En el corazón de Italia, estaba por comenzar una historia de venganza y amor.
Ahí se alzaba la imponente mansión Russo. Un bastión de poder y secretos, donde la vida de Massimo Russo, un CEO de renombre, tejía su intrincada red entre la legalidad y las sombras. Su vida era un éxito, todo lo que tocaba lo hacía brillar
Era un hombre atento, pero sus manos mostraban los golpes que daba con ellas para resolver muchos asuntos.
Massimo tenía 30 años, un hombre criado con mucho dolor, soledad por la adversidad de su historia.
Era un maestro en el arte de los negocios. Su astucia y determinación lo habían llevado a la cima, pero su éxito tenía un precio. Enemigos, tanto visibles como ocultos, acechaban en cada esquina, obligándolo a vivir en un estado constante de alerta. Armas y guardaespaldas eran sus compañeros inseparables, símbolos de una vida marcada por la desconfianza y el peligro.
En medio de este lío que era su vida, su hermano menor, Pietro, un joven de 20 años con una inclinación por los problemas, representaba un rayo de luz y preocupación. Impulsivo y carismático, Pietro se dejaba llevar por los placeres de la vida, especialmente por las mujeres y el alcohol, lo que lo convertía en un imán para los conflictos.
Massimo, consciente de la fragilidad de su hermano, lo protegía con firmeza, sacándolo de apuros y obligándolo a estudiar en la facultad, con la amenaza sino de unirse a sus negocios, y trabajar día y noche.
Pero la verdadera matriarca de la familia Russo era Carlotta, la abuela de Massimo. Una anciana de carácter fuerte, dominante,cuya sabiduría y autoridad eran incuestionables. Ella era el lider de todos ellos, que guiaba a la familia, la voz que dictaba el rumbo. Massimo, a pesar de su poder y determinación, se inclinaba ante su abuela, procurando protegerla del dolor y la tristeza que la habían marcado.
Carlotta había sido la encargada de revelar a Massimo la verdad sobre el pasado,desde niño le había contado una y otra vez la misma historia de sus padres.
Sobre la tragedia que había destrozado a su familia. Le contó sobre Marco Ferrari, el padre de Sofía, un hombre obsesionado con Matilde, la madre de Massimo. Matilde, sin embargo, amaba a Alessandro, su prometido. Despechado y consumido por la envidia, Marco asesinó a Alessandro y violó a Matilde, para luego arrebatarle la vida.
La revelación de Carlotta despertó en Massimo un deseo irrefrenable de venganza. La abuela, con su astucia y determinación, le había señalado el camino, la pieza clave para iniciar su plan: Sofía Ferrari.
Massimo había regresado a Italia, la tierra donde la tragedia había comenzado, con un único objetivo: hacer pagar a los Ferrari por el sufrimiento de su familia. Observaba a Sofía a través de las redes sociales, su belleza no hacía más que alimentar su odio. "Eres hermosa, Sofía Ferrari, pero la sangre de tu padre corre por tus venas", murmuraba con desprecio.
"Dieciocho años. Ya eres mayor de edad, el juego puede comenzar. Caerás en mi trampa, directo al abismo. Me amarás con cada fibra de tu ser, y luego... te destrozaré el corazón. Tu familia sufrirá contigo, pagarán por lo que nos hicieron."
- Vas a sufrir mucho Sofía, investigue toda tu vida, nunca tuviste novio, eres una alumna ejemplar, eres muy buena deportista, eres la hija perfecta.
Tu papá te ama, eres su angelito, la luz de sus ojos, su princesa.
Veo también que tienes muchos pretendientes, fáciles de sacar del medio.
Voy a manipular tanto tu mente, que te haras pedazos por dentro, te vas a enamorar de mí, y por lo mismo vas a sufrir ,tu alma no tendrá consuelo, vas a preferir estar muerta, así como le hicieron a mis padres los tuyos.
Sentado en su escritorio, en la imponente oficina de la mansión Russo, Massimo ,seguía contemplando la imagen de Sofía en su notebook.
Todo estaba planeado al detalle. Cada paso, cada movimiento, cada palabra. Sofía Ferrari sería la víctima principal, el instrumento de su venganza. El juego estaba a punto de comenzar.
Había averiguado que empezaría la facultad, la misma dónde iba su hermano. Eso le beneficiaba, iba a tener una excusa para verla cuando comience el juego.
Massimo sonrió ...
Tocaron la puerta y era su abuela Carlotta.
- Hola nieto querido¿cómo estás?
Él se acercó a su abuela le fui un beso en la frente, y la abrazo.
- Hola abuela, todo tranquilo, terminando acá, porque debo ir por unos asuntos con unos socios para almorzar, tengo un negocio muy importante por delante.
- Eres una luz hijo, eres el mejor nieto que puede tener, tus padres estarían orgullosos de ti, que pena que no te lo puedan decir- Dijo con mucho rencor, odio Carlotta.
Massimo miro fijo a su abuela.
- Abuela pronto empezará nuestro momento, tan planeado y acordado. Tengo todo listo para comenzar.
El sol italiano besaba las calles antiguas de Roma, el aire se llenaba con un aroma a café. Sofía Ferrari, con sus jóvenes 18 años, sentía mucha emoción en su pecho mientras caminaba por las calles de la bella Italia ,eran tranquilas dejando atrás un poco del bullicio de su hogar.
Había ido a retirar unos papeles para el ingresó a la universidad, ese sueño que había acariciado durante tanto tiempo, estaba a punto de hacerse realidad.
Estudiaría Administración de Empresas, la carrera que le gustaba, que había elegido, no era solo un título, era el futuro lleno de posibilidades, donde podría echar raíces y ayudar a su familia en las empresas.
Su hogar, era cálido, lleno de amor, había sido su refugio siempre, Sofía aprendió el valor del esfuerzo y la importancia de hacer las cosas, su propio camino. Sus padres, aunque a veces la extrañarian, la querían cerca siempre, pero la apoyaban incondicionalmente en su decisión de estudiar, y de querer ir a vivir sola.
Pero la vida, incluso en el paraíso, tenía sus desafíos. Giovanna, su hermana menor, era un espíritu libre que a menudo se dejaba llevar por la corriente, metiéndose en situaciones complicadas que Sofía, con su instinto protector, se esforzaba por resolver en silencio, para que sus padres no sufrieran más .
Antonella, su mejor amiga, era la más graciosa de las dos, era la alegría, la que siempre la sacaba de la rutina.
Con su humor descarado y su pasión por la moda, Antonella veía la vida como una pasarela interminable. A veces, Sofía se pasaba con su superficialidad, pero en el fondo, agradecía su amistad incondicional.
Anto como le decía,era como una hermana, una confidente, alguien que conocía sus secretos más profundos y la aceptaba tal como era. La situación familiar de Antonella, con padres separados y un hermano mayor que ejercía de protector, la había hecho aún más unida a Sofía. Franchesco, el hermano de Antonella, era un joven atractivo y carismático, que siempre había demostrado un interés especial por Sofía. Pero ella, aunque valoraba su amistad, no sentía lo mismo y se lo había dejado claro con delicadeza.
Esa tarde, mientras Sofía intentaba terminar, y poner fin a los complicados trámites de la universidad, Anto irrumpió en su casa con su energía apasionada.
-¡Ciao, bella! ¿Cómo te trata hoy la dolce vita? Exclamó Antonella, con una sonrisa radiante que iluminaba toda la habitación
-¡Vamos a comer algo y así, de paso, vemos a chicos guapos, porque ahí van ¡puros hombres! que están de infarto!
Sofía suspiró, divertida.
-Ay, Anto, no tienes remedio. Todo para ti es ver chicos guapos, ¿no te cansas?
-¡Eso se llama vivir querida Sofi! Si no te quisiera como a una hermana, te diría que eres una pesada y mala onda! Respondió Antonella, con su característico tono dramático
-¡No te cansas de ser virgen!
Sofía la miró con reprobación.
-Ves, Anto, ¡que estás mal! Si tú también eres virgen, ¿qué dices?
-¡Sí, pero yo ya he probado los besos apasionados, los toques prohibidos... tú me entiendes! Dijo Anto, guiñando un ojo
-¡Tú, en cambio, eres como una santa!
-Bueno, basta de hablar de chicos. Estoy intentando entender cómo funciona esta universidad, ¡es un lío!
-¡Uff, qué aburrimiento! Yo quiero ser modelo, desfilar por las pasarelas de Milán, ¡ganar dinero y vivir la vida loca! Pero mi padre insiste en que estudie derecho para que trabaje en su estudio. ¡Qué horror!
-Pero debes tener un plan B, Anto. La vida de modelo no dura para siempre y, conociéndote, te gastarás todo el dinero en ropa y zapatos.
-¡Tienes razón! -admitió Antonella, con un suspiro.
-Pero no quiero ni pensar en ello. Prefiero vivir el presente y disfrutar de la belleza de Italia.
Sofía la miró con ternura. A veces sentía que Antonella vivía en un mundo de fantasía, ajena a las preocupaciones reales.
-Bueno, vamos a esa comida, espero que sea un lugar tranquilo—dijo Sofía, cediendo a la insistencia de su amiga—. Pero prométeme que no vas a intentar meterte con él primero que se te que se cruza.
-¡Te lo prometo!.Exclamó Antonella, con una sonrisa pícara.Pero no puedo garantizar que no vaya a suspirar por alguno de ellos.
Y así, las dos amigas salieron a la calle, dispuestas a dejarse seducir por la magia de Roma, con sus luces, sus colores y sus infinitas posibilidades. La aventura acababa de comenzar, y Sofía sabía que, junto a Antonella, viviría experiencias inolvidables, llenas de risas, emociones.
Y llegaron al restaurante, era muy bonito, no muy grande, con buena música casi como un susurró se escuchaba en el ambiente. Lo que lo hacía algo privado y reservado, se podía hablar con tranquilidad.
Ahí estaban Massimo, Nicola, y otro socio almorzando, sellando negocios.
Y Ahí las ven entrar...
La ve por primera vez a Sofía, tan joven, tan linda, tan espontánea.
Viene con otra jovencita también bonita, por lo que averiguo debe ser su mejor amiga.
Massimo empezaría su camino con ella, debía verlo encantador y creer que él era el hombre perfecto para ella.
Él destino estaba de su lado , le estaba poniendo en frente de la primer oportunidad para comenzar su venganza.
Él lugar donde estaban ..
Massimo, con la mirada fija en la joven, sentía un algo en su pecho, una maliciosa diversión encenderse en su interior. Su carita es tan angelical, pensó, será un placer corromper esa pureza.
No, él no había hecho absolutamente nada que se de este primer encuentro; el destino, caprichoso y justo se dijo, se lo había servido en bandeja de plata. Una sonrisa divertida y cruel se dibujó en sus labios. Lo que sí iba a forzar era el próximo encuentro... y los que le seguirían.
Sofía se deslizó en la silla frente a su amiga, en aquel ruidoso café del centro. Antonella, fiel a su estilo, ya había echado el ojo a una figura masculina del lugar.
-¡Mira, amiga! Exclamó Antonella, con los ojos llenos de una chispa especial.
-Aquella mesa, esos hombres... ¡Dios santo, qué guapos están! El morocho está bueno ... pero el otro, el rubio, ¡ ese me gustó! Esos ojos color cielo... ¡Ay, Sofi, ya me imagino tantas cosas!
Sofía suspiró.
-Anto, cálmate un poco, por favor. Vinimos a comer, ¿recuerdas?
-Y a ver chicos, ¡también te lo dije! respondió Anto.
-Tú... yo no... Recuerda, vuelve a la tierra, amiga.Tiro Sofi.
Antonella frunció el ceño, examinando a Sofía con suspicacia.
-¿A veces me pregunto si no serás gay, nena? No puede ser, ¡mírate, eres hermosa! Pretendientes que no te faltan. Hasta mi hermano, que está bien lindo, ¿no? Y también lo rechazas.
-A tu hermano lo quiero mucho, pero nada más. Es que siempre estábamos juntos los tres, ¿entiendes?
Antonella volvió a poner su mirada en la mesa de su interés.
En la mesa de Massimo, Nicola y otro socio, Patricio, cerraban un importante acuerdo.
-Esa niña, ¿qué le pasa? Murmuró Nicola, sin quitar los ojos de Antonella.
-No deja de tirarme los ojos encima. Si sigue así, le pediré su número. Está bien, y yo nunca digo no a nadie.
Massimo sonrió con ironía.
-Como si no lo supiera. Pero luego tenemos que hablar tú y yo.
Para evitar que Patricio sospechara, Massimo le envió un mensaje de texto a Nicola, contándole quiénes eran esas chicas. Los ojos de Nicola se abrieron con sorpresa.
-No lo creo.Dijo, en voz baja.-Qué jodida información. Justo me gustó la amiga, entonces.Pensó, con una mezcla de decepción, curiosidad, pero no de resignación.
Cerraron el negocio con un apretón de manos, y Patricio se retiró, satisfecho por el éxito de la reunión.
Antonella, atenta a cada movimiento, no tardó en ver su oportunidad.
-¡Justo se fue el único feo, quedaron los guapos! —exclamó, levantándose de la silla.
-¿Adónde vas, estás loca? Sofía no podía creer lo que veía. Salió tras su amiga, intentando detenerla.
Antonella llegó a la mesa de los hombres con una sonrisa resplandeciente.
-¡Hola, chicos! ¿Cómo están? Soy Antonella Romano, un gusto. Dijo, dirigiendo una mirada especialmente intensa y fuerte al rubio.
Sofía, avergonzada, intervino.
-Señores, disculpen a mi amiga, no está muy bien. Se acercó y les susurró, con fingida preocupación
-Tiene problemas mentales, se los juro .Y asintió con convicción.
Massimo, sorprendido, arqueó las cejas.
-¿Usted me llamo señor? Preguntó, con un tono que demostraba molestia.
Sofía lo miró, abriendo los ojos con incredulidad. ¡Qué cara de pocos amigos tiene este hombre!, pensó. Pero esos ojos color miel... ¡Qué belleza! ¡Cálmate, Sofi!, se reprendió. En cambio, respondió con firmeza:
-Sí, dije "señores" ambos no solo a usted. Respondió.
-¿Cuál sería el problema?
Antonella levantó las manos al cielo, agotada.
-¡Ay, ya me arruinó todo, como siempre! —y resopló con frustración, Antonella
Quería ahorcarla Massimo pero en cambio dijo:
-Un gusto, señorita —remarcó Massimo, extendiendo la mano hacia Sofía.
-Un gusto, señor... pero yo no doy la mano a desconocidos, disculpe usted.
-Vamos, Anto, que se hace tarde.Dijo Sofía, intentando escaparse de la situación.
Nicola, divertido, observaba la escena con interés. Esa chica Sofía estaba resultando ser mucho más interesante de lo que suponían. Habían averiguado toda su vida para realizar el plan, y decían que era sumisa, tranquila... ¡Jmmm, tendremos que pegar dos tiros a los informantes!, pensó. Esa descripción no coincidía en absoluto con lo que estaba viendo.
Massimo se acercó aún más a Sofía, quedando a escasos centímetros de su rostro.
-¿Que no me diga "señor", le dije? No creo que sea tan mayor, ¿no?
Sofía se sintió invadida por una extraña sensación de nerviosismo. Tenerlo tan cerca le hizo temblar todo el cuerpo. Su cuerpo reaccionaba a él ¡Debo decir algo!, pensó, pero no me sale nada.
En cambio él habló.
-¿Necesita mi DNI? Pero le aseguro que la edad que tengo a usted le vendría muy bien.Y la recorrió con una mirada que la desnudó por completo.
Sofía sintió la necesidad urgente de escapar de esa situación. Ella no era una chica sumisa, sino más bien alguien que decía lo que sentía sin filtros. Por eso estudiaba, para ser independiente de sus padres y para que ningún hombre le dijera lo que debía o no decir, como este que tenía frente a ella. Lo que más le molestaba era que la hacía sentir vulnerable , tonta. ¡Que se caiga el mundo si lo voy a permitir!, se dijo.
-Qué desagradable que es usted. Le aseguro que no necesito a nadie, y menos a un hombre que me haga ver nada. Soy una mujer muy racional y jamás querría a alguien así para que me enseñe nada.Menos con su ceño de hombre enojon como él de usted. Le sonrió irónicamente.
Massimo echaba chispas por los ojos.
En ese momento, Nicola intervino.
-Bueno, chicas, un gusto conocerlas. Massimo, tenemos que irnos, nos esperan. Luego, mirando a Antonella, sacó una tarjeta y se la dió.
-Mi tarjeta, hermosa. Y le susurró al oído
-Espero que no tengas el carácter como el de tu amiguita.
Antonella sonrió con picardía.
-¡Ay, galán! Creo que sí, o peor. Igual soy más divertida que ella... pero te llamaré.Le guiñó un ojo.
Sofía mantuvo la mirada firme, sin permitirse mostrar el temblor que sentía bajo la penetrante mirada color miel de Massimo. ¡Es muy guapo, el condenado!, pensó. Pero este tipo de hombre jamás sería su tipo. Se negó rotundamente.
-Me retiro, que tengan un buen día. Dijo Sofía, tomando a Antonella de la mano
-Vamos, amiga, tengo...
Pero, por alguna extraña razón, se dio vuelta y añadió:
-Chau, señor. Y no se enoje tanto, que se le arruga la cara y parece más mayor.
Ahora era Antonella la que estaba sorprendida. Miró a Sofía diciendo "¿Qué haces?" “Nunca había visto a su amiga hacer algo así" , acá pasa algo. Pensó. Y salieron rápidamente del lugar.
Nicola, muy divertido, se reía a carcajadas y agarró del brazo a Massimo, notando sus intenciones.
-Amigo, contrólate. De la familia de esa chica tienes que vengarte, ¿eh? Será interesante... pero...Perdón dijo. viendo serio a su amigo.
-¡Cállate, Nico! Le gritó Massimo, furioso.
-No es lo que me informaron de ese pequeño demonio. ¿Sumisa? ¿Sin carácter? ¿Educada? ¡Puedo seguir nombrando el informe que me diste, eh!
Nicola levantó los brazos en señal de defensa.
-Ya envié a que le metan tres tiros al que hizo ese informe. Explotó Nicola.
-Es una insolente, soberbia. ¡Ahora sí se parece a la familia a la que pertenece, a la que destruyó la mía! Y la venganza, por lo que veo, será más que interesante.Massimo sonrió con malicia.
Cada falta de respeto Se la devolveré con algo que le hará temblar más aún, noté que estaba disimulando muy bien, este demonio mío. Tengo mucha experiencia en mujeres, lo sabes amigo .Noté su nerviosismo por mí. Lo quiso disimular, pero conmigo no, hermosa.Se escapó hoy.Empezo este juego. Dijo sonriendo maliciosamente.
Nicola miraba a su amigo con una mezcla de asombro y preocupación.
-Ya mandé a liquidar al informante. Dijo, con una sonrisa
- Igual te digo que me voy a divertir con la amiga, me gustó... una más a mi lista. Exclamó Nicola.
-Solo no tomes tanto, idiota, que se te pueda escapar algo....piensa cons cabeza no con lo de abajo por una vez.
Nicola lo miró y sonrió con seguridad. Él era una tumba, y Massimo lo sabía bien. Ni con alcohol ni drogado él hablaba.
Y salieron del lugar, dejando tras de sí una estela de tensión y promesas de venganza.
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