Indiferencia

Las cosas pueden cambiar de un momento a otro, para Rebecca el cambio de actitud de Antoine no tiene lógica. No puede sentirse culpable de algo, porque es obvio que no ha hecho nada para que este se esté comportando tan indiferente. Llevan tres días y solo lo ha visto por las noches cuando se escabulle en su habitación para ''hacer el amor''. Aunque ella quiera evitar caer ante los encantos de ese hombre, pareciera que su fuerza de voluntad se va con el solo toque que este le proporciona.

Si él no cambia su actitud, ella tomará su maleta y regresará a su país para olvidarse de este episodio.

- Buenas noches mon cheri - saluda en cuanto entra, pero no recibe respuesta - ¿Te ocurre algo mon cheri?

- ¿Que si me pasa algo? Sí, pasa que te has comportado de manera extraña desde que llegamos aquí.

- Mon cheri, tengo muchos pendientes y es por eso mi distanciamiento, es posible que hayan vampiros cerca - miente descaradamente.

''Eres un maldito mentiroso, la estás hiriendo y nos va a abandonar'' - le recrimina Eon.

''Ella no nos dejará, es nuestra y así me toque encerrarla no se irá'' - argumenta.

- Te prometo que pronto pasaré más tiempo contigo mon petit - vuelve a mentir.

La besa en el cuello y eso es suficiente para acabar con su fuerza de voluntad. La carga tomándola por las nalgas para que ella enrolle sus largas piernas alrededor de él. Paso a paso la lleva hacia la cama donde la coloca delicadamente, luego desliza las tiras de la pijama, descubriendo los pequeños y rosados montículos de Becca, provocando que se saboreara con solo verlos. No podía negar que la rubia era una belleza y lo hacía poner duro con solo mirarla.

Llevó su boca a uno de los pezones para degustar con su lengua el sabor de hierbabuena y pino que emanaba de la piel de ella, Eon había percibido que se encontraba en celo, pero evitó que él se diera cuenta, lo haría pagar su insolencia y tendría que arrastrarse por el perdón de su luna. Una vez estuvo lista para él, entró en ella disfrutando de su caliente estrechez, no podía negar que se sentía en la gloria cada vez que entraba y salía de ella.

- Oh mon cheri, no me dejes - su expresión sonaba a suplica - ódiame, pero no me abandones.

Besaba su boca con desespero, como si quisiera absorber toda su esencia, unas cuantas estocadas más y derramó su semilla dentro de ella, quien también había llegado al climax. Salió de ella e hizo que se recostara en su amplio pecho cubierto con fino vello castaño.

- Mañana debo ir a una de las manadas vecinas, así que no estaré durante todo el día - le informa.

- Mmmm... bueno - hace un bostezo y queda rendida de sueño.

''No entiendo por qué te estás comportando con ella así, la estás lastimando y ella no lo merece'' - le reprocha Eon.

''No sé de qué me hablas, sabes que hemos tenido muchos asuntos que resolver, y ahora con Lilith aquí debemos ver cómo podemos deshacernos de esa maldita loba'' - trata de evadir el tema y cierra el enlace.

A la mañana siguiente se fue temprano como dijo, no la quiso despertar pues la vio tan hermosa, tan plácida. Había algo que ocultaba que ni siquiera Eon podía saber, pero entre cielo y tierra no hay nada oculto y a todos nos llega la hora de la verdad.

Pasadas las 9 de la mañana Rebecca se levantó, se dio una ducha y bajo a la cocina para preparar algo de desayunar. Chleo se encontraba preparando el desayuno de Becca, así que solo fue sentarse en la isla para degustar las delicias del ama de llaves.

- Mmmm... esto es lo más delicioso que he probado ¡Por Dios Chleo! - por cada bocado era un suspiro de deleite que le salía.

- Me alegra que te guste - sonríe gentil.

Se oye una voz chillona en medio de la sala de la casa, llamando la atención de ambas mujeres, quienes se fueron a ver qué estaba pasando y quien tenía semejante escándalo. Al llegar a la sala, estaba una mujer vestida elegante, incluso, llevaba guantes de piel color rojo. La belleza de la mujer era despampanante, rubia con muchas curvas, alta, piel de porcelana, parecía una de aquellas modelos de revista de glamour.

Una vez estuvieron Becca y Chleo en la sala, la mujer las miró a ambas de pies a cabeza como si fueran peste.

- ¿Y tú quién eres? - señaló despectivamente a Becca.

- Soy Rebecca Holter, invitada de Antoine ¿Y tú? - Rebecca solía ser muy amable, pero si alguien era grosero, ella no sería amable.

- ¿Invitada de mi Conejito? - Becca alzó las cejas.

- ¿Tu conejito? - pregunta.

- Oh sí, él es mío y yo soy de él - un nudo se instaló en el corazón de Rebecca - ya ha tenido varias así como tú, aunque veo que sus gustos han... - la volvió a mirar de pies a cabeza - cambiado, eres las más grande que ha tenido. Supongo que quería experimentar algo nuevo.

- Supongo que tienes razón, en la variedad está el placer - fue todo lo que dijo antes de irse a la habitación que le había asignado el hombre que se supone, es su alma gemela.

Tomó su maleta y empezó a empacar para marcharse de una buena vez, era más que claro que ella no iba a hacer un mal tercio entre el sinvergüenza de su mate y esa rubia reina de la silicona. Bajó las escaleras para salir de una buena vez de allí, pero dos guardias la detuvieron, obstruyendo su paso.

- No tiene permitido salir, luna - dice uno de los guardias.

- Me importa una mierda de quién viene esa orden, me largo ahora mismo - Becca empezaba a enojarse.

- Comprenda por favor, si usted se va, el Alfa Antoine nos arrancará la cabeza - habla el otro.

Tal afirmación la dejó desarmada, debía salir de allí, pero debía buscar la forma de irse. No toleraría ser la burla de nadie, prefería ser una solterona a convertirse en el desahogo y experimento sexual de un presumido multimillonario. Rebecca Holter no era el desfogue de nadie.

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