Tengo un don que no le cuento a nadie, lo supe desde pequeña cuando jugaba con mis amigos imaginarios. No eran tan imaginarios como creían. Mis amigas eran unas chicas que solo aparecían en la noche, justo cuando mi mami se marchaba a dormir, ahí me contaban historias de su vida y siempre me pedían lo mismo, que las liberaba.
Nadie me creyó hasta que le pedí a mi mami que fuera al jardín, justo debajo del árbol de mangos en la parte derecha, había una caja, mis amigas querían que la sacara. Mi mami por mí impertinencia me hizo el favor de ayudarme, quedó aturdida cuando vió lo que había en su interior, no me dijo nada, solo me pidió que fuera adentro.
Lo siguiente que ví fue a la policía en la casa, interrogaron a mi mami y se llevaron la caja. No vi más a mis amigas desde ese día. Si día siguiente nos marchamos de allí. Mi mami cambio mi escuela, su trabajo y la casa. En la escuela conocí a otra amiga imaginaria, está vez quería que le diera un recado a una señora y me dio la dirección.
Era cerca de mi nuevo hogar, mi mami me pidió que me comportara, ya las personas decían que era rara y muchas cosas más. Al final me ayudó a dar la encomienda. La señora era algo mayor pero se puso muy feliz con mi mensaje, lloró y todo.
Luego de eso mi mami me llevo al psicólogo, quería que dejara de tener amigos imaginarios. Lo intenté pero ellos seguían apareciendo, yo no entendía que ocurría en realidad, para mi era algo normal. En la escuela me pusieron de apodo la bruja.
Llegó mi juventud y seguía siendo la rara, a veces hablaba sola, claro para las personas que me rodeaban, pero yo sabía que no era así. Me convertí en una especie de puente de mis amigos imaginarios con este mundo. A mi madre no le decía que los seguía viendo ya que la última vez me dio medicina que me hacía dormir mucho.
Un día me enamore de uno de mis amigos imaginarios, me hacía tan feliz estar junto a él, que le pedí ir a casa conmigo. Estábamos juntos todo el día, nadie lo sabía, no te darían como, solo yo podía verlo. Al no ser por qué a veces olvidaba que me observaban y reía como tonta con el.
Ya llevamos un año juntos y no me importaba que fuera aire. Era aire porque no podía tocarlo, cada vez que lo intentaba desaparecía entre mis dedos. Le pregunté a mi madre sobre cómo podría tocar a mi amigo y me miró horrorizada, entonces terminé internada.
Fueron meses de angustia, él me siguió pero como mi mente se nublaba por las medicinas a veces no podía verlo. Decidí que era mejor su mundo que el mío, allí podríamos estar juntos por siempre, fingí recuperarme lentamente hasta que me dieron de alta.
Juntos fuimos a casa, inventamos un plan para cuando estuviese sola, algo que me hiciera ir hacia su mundo rápido y efectivo. Así lo hicimos, fuí a dormir, un sueño eterno con la promesa de un futuro a su lado por siempre.