Soñaba cada noche con asesinar. No conocía bien a mis víctimas, pero en mi sueño las mataba sin piedad. Podía sentir su miedo y su último suspiro en rostro. Me veía a mi mismo feliz por lo que hacía, notaba que siempre le cortaba un dedo y lo metía en un frasco que luego traía a casa y guardaba en el ático.
No entendía por qué soñaba eso, todo comenzó cuando al cumplir los treinta vi una serie de asesinos en serie. Me gustaba mucho el género y lo asocié con eso, que al dormir mi mente me jugará una mala pasada o algo y ese era el motivo de mis sueños. Vivía solo, no me había casado jamás, tampoco tenía amigos.
Siempre fui muy reservado, no me gusta mucho salir y menos la gente, el roce o interactuar con los demás. Por eso me gustan las series de asesinatos, me siento un poco identificado con el asesino. Lo admiro por tener valor de ir tras sus víctimas y acabarlas. Claro yo no soy capaz, por eso se me hace curioso que en mis sueños pueda hacerlo.
Una vez maté a mi gato, mi madre me dio una golpiza a matarme. Esa fue la última vez que la vi. Me fui de casa para no regresar jamás. Estudié informática y ahora trabajo desde casa, alejados de todos. Mi hobby es chatear con chicas lindas, las cuales en la vida real no me atrevería hablar de estar de frente en carne y hueso, por eso lo hago detrás de la pantalla con un perfil falso.
Allí soy Antony, un chico guapo, de ojos azules, adinerado y atlético. Algo muy alejado a lo que soy en realidad. Tengo sobrepeso de estar día y noche sentado en la computadora, comiendo comida chatarra, mientras las cito a lugares apartados para dejarlas esperando al lindo de Antony, que no irá por qué no existe.
Odio a las mujeres interesadas. Son chupasangre, usan su cuerpo para atraer a los hombres y dejarlo desplumados, sin un céntimo. Hombres bobos que se dejan engañar por sirenas asesinas, devoradoras de hombres ricos. Por eso las engaño yo para que vean que se siente jugar con los sentimientos.
La única vez que me gustó una chica fue en la secundaria, me dejó por un muñequito tipo Barbie. Lindo y con dinero.La odie por eso. Luego escuché que desapareció, creo que aún no aparece. No me importó, en realidad sentí alivio y felicidad por lo que le había ocurrido. Dios es justo y la castigo.
Los sueños seguían y decidí ir al psicólogo a ver si me podían entender. Resulta que era una chica cómo las de mi sueño. No me gustó así que no fui más y lo deje al tiempo. Él se encargaría de que dejase de soñar así. Seguí en lo mío.
Estaba ya en la noche con mi rutina habitual cuando tocan a la puerta, era extraño, nunca recibía visitas. Al abrir me dieron un fuerte golpe, caí al piso, me esposaron. Los policías echaron abajo mi casa y me mostraron tres frasco lleno de dedos como los de mi sueño. Sabía que algo iba mal con mi psicóloga, debí citarla como a las otras chicas