—Llévame de vuelta, por favor —balbucea Satoru borracho—. Dilo, nena. Sólo di que lo harás. —Sus dedos se aferran sin remedio al dobladillo de tu suéter gastado. Las acciones de tu ex no son muy diferentes a las de un niño que le ruega a su madre por un bocadillo: lindos ojos cerúleos húmedos de lágrimas. La expresión triste y desamparada de Satoru en el rostro enrojecido habría sido cómica en cualquier otra situación.
Nunca lo habías visto tan emotivo antes. Fue la razón por la que rompiste con él en primer lugar; todo lo que Satoru hizo contigo se sintió completamente... superficial . Como si la intimidad formada entre tú y el principe del infierno no fuera más que un frágil trozo de cuerda, listo para ser cortado por la mitad en cualquier momento.
Entonces, imagina tu sorpresa cuando llega tambaleándose a tu departamento, con manchas rosadas (por Dios sabe cuánto alcohol había consumido) decolorando sus mejillas, con la lengua suelta y escupiendo disculpas apenas coherentes todo el tiempo de rodillas sin pudor .
—Por favor, por favor , cariño —se queja—. Ha sido un infierno sin ti.