Aquella trágica noche(+18)

🚫🚨⚠️ Advertencia: esta historia contiene escenas fuertes y trágicas. Su trama tiene romance, pero también habla de mafia, asesinatos y drogas. Si no te gustan las historias así, te recomiendo que no la leas; pero si te gustan, te invito a que me acompañes en esta nueva aventura. También advierto que está hecha de escenas y personajes ficticios; puede que hasta los lugares sean ficticios, o sea, todo está en mi mente. ⚠️🚨🚫

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DOCE AÑOS ATRÁS...

[Narrado por el autor].

—Si en verdad deseas ser mi sucesor, te ordeno ejecutar al traidor Pedro Salamanca, a él y a toda su familia. No quiero que dejes vivo ni al gato de esa familia —le exige el líder actual de la mafia italiana a su hijo mayor—. Aunque sus hijos sean pequeños, algún día crecerán y entonces querrán vengarse, y ese será un problema para ti en el futuro; por eso es mejor cortar todo de raíz.

Antón Lobo es el líder actual de la mafia italiana, pero siente un gran dolor y rencor por uno de sus hombres, pues él los vendió a la mafia enemiga. Les hicieron un atentado que los cogió con la guardia baja, y en ese atentado murió su amada esposa, Salma Lobo.

Su hijo mayor apenas tiene diecisiete años; es el hijo de su primer matrimonio con Teressa Lombardi, quien murió al dar a luz a su primogénito. Maximiliano Lobo es el orgullo de su padre; vive solo para complacerlo. Ha sido entrenado desde muy pequeño para matar y para heredar el trono del negocio familiar, que ha trascendido de generación en generación.

Cuando Maximiliano cumplió cinco años, su padre, Antón Lobo, volvió a casarse con Salma, quien le dio a luz dos hijos: Nelly Lobo y Horacio Lobo.

—Usted solo ordene, dígame qué quiere que haga y así lo haré. ¿Cuál es el plan? —dice Maximiliano con voz firme y segura.

—Ya te dije lo que quiero; ahora te toca a ti armar el plan. Sabes todo de él, así que tienes veinticuatro horas para ejecutar todo. No te presentes ante mí sin la cabeza de esa rata traicionera. Ese será tu pase al trono —explica Antón con voz severa.

Maximiliano asiente y sale de la sala en busca de su mano derecha y tres hombres más de su entera confianza...

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En el sur de Italia, una familia de cinco personas cena en modo de despedida, pues el mayor de la casa se marcha al día siguiente a otro país en busca de nuevas oportunidades. Deseaba dejar su trabajo actual y dedicarse a otras cosas; deseaba darle un mejor futuro a sus tres hijos, de once, nueve y siete años.

—Ahora que yo no esté, ustedes serán los hombres de la casa —les decía Pedro a sus dos hijos varones—. Deberán cuidar de su madre y de su hermana menor.

Los chicos asienten.

Esperanza, esposa de Pedro, llora por dentro. No quiere separarse de su esposo; llevan doce años de casados y nunca se han separado por tanto tiempo. Ella quiere mostrarse fuerte, pero en realidad, por dentro, se está muriendo. No sabe a ciencia cierta en qué trabaja su esposo, pero lo intuye y sospecha que no ha hecho nada bueno, y por eso quiere marcharse.

—Hija, ve por favor a la cocina a buscar la salsa de tomate —pide la madre a su hija menor, Lucero Salamanca, quien se pone de pie inmediatamente y se dirige a la cocina en busca de lo que le ordenaron.

La niña toma el recipiente, pero no ha dado tres pasos cuando se escucha el fuerte ruido de varios vehículos. De la nada, resuenan varios disparos al aire; la niña se paraliza, quedando estática en el lugar.

—¡Pedro Salamanca, he venido a cobrar la afrenta de tu traición! ¡He venido a matarte! —gritan afuera.

Pedro palidece ante aquellas palabras; de inmediato reconoce esa voz: no puede ser nadie más que el hijo de su jefe.

Pedro pensó que nadie sabía de su familia, ni mucho menos de su casa. Lo que él no sabe es que para la mafia italiana no hay nada oculto.

La puerta principal de la casa es derribada por una fuerte patada. Esperanza intenta correr para esconder a sus hijos, pero es derribada por tres disparos. Los gritos son horribles y desesperantes. La pequeña Lucero, presa del miedo, se esconde detrás de una estufa en total silencio, y desde ahí ve cómo es masacrada toda su familia. Tal como lo prometió Maximiliano a su padre, no dejó vivir ni al gato.

Él no disparó, pero sí ordenó a sus hombres hacer todo lo que hicieron.

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Veinticuatro horas después...

—Padre, lo prometido es deuda —Maximiliano se presenta ante su padre con una funda negra en la mano—. La cabeza de la rata traicionera.

Antón asiente, satisfecho ante el trabajo de su hijo.

—¿Cuántos eran en total?

—Cuatro personas y dos animales. Ninguno de ellos quedó con vida, padre, ¡se lo juro!

Antón se pone de pie.

—¡Plaf! —resuena una fuerte bofetada en el rostro de Maximiliano—. Esa rata tenía tres hijos. Si solo mataste a cuatro personas en esa casa, quiere decir que dejaste un cabo suelto. Ahora ve y vuelve a terminar de cumplir tu misión, y no regreses hasta que no haya ningún cabo suelto. ¿Me has entendido?

—Sí, padre.

Maximiliano hace una reverencia y sale del lugar erguido.

Busca a sus hombres más fieles y sale de regreso al sur de Italia, hallando una casa desolada, llena de sangre y nada más. Al parecer, las autoridades han venido a recoger los cuerpos. Uno de sus hombres se acerca con un informe.

—Quien quedó viva fue su hija menor —dice el hombre.

—¡Todos a buscar a esa niña, y no vengan a mí hasta encontrarla!

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Una niña camina por las calles, sola, con frío y miedo. Su rostro está cubierto de lágrimas; no tiene a dónde ir, no hay a quién acudir. Ningún vecino quiso auxiliarla; todos le temen a la mafia...

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