¿Sabes lo que es sentirse insuficiente?
Es como caminar con un hilo invisible apretado al pecho, uno que nadie ve pero que cada día tira un poco más fuerte.
Ese miedo silencioso que te dice que él podría irse con otra,
que quizá ya no te mira igual,
que tal vez dejó de quererte sin avisar.
Y entonces cada gesto se vuelve un presagio,
cada silencio una sentencia,
cada distancia un “ya no”.
Y tú te preguntas qué hiciste,
en qué fallaste,
por qué siempre sientes que eres el error en la historia de todos.
El miedo crece.
Te dice que él se enojará contigo,
que tú lo arruinas todo,
que eres un peso,
que eres un estorbo,
que eres… menos.
Y tú, aunque sabes que no debería ser así, lo sientes igual.
Pero lo más doloroso no es pensar que él podría dejarte,
sino sentir que *cualquiera* podría hacerlo.
Como si hubiera algo roto en ti,
algo que empuja a los demás lejos,
aunque tú solo quieres que se queden un rato más,
un poco más cerca,
un poco más contigo.
Y en esa batalla interna,
entre lo que temes y lo que eres,
te quedas quieta, respirando hondo,
intentando recordar que sentirte así no significa que sea verdad,
que a veces el enemigo no está afuera,
sino en la voz que te habla desde dentro,
la que aprendió a ser dura, exigente, cruel.
Y aun así, incluso con el miedo abrazándote,
sigues aquí.
Sigues intentando.
Sigues queriendo.
Y eso, aunque no lo parezca, ya es una forma de valentía.