capitulo 5

La puerta entreabierta temblaba ligeramente por la corriente de aire del pasillo. Me levanté con cuidado y la cerré, apoyándome contra la madera fría. Las palabras de River resonaban en mi mente, confusas y contradictorias. ¿Por qué su repentino cambio de actitud? ¿Era una trampa? ¿Un nuevo juego macabro para desestabilizarme?

No podía negar que su advertencia me había afectado. Había una sinceridad en sus ojos, un miedo palpable cuando escuchó los pasos de su padre, que me resultaba difícil ignorar. La imagen del chico sádico y burlón se había agrietado, revelando una vulnerabilidad inesperada.

Pasé la noche en vela, dando vueltas a las palabras de River, incapaz de conciliar el sueño. Cada ruido en la casa me ponía en alerta, imaginando la figura imponente de su padre acechando en las sombras. Sentía que caminaba sobre un campo minado, sin saber cuándo ni dónde podría explotar la siguiente amenaza.

A la mañana siguiente, el sol apenas comenzaba a despuntar cuando un golpe seco en la puerta me despertó sobresaltado.

—¡Levántate, muchacho! El desayuno está listo —era la voz autoritaria del padre de River, sin rastro de cordialidad.

Me vestí con la ropa incómoda y ajena que me habían proporcionado y bajé al comedor. El padre de River ya estaba sentado a la mesa, leyendo el periódico con su habitual expresión inescrutable. River no estaba por ningún lado.

—Siéntate —ordenó su padre sin levantar la vista.

El desayuno fue otro asunto silencioso y tenso. Intenté no cruzar la mirada con él, concentrándome en el café amargo y el pan tostado. Sentía su mirada fría clavada en mí, como si estuviera esperando cualquier excusa para reprender mi comportamiento.

Al terminar, se levantó de la mesa y me miró con severidad. —Hoy vendrá un médico a revisarte. Luego, quiero que seas útil. Hay tareas en la casa que debes hacer para ganarte tu estadía aquí. ¿Entendido?

Asentí en silencio, sintiendo cómo la palabra "útil" volvía a resonar con ese significado ominoso. ¿Qué tipo de tareas tendría que hacer? ¿Y qué pasaría si no cumplía con sus expectativas?

La mañana transcurrió lentamente, marcada por la visita breve y distante del médico y luego por una serie de tareas domésticas que me asignó el ama de llaves, una mujer mayor y silenciosa que parecía tan incómoda con mi presencia como yo con la suya. Limpié el polvo, barrí los suelos y ordené la sala de estar, sintiendo el dolor persistente en mi cuerpo como un recordatorio constante de mi vulnerabilidad.

River apareció a la hora del almuerzo, con una actitud distante y casi hosca. Apenas me dirigió la palabra, y cuando lo hizo, fue con monosílabos cortantes. Parecía haber vuelto a su caparazón de chico cruel e inaccesible. ¿Había sido mi imaginación la conversación de la noche anterior? ¿O había sido un momento fugaz de sinceridad que ahora lamentaba?

Durante los días siguientes, la rutina se estableció de forma implacable. Desayuno silencioso con el padre de River, tareas domésticas, almuerzo incómodo con River (si es que aparecía) y una cena tensa con ambos. Las noches eran largas y solitarias en mi pequeña habitación, llenas de pensamientos oscuros y la persistente sensación de estar atrapado.

River seguía siendo una figura enigmática. A veces me lanzaba miradas furtivas, cargadas de una complejidad que no lograba descifrar. En otras ocasiones, me ignoraba por completo, actuando como si yo fuera invisible. Intenté hablar con él en un par de ocasiones, preguntándole sobre su advertencia nocturna, pero siempre se mostraba evasivo, negando cualquier conversación significativa o respondiendo con sarcasmo y burla.

Una tarde, mientras limpiaba el jardín trasero, escuché voces provenientes de la ventana abierta del estudio del padre de River. Me acerqué con cautela, sintiendo una curiosidad irresistible. No era mi intención espiar, pero la tensión constante en la casa me mantenía en un estado de alerta perpetua.

—...ya te dije, no quiero que se acerque a él —era la voz grave y autoritaria del padre de River.

—Pero papá... —reconocí la voz de River, aunque sonaba más débil y vacilante de lo habitual.

—Sin peros. Ese chico es un problema. Su padre es un psicópata, y él no debe ser diferente. Mantente alejado de él. No quiero más complicaciones.

Mi corazón dio un vuelco. ¿De quién estaban hablando? ¿De mí? ¿Su padre le había prohibido hablar conmigo?

Me aparté rápidamente de la ventana, sintiendo un torrente de emociones contradictorias. ¿Era esa la razón del comportamiento distante de River? ¿Estaba siendo presionado por su padre para mantenerme alejado? Y si era así, ¿por qué me había advertido en primer lugar?

La atmósfera en la casa se había vuelto aún más densa, cargada de secretos y tensiones ocultas. Sabía que mi estancia allí era precaria, dependiente del humor y las decisiones de un hombre frío y calculador. Pero ahora, la figura de River se había vuelto aún más intrigante. Ya no era solo el chico cruel que me había hecho daño. Había algo más, una lucha interna quizás, que lo convertía en una pieza clave en el oscuro rompecabezas que era esa casa. Y yo, sin quererlo, me encontraba en el centro de todo, atrapado entre el odio de uno y la misteriosa ambivalencia del otro. La necesidad de descubrir la verdad detrás de todo esto se convirtió en una obsesión silenciosa, un fuego que ardía bajo la superficie de mi miedo y mi resentimiento.

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