En una pequeña librería de barrio, Clara pasaba sus tardes entre libros antiguos, soñando con historias de amor que parecían imposibles en la vida real. Un día, mientras hojeaba un viejo tomo de poesía, un joven llamado Lucas entró en la tienda. Sus ojos se encontraron y, en ese instante, ambos sintieron una conexión inexplicable.
Lucas, un escritor en busca de inspiración, comenzó a visitar la librería cada día, siempre encontrando una excusa para hablar con Clara. Ella, aunque tímida, esperaba con ansias esos encuentros, sintiendo que su vida cobraba un nuevo sentido.
Una tarde lluviosa, mientras Clara y Lucas discutían apasionadamente sobre sus libros favoritos, apareció en la puerta de la librería Javier, un antiguo compañero de Clara que siempre había estado enamorado de ella. Javier, con una sonrisa confiada, se acercó a Clara y le dijo:
—Clara, ¿te gustaría ir a cenar conmigo esta noche? Hace tiempo que no hablamos.
Clara, sorprendida y un poco incómoda, miró a Lucas buscando una señal. Lucas, sintiendo una punzada de celos, decidió no quedarse callado.
—Señor Yépez, Clara y yo ya tenemos planes esta noche. Vamos a una lectura de poesía en el café de la esquina.
Javier, notando la tensión, sonrió con ironía.
—Bueno, parece que he llegado tarde. Pero Clara, si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme.
Después de que Javier se fue, Clara se volvió hacia Lucas, su corazón latiendo con fuerza.
—Lucas, ¿por qué dijiste eso? No teníamos planes...
Lucas, con una mirada intensa, tomó las manos de Clara.
—Porque no podía soportar la idea de perderte. Clara, desde el momento en que te vi, supe que eras especial para mí. Te amo, y no quiero que nadie más esté a tu lado.
Clara, con lágrimas en los ojos, respondió:
—Lucas, yo también te amo. Pero no sabía cómo decírtelo.
En ese momento, la librería se convirtió en el escenario de su propia historia de amor, una historia que prometía ser tan eterna como los libros que los habían unido.
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Después de su confesión mutua, Clara y Lucas comenzaron a pasar más tiempo juntos, explorando la ciudad y compartiendo sus sueños y aspiraciones. Sin embargo, la sombra de Javier seguía presente, observando desde la distancia y esperando una oportunidad para acercarse a Clara.
Una noche, mientras Clara y Lucas paseaban por un parque iluminado por faroles, Javier apareció de nuevo. Esta vez, su rostro mostraba una mezcla de tristeza y determinación.
—Clara, necesito hablar contigo a solas —dijo, ignorando la presencia de Lucas.
Clara, sintiendo la tensión en el aire, asintió y se apartó unos pasos con Javier.
—¿Qué pasa, Javier? —preguntó, tratando de mantener la calma.
—Clara, sé que amas a Lucas, pero no puedo dejar de pensar en ti. He estado enamorado de ti desde siempre, y verlos juntos me está destrozando. Solo quería que lo supieras —confesó Javier, su voz quebrándose.
Clara, conmovida por las palabras de Javier, le respondió con sinceridad.
—Javier, siempre serás un amigo muy querido para mí, pero mi corazón pertenece a Lucas. Espero que puedas entenderlo y encontrar a alguien que te ame tanto como tú mereces.
Javier, con lágrimas en los ojos, asintió lentamente.
—Lo entiendo, Clara. Solo quiero que seas feliz, aunque no sea conmigo.
Después de esa conversación, Javier se alejó, dejando a Clara y Lucas solos bajo la luz de los faroles. Lucas, que había observado desde la distancia, se acercó y tomó la mano de Clara.
—¿Estás bien? —preguntó, preocupado.
Clara asintió y sonrió.
—Sí, estoy bien. Solo necesitaba cerrar ese capítulo de mi vida.
Lucas la abrazó con fuerza, sintiendo un alivio profundo.
—Te amo, Clara. Y prometo que siempre estaré a tu lado, sin importar lo que pase.
Juntos, Clara y Lucas continuaron su paseo, sabiendo que su amor había superado una prueba importante. Su relación se fortaleció aún más, y ambos estaban decididos a enfrentar cualquier obstáculo que se les presentara, seguros de que su amor era lo suficientemente fuerte para superar cualquier adversidad.