De muros rodeado estoy.
Pensé que caería hoy,
Más nunca me has fallado, tú...
Armonía sincronizada, una dulce voz y...
¡Bang!
El ángel no terminaba de cantar cuando la suave sonata que entonaba, se vio interrumpida y distorsionada por el fuerte golpe a puños cerrados que el otro chico dio sobre las empolvadas teclas amarillentas del viejo piano.
Dejó de jugar con la pequeña esfera amarilla que pasaba de una mano a otra mientras estuvo cantando, para mirar ceñudo al chico de aquel lado oscuro al que se le tenía prohibido pasar.
—¿Que pasa? ¿Porqué te detienes?
No recibió respuesta, pero ambos conectaron miradas. El ángel levemente le sonrió, acto que no le fue correspondido; pues solo obtuvo un rostro triste y cansado; tal vez molesto.
—No debí prometerte que estaríamos juntos, lo llevo pensado mucho y... —respondió el otro con un suspiro —Que estemos juntos, es imposible. Solo causaría más daño en ti, no quiero eso.
El azabache caminó dos pasos al frente sin que las puntas de sus botas desgastadas y negras tocaran la línea divisoria que separaba la Luz de la Oscuridad; pero sí acercándose lo suficiente a esta para que el resplandor del otro lado incidiera en su rostro, quemándolo como tantas veces lo había hecho en un desesperado intento de cruzar.
El ángel jadeó al verlo.
Aquel rostro semejante a la porcelana, en segundos se había magullado por los rayos de luz.
Sus ojos se cristalizaron y movió la cabeza en negación.
—¿Y piensas que no te hago daño también? —cuestionó con voz quebrada —Mirate, cuando intentas acercarte, cuando intentas tocarme... incluso cuando no estoy cerca de ti yo... Termino lastimandote.
La pequeña esfera amarilla resbaló de sus manos cayendo al suelo, rodando desde sus pies descalzos hasta los enfundados por cuero negro desgastado del azabache. Cruzando a aquel lado donde todo era oscuridad y sombras, volviéndose completamente negra cuando las pálidas manos se hicieron de ella al recogerla.
—Todo lo que amo se vuelve oscuro y al tiempo muere. No quiero eso para ti también mi ángel. No la oscuridad.
Pero el ángel sin importar las consecuencias solo quería ser esa esfera en sus manos, ser capaz de cruzar al otro lado sin que la oscuridad extinguiera su luz como el agua a una llama. De verdad ya nada importaba. No le importaba contaminarse si eso significaba una vida junto él, no le interesaba mancharse de pecados por ese chico, valía la pena el castigo.
—Te amo ¿lo sabes? Sabes que no me importaría caer por ti ¿lo sabes?
—Lo sé, Ángel. —cerró los ojos y susurró.
Tres pasos del ser de luz fueron suficientes para estar frente a frente, tres pasos que solo una fina división de Luz y Sombras les mantenían separados.
El Ángel estiró su mano deseando tocar aquel rostro, pero solo perfilandolo con sus dedos sin siquiera rozarlo. El otro también alzó la mano hacia él, haciendo lo mismo, queriendo ambos sentirse.
—Cruzaré.
—Estás arriesgando tu vida por mí. Y es lo que no quiero.
—Mi vida es a tu lado...
Pero al final de esas palabras sólo sintieron el roce de la punta de sus dedos al desear unirlos. Un dolor agudo que recorrió de punta a punta sus cuerpos e instantáneamente los hizo apartarse como si el tacto quemara. El ángel sollozó. Estaba harto de todo aquello. De ser un Ángel que amaba a un Demonio.
—Quiero tocarte, también quiero hacerlo.
Y el demonio sonrió con melancolía. Porque tal vez eso nunca iba a suceder.
—Me encantaría sentirte...
El ángel moría, moría por poder hacer tantas cosas con él. Por poder curar esas heridas en su rostro y labios rotos que él mismo había causado. Poder ser su luz en aquellas profundas tinieblas.
Deseaba saber cual fue el pecado de ese demonio para convertirse en un alma de la oscuridad aún siendo el ser más maravilloso y hermoso del mundo.
Aquel que a través de una canción de piano, le prometió una vida juntos...
Una vida que ambos en lo más profundo, sabían que nunca tendrían.
Porque un Ángel no podía pertenecer a un Demonio. Porque la luz era como agua y la oscuridad como fuego.
Tan opuestos.
Tan diferentes.
Pero se amaban...
Se amarían siempre.
Esa había sido su promesa.
“La oscuridad acabará y tu palabra se cumplirá. Serás mi salvación, cubreme con tu amor. Mi corazón te esperará...»