En un mundo que gira sin rumbo ni dueño,
te encontré sin buscarte… como un milagro pequeño.
Y desde entonces, cada latido que llevo en el pecho,
te nombra bajito, suave, derecho.
Eras lluvia calma cuando mi alma ardía,
un faro encendido en mi noche vacía.
Eras paz, eras fuego, eras todo lo que pedía,
y sin saberlo, amor… ya eras poesía.
Contigo aprendí que el tiempo no corre igual,
que existe un para siempre sin final.
Que los días grises se vuelven cielo pastel,
si tu risa decide quedarse en mi piel.
He visto tu luz, tu sombra, tu historia,
tu lado triste, tu lado de gloria.
Y aun así —o tal vez por eso— entendí:
no quiero un futuro donde no estés ahí.
Por eso hoy, sin máscaras, sin miedo profundo,
te elijo a ti por encima del mundo.
Te elijo en tus días de calma y de caos,
en tus manos temblando y en tus pasos pausados.
Te elijo despierto y te elijo dormido,
te elijo en lo nuevo y en lo ya vivido.
Te elijo despacio, te elijo de prisa,
te elijo mil veces… con la misma sonrisa.
Y aquí me tienes, corazón en la mano,
más humano que nunca, más frágil, más sano.
Aquí me tienes, amor… preguntando:
¿Te quedas conmigo en este camino infinito?
¿Te casarias conmigo?
(Dedicado a Ethan..)