Parte 5
Las llamas de los candelabros flotantes titilaban suavemente, reflejadas mil veces en los espejos ancestrales. Christian, de pie frente a la enorme vidriera que daba al bosque encantado, observaba en silencio. Su silueta parecía hecha de mármol: inmóvil, fuerte, inquebrantable.
Rachel entró sin anunciarse, su túnica blanca ondeando como un cometa. Sus ojos plateados brillaban con una mezcla de enojo y tristeza.
—¿Lo sabías? —su voz rompió la quietud, suave, pero afilada—. ¿Sabías que esto pasaría, Chris?
Él no respondió de inmediato.
—Cheli…
—¡No! —interrumpió ella—. Dos muchachos están sufriendo. ¡Nuestro nieto enamorado de su sobrina! ¡La hija de Jared! Y tú solo… observando, lo sabias maldito demonio.
Christian se giró lentamente. Su rostro, que conservaba la apariencia de un hombre de cuarenta, tenía la sabiduría y el peso de más de dos mil años. Ella era la única que se atrevía a hablarle de esa manera y conservar su vida.
—Sabía que sus almas se cruzarían. Que se reconocerían antes de saber quiénes eran. Pero… no podía intervenir. El destino no se detiene, Cheli. Solo se revela y lo sabes. Pasó entre tu y yo, entre Luther y Nina y también Luna y Axel.
—¿Destino? —susurró ella con rabia—. ¿Es destino o es tu crueldad? Le diste a tu bisnieta Anna un regalo ¿y ese es tu nieto Ryan?
Antes de que él pudiera responder, las puertas se abrieron de golpe.
Luna apareció primero, majestuosa, su cabello rojo cayendo como llamas sobre sus hombros. Detrás de ella, Luther, su hermano menor, entró con pasos furiosos.
—¿¡Qué clase de juego es este!? —exigió Luther, con los puños cerrados—. ¿Mi hijo con la hija de Jared? ¿Cómo permitiste esto?
Christian alzó una ceja con calma.
—¿Permitirlo? Nadie lo permitió, Ther. Sucedió. Como suceden los eclipses, los inviernos eternos, los despertares mágicos…
—¡No compares esto con la magia! —gritó Luna—. Estamos hablando de sangre. De un lazo prohibido.
Rachel dio un paso adelante, entre ellos.
—Ya no se trata de prohibir. Se trata de sanar. Porque si seguimos juzgándolos, los perderemos a ambos.
Luther apretó la mandíbula, confundido y herido.
—Ryan no sabía… y aun así, ahora que lo sabe, ¡sigue amándola! ¿Qué clase de hijo crié?
Christian lo miró directamente.
—Un hijo que ama con el alma. Como tú amaste una vez, Ther y me atrevo a asegurar que aun la amas aunque no sepamos donde está y como todos en esta familia, aunque lo nieguen, llevan maldiciones en el pecho disfrazadas de linaje.
El silencio cayó sobre ellos, denso.
Luna bajó la vista, ella habia sido destinada a un hombre cuando solo tenia dos años. Luther tembló de rabia contenida. Rachel respiró hondo, como si cargara a toda la familia sobre sus hombros.
—¿Y ahora qué haremos? —preguntó Rachel con voz trémula.
Christian volvió a mirar por la ventana.
—Esperar… Observar… Y protegerlos. Porque lo que viene… es mucho peor que su amor prohibido.
Los muros de piedra vibraban con la tensión contenida. Ryan aguardaba con el rostro endurecido, las manos en los bolsillos y los ojos oscuros clavados en la entrada.
Cuando Jared cruzó el umbral, lo hizo como una tormenta. Su mirada fulminante y la energía mágica que lo rodeaba hacían que las antorchas parpadearan.
—¿Cómo pudiste...? —gruñó Jared, cerrando la puerta tras de sí con un chasquido que retumbó en la sala—. ¡¿Cómo te atreviste a mirarla así?! ¡Es mi hija, Ryan!
Ryan lo sostuvo con la mirada, sin retroceder.
—No lo sabía. Y ahora que lo sé, me he alejado.
—¡No fue suficiente! —Jared se lanzó hacia él, empujándolo contra la columna central de mármol. Esta crujió con el impacto—. ¡Tuviste a mi hija en tus brazos! ¡La tocaste con deseo!
Ryan lo empujó con fuerza sobrehumana. Jared voló varios metros, chocando contra la mesa de piedra. Se levantó de inmediato, la sangre ardiendo en su rostro.
—¡Yo también estoy sufriendo, maldita sea! —bramó Ryan—. ¡No elegí esto! ¡No pedí enamorarme de una sombra del pasado!
Los dos se lanzaron uno contra el otro como colosos. Sus puños impactaban con fuerza brutal, desatando ondas de choque. El suelo comenzó a agrietarse bajo sus pies. Los espejos se rompieron. Las paredes crujían.
Entonces, una tercera fuerza irrumpió como una ola divina.
¡BOOM!
Una explosión de energía azul y dorada los arrojó a ambos al suelo, atontados y jadeando. En medio de la sala, con el puño cerrado y los ojos encendidos como soles blancos, Luther se erguía. Su poder ancestral llenaba el aire como una tormenta contenida.
—¡Basta! —tronó su voz, como si el cielo hablara—. ¡Son hermanos! ¡Sangre de mi sangre! ¿Van a matarse por algo que ninguno eligió?
Ryan se incorporó lentamente. Jared lo miraba desde el otro extremo, con los labios partidos y el orgullo desgarrado.
Luther dio un paso adelante. La rabia en su rostro se transformó en urgencia.
—Hay cosas más importantes que lo que sienten —dijo con gravedad—. Nina, su madre aún no aparece Y con ella, las gemelas: Valentina y Reichel. Sus hermanas.
Parte 5
El silencio se tornó denso, helado.
—Lo siento... —balbuceó Jared.
—Sabemos quién las tomó y hay que encontrarlas —continuó Luther—. Pero si siguen discutiendo por el pasado, no quedará futuro.
Ryan bajó la mirada. Jared cerró los ojos con furia, tragándose las palabras.
—Vayan, prepárense —ordenó Luther—. Si quieren redimirse… si quieren demostrar quiénes son realmente, entonces encuentren a su madre y hermanas.