El invierno siempre había sido mi estación favorita. Me gustaba la forma en que la nieve cubría las calles, cómo el frío nos obligaba a acurrucarnos bajo mantas y la manera en que todo parecía un poco más lento, más íntimo.
Pero después de aquel invierno, todo cambió.
Después de Noah, el invierno nunca volvió a ser lo mismo.
Lo conocí en una cafetería de segunda categoría, una de esas con muebles de madera viejos y luces amarillas que parpadeaban de vez en cuando. Yo estaba acurrucado en un rincón con mi laptop, tratando de escribir un ensayo sobre arquitectura moderna y fallando miserablemente.
—¿Puedo sentarme aquí? —preguntó alguien, señalando la silla frente a mí.
Levanté la vista y lo vi por primera vez: cabello oscuro despeinado, bufanda gruesa alrededor del cuello y un café humeante en las manos.
—Claro.
No me miró de inmediato, solo se sentó y sacó un cuaderno lleno de garabatos. Dibujaba con una concentración casi obsesiva. Por alguna razón, no pude evitar mirarlo.
—¿Eres arquitecto? —preguntó sin apartar la vista de su cuaderno.
—¿Cómo lo sabes?
—Tu libro. Y la manera en que frunces el ceño cuando escribes.
Me reí.
—¿Y tú qué eres?
—Ilustrador. O al menos intento serlo.
Pasamos un rato en silencio. Por alguna razón, su presencia no me molestaba.
Cuando me levanté para irme, me sorprendió encontrarme deseando verlo otra vez.
Y lo hice.
Volvimos a encontrarnos en la cafetería, sin planearlo, una y otra vez. Hasta que dejó de ser coincidencia y se convirtió en costumbre.
—Si vamos a seguir viéndonos aquí, al menos dime tu nombre —bromeé una tarde.
Sonrió.
—Noah.
—Alex.
Estrechamos manos, como si fuera un trato.
No sabía que, con ese apretón de manos, mi vida iba a cambiar.
(Historias extraídas de mi novela "Historias Cortas De Romance BL" contiene más Historias como está, tanto las publicadas aquí como nuevas).