Capítulo 1 — 2:17 a.m.
El celular vibró a las 2:17 a.m.
El sonido la arrancó del sueño como un golpe.
Sofía se incorporó con el corazón en la garganta, los cabellos desordenados y una sensación que no sabía explicar.
La habitación estaba en penumbra, iluminada apenas por la luz fría del teléfono sobre la mesa de luz.
Un mensaje nuevo.
De un número desconocido.
> “Perdón por no haberte dicho lo que sentía antes de irme.”
Frunció el ceño. El sueño la mantenía entre la confusión y el miedo.
No conocía el número.
No recordaba haber hablado con nadie antes de dormir.
Pero lo peor fue la punzada que sintió en el pecho cuando leyó esas palabras.
Porque eran las mismas que una vez había querido escuchar de Matías.
El mismo Matías que había muerto tres años atrás… a la misma hora.
Capítulo 2 — La llamada
El teléfono volvió a vibrar.
Otro mensaje.
> “Esta vez no choqué.”
El aire se le congeló en los pulmones.
No podía ser. No debía ser.
Se levantó de la cama con el cuerpo temblando. Caminó hasta la ventana, buscando una lógica que no existía. Afuera, la ciudad dormía, envuelta en esa quietud fantasmal que sólo ocurre entre las tres y las cuatro de la madrugada.
Intentó convencerse de que era una broma, una coincidencia cruel.
Pero cuando el teléfono volvió a vibrar, no pudo ignorarlo.
> “¿Estás despierta?”
El mensaje era tan cotidiano, tan suyo, que el corazón se le apretó hasta doler.
Matías solía escribirle eso cada noche antes de que ella durmiera.
Con las manos temblorosas, tecleó una sola palabra:
> “Sí.”
Dos palomitas grises.
Luego, azules.
El teléfono comenzó a sonar.
Número desconocido.
Respondió.
—¿Quién sos? —susurró, con la voz quebrada.
Del otro lado, la respiración entrecortada de un hombre.
Y luego, una risa. Una risa que conocía demasiado bien.
—No podía irme sin decirte lo que no dije —dijo la voz—. No esta vez.
Sofía se quedó paralizada.
Era él. Era Matías.
—No puede ser... —susurró, con lágrimas corriéndole por el rostro.
—Te esperé. Tres años. En el mismo lugar donde me prometiste que llegarías.
La llamada se cortó.
Capítulo 3 — El puente
A la mañana siguiente, Sofía despertó con los ojos hinchados y el teléfono apagado.
Pensó que todo había sido un sueño.
Hasta que vio los mensajes en la pantalla.
No eran producto de su imaginación.
Eran reales.
El último, enviado a las 3:03 a.m.:
> “Esta noche, el puente.”
El puente San Martín.
El lugar donde Matías había muerto.
Su mente le decía que no debía ir, que era una locura.
Pero su corazón, testarudo y herido, la empujó hacia allí cuando cayó la noche.
El viento helado del río le golpeaba la cara. Las luces del puente se reflejaban en el agua como una hilera de fantasmas.
Y entonces, lo vio.
Una silueta.
Apoyado contra la baranda, mirando hacia el horizonte.
Matías.
Vestía la misma campera de cuero de aquella noche.
La misma sonrisa.
Los mismos ojos que había amado.
—No estás soñando —dijo él, antes de que ella pudiera hablar.
Sofía se acercó con el corazón desbocado.
—¿Cómo es posible? —preguntó, llorando.
—Me quedé atrapado entre dos mundos. Entre lo que te quise decir… y lo que nunca dijiste.
Ella dio un paso más, temerosa de que desapareciera.
—Yo… te amaba —confesó.
Él sonrió, triste.
—Y yo también. Pero no tuve tiempo de decírtelo.
El viento sopló más fuerte. Su figura comenzó a difuminarse.
Sofía estiró la mano, desesperada.
—¡No te vayas!
—No puedo quedarme, Sofía —susurró—. Pero necesitaba que supieras que no fue tu culpa. Que sí te amé.
Ella sollozó, aferrándose al aire.
—¿Y ahora?
Él la miró con ternura.
—Ahora viví. Por los dos.
Y desapareció.
Capítulo 4 — 3:17 a.m.
Pasaron semanas.
El puente volvió a ser solo un puente.
Pero cada noche, Sofía esperaba la vibración del celular.
Nunca volvió a sonar.
Hasta la madrugada del 17 de julio, exactamente tres meses después.
A las 3:17 a.m.
Un mensaje nuevo.
> “Gracias por no dejarme morir otra vez.”
Ella sonrió entre lágrimas.
El dolor seguía ahí, pero ya no pesaba igual.
El amor, entendió, no muere.
Solo cambia de forma.
A veces, se convierte en un mensaje que viaja desde el otro lado, para decirte que todavía hay algo más allá del final.
FIN