

- Es mucho mejor olor a coño que de pene.

- ¿Ustedes dos fueron criados en el campo? - preguntó Mariano colocando la mano en el rostro.

Después de algunos minutos llegamos en la escuela coloqué el coche en el estacionamiento, y seguimos en dirección al portón que ya estaba siendo cerrado por el portero.

- Buenos días señor Walter, estamos un poquito atrasados, pero ¿podemos entrar aún? - preguntó Marisa sonriendo para el hombre.

- Buenos días Marisa y niño. Bueno, como Marisa fue bien educada, yo voy a dejarlos entrar, pero no repitan eso - dijo él abriendo el portón.

- Gracias - dijo Marisa sonriendo.

Caminamos para dentro de la escuela como si nada hubiese acontecido.

- Yo creo que estás sonriendo de más para él - hablé con celos.

- Ah muchacho ahórrate, apenas quise hacer una gentileza. Nuestra madre siempre nos enseñó, gentileza genera gentileza - dijo Marisa dando un golpecito en mi frente.

La chica siguió para donde sus amigas estaban dejando apenas a mí y a Mariano que estaba mirando los cuatro cantos de la escuela.

- ¿Qué o quién estás buscando? - pregunté ya sabiendo de quién se trataba.

- A Erick, estoy con voluntad de burlarme de algún becario.

- Él ya debe estar en la sala, es muy nerd mismo - dije riendo junto con mi hermano.

Erick era un muchacho becario que había entrado en nuestra escuela en el mes pasado, mi hermano y yo nos burlábamos de él de todo lo que es forma, y él no hacía nada, creo que le gustaba ser burlado por ser pobre.

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