Liash era una niña encantadora que vivía con su madre en una pequeña granja rodeada de un bosque. Le fascinaba seguir a las aves, perdiéndose en su vuelo y cantos. Una tarde, mientras exploraba, un pájaro de plumaje iridiscente atrajo su atención. “¡Qué hermoso!”, exclamó. “Nunca había visto uno así”. Decidió contárselo a su madre, pero cuando se giró para volver, el ave la rodeó, como si quisiera que lo siguiera. Intrigada, Liash obedeció.
El pájaro la guió a través de un campo de flores y mariposas rosadas. Corrió tras él, pero tropezó y golpeó su cabeza, perdiendo el conocimiento. Al despertar, se encontró en un campo iluminado por luciérnagas y estrellas, frente a un lago cristalino. Al mirar su reflejo en el agua, descubrió que llevaba un vestido deslumbrante. De repente, una voz resonó: “Princesa, al fin te encontramos”.
Un hombre elegantemente vestido se acercó y le explicó que su madre, la reina, había sido maldecida por una bruja. Ahora estaba gravemente enferma y solo Liash, como heredera, podía salvarla. “En el fondo del lago hay una flor rosada que puede curarla”, le dijo su madre al reencontrarse con ella. “Solo la realeza puede transformarse en sirena y alcanzar esas aguas profundas. Debes hacerlo, hija”.
Con el corazón lleno de valentía, Liash se sumergió en el lago. Su cuerpo cambió, y una brillante aleta reemplazó sus piernas. Guiada por un mapa, nadó hasta que un pulpo gigante la atacó, perdiendo el mapa en la lucha. Desesperada, lloró en una roca hasta que un cangrejo y un caballito de mar la encontraron. Tras escuchar su historia, prometieron ayudarla.
Juntos, enfrentaron tiburones y lograron llegar a la guarida de una almeja sabia. Esta, conmovida por la determinación de Liash, le entregó un collar mágico que la guiaría a la flor. Al llegar a las aguas más profundas, Liash continuó sola. Finalmente, encontró la flor y, con gran emoción, regresó a la superficie.
De camino al castillo, el sirviente que la acompañaba intentó robarle la flor. Liash luchó con valentía y logró escapar. Corrió hasta el castillo y entregó la flor a los curanderos. Gracias a su esfuerzo, su madre se recuperó. Sin embargo, el peligro no había terminado. Creyendo que la reina seguía enferma, los enemigos atacaron el castillo. En medio del caos, Liash fue golpeada y perdió el conocimiento.
Al despertar, estaba de nuevo en su cama de la granja, con su madre preocupada a su lado. Liash le contó todo lo sucedido, pero su madre aseguró que había sido un sueño causado por el golpe de calor que sufrió en el bosque. Sin embargo, a lo lejos, el pájaro que había iniciado todo la observaba con una expresión de gratitud. Liash sonrió, sabiendo en su corazón que aquello había sido mucho más que un sueño.