Salí enfurecido de la habitación de Angel, no sabía muy bien lo que ocurría pero si sabía que lo había echo el señor Shugo.
A pocas cuadras sobre un techo lo encontré sentado.
_¿Qué demonios señor Shugo? ¿Qué fue lo que hizo?
El señor Shugo no me miró, miraba a otra dirección como si no le importara lo que acabara de hacerle, lo que acababa de hacernos.
_Después de que pases un tiempo con él así entenderás que lo hice por su bien.
_No eres quien para decidir eso, debes deshacerlo.
Lo dije sin pensar, en aquel momento era perfectamente consciente de que no era rival ni en poder, ni en fuerza para el señor Shugo. Aún así mantuve mi postura sin temor, no era como si pudiera realmente lastimarme, después de todo, estaba muerto.
_Aunque quisiera deshacerlo ya no puedo, corte los hilos.
_ ¿Qué hilos?¿De que me estás hablando?_ solo después de que le dije eso volteo a verme, parecía sorprendido. ¿Se suponía que supiera de qué hilos me hablaba?
_ ¿No ves los hilos? ¿Cómo es que el niño puede verte?
_No se porqué puede verme pero me ve, o más bien me veía hasta ahora, y es tu culpa.
El señor Shugo dejo de mirarme. No podía creer que este hombre indiferente capaz de matar humanos, capaz de llegar lastimar a mi amigo, sea el mismo que me había ayudado hace tanto tiempo.
_Yo te consideraba mi amigo_ no sé si mis palabras le molestaron o no, pero honestamente esperaba que mis palabras alcanzarán de alguna manera una parte aunque sea pequeña de su conciencia para causarle una herida emocional al menos.
Volví a la habitación de Angel, grité con todas mis fuerzas pero ya no podía oírme, el lloró desconsoladamente durante toda esa noche. Solo se calmó después de que le tiré unos muñecos que tenía en el un estante al suelo.
_Engi, por favor quédate conmigo, esto no durará para siempre, lo prometo_ me dijo y después siguió llorando el resto de la noche, no valía la pena responderle, él ya no me escuchaba.
La sonrisa de Angel no volvió a ser la misma desde esa noche, su expresión era mayormente seria y solo sonreía con gentileza cuando alguien le hablaba. Aún era un niño muy amable pero su alegría y brillo se habían esfumado.
Cada tarde su madre lo llevaba a la misma plaza donde nos conocimos, pero él ya no jugaba. Se sentaba en un banco con un cuaderno de dibujo. Algunos niños venían a molestarlo pero él simplemente los ignoraba, otros niños lo invitaban a jugar y él les sonreía y les decía que solo quería dibujar.
Comencé a seguirlo a la escuela, los niños lo ignoraban o lo molestaban, no tenía amigos.
Recordaba bien que había niños que hablaban con él, pero desde que supieron que había perdido su habilidad dejaron de hablarle también. Solo tenía su cuaderno de dibujo.
Pasaba sus recreos y sus descansos en clase dibujando, le ponía tanto empeño que mejoraba velozmente, los dibujos que hacía al principio eran bastante buenos pero después de practicar tanto durante varias semanas parecían casi fotografías blanco y negro.
Cada noche se encerraba en su habitación y le daba un ataque de llanto hasta que yo arrojaba algún objeto.
A veces me contaba su día hasta quedarse dormido, otras solo se calmaba y se ponía a dibujar insistiendo con que no me valla, que esto no sería para siempre. Como sea las noches eran muy dolorosas para los dos.
Es duro sentirse tan cerca y tan lejos de alguien a la vez.
Una noche justamente, vació el suelo de su habitación y dibujó sobre la parte de atrás de un póster que estaba pegado a su pared, era la primera vez que dibujaba con colores.
Tardó casi toda la noche con ese dibujo, cuando lo termino lo pegó en su pared, se trataba de un retrato mío.
_Así me aseguraré de no olvidarte hasta que consiga volver a verte Engi.
_Te prometo quedarme a tu lado hasta que eso ocurra Angel_ sabía que no me escuchaba pero esa promesa tenía valor para mí entonces. Cada día al venir de la escuela pegaba en su pared un dibujo de mi rostro, de los dos juntos.
A sus padres les agradaba que tuviera el dibujo como pasatiempo así que le compraban cuadernos y pinturas.
Yo hubiese preferido que hiciera amigos y volviera a sonreír en lugar.
Después de unos meses dejé de acompañarlo a la escuela, no soportaba ver cómo lo molestaban sin poder hacer nada.
Estaba esperándolo a la salida de la escuela cuando él volvió.
_ ¿Cómo está el niño?
_Su nombre es Angel Frost, me molesta la manera despectiva en la que te refieres a él como “Niño”.
_ Lo siento no sabía su nombre, ¿Cómo está Frost Chan.
_ No tengo porque decírtelo, averígüelo usted mismo señor Shugo.
Angel salió y lo acompañe a su casa, desde ese día el señor Shugo nos acompañó en silencio también. Supuse que le daba morbo ver el daño que había provocado, o quizás solo se dio cuenta de la gran energía que emanaba Angel y quiso aprovecharse, yo solamente intentaba ignorar su presencia.
Los meses pasaron uno tras otro, los dibujos míos y de nosotros dos juntos llenaban su pared, una noche un tercer personaje apareció.
_¿Engi estás aquí?
Angel había ideado un plan para comunicarnos, colocó una lata verde y una roja en el estante. La verde significaba si, y la roja no. No solucionaba nada pero nos hacía sentir menos solos.
Tiré la lata verde.
_El último día que nos vimos te viste con un amigo y te alejé injustamente, lo prejuzgue. Pero quiero que sepas que cuando nos volvamos a ver puedes traer a tu amigo de visita, quiero conocerlo y conocer su historia, algo muy malo debió pasarle, quiero ser su amigo también y ayudarlo a superarlo.
Pegó en la pared un dibujo de nosotros dos y el señor Shugo.
_Niño… Frost Chan jamás volverás a verlo, _ era la primera vez que oía la voz del señor Shugo desde que nos seguía, me había acostumbrado a su presencia como una sombra, pero estaba demasiado enojado como para hablarle.
_No lo escucha, gracias a usted._ el señor Shugo salió por la ventana con una expresión terrible. No puedo negar de que me daba gusto que sufra pero aún así decidí seguirlo.
_No es necesario que me sigas Hapelfull Chan.
_Quice hacerlo.
_Tienes razón en odiarme, arruiné su vida. Igual que como arruiné la de Nai Chan.
_¿Y que harás para solucionarlo?
_No puedo hacer nada. Solo quedarme aquí sintiéndome fatal_ el señor Shugo lloraba, me dio tristeza verlo así.
_Puedes esperar a que nos vuelva a ver, el prometió que lo conseguiría.
Las lágrimas del señor Shugo dejaron de caer y sonrió con un aire aterrador.
_Eso es lo que haré._ dijo y volvió a la habitación.
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