Nuevamente me encontraba parada frente a aquella puerta de dimensiones enormes, con detalles antiguos y evidente deterioro. Todo ese lugar parecía abandonado en el tiempo. Casi olvidado por completo. Nunca sabía a ciencia cierta cómo llegaba hasta allí.
¿Sería que mis pies me llevaban solos como si tuvieran memoria independiente de la mía?
¿Qué era ese lugar que una y otra vez frecuentaba?
En diversas ocasiones me hallaba allí de día. Pese a ello parecía que nadie rondara aquel lugar. Por más que buscara a mi alrededor todo parecía desértico.
Sin embargo, la mayoría de las veces llegaba cuando era de noche. El silencio resonaba como un infinito tormento, como una sustancia densa que podía palpar con mis manos y darle forma. Giraba mi cabeza en todas las direcciones sin éxito. Jamás podía vislumbrar a nadie cerca.
Es Cierto, en ocasiones tenía la leve sensación de estar siendo observada. Había algo o alguien que me miraba con una sonrisa perversa desde algún lugar cercano. Podía sentir su aliento. Me escudriñaba sin parar desde la distancia. Cada vez que eso sucedía yo sacudía mi cabeza para apartar ese pensamiento pues no había nada concreto que me indicara que aquella supuesta presencia era real y no un fruto que emergía del fondo más oscuro de mi propio miedo.
Miedo. Quizás esa era la sensación que mejor podía describir lo que mi ser sentía en esa especie de casona. Miedo, o algo más quizás. No lograba descifrar exactamente qué era. De lo que sí estaba segura era que estar en ese sitio Y, particularmente, frente a esa fachada, me hacía sentir inquieta, intrigada, desposeída y vulnerable.
Á veces pensaba que regresaba una y otra, y otra vez para poder tomar el coraje de abrir esa enorme puerta y traspasar el umbral de esa edificación derroida casi al borde del derrumbe.
¿Qué recuerdos me traían aquí sucesivamente?
¿Cómo era posible que no pudiera recordar?
¿Cómo era posible que no supiera la forma en la que llegaba allí o el motivo que me arrastraba embriagador a un recóndito montón de escombros apilados carcomidos por el paso del tiempo y las tempestades?
Nunca lo había comentado con nadie. Al menos no recordaba haberlo hecho.
Quería tomar la arandela de la puerta y tocar. Muchas veces ya lo había hecho. Incluso en alguna de mis visitas llegué a tomarla con mi mano. Pero no tuve el valor de golpearla contra la puerta. No sabía que había detrás.
Sin embargo, esa vez reuní valor y aún con mi mano temblorosa sostuve la arandela. Respiré profundamente varias veces seguidas. Cuando creí que estaba lista dejé caer esa manivela de hierro fundido sobre la puerta, a la vez que largaba un chillido ensordecedor. La solté con temor como si fuera a devorar mi mano. Nada sucedió. Frunci el entrecejo y, con los latidos de mi corazón pegando fuerte contra mi pecho, me dispuse a repetir la hazaña.
Esta vez golpee más fuerte y no sólo una sino tres veces. Me dolía la mano. También el alma. Algo no estaba bien.
¿Qué hacía ahí? ¿Cómo había llegado? ¿Qué secretos guardaba ese lugar? ¿Qué significaba para mí?
Por primera vez ya no sólo tenía inquietud o miedo sino también frustración. Necesitaba saber qué era todo eso. Necesitaba encontrar respuestas.
Miré el picaporte, y con una mezcla de furia, desconcierto, temor y adrenalina lo agarré fuerte y presione hacia abajo. Junte fuerzas y empuje la puerta. Para mi sorpresa no estaba cerrada. La madera estaba pesada y dura por la humedad. Y porque probablemente nadie concurria allí a menudo. El sonido estrepitoso de las bisagras no se hizo esperar. En el silencio de la noche y, fundamentalmente , en el silencio de aquella casona vieja parecía como si un meteorito impactara de lleno contra el piso. No estaba exagerando.
Me adentre cautelosa. Caminé precavida aunque con mucho miedo. Miré alrededor frenéticamente con mis ojos engrandecidos por el pavor. Ahí había algo que me llevaba a estar en esa postura. No sabía qué era, pero podía sentirlo. Fui observando todo. Y todo parecía abandonado. En ruinas. Los pisos parecían un tablero de ajedrez con mosaicos negros y blancos. Sucios y llenos de polvo. En las paredes descascaradas por la intensa húmedad y ni siquiera se distinguía el color que tenían. Ese lugar era inmenso. Había pasillos, escaleras, puertas y más puertas. Algunas de las cuales estaban rotas, o salidas. Como si alguien las hubiera arrancado a golpes. Por algunos rincones podía ver montículos de escombros desde donde nacían plantas verdes y moho.
Mientras caminaba podía escuchar el sonido de mis pasos haciendo eco. Fui adentrandome sin decidir conscientemente qué camino tomar. No dejaba de mirar a cada lado. Mis pies solos me llevaban. Como si ya conocieran el camino. O quizás, simplemente era porque mi lógica me había dejado antes de entrar.
Realmente, ¿En qué estaba pensando cuando me metí allí? Poco importaba ahora. Ni siquiera sabía si podía salir. Si algo me pasaba no sabría cómo hallar la salida.
De pronto, casi por instinto, me detuve frente a un cuadrado de metal en el piso. Tenía una traba grande y un candado. Miré hacia mis lados buscando la llave y vi que colgaban de una pared. Las tomé sin dudarlo y probé la indicada. El candado se abrió con dificultad aunque lo más difícil fue hacer que la traba cediera. Mis manos ya estaban rojas y me ardían del dolor. Pero lo conseguí. Tome con rudeza la manija que tenia aquella especie de puerta y apreté los dientes para poder hacerla subir. Me sorprendi al ver que debajo había una reja. Utilice la otra llave para abrirla. Todo emitía un sonido. Aunque allí no había nadie más que yo. De lo contrario ya hubieran aparecido frente a mí.
La escalera que aparecía ante mis ojos me invitaba a seguir sumergiendome. Mi corazón seguía turbado, pese a todo ya estaba allí. No iba a irme sin ver qué había en esa especie de sótano inmundo.
Bajé los peldaños lentamente. Parecía increíble pero era el único lugar de la casona que estaba iluminado. Algo o alguien debía estar allí. Mis latidos me aturdían la cabeza. Incluso creo que mi aliento era débil como si fuera un hilo.
Caminé por un largo pasillo. En el fondo uno de los focos se prendía y apagaba constantemente. Titilaba como una estrella en el cielo a punto de morir.
El silencio era absoluto. Cuando llegué al final del pasillo me Di cuenta que continuaba hacia la derecha, era un pasillo similar pero mucho más oscuro. Vi en los costados incrustados en la pared grilletes y cadenas. Contuve el aliento. Había una mesa con frascos viejos, jeringas, otros elementos que no pude distinguir. De pronto, un sonido gutural me sacó de mi pensamiento ensimismado. Miré hacia el frente. Era el lugar de donde provenía y al instante uno de los focos defectuosos se estabilizó dejándome ver la figura de una mujer parada con una bata blanca, tenía la cara tapada por sus cabellos. Estaba descalza y sucia. Retrocedi unos pasos. Qué era eso? Alguien dejó encerrada a una mujer en este antro perdido. Parecía sedada. Parecía lejana a la realidad. Me dio escalofríos. Qué le habían hecho? Por qué la mantenían ahí? Quería ayudarla. Aún con mi miedo quería ayudarla. No podía dejarla así.
Por Dios! El miedo tiene un límite. Debe tenerlo. Si la dejara allí en que me diferenciaria de los malnacidos que la obligaban a estar en ese estado?
Volvió a emitir sonidos. La vi mejor y tenía marcas por todo el largo de los brazos. Sus cabellos parecían apelmazados.
-" Tranquila. No te haré daño. Sólo quiero ayudarte."- me moví despacio y volví a hablarle dulcemente -" No temas. Sé cómo salir de aquí. Te voy a llevar conmigo. Confía en mí. Quiero ayudarte."- Parecía que mi voz la tranquilizaba.
Casi estaba llegando a dónde estaba parada y repentinamente giró su cabeza para mirarme. Mi estupor no daba crédito a lo que veían mis ojos. Tenía mi mismo rostro. Esa mujer...era Yo! Quise retroceder y me trastrabille. Ella pareció enfurecer de la nada. Abrió la boca y lanzó un grito de furia que penetró mi abrumado cerebro. Enseguida sentí unos fuertes zumbidos en mis oídos. Traté de reponerme, con un terror inmenso me di vuelta y comencé a correr. Noté que venía tras de mí. Gritaba desquiciada. Las luces del pasillo parecían apagarse detrás mío.
Cielos, el recorrido no me había parecido tan largo cuando entré.
Finalmente, estaba frente a las escaleras. Sentía los gritos detrás y el sonido de sus pasos contra el piso parecían retumbar por todo el sótano. Me apresuré a subir. Me horrorice cuando tomó uno de mis pies y comenzó a jalar hacia ella. Mis manos se aferraban a la baranda y los peldaños. Me estaba quedando sin fuerzas.Qué significaba todo eso? Quería que fuera un sueño. Quería que alguien me ayudara a salir de ahí.
En un intento desesperado por sobrevivir a mí misma, reuní todas mis fuerzas y luche por salir de aquel pozo en el que me había metido. Pude sentir que me arrancó mi zapato y arañó mi piel haciéndome gritar de dolor. Me golpee la cabeza y las piernas intentando subir. Ella venía hacia mí. También subía las escaleras. También quería salir.
Me apresuré a la entrada y puje la reja con las pocas fuerzas que me quedaban. Al salir me incline para cerrar con la llave, pero logró tomarme, me arrancó unos mechones de cabello y golpeó mi rostro contra la reja. Di vuelta la llave lo más rápido que pude y me aleje para verla. Para verme. Mi respiración era intensa y agitada. Noté que mis brazos también estaban lastimados. Llenos de moretones y arañazos. Incluso parecían tener marcas en las muñecas.
La volví a observar. Seguía gritando hasta que de pronto enmudecio. Sólo me miraba. Una sonrisa siniestra se dibujó en su cara. Llena de estupor dejé caer la puerta metálica. La cerré con la traba y coloqué el candado. Dejando sellado ese sótano. No sé cuál de las dos se quedó dentro. Me sacudí la falda. Pasé mis manos por mi pelo y tomé aire en aquella casona enmohecida.
Escuché una voz pronunciar mi nombre repetidamente. Comencé a caminar, aunque sin saber a ciencia cierta cómo encontrar la salida.