La nueva casa se encontraba en las afueras de la ciudad, grandes árboles cubrían la pequeña casa de madera Blanca. En el primer instante que Zlas chicas llegaron, el fresco olor a pino lleno sus fosas nasales aceptando la casa tal y como estaba.
—Es una gran casa. ¿Albert lleno tus bolsillos y despifarraste el dinero aquí? porque déjame decirte que la amo.—Maravillada con la casa, bajo del auto y miro cada detalle de su próximo hogar.
—¿Segura que tus hermanos no van a venir a matarme por llevarte tan lejos?— Florence le tenía miedo al trio de sus hermanos, nunca lo había visto en primera mano pero estaba completamente segura que protegían a su hermana a cualquier costa. — Porque si vienen a buscarte con lujo de violencia, te juro que dejo que te lleven.
La rubia hizo un pronunciado puchero mientras bajaban las maletas, el lodo se metió en sus sandalias pero no les importo, esa era una gran experiencia y preocuparse por pequeñeces no era propio de ellas.
Pero en eso una gran camioneta de vidrios polarizados se estacionó ágilmente junto al Sedan de Florence. El pánico corrió en los ojos de ambas cuando vieron que nadie bajaba, quisieron correr adentro de la casa pero sus pies jamás respondieron.
Entonces en un segundo, todo se detuvo. Una avalancha peluda fue a dar a los brazos de Florence que por instinto recibió, de la camioneta bajaron los gemelos Van-Hansen acompañado por el mismísimo Primer Ministro.
Cuando Florence conectó con los ojos del amor de su vida se perdió. Albert Van-Hansen era un hombre atractivo, su cabello se encontraba desordenado, sus ojos color negros eran cubiertas por unas largas y sedosas pestañas. Sus labios eran gruesos pero varoniles y lo que más le encantaba a Florence era aquella manzana de Adán que encaminaba al cuerpo del pecado.
Sus piernas se anticiparon apretando deliciosamente donde el dolor aumentaba cuando vio su ropa, camisa de botones y pantalones caqui.
Melanie se quedó de piedra al verlos abrazarse. Se sentía perdida pero cuando puso mente en ello comprendió, un divorcio no significaba que ellos se separaran. Ellos eran la clara muestra de amor no necesitaba un papel.
—¡Sorpesa!—Albert tomo a la bola de pelos de sus manos y le acaricio la cabeza, el Tierrier blanco siguió sus mimos. — Los niños lo trajeron a colación y yo creo que di el toque final.
—¿Un perro, tu? No eres un tipo que complace...
Entonces la mirada de Albert se tornó lasciva, el sabia cuando complacer y estaba totalmente dispuesto a enseñarle a Florence esa versión de él.
Pero Melanie intervino interrumpiendo el juego que se tenían ellos dos.
—Creo que no saben que Ethan y Connor están aquí, venga niños que los noten.
Los chicos dejaron la pelota que jugaban y caminaron hacia ellos. Había pasado meses que Florence no veía a los chicos, habían crecido algunos centímetros y el parecido hacía su padre era más notorio. Incluso algunos rasgos destacaban en la piel lechosa de su madre.
Ambos niños gritaron fuertemente.
—¡Esta bien, está bien! Me rindo. —Dijo Albert riéndose.— Vamos adentro para comer algo.
Los cinco entraron en la casa y por vez primera admiraron el gran salón, del lado de derecho se encontraba la cocina, dividiendo la sala y la cocina se encontraba una gran barra de granito. Los sillones color blanco combinaban la calidez junto con la gran chimenea que ardía.
Lo único que no encajaba era Ethan Vicent sentado en una silla alta trabajando junto al gran ventanal que daba luz natural. La piel de Vicent resplandecía bajo el ardiente sol de la mañana.
—Bien, ahora que están aquí, cuenten que sucede aqui—Dijo Melanie rompiendo el silencio.
La chica miró a Florence y Albert con curiosidad, ambos esbozaron una sonrisa y caminaron hacia los sillones. Cuando estuvieron cómodos, decidieron hablar.
—Pues no hay mucho que explicar, más que estamos juntos.
—Duh, eso es obvio, Sherlock. —Ella sin perder su vista fue y se sentó frente a ellos.— Nesesito más, inténtalo.
—Bueno— Se rascó la nuca— Es más o menos eso, cuando no encontramos una solución al problema, decidimos mejor divorciarnos y empezar de nuevo, pero esta vez haciendo las cosas correctas.
Florence simplemente asintió.
—Pero para salir normalmente, como una verdadera pareja, decidimos alejarnos del dominio público. El antiguo departamento era conocido y si me veían en ese lugar podría estropear todo.
—Bueno, es una buena respuesta, me gusta. —Puntalizo Melanie
Y para ella no era ajena al caos que tenían en el antiguo departamento, una que otra vez había encontrado periodistas acampando por una exclusiva. Incluso en la universidad, habían extremado la seguridad para cuidar la integridad de Florence y de todos los estudiantes.
—Ella, quería llevarme al Psicologo. —Dijo Florence fingiendo horror.— Tienes que darme un voto de confianza, Mel.
—Te la tengo. Pero sé que romper con el amor de tu vida, no es como lo pintan en los libros. Son Mocos, mucha comida y un dolor que ni siquiera William Shakespeare puede explicar en sus poemas. Y ni hablar de los días futuros...
—Suenas demasiado experta— Dijo maravillado.
Esa era la vida tranquila que quería, una platica amena, sus hijos felices y la tranquilidad que daba su casa. La Gran Casa ya no era su hogar y poder formar una familia con Florence hacia que su pecho se llenara de amor.
Amaba la mujer a su lado, amaba a la familia que estaba formando, solo le rogaba a Dios que ningún problema rompiera aquella felicidad.
Pero aquella tranquilidad fue interrumpida por Vicent, su rostro mostraba preocupación.
—Señor, el alcalde va a La Gran Casa.
Albert lo miró extrañado, antes de venir a la cabaña estaba completamente seguro que tenía el fin de semana libre, el agarre de Florence se acentuó más. Ella no quería que se fuera y el tampoco pensaba en irse, pero el alcalde era raro que lo visitara. Incluso podría decirse que sólo iba cuando el problema se le salía de las manos.
La anticipación un problema, hizo que los músculos se tensaran y no fue ignorado por la chica, sabia que había problemas y el que ella se comportara infantil no era propio de ella.
Ella podía arreglar las cosas, sola.
—Adelante, vez quizá sea importante.
El sin dudarlo asintio y camino hacia la puerta, le dio una última mirada antes de cerrar la puerta tras de él.
—Dime los informes completos— Dijo sin dudarlo.
Cuando el rostro de su Secretario cambió supo que no era un simple problema como lo expuso enfrente de las chicas. Era un gran problema, uno que representaba que el Alcalde llegara a su casa.
—Alguien está haciendo peticiones en línea para que pierda su puesto de Primer Ministro. Es una publicidad mala y el Alcalde no está feliz.
Cuando el auto rugió a la vida, Albert subió pensando en alguna forma de que pudiera salir del problema más pronto que tarde. Miro la casa de nuevo para luego suspirar pesadamente.
—¿Te haz comunicado con Karla?
—Sí, señor. Ella está trabajando en ello. Pero se pregunta dónde se encuentra ya que tenía el día libre, señor. ¿Le puedo mencionar...?
—No, nadie en La Gran Casa, excepto tú, deben de saber de la existencia de esta casa. Quien sabe que locura se le ocurrirá a esa mujer para salir de esta.
Vicent solo asintio y manejo en silencio hasta la Gran Casa.
Pero mientras llegaba al problema, Albert decidió calmarse. Su sueño se había hecho un desastre desde que decidió casarse con Florence sin amor y aunque lo tenía bien merecido, al final el caos que quisieron arreglar con una boda se hizo mucho más grande que simplemente negar dos palabras. Pero el estaba agradecido, había conocido una hermosa mujer y se estaba dando la última oportunidad que la vida le estaba dando.
Y agradecía que aquella mujer que él amaba, lo amara también y no iba a esperar a que el fuers completamente suya en cuerpo, mente y en apellido...
Pero quería esperar.
Quería evitar el error que había cometido desde el principio, quería tener citas con ella, conocer todo, incluso los detalles que no le agradaban de él.
Quería que Florence fuera su todo y estaba dispuesto a abandonar todo con tal de estar en su lado para siempre.
Excepto sus hijos.
—¿Donde están los gemelos?— Dijo Karla sin esperar a que el coche se detuviera.
Ella estaba deseosa de ver al Primer Ministro, pero lo que encontró no fue lo que esperaba. Vio la vestimenta del chico y supo que aquel traje no era de una cita de negocios en pleno Jueves. Entonces sospecho que la chica no quería salir de su vida.
Pero ahí estaba ella.
—Los niños querían ir a un lugar, se quedaron—Dijo quitándole importancia— Espero que ya hayas buscado una solución Karla.
Ella asintió cuando vio bajar al Primer Ministro del auto.
—Creo tenerlo, pero nesesito la opinión usted y del Alcalde.
—Quiero evitar esa parte, Karla. Por eso ahora dime lo que haz pensado y le diremos a él— Señalo con la cabeza hacia la casa— la mejor solución.
—Creo que debemos culpar a Florence sobre el incidente —El odio en su voz era palpable, no fue ajeno a Vicent, pero Albert solo pensaba en como salir de esa sin afectar a la chica — Así el pueblo pueda juzgar a la chica sin que nos afecte...
—Tienes cinco minutos para buscar otra solución. No molestaremos a Florence, ella suficiente aguanto nuestros tratos como para agregarla a más.
Karla se quedó en blanco. Esa era su mejor idea y se negaba a pensar en otra cosa para "No afectsrla" ese era su objetivo y no iba a permitir cambiar de opción.
—Es la única solución, Albert.
—No, no lo es. Eres inteligente y puedes pensar. Porque te recuerdo. Tu nos metiste en esto hace menos de un año, tu loca idea solo trajo estas consecuencias para mi y lo peor para Florence así que haz algo. ¡Ahora!
La mirada herida de Karla lo calmo un poco, quizás estaba siendo demasiado con ella.
—¡Nadie la obligó! además, ella fue la estupida infiel que no supo apreciar.
Entonces, Karla sintió el miedo cuando vio al primer ministro enojarse. El siempre había sido considerado con ella, incluso cuando metía la pata a propósito, ella quería su atención y el se la daba. Antes de Florence ella era la única mujer en la vida de él y si había pedido que ella entrara en su vida era para que abriera los ojos del primer ministro y demostrara que el amor que le tenía.
Pero sus planes salieron mal, ambos se habían enamorado.
Pero ella estaba dispuesta a hacer todo lo posible porque el estuviera en su vida a como de lugar. Y lo demostró cuando obligó al primer ministro a divorciarse, Karla tenía los brazos abiertos para consolarlo.
Sin embargo, después de dos meses de tramites ese momento jamás había llegado.
—Definitivamente, estas loca Melanie.
La chica miró a su amiga como ingresaba las compras a la casa.
Después de que Albert se había marchado, los estómagos de los cuatro habían gruñido. Melanie y Florence no tenían ganas de moverse pero los servicios de comida no llegaban al bosque en medio de la nada.
Así que tomaron a los dos niños inquietos y se subieron al Sedan a la tienda más contigua, pero al ver que los reporteros se encontraban en la entrada. Florence decidió quedarse en el auto con los niños.
Pero los planes de Melanie no eran que ella se quedara en el auto. Así que tuvo un calurosa pelea con ellos espantandolos.
—¡Oye! ¿Puedes culparme? Eres la única que sabe cómo escoger una fruta, no iba a permitir que ellos me privaran de comer un delicioso aguacate.
Florence negó con la cabeza, pero muy en el fondo sabía que en realidad era su propia guardia de seguridad. Albert, desde el incidente con Foster, no había mencionado el tema del cuidado, aunque el ya no confiaba en nadie, supo que quizás no era necesario para ella pero si para los niños.
—¡Estuviste muy genial, Melanie! —Dijo Ethan.— ¡Casi como un superhéroe!
—¿Escuchaste eso, Florence? ¡Soy Súper Melanie! — grito y los niños rieron— O súper sexy para los chicos guapos. Venga niños, vamos a jugar y romper algunas cosas para que se sienta que hay niños en la casa.
—¡Hey, tu no eres un niño!
Melanie solo le sacó la lengua a Florence y corrió escaleras arriba con los gemelos.
La actitud de Melanie la había desviado de la atención de Albert, pero cuando se quedó sola, esto resurgió. La preocupación inundó su mente sintiéndose culpable de lo que le estaba pasando.Y entendía perfectamente porque los reporteros la buscaban por todos lados.
Para la ciudad, era la mujer que había engañado al Primer Ministro con un empleado. Y por si fuera poco, el proceso de divorcio se llevaba a cabo sumándole puntos al chisme.
Entonces, ellos habían tomado la mejor decisión para ambos. Ella permanecería en el anonimato hasta que las cosas se calmaran. Pero esto no había sucedido cuando anunciaron el divorcio, todos querían saber si era verdad lo del engaño empeorando la situación de ella para volver a ser su vida normal.
La universidad había pasado a segundo plano, sus proyectos se acumulaban en la bandeja de mensajes y sin mencionar su tesis. Ella no tenía cabeza para realizar algo.
Su vida se encontraba en un completo caos y se encontraba desesperada por conseguir algo de paz.
Una lágrima salió de sus ojos e intentó controlarlas, no tenía motivos para llorar y menos ahora que tenía que no ser una molestia para Albert.
—¡Florence!—Grito, Melanie. Llevaba una cobija alrededor de su cuello y ropa interior por encima de sus jeans—Mira esto.
Entonces, le entrego el teléfono.
La cara de Florence palidecio al ver como la gente pedía que Albert dejara el cargo. Miles de personas firmaban la petición y argumentaban que no era el mejor en el puesto.
—¡Nesesitamos intervenir!
—Habla con Albert...
—No, Melanie. Si el quisiera mantener esta conversación conmigo, me hubiera tocado el tema, sin embargo, estamos aquí, leyéndolo nosotras mismas.
—Pero pueden llegar a una conclusión, no te apresures.
—Melanie—Dijo ignorandola, Melanie estaba realmente preocupada pero ella estaba más triste que otra cosa. La confianza que creía que tenía con Albert no existía, al parecer— es hora de abrir las redes sociales.
—¡Oh, no!
—¿Quieres ser mi publicista o no?
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