Ya era demasiado tarde para rescatar a la Princesa Aurora. Eliodora había cruzado la frontera a través del Bosque Encantado, hacia el Reino Obsidiana con la bebé oculta. Y cual rayo veloz, llegó al anochecer a su hogar, una cabaña perdida en la profundidad del Bosque, donde jamás sería encontrada, pues así lo dispuso Malaquistá.
Después de algunos meses fuera de casa, mintiéndole descaradamente a su vieja madre Perséfones. Eliodora le relata, sin pudor alguno, el cuento que se había tejido en su mente. "Ella había tenido a la niña en el Reino Amatista, (había llevado un vientre falso todo esos meses); se había ido al Reino Amatista, en busca de Ruperto"; eso fue lo que le dijo a su madre. Vano pretexto para poder ir por un bebé, para llevar a cabo, su oscuro plan. Pues, la verdad era, que aprovecharía el tiempo en el que su amado estaba de viaje por alta mar; ella se había ido hasta el reíno Amatista, únicamente tramando el plan del rapto de un bebé, pues quería evitar a toda costa, que Ruperto se casara con su prometida: Tremaine.
La niña raptada, era rubia con ojos verdes, con algún lejano parecido a los de Ruperto; por lo cual, no le sería difícil hacerla pasar como su hija. Sonreía pensando, que la suerte estaba de su lado, (la verdad, es que quien persiste a su lado, es la Bruja Malaquistá, y por eso todo le va sobre ruedas).
Eliodora continuaba viviendo con su madre en la pequeña cabaña del bosque; finalmente, le escribió a su amado Ruperto, para que cuando regrese, conozca a su supuesta hija. Ni mandado a hacer, el tiempo cuadraba perfectamente con lo planeado, pues antes de irse Ruperto había tenido sexo durante, dos ardientes meses con ella, en aquel mismo bosque, donde la había conocido por casualidad.
Pasaron las semanas, y Ruperto regresó de su viaje; al ver a la hermosa niña, quedó prendado de su hermosura, no pudo dudar ni por un instante, de que era su hija. Cualquiera se enamora de la belleza de esa tierna criaturita, envuelta en los encantos dados por las Hadas y ratificados por la Bruja Malaquistá. Decidiendo entonces, casarse con Eliodora, reconociendo a la niña como su hija.
Y fue así, como la Princesita Aurora, la heredera del Reino Amatista, se convirtió de noble a una simple plebeya, viviendo en el Reino Obsidiana, llamándose de ahora en adelante: Bianca Trevor.
Así continuaron pasando los años. Bianca, desde que estaba en su cuna, observaba la sombra de Malaquistá, que la acompañaba todas las noches. Por lo que nunca sintió miedo de ella, antes bien, era su Hada protectora. Eliodora, no fue la mejor de las madres, solo le interesaba Ruperto, y él, como sabemos, vivía viajando por ser un mercader. O eso, era lo que siempre les decía...
Cuando, Bianca lloraba por hambre, Malaquistá preparaba su biberón y se lo daba desde lejos con magia, pues le parecía repulsivo tocar a la bebé, ella la llamaba "Cosita". También estuvo a su lado, cuando dijo sus primeras palabras, y cuando dio sus primeros pasitos.
-¿Eres mi otra mamá?- un día preguntó la inocente niña de apenas 3 añitos.
-No, soy tu Hada Malig...- se calla de repente y le contesta, luego resuelta:
-Soy tu Hada Melina, ese es mi nombre Melina, tu madrina, pero solamente tú puedes verme, así que no debes mencionar mi existencia a nadie ¿De acuerdo?- le aclara Malaquistá. Bianca, se acerca y la abraza, tocando sus cuernos, con cariño.
-¡Eres muy linda y te quiero mucho! No hablaré con nadie de ti, Madrina- dice la dulce criatura, derritiendo un poquito el frío corazón de Malaquistá, quien al percatarse que también estaba callendo bajo sus encantos, se separa rápidamente de ella.
-Duerme Cosita, ya es hora de dormir- Bianca se acuesta y se queda rendida, en el acto.
Bianca, cumplió en un abrir y cerrar de ojos 10 años. Ella nunca se imaginó que era una princesa. Recién se percataba de algunos de sus dones, podía torpemente entender a los animales; vivía en las afueras de la ciudad, a pesar de haber sido raptada, su madre adoptiva la trataba con mucho afecto, bien sea porque es una niña encantada o porque era sencillamente su boleto ganador de su amado Ruperto.
Eliodora, no dejaba de cuidarla, le ponía a Bianca, una caperuza de terciopelo rojo para el frío, a Bianca le gustaba tanto, que lo usaba a diario, por lo que todos comenzaron a llamarla "Caperucita Roja".
Ella vivía más con la madre que con el padre, pues éste, siempre se ausentaba de casa, por sus "negocios".
Pero, Caperucita bajo la influencia de Malaquistá, no era tan inocente. De inmediato se percató de que su padre se traía gato encerrado; todas esas ausencias, bajo el pretexto de que estaba viajando como mercader, regresando a casa sin mercancías. Era obvio que algo escondido tenía.
-¡Padre, llegó de viaje! ¿Trajo nuevas telas o algún producto nuevo?- le pregunta Bianca emocionada, con su tierna sonrisa, haciéndose la inocente.
-No hija, hubo problemas con los barcos mercantes, tendré que volver a ausentarme en una semana, para resolver ese problema con la aduana del puerto- Ruperto, nervioso da una larga explicación, de su falta de mercancías después de ausentarse todo un mes de casa.
-Tu padre está muy cansado, ve a servirle un café, y tráele sus pantuflas- Eliodora se adelanta en pedirle a Bianca más atención hacia su padre, confiando ciegamente en su marido.
Bianca, se aleja, y le sirve su café. Pero no cree, en nada de las excusas que su padre da; definitivamente, su madre es muy tonta.
No hay peor ciego, que quien no quiere ver. Pero, la pulga estaba, haciéndole comezón en la oreja a Caperucita: "algo, definitivamente no anda bien".
Una vez que su padre se acostó, Caperucita, le comenta a su madre, intentando abrirle los ojos, mientras la ayuda a lavar los platos en la cocina:
-Mamá, ¿No se te hace raro que mi papá, viaje tanto y casi nunca trae mercancías?-
-Niña, no seas malpensada, tu papá trabaja mucho, y no siempre hay buenos negocios, él cuida de los gastos, por eso no compra cuando todo está muy caro; así funcionan los negocios, cuando seas mayor, entenderás- responde Eliodora, brindando una tonta sonrisa.
Caperucita se rinde, su madre no quiere darse cuenta de lo que está pasando delante de sus narices, pueden estar metiéndole el dedo directamente en el rabo y ella dirá que tiene estreñimiento, ¡Está muy ciega!, va pensando Caperucita, al dirigirse a su habitación, muy molesta por la actitud de su madre.
Bianca, ahora en su habitación, decide expresar todas sus dudas que carcomía su tierno corazón, con la única persona que sí la entendía y sí la escuchaba: su Madrina Melina, quien sin dudarlo, le ofrecerá el "mejor de los consejos".
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Comments
Yoba OG
jejeje, ella pensó que lo que engaño y está bien cornuda
2023-09-28
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