Tu Dulce Aroma
Era casi mediodía cuando unos suaves golpes en la puerta despertaron a Skylar. Murmuró algo entre sueños, abrazando con fuerza su almohada mientras se cubría más con las mullidas mantas. Pero los insistentes golpecitos no cesaron, y el sonido constante terminó por arrancarlo de su sueño con evidente mal humor.
—¿Quién me despierta tan temprano? —protestó, lanzando la almohada hacia la puerta.
Una vocecita apenas audible se atrevió a responder. Era Dora, una joven criada que, aunque menuda y de apariencia adolescente, rondaba los veinte años.
—Señorito Skylar, su madre lo ha estado esperando casi una hora. ¿Recuerda que iban a salir de compras hoy?
Dora entró con una charola, sobre la cual reposaban una tostada ligera y un vaso de jugo natural el desayuno habitual de Skylar. El joven omega era meticuloso con su figura y jamás comía en exceso.
Saltó de la cama rápidamente, mientras Dora comenzaba a sacar prendas del enorme clóset. Preparó varias tenidas y las dejó con cuidado sobre la cama, organizando todo para que, tras una ducha exprés, Skylar pudiera arreglarse con rapidez.
—¡Dora, toda esa ropa es horrible! Tienes tan mal gusto para combinar colores —resopló frustrado, revisando las prendas con evidente desdén.
Dora bajó la mirada al suelo sin emitir palabra. Estaba acostumbrada a ese trato. Llevaba casi una hora intentando despertarlo, pero el joven Skylar tenía un sueño pesadísimo.
Después de elegir su atuendo, Skylar se sentó frente al tocador. Dora comenzó a cepillar su cabello con extremo cuidado. Su cuero cabelludo era sensible, y cualquier tirón podía transformarse en una queja aguda y molesta.
El ritual se alargó más de lo esperado. Finalmente, Skylar quedó conforme con su aspecto. Se observó con detenimiento en el espejo, corrigiendo hasta el más mínimo detalle. Al ver el reloj, comprobó que ya habían pasado casi dos horas desde que despertó.
—Nada mal… considerando lo inútil que puede ser Dora —musitó con satisfacción, antes de bajar las elegantes escaleras de la mansión Adams con el porte de una estrella de cine.
Esperaba encontrar a su madre o al mayordomo esperándolo, pero la casa parecía vacía. Decepcionado, llamó a su madre, sin obtener respuesta. Caminó hacia la biblioteca, desde donde provenían murmullos. Se alisó las arrugas imaginarias de su camisa y abrió la puerta sin tocar.
—Mamá, llevo buscándote por toda la casa. ¿Para qué me despiertas tan temprano si igual me haces esperar? —se quejó, deteniéndose de golpe al ver que no estaban solos.
Claricer Williams, la mejor amiga de su madre, le sonreía desde el sofá. Skylar parpadeó y, sin poder evitarlo, sus mejillas se tiñeron de un leve rubor.
—¡Tía Clarice! No sabía que vendrías hoy, me habría arreglado mejor para recibirte —dijo con una voz dulce. Luego, como si no pudiera contenerlo, preguntó—: ¿Carter también vino?
—Cariño, siempre es un deleite contemplarte. Eres tan hermoso, no necesitas arreglarte más —respondió la mujer, acariciando su cabello—. Carter no pudo venir. Está concentrado estudiando para sus exámenes finales. Pero apenas tenga un momento libre, vendrá a verte.
Skylar apenas notó las miradas cargadas de significado que intercambiaban su madre y Corine. Solo podía pensar en lo feliz que sería cuando Carter finalmente regresara a su lado.
La tarde fue maravillosa. Skylar no amaba nada más que ir de compras con su madre. Sentía que había heredado su buen gusto y elegancia innata. Ambos lucían joyas exclusivas, ropa de diseñador y ese aire de superioridad que los demás simplemente no podían imitar.
Con apenas 17 años, Skylar era la envidia de todos los omegas del instituto. Él lo sabía. No le interesaba estudiar una carrera ni pensar en el futuro académico. Su destino estaba claro casarse con el amor de su vida, Carter Williams.
Ambos habían crecido juntos. Desde el jardín infantil hasta ahora, sus caminos siempre se entrelazaban. Su historia era legendaria. El omega más atractivo y refinado junto al alfa más inteligente y deseado. El uno para el otro, perfectos.
Llegaron a casa al atardecer. Skylar admiraba su manicura impecable, satisfecho de haber sido, una vez más, el centro de todas las miradas.
—Sky, cariño —dijo su madre con tono ligero—, papá llegará tarde otra vez, así que cenaremos tú y yo. Pedí que fuera algo liviano. Creo que tus mejillas se ven más llenitas. ¿Has estado comiendo grasa? No quiero verte con granos en ese rostro tan bello.
—¡Nunca como nada con grasa! —respondió Skylar, corriendo a mirarse al espejo. Solo pudo relajarse al comprobar que su piel seguía perfecta.
Antes de cenar, un joven alfa entró al comedor. Era Darren, el hermano mayor de Skylar. Su aspecto atractivo contrastaba con su estilo algo descuidado.
—Darren, querido, no te esperaba tan temprano. Pensé que cenarías en casa de Megan —dijo su madre con un dejo de desagrado al mencionar ese nombre.
—Mamá, no pongas esa cara. Megan es una buena chica. Y me ama —dijo Darren, besándole la frente y sonriendo a Skylar.
—No deberías tomar a la ligera los consejos de mamá. Si piensa que Megan no es suficiente para ti, al menos deberías considerarlo —intervino Skylar con su voz aguda, observándolo con reprobación.
—En esta vida me tocaron una madre… y una mini madre —bromeó Darren, revolviendo el cabello de su hermano—. Come algo más nutritivo, Sky, estás en etapa de crecimiento y solo comer lechuga no es sano.
Skylar hizo un mohín, molesto por el comentario. Se quejó del desastre en su peinado, mientras Darren se reía y abandonaba la sala.
Pese a todo, comió su ensalada con dedicación. Luego se despidió de su madre y subió a su habitación, comenzando su rutinaria pero adorada secuencia de belleza nocturna.
Horas después, se sintió finalmente perfecto y listo para dormir. Se recostó en su cama enorme, repasando mentalmente su día. Le parecía que había sido un buen día… aunque su hermano había arruinado su peinado.
Y lo mejor de todo era que mañana vería a Carter en el instituto. Su corazón se aceleró al recordar la promesa que él le había hecho: cuando se graduara, se comprometerían de manera formal. Ya no faltaba mucho.
Revisó su celular. No había mensajes. Ni siquiera había leído el último que Skylar le había mandado la noche anterior, deseándole dulces sueños.
Suspiró, un poco decepcionado. Aun así, su voluntad era firme. Tecleó rápidamente un nuevo mensaje lleno de emojis, corazones y caritas sonrientes. Esperó unos minutos… pero no llegó ninguna respuesta.
—Debe estar cansado. Es el mejor alumno del instituto. No puede permitirse distracciones. Me debe extrañar tanto como yo a él. Solo tengo que ser paciente… —susurró en voz alta, aunque una pequeña duda se le clavó en el corazón como una astilla.
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Comments
Mary (Lupis❤️🌹)
algo me dice mijo que todo ese mundo y belleza solo está en tu cabeza
2025-07-17
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