Ese día llovía torrencialmente y mi frágil sombrilla fue destruida por el fuerte viento, sentía que por poco me arrastraba el viento por mi bajo peso, llegué mojado a la clase de Física y estaba malhumorado.
Y ahí estaba Leo, mirándome, parado y pegado a la pared con actitud de macho alfa.
Sus amigas se acercaron a él y miraron en mi dirección, sonriendo y cuchicheando, sentí que algo estaban hablando mal de mi.
No aguanté más, me juré a mi mismo que no me dejaría intimidar por nadie, así que me levanté de mi asiento y me dirigí hacia él. Sus amigas huyeron raudamente, dejándolo solo.
Tal vez, por qué me atraía hacia él o porque la lluvia me jodió el día, no lo sé pero un impulso poderoso, llenó mi cuerpo de adrenalina.
Me acerqué a él, lo miré a los ojos desafiante y le pregunté directamente — Cuál es tu problema imbécil?
El se sorprendió aparentemente, porque se pegó aún más por la pared, mirando confundido, pues generalmente soy una persona pacífica, pero ese no era mi día.
Decidí aumentar aún más la apuesta y me acerqué a centímetros de su cara, sin apartar mis ojos de él, lo tomé del cuello de su campera de cuero y lo jalé hacia mi
—Escucha, la próxima vez te besaré enfrente de todos, así que compórtate.
Vi como una mirada de terror en su cara, supe que había intimidado al bully, me sentí poderoso, necesitaba esa inyección de adrenalina para sentir que estaba vivo.
Me aparté lentamente de él y me senté triunfante en mi silla, ese día por lo menos nada arruinaría mi día.
Mientras tanto Leo, permaneció en silencio, como procesando lo que acababa de pasar, está vez yo le guiñé el ojo, cuando miró hacia mi dirección.
Estaba tan concentrado en mi victoria que casi no atendí la explicación del profesor, pero la física era mi fuerte así que leyendo podría entender eventualmente la clase perdida por estar divagando.
Al terminar la clase, ordené mis cosas y salí para mí casa, me subí al bus, que estaba repleto de personas. Durante el trayecto, un hombre subió a cantar de modo a juntar dinero, nombrando a cada pasajero y sus características en una canción improvisada.
Rogaba que no me tocará ser nombrado, pero para mí mala suerte, justo cuando estaba por llegar a la parada, me nombró en su canción como “el joven de mochila gigante y flaquito”
Nunca sentí tanta vergüenza, cuánto más quiero desaparecer el Universo se empeña en joderme la vida.
Mi torura no duró mucho, justo llegué a la parada y bajé rápidamente, ahora tocaba caminar hasta mi casa.
Las calles ya estaban desiertas, por suerte hacia donde vivo, se usan aún las luces halógenas de color amarillo, siempre me dió esa sensación de calidez a diferencia de las luces led, que me recuerdan a un hospital
Sin duda, el paso del tiempo se nota en la ciudad, los viejos videoclub estaban desiertos con aspecto lamentable, recordando a los transeúntes el paso inexorable del tiempo. Lo que alguna vez fue un Cyber, se ha transformado ahora en una ferretería.
Cuando llegó, abrió el viejo portón que produjo un chirrido horrible, el patio no tenía ninguna planta, excepto una gran planta de mango. Nunca entendí el pensamiento de mis padres de cubrir el patio con cemento, el color gris del cemento viejo daba la impresión de decadencia y malas decisiones.
Mi madre me esperaba, para conversar, que en realidad consistía en descargar en mí todos sus problemas del día, especialmente referente a mi padrastro, no se que espera que haga, ella es la que debe decidir.
Se que es muy frío, pero cualquiera se pondría así al escuchar la misma cantaleta todos los días.
Después de fingir escuchar, pase a mi habitación, me tiré a la cama cansado. Ni siquiera me quité la ropa, pero por lo menos tuve una satisfacción, enfrentar a Leo.
¿Por qué será que pienso tanto en él? Bueno, me gusta. A quién no le gusta un Dios griego? jaja, nadie me puede culpar por eso.
En ese momento, el sonido de notificación de mensaje llegó a su móvil, era Leo.
— Hola Mateo, lo siento, no sé porqué me comporté así.
Casi contesté el mensaje, pero me doy cuenta que me atrae mucho, no quiero meterme en ese juego. Me juré a mi mismo no hacer caso a ningún “hetero curioso” son lo peor.
Ahora solo me atrae, no dejaré que se convierta en algo más.
Así cerré mis ojos para descansar, con la ropa puesta y sin cenar.
Al otro día desperté temprano,los rayos de sol ingresaron por la ventana rota del vidrio de mi habitación, dándome directo a la cara.
Miré mi móvil, había 17 llamadas perdidas de Leo.