POV NARRADORA
El aire en "Éclat", el exclusivo almacén donde Valeria Castillo trabajaba como asistente de estilismo, siempre olía a seda, a perfume caro y a promesas de glamour.
Para Aithana Rojas, de veintidós años, entrar allí era como cruzar un portal a otro universo. Hoy, con veintitrés años recién cumplidos y una sonrisa que prometía secretos, Valeria la esperaba entre maniquíes vestidos de ensueño.
—¡Aithana, por fin!— exclamó Valeria, con sus ojos brillando con la complicidad de quien comparte un tesoro. —Pensé que te habías perdido en el laberinto de la moda. Mira lo que me llegó hoy, recién salido de París—
Aithana se acercó, sus pasos eran tan ligeros sobre la alfombra gruesa.
El almacén era un santuario de telas exquisitas y diseños que parecían esculpidos.
—Valeria, sabes que no me perdería esto por nada del mundo. ¿Qué tesoro escondes hoy?—
Valeria la guio hacia un rincón especial, donde un vestido largo, color esmeralda profundo, colgaba como una joya. La tela era un terciopelo que parecía capturar la luz, con un escote sutil en la espalda y una abertura discreta en la pierna.
—Este, Aithana. Es para la gala de los Solano. Dicen que va a estar hasta el mismísimo Sebastián Montenegro. El que te... bueno, ya sabes—
Un ligero rubor tiñó las mejillas de Aithana, pero sus ojos reflejaban una determinación fría. Sebastián Vargas. El nombre resonaba en su mente como una melodía desafinada.
Él, con su sonrisa encantadora y sus promesas vacías, había sido el arquitecto de su desilusión. Ahora, ella usaría el brillo de la alta sociedad para recordarle que las piezas rotas también podían lanzar dardos.
—Es... perfecto, Vale— dijo Aithana, acariciando la tela. —Tiene ese toque de misterio que busco. Algo que llame la atención, pero que no revele todo de inmediato—
Valeria asintió, sus ojos analizaron cada detalle. —Exacto. Y con los accesorios correctos, serás inolvidable ¿Ya pensaste en el peinado? ¿Y el maquillaje? Recuerda, esta noche no eres Aithana Rojas, la chica que ayuda a su mamá en la panadería del barrio. Eres... ¿quién eres esta noche?—
Aithana sonrió, una sonrisa que no llegaba del todo a sus ojos.
—Esta noche soy la sombra que baila en la oscuridad, la que susurra secretos al oído del viento. Esta noche soy la que él no pudo controlar—
Mientras Valeria la ayudaba a probarse el vestido, Aithana se miraba en el espejo. El terciopelo esmeralda se deslizaba sobre su piel, transformándola. Ya no veía a la joven que soñaba con un futuro diferente, sino a la arquitecta de su propia venganza. Cada puntada del vestido, cada brillo de lentejuela, era un paso más en su elaborado plan.
—¿Y qué esperas encontrar allí, Aithana?—preguntó Valeria, mientras ajustaba un tirante. —Más allá de él, claro—
Aithana se giró, fijos sus ojos en el reflejo de ambas. —Espero encontrar la respuesta, Vale. La respuesta a por qué alguien puede ser tan cruel. Y quizás, solo quizás, encontrar la fuerza para no volver a dejar que nadie me rompa así—
La noche avanzaba y los preparativos continuaban. Aithana se maquillaba con precisión, cada trazo de delineador, cada capa de máscara de pestañas, era un acto deliberado. Se puso unos tacones negros, elegantes y discretos, que la elevaban sin hacerla sentir frágil.
El vestido esmeralda se ajustaba a su figura como una segunda piel.
—¿Lista?— preguntó Valeria, entregándole un pequeño bolso de mano y trayendo consigo una loción del mostrador, era la que se daba a probar. Era una muy fina fragancia.
Se la aplicó, no tanto. No le gustaba tampoco estar oliendo demasiado.
Aithana tomó el bolso, sintiendo el peso del metal frío contra su palma. Dentro, no solo había lo esencial, sino también el recuerdo de una promesa rota.
Respiró hondo, sintiendo la adrenalina recorrer sus venas.
—Lista— respondió, con su voz firme. —Es hora de que Sebastián Montenegro recuerde lo que perdió—
Salieron del almacén, la noche fresca de europa envolvía la ciudad. Aithana sintió la brisa en su rostro, un preludio de la tormenta que estaba a punto de desatar.
El taxi esperaba, y con él, el comienzo de su noche de transformación y venganza.
El taxi avanzaba a través de las calles iluminadas, el motor zumbando suavemente mientras Aithana miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos. La noche prometía ser un laberinto de luces y sombras, un escenario donde podría desatar su venganza. Su corazón latía con fuerza, pero había algo más: una chispa de emoción por lo desconocido.
Al llegar a la mansión, las luces brillantes y los murmullos de la alta sociedad la envolvieron. Se ajustó el antifaz, sintiendo la tela suave sobre su piel, un recordatorio de la identidad que había creado para sí misma. Con cada paso hacia la entrada, la adrenalina aumentaba; sabía que Sebastián estaría allí.
Al cruzar el umbral, la música envolvente la recibió. Las risas y charlas se mezclaban en un torbellino de sonidos. Aithana se movió con gracia, su vestido esmeralda brillaba bajo las luces, capturando miradas.
Un mesero llegó a mí ofreciéndome una copa de champán, observando todo a mí alrededor la tomé.
Mientras se movía entre la gente, buscando a Sebastián, sintió una presencia a su lado. No podía ver claramente el rostro, pero la energía que emanaba era inconfundiblemente poderosa, una mezcla de autoridad y un magnetismo sutil que la hizo detenerse por un instante. Era alguien importante, alguien que la había notado. Aithana mantuvo la compostura, su mente ya calculando la mejor manera de usar esta atención.
¿Era curiosidad o interés? Aithana sonrió para sí misma, recordando su objetivo. Pero en el fondo, una parte de ella se preguntaba si podría resistirse a ese magnetismo.
Mientras se acercaba a la barra, sintió que el hombre seguía su movimiento, y un escalofrío recorrió su espalda. ¿Podría usar esa atención a su favor? La noche apenas comenzaba, y Lady Midnight estaba lista para jugar.
Esto es un juego de ajedrez, y ella acababa de dar su primer movimiento, sin saber aún quién era su nuevo adversario.
Las máscaras añadían un aire de intriga, haciendo que cada rostro fuera un posible aliado o un peligro latente.
Mientras se movía entre la gente, buscando a Sebastián, sintió una presencia a su lado. Era más marcada esta vez. Una figura alta, que se movía con una seguridad casi depredadora, mantenía una distancia prudencial pero constante.
No podía ver su rostro, solo la silueta imponente bajo la luz tenue. Era alguien que la observaba con una intensidad que la hacía sentir expuesta, a pesar del antifaz.
Aithana se acercó a la barra, pidiendo una copa. Mientras esperaba, sintió que esa mirada no se apartaba de ella. Giró sutilmente la cabeza, tratando de descifrar quién era. La persona se mantuvo en su sitio, observándola sin delatar su identidad. Era un juego, una provocación silenciosa. Aithana sonrió internamente. Si este era el primer acto, estaba dispuesta a jugar. Su objetivo principal seguía siendo Sebastián, pero esta nueva figura añadía una capa de complejidad que no podía ignorar.
Aithana tomó un sorbo de su bebida, sintiendo el líquido frío bajar por su garganta. Necesitaba mantener la calma y la concentración. Sus ojos recorrieron la sala, escaneando los rostros cubiertos por las máscaras, intentando identificar a Sebastián. Recordaba su manera de moverse, su sonrisa particular, incluso la forma en que sostenía su copa.
Mientras buscaba, la presencia a su lado se mantuvo firme. Era como si esa figura estuviera esperando algo, o quizás, simplemente disfrutando del espectáculo. Aithana decidió que era hora de moverse, de mezclarse más, de ser una sombra entre las sombras. Caminó hacia un grupo que reía animadamente, esperando que su camino la acercara a Sebastián, o quizás, a alguna información sobre él.
Pero justo cuando pensaba en dar un paso más, escuchó una voz grave y seductora cerca de ella.
—Una noche llena de misterios, ¿no crees?— La pregunta no iba dirigida a nadie en particular, pero la cercanía y el tono hicieron que Aithana se girara instintivamente.
No podía ver quién hablaba, pero la voz resonaba con una familiaridad extraña, y la sensación de ser observada se intensificó.
Aithana se giró, su antifaz ocultaba cualquier rastro de sorpresa o incomodidad. La voz era profunda, con un matiz que le resultaba extrañamente familiar, aunque no podía ubicarla.
—Cada máscara esconde una historia— respondió con una voz controlada, manteniendo la ambigüedad. —Y esta noche, parece que muchas historias están a punto de revelarse—
Mientras hablaba, intentó vislumbrar a la persona que le había dirigido la palabra, pero la figura se mantenía en la penumbra, justo en el borde de la luz.
La presencia que la había estado observando seguía allí, pero ahora se sentía más como un eco distante, mientras que esta nueva voz se robaba toda su atención.
Aithana se permitió una leve sonrisa.
Esta fiesta era más intrigante de lo que esperaba. Si bien Sebastián seguía siendo su objetivo principal, esta interacción inesperada añadía un elemento de juego que no podía rechazar.
Decidió seguirle la corriente, ver hasta dónde la llevaba esta conversación enigmática.
La voz respondió con una risa baja y contenida. —Y tú, Lady Midnight, pareces ser una de las historias más cautivadoras de la noche— La familiaridad en el tono persistía, picando la curiosidad de Aithana.
¿Quién era este desconocido que parecía conocerla, o al menos, intuir su esencia?
Aithana dio un paso más hacia la fuente de la voz, intentando discernir alguna característica.
—Y tú pareces un experto en descifrar enigmas— replicó, manteniendo su guardia alta, pero permitiendo que la intriga la guiara.
La conversación era un baile sutil, cada palabra calculada.
Mientras tanto, la figura alta y observadora que había notado antes se movió discretamente hacia el otro lado de la sala, como si hubiera cumplido su propósito inicial. Aithana, absorta en esta nueva interacción, apenas se dio cuenta. La atención ahora estaba completamente enfocada en la voz seductora y el misterio que la rodeaba.
¿Sería este el primer obstáculo, o quizás, una inesperada aliada en su búsqueda?
—Interpretar enigmas es mi especialidad— continuó la voz, ahora un poco más cercana. Aithana sintió un leve roce en su brazo, como si la persona estuviera ahora a su lado, compartiendo el espacio. El gesto, aunque sutil, la hizo tensarse por un instante.
Era un contacto inesperado, pero extrañamente reconfortante, como si una corriente eléctrica la recorriera.
—Y tú, Lady Midnight— añadió la voz, con un tono que ahora sonaba casi juguetón, —pareces tener el tipo de misterio que vale la pena desentrañar— Aithana intentó captar una mirada, pero el antifaz de la otra persona también ocultaba su rostro. Solo podía percibir la presencia, la seguridad y esa voz que, a pesar de no poder ubicarla, la atraía de una manera inexplicable.
En ese momento, vio a Sebastián a través de la multitud. Estaba hablando con un grupo de personas, ajeno a la conversación que ella estaba teniendo.
La urgencia de su misión volvió con fuerza. ¿Debía seguir explorando esta conexión inesperada o ir directamente hacia su objetivo? La decisión se sentía como un punto de inflexión en ella.
La dualidad de la situación la golpeó. Por un lado, Sebastián, su objetivo, el nudo central de su venganza. Por otro, esta voz que la desarmaba con su misterio y familiaridad. Aithana decidió que no podía permitirse distracciones, al menos no todavía.
—Es un placer conocer tu habilidad para los enigmas— dijo Aithana, con su tono firme, pero con un matiz de disculpa implícita. —Pero debo encontrar a alguien— Con una última mirada hacia la figura que la acompañaba, se deslizó entre la multitud, abriéndose paso hacia donde había visto a Sebastián.
Mientras caminaba, sintió una punzada de algo parecido a la decepción, una sensación extraña y confusa.
La presencia de la voz se desvaneció, pero la energía que había sentido, esa chispa inexplicable, permaneció. Era como si una parte de ella quisiera quedarse, explorar más.
Justo cuando estaba a punto de alcanzar a Sebastián, sintió de nuevo esa mirada intensa, esa presencia que la había estado observando desde que llegó.
Esta vez, no se atrevió a girarse. Sabía que era la misma energía que la había atraído antes, pero ahora se sentía diferente, más distante, como si observara desde lejos.
La noche se estaba volviendo un laberinto de sensaciones y presencias, Aithana empezaba a sentir que no estaba tan sola como creía...
POV AITHANA.
Mi corazón latía con una furia contenida mientras me acercaba a él.
Sebastián.
El hombre que me robó dos años de mi vida, dos años de promesas vacías y un futuro que nunca existió. Íbamos a casarnos, y él... él ya estaba casado.
Me engañó, me usó, me destrozó.
Ahora, en esta fiesta, iba a pagar por cada lágrima, por cada noche de insomnio.
No podía ir directamente hacia él. Necesitaba que me viera, que me deseara, que cayera en mi juego sin saber que era yo.
Tenía que ser una desconocida, una tentación irresistible.
Mi plan era simple: seducirlo, hacer que su esposa se diera cuenta de lo que estaba perdiendo, y que él sintiera el mismo vacío que yo sentí al descubrir su traición.
Me detuve a unos metros, permitiendo que mi mirada se posara en él. Busqué la manera perfecta de cruzar su camino, de captar su atención de forma casual. Vi una oportunidad cuando él se giró para hablarle a alguien. Tomé una copa de champán de una bandeja que pasaba, mi mano temblaba ligeramente, pero mi expresión era de una calma estudiada.
Caminé con una gracia calculada, como si estuviera perdida en mis pensamientos, pero asegurándome de que él pudiera verme. Mis movimientos eran deliberados, cada paso tenía una invitación silenciosa. Cuando estuve lo suficientemente cerca, dejé que mi mirada se encontrara con la suya por un instante fugaz, una chispa de intriga, nada más. Luego, volví a mirar hacia otro lado, como si no me importara su atención. Quería intrigarlo, hacerlo preguntarse quién era esta mujer enigmática.
Sebastián se giró, sus ojos recorrieron mi figura con curiosidad. Había captado su atención, justo como lo planeé. Una sonrisa apenas perceptible se dibujó en mis labios mientras me acercaba a la barra, como si buscara un respiro en medio de la multitud. Él, sin dudarlo, comenzó a caminar hacia mí.
—Disculpa— dijo su voz, esa voz que una vez me hizo soñar y que ahora me causaba repulsión. —No te había visto antes. Soy Sebastián— Extendió su mano, un gesto que me revolvió el estómago, pero que acepté con una sonrisa encantadora.
—Es un placer— respondí, suave y un poco ronca cambiando mi voz, tratando de sonar misteriosa. —Soy... Isabella— El nombre era una máscara más, una capa adicional para mi venganza. —Primera vez en una fiesta como esta. Es... interesante— Dejé que mi mirada se detuviera en él un segundo más de lo necesario, insinuando un interés que no era real, pero que él necesitaba sentir.
Él sonrió.
—Es bastante animada— respondió, sus ojos fijos en los míos. —Pero creo que la mejor compañía está aquí, en la barra— Mi corazón dio un vuelco.
Estaba cayendo en el anzuelo.
Ahora venía la parte difícil: mantener la fachada, hacerlo desear más, mientras mi mente maquinaba el siguiente movimiento.
Tenía que ser sutil, pero efectiva.
Tenía que hacerle sentir que yo era algo que él nunca había tenido, algo que valía la pena dejarlo todo por conseguir.
Mientras conversaba con Sebastián, sentí que el tiempo se dilataba, pero también que las distracciones eran inevitables.
Varias personas se acercaron, lanzándome cumplidos sobre mi apariencia, halagos que acepté con una sonrisa educada, pero sin dejar que me desviaran de mi objetivo principal.
Mi atención, sin embargo, se vio momentáneamente capturada por una presencia que se hizo más fuerte a mi alrededor.
Era la misma energía que había sentido antes, esa sensación de ser observada, pero ahora se sentía más cercana, más definida. Giré la cabeza disimuladamente, tratando de ubicar de dónde venía, pero solo alcancé a percibir una figura que se movía con sigilo entre la multitud, manteniendo una distancia prudente. Era la misma aura de misterio, pero ahora con un toque de familiaridad que me inquietaba.
Sebastián, ajeno a estas interrupciones, continuaba con su charla, ajeno a mi leve distracción.
—Entonces, Isabella— dijo, con esa sonrisa que ya empezaba a parecerme insoportable, —¿qué te trae a una fiesta como esta, tan lejos de tu... círculo habitual?—
Me volví hacia él, mi mente procesaba la dualidad de la situación: la necesidad de mantener mi fachada de seducción con Sebastián, y la creciente curiosidad, casi una premonición, sobre esta presencia que volvía a acercarse.
—Digamos que busco nuevas experiencias— respondí, con mi voz un poco más tensa de lo que pretendía. —Y a veces, las experiencias más interesantes se encuentran donde menos las esperas—
La verdad ya estaba como arta de hablar con él. Tengo que ser más fuerte si quiero terminar esto.
—Disculpa un momento, Sebastián—dije, manteniendo el tono seductor. —Necesito un retoque rápido— Él asintió, distraído por su propia conversación con alguien más que se había unido.
Me escabullí hacia los sanitarios, con mi mente acelerada. Al verme en el espejo, la furia volvió a asomar. Me retocé el labial con precisión, pero mi reflejo me devolvió una mirada intensa, y decidida.
Al salir, justo al doblar la esquina, me encontré cara a cara con él.
El hombre misterioso.
Su presencia era magnética, casi palpable.
—Hola de nuevo— dijo, con una sonrisa que no llegaba del todo a sus ojos, pero que era genuinamente intrigante. —Veo que la noche te trata bien—
Me sorprendió un poco, pero mantuve la compostura.
—Hola— respondí, mi voz un poco más suave esta vez. —Solo un poco—
—Tu copa parece haber llegado a su fin— comentó, señalando mi vaso vacío. —Permíteme invitarte a otra. No quiero que la conversación se detenga— Había algo en su manera de hablar, una mezcla de cortesía y una insinuación de algo más, que me atraía a pesar de mí misma. —Además, me gustaría presentarme correctamente. Soy Lorenzo—
—Gracias, Lorenzo— acepté, sintiendo una punzada de curiosidad. —Isabella. Y sí, mi copa estaba pidiendo a gritos ser rellenada— Mientras él iba a buscar las bebidas, mi mente trabajaba a toda velocidad. Este Lorenzo era un enigma, y justo en este momento, Sebastián empezaba a parecerme un obstáculo, no el objetivo.
Después de unos minutos de charla amena, donde Lorenzo demostró ser un conversador agudo e interesante, me lanzó la invitación.
—Isabella, me encantaría seguir esta conversación. Hay una reunión más exclusiva en dos días, en un ambiente de alta sociedad. Sería un placer si pudieras acompañarme— La oferta era tentadora, una puerta a un mundo diferente, y quizás, un nuevo ángulo para mi venganza.
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