Kelly tomó la mano de su mejor amigo y tiró suavemente de él. Al romper el contacto entre Skylar y Carter, este último reaccionó de inmediato, cerrándoles el paso.
—Esa actitud tuya de superioridad habla mal de ti. Pensé que tenías más confianza en ti mismo, pero puedo ver a través de tus inseguridades —la voz del alfa sonaba irritada, cada palabra cargada de molestia.
—Bájale dos rayitas a tu intensidad. Sky no hizo nada malo. De hecho, no dijo nada ofensivo, y no hubo ningún mensaje de superioridad. Creo que quien se sintió atacada y está causando lástima es otra —la voz cantarina de Kelly resonó como un martillazo en los oídos de Carter—. Skylar es tu novio y todos en este instituto lo saben. Por lo mismo, están expectantes a cómo reacciona o qué dice, y tú lo sabes. Si realmente te importara, JAMÁS lo pondrías en una situación donde pudieran cuestionarlo.
La mirada de Carter se endureció al escucharla.
—No te metas en lo que no te importa.
Volteó hacia Skylar, que seguía paralizado. No quería que se generara un enfrentamiento entre las dos personas que más le importaban, pero antes de que pudiera intervenir, Carter volvió a hablar:
—Hablaremos durante el receso. Te estaré esperando donde siempre. Ven solo. No quiero lidiar con tu mascota —escupió con desprecio, antes de marcharse sin mirar atrás.
Skylar miró a Kelly con ojos suplicantes, rogando en silencio que no respondiera. Kelly, refunfuñando por lo bajo, se contuvo. Tomó de nuevo la mano de su amigo y lo guió hacia los baños.
Skylar sabía la rutina. Cuando no podía más, se encerraba en un cubículo y gritaba en silencio. Era la única forma de sobrevivir al día sin colapsar. Odiaba que Carter no lo defendiera, que lo expusiera, que lo humillara con gestos sutiles. Pero más se odiaba a sí mismo por no poder enfrentarlo.
La única vez que se atrevió a mencionar algo a su madre, insinuando que tal vez Carter no lo amaba de verdad, ella lo fulminó con la mirada.
—Sky, bebé... —le dijo con tono severo—. Al final del día, lo único que importa es que tú eres el novio oficial de Carter, y más adelante, su prometido. Ese es tu destino. No importa cuántos omegas sin clase se crucen en su camino: jamás podrán evitar lo inevitable. Tú serás el omega de la familia Williams. Si tu alfa está confundido, debes preguntarte qué estás haciendo mal y corregirlo. Pero jamás pierdas tu dignidad, ni tu elegancia, ni tu clase. Clase es lo que tienes de sobra, y eso es lo que conservarás.
El tono fue más frío de lo esperado. Skylar comprendió que jamás debía volver a tocar el tema. Su madre, como la madre de Carter, era una omega tradicional: educada para ser hermosa, obediente y perfecta. La expectativa era que él siguiera esos pasos. Nunca le sugirió que estudiara una carrera. No era necesario. Sabía cocinar, coser, organizar cenas, sonreír ante los invitados y caminar con gracia. Estaba destinado a ser el esposo trofeo de Carter.
Ambas familias lo habían planeado todo.
Skylar salió del cubículo y se lavó la cara. Kelly, en silencio, le pasó papel para secarse. Ya no lo reprendía. Aprendió que despotricar contra Carter no servía de nada: solo hacía que Skylar se sintiera peor. Así que simplemente estaba allí. Presente. Leal. Firme.
Al salir del baño, un par de chicas entraron. Fingieron no verlos, pero una murmuró lo suficientemente alto como para que escucharan:
—Santurrón.
Y ambas rieron con burla.
Skylar se mordió el labio. Kelly lo tomó del brazo y salieron sin responder.
La clase fue, como siempre, eterna. Skylar raramente tomaba apuntes. Lo académico no le interesaba. Sabía que sus compañeros se burlaban de sus notas bajas, pero nadie se atrevía a decírselo en la cara. ¿Para qué estudiar, si se casaría con Carter Williams? Iba a ser un omega de casa. Hermoso, educado, intachable. El futuro ya estaba escrito.
Al sonar el timbre, Skylar salió antes que nadie. Caminó hasta el jardín posterior del instituto, donde Carter lo esperaba recostado bajo un árbol. Tenía los ojos cerrados, el rostro relajado, el cabello negro cayéndole sobre la frente.
Era imposible no encontrarlo apuesto.
El corazón de Skylar dio un vuelco cuando Carter abrió los ojos y lo miró.
—Acércate. Pareces un acosador mirándome desde allá —dijo, sin moverse.
Skylar obedeció. Se sentó frente a él, nervioso, esforzándose por mantener la sonrisa.
Carter lo observó en silencio por unos segundos. A pesar de su molestia, no podía evitar conmoverse. Skylar lucía vulnerable, con los mechones rubios cayendo sobre su rostro y las pestañas temblando. Sabía que Skylar no había hecho nada malo. Lo sabía.
Lo que lo frustraba era otra cosa: el guion ya escrito. El futuro sellado.
Desde niños habían estado juntos. Sus madres los criaron para casarse. El perfecto omega para el perfecto alfa. Pero Carter sentía que todo eso no era suficiente. Ya no.
Y sin embargo…
—Sky... lamento haberte hablado así. No fue mi intención.
Skylar levantó la mirada. Sus ojos azules brillaban como cristales, llenos de esperanza.
—Yo también lamento haber causado una mala impresión, Carter. Tú sabes que te respeto por sobre todas las cosas.
El estómago de Carter se revolvió. Era demasiado. Demasiado perfecto. Demasiado obediente. Habría preferido una queja, una pelea, una pizca de carácter. Pero Skylar solo sabía ser lo que le enseñaron a ser: un adorno valioso, frágil, educado.
—Le pedí al chofer que viniera por mí más tarde —continuó el omega, con la voz temblorosa—. Quería pasar algo de tiempo contigo... Sé que estás muy ocupado y no quiero molestarte, pero te extraño. Y si puedes… podríamos vernos un rato después de clases. —Las palabras salieron atropelladas.
Carter iba a decir que no. De verdad. Pero lo miró, y no pudo. El rostro sonrojado, los labios temblorosos, los ojos suplicantes… Era como mirar a un cachorro mojado.
—Está bien. Nos veremos aquí a la salida —cedió.
Skylar asintió, aliviado, y se levantaron justo cuando sonó el timbre. Carter lo tomó de la mano, lo acompañó hasta su sala y luego se dirigió a la suya.
Mientras caminaba, no podía evitar pensar por qué había aceptado la invitación. Sí, le gustaba Skylar… pero no podía ignorar esa sensación de vacío. Las caricias rígidas. Los besos sin emoción. Las miradas sumisas.
Skylar era perfecto.
Pero era un cascarón.
Y él estaba empezando a odiar la perfección.
—Yo y mi gran bocota… —murmuró entre dientes mientras entraba a clase, deseando que ese día terminara rápido.
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Comments
Mary (Lupis❤️🌹)
dios los dos son idiotas. uno x dejarse manipular x su madre para ser el perfecto esposo trofeo y el otro por no ser sincero tampoco
2025-07-17
1
Mix Mix
Que acertada Kelly
2025-06-30
1
Maru19 Sevilla
Está muy entretenida la historia, espero que actualices pronto
2025-03-11
1