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En un pequeño pueblo donde la luna siempre parecía brillar con una luz inusual, los niños creían fervientemente en el hada de los dientes. Cada vez que perdían un diente, lo colocaban bajo la almohada, esperando ansiosos la llegada de la mágica criatura que les dejaría una moneda a cambio. Sin embargo, en este lugar, había un secreto que nadie se atrevía a contar.
Una noche, Clara, una niña curiosa y valiente, decidió investigar qué sucedía realmente cuando el hada visitaba su hogar. Había escuchado rumores de que el hada no solo recogía dientes, sino que también tenía el poder de entrar en los sueños de los niños. Intrigada y un poco asustada, Clara colocó su diente perdido bajo la almohada y se acomodó en su cama.
A medida que las horas pasaban y el sueño comenzaba a abrazarla, un suave susurro llenó la habitación. “Clara…” decía una voz dulce pero inquietante. La niña se despertó sobresaltada y vio una figura pequeña con alas brillantes flotando en el aire. El hada sonreía con una expresión que parecía amable, pero había algo en sus ojos que hacía que el corazón de Clara latiera más rápido.
“Has perdido algo valioso”, dijo el hada mientras se acercaba. “Deja que te muestre lo que puedo hacer”. Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda al darse cuenta de que no solo estaba hablando de dientes.
Sin pensarlo dos veces, Clara se dejó llevar por la curiosidad y siguió al hada hacia una dimensión oscura donde los ecos de risas infantiles resonaban como susurros lejanos. Allí encontró a otros niños atrapados en un sueño eterno; sus ojos reflejaban miedo y desesperación mientras miraban a su alrededor sin poder escapar.
“¿Qué les has hecho?” preguntó Clara con voz temblorosa. El hada sonrió aún más ampliamente, revelando unos dientes afilados como cuchillas. “Les he dado lo que deseaban: sueños sin fin”, respondió con una risa suave pero escalofriante.
Clara comprendió entonces que el hada no solo recolectaba dientes; absorbía la esencia de los niños para alimentarse de sus sueños y miedos. Cada diente era una pieza del alma infantil, y cada moneda dejada bajo las almohadas era un pago por sus esperanzas y anhelos truncos.
Desesperada por escapar, Clara corrió hacia la salida del mundo onírico. Sin embargo, cada paso parecía más pesado que el anterior; las risas se transformaron en lamentos y las sombras se alargaron como tentáculos tratando de atraparla. El hada la seguía, burlándose con cada movimiento.
“¿Quieres regresar? Solo tienes que darme algo más valioso”, dijo con voz seductora. Clara se detuvo en seco. Sabía lo que quería: su felicidad, su inocencia.
Con lágrimas en los ojos, recordó a sus amigos riendo bajo el sol y las historias llenas de magia e imaginación. En ese momento decidió luchar por lo que le quedaba. “No te daré nada”, gritó con todas sus fuerzas.
El hada se detuvo momentáneamente, sorprendida por la valentía de la niña. “Nadie jamás se ha atrevido a desafiarme”, siseó mientras sus alas comenzaban a oscurecerse como si absorbieran toda la luz alrededor.
Clara cerró los ojos y pensó en todos esos momentos felices: las risas compartidas, las aventuras vividas… Su corazón comenzó a brillar intensamente, creando una luz cálida que iluminó todo el lugar. Al abrir los ojos, vio cómo las sombras retrocedían ante su luz.
El hada chilló furiosa mientras quedaba atrapada en su propia oscuridad. Con un último esfuerzo, Clara dio un paso adelante hacia la salida del mundo onírico y fue tragada por la luz.
Despertó en su cama, empapada en sudor pero libre del horror del hada. Mirando bajo su almohada vio su diente perdido junto a una brillante moneda dorada. Pero ya no sentía miedo; había enfrentado al miedo mismo y había ganado.
A partir de esa noche, Clara nunca volvió a creer en el hada de los dientes ni en sus promesas vacías. En cambio, decidió contarles a otros niños sobre la verdadera naturaleza del hada: no era un ser mágico para adorar sino una entidad oscura alimentándose de sus sueños e inocencia.
Y así fue como el pequeño pueblo aprendió a cuidar sus sonrisas y proteger lo más valioso: su felicidad.
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Espero que te haya gustado este relato oscuro sobre el hada de los dientes. Si quieres explorar más ideas o temas diferentes, ¡házmelo saber!