...¡Hola, mis queridos lectores!, en esta oportunidad quiero agradecer de antemano su apoyo a cada una de mis obras. También quiero pedirles nuevamente su apoyo en este nuevo desafío que es la continuación de la novela "Alma Rota" dejando sus comentarios y likes. Recuerden que cada palabra que escribo las plasmó pensando en su disfrute....
Punto de vista de Aria
Me llamo Aria Estrada, tengo dieciocho años y en poco tiempo cumplire mis dieciocho años. Mis ojos verdes y mi cabello claro serían una combinación perfecta para cualquier joven de mi edad, sin embargo, no es mi caso. Soy de estatura promedio con un cuerpo que, aunque bien formado, escondo bajo ropa ancha para no llamar la atención. Lucho contra el asma y una visión limitada que me obliga a usar anteojos, opacando el brillo esmeralda de mis ojos.
Soy el resultado de dos apellidos poderosos: Estrada y Castiblanco. Mi padre, un hombre imponente, es una fuerza temida en el mundo empresarial. Sin embargo, en casa, se convierte en la persona más dulce para mi madre, Alma, una mujer hermosa de carácter dócil. Ella era la única capaz de aplacar a la "fiera" que vivía dentro de mi padre, Lorenzo.
Los amaba con todo mi ser, ellos eran el centro de mi vida. Todo parecía normal, hasta que mi madre llegaba con sus historias de reencarnación y un destino que, según ella, podía cambiarse si el amor prevalecía. De niña, esas historias me encantaban, pero con el tiempo se volvieron más y más absurdas.
A punto de cumplir la mayoría de edad, la intensidad de Alma se hacía cada vez más notoria, como si quisiera que creyera en sus cuentos de hadas. Las discusiones se volvieron constantes. Casi no me gustaba estar en casa, pero ¿dónde más podía ir? La gente huía de mí al saber quiénes eran mis padres. La soledad era mi única consejera.
—¿Otra vez triste? —preguntó mi padre, asomándose en mi habitación.
—Lo de siempre. Sabes que mamá se pone intensa con sus historias —respondí, volviendo la mirada a la ventana.
Ver pasar a los vecinos era mi único pasatiempo, mientras mi vida se consumía entre estas cuatro paredes.
—No seas dura con tu madre, ella solo quiere advertirte, a su modo, de los peligros que hay ahí fuera.
—Lo entiendo, pero a veces solo quisiera ser una chica normal y tener amigos.
—Eres una joven normal.
—¡Mírame! —exclamé, interrumpiéndolo—. Soy fea, vivo enferma y tengo una madre que se está volviendo loca, no creo que la palabra normal sea la más adecuada para describirme.
Las lágrimas comenzaron a caer, nublando la vista frente a mí.
—No llores, mi niña. Pronto todo eso acabará y podrás tener una vida feliz. Y en cuanto a que eres fea, eso no es cierto. Eres la joven más hermosa que conozco.
—Quisiera ser tan hermosa como mamá. ¿Por qué no me parezco a ella? —Mi voz se rompió en un susurro.
—Aunque no lo creas, te pareces mucho a ella. Son como dos gotas de agua.
—Eso es mentira. Mi mamá es una mujer hermosa y decidida. Su confianza es insuperable.
—Hubo una época en la que tu madre era insegura y nunca alzaba la voz, pero con el tiempo se convirtió en la mujer que es ahora. Ya no llores más y vamos a cenar.
—¿Puedo quedarme en mi habitación esta noche? Solo quiero descansar, por favor, papá.
Lorenzo salió de mi habitación, dejándome a solas con mis inseguridades. Fijé la mirada en la casa de enfrente, donde vivía Ethan De La Fuente, el chico más popular de la escuela. Desde que llegó hace un año, me fijé en él. Sus cabellos y ojos negros le daban un aire de misterio que me atraía. Su piel blanca, siempre bronceada, sus labios que invitaban a ser besados y su cuerpo, esculpido como el de un dios, enloquecían a cualquiera.
Las risas llamaron mi atención. Miré en su dirección y vi a Clara Villanueva y a su séquito de descerebradas amigas mirándome y riéndose a carcajadas. Ella: Clara caminó hacia Ethan, le susurró algo al oído y, de manera descarada, él la besó en la boca, con sus ojos fijos en los míos. La escena me revolvió el estómago. Cerré la ventana de golpe y me metí en la cama.
Esa noche no pude dormir, pensando que era a mí a quien Ethan besaba, que era a mí a quien él quería. La mañana llegó en un abrir y cerrar de ojos. Me levanté y me dirigí al baño. Después de asearme, busqué la ropa más grande de mi armario. Hoy quería pasar desapercibida en la escuela.
Recogí mi cabello en un moño alto y desordenado. Me miré los ojos. Eran extraños; brillaban con la fuerza de una esmeralda, pero al ponerme los anteojos, su brillo se apagaba. Siempre pensé que ese brillo era precisamente por mi ceguera por lo que no le prestaba atención.
Salí de la habitación y me encontré a mis padres en el pasillo.
—Buenos días, hija. ¿Lista para un nuevo día? —preguntó mi padre, emocionado.
Me encogí de hombros, en señal de que me daba igual. Mi madre, sin embargo, no perdió la oportunidad de molestarme.
—¿Por qué siempre tienes esa actitud? Y mira esa ropa, te queda enorme.
—Me siento cómoda. No es como si fuera a un concurso de belleza.
—Aria, cuida el tono. Soy tu madre y solo busco tu bienestar.
—No estoy siendo grosera. Solo me siento bien así. No quiero llamar la atención, solo quiero ser invisible.
—Bueno, no empiecen a discutir. Mejor vayamos a desayunar y hablamos de tu dieciocho cumpleaños.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro. No entendía por qué anhelaba tanto ese día.
Pero no todos estábamos felices. En el rostro de mi madre, vi un rastro de preocupación. A veces, me gustaría saber qué era lo que le daba tanto miedo y por lo que me cuidaba de forma tan exagerada.
Nos sentamos a la mesa a desayunar como una familia normal. Mi madre no volvió a hacer ningún comentario sobre mi apariencia; más bien, se veía preocupada y algo distante.
Punto de vista de Alma
El dolor de ver a mi hija sufrir era una herida abierta, pero era la única forma de protegerla de las fuerzas oscuras que la acechaban. Desde que cumplió tres años y vimos lo que era capaz de hacer, cada día era una lucha por mantenerla a salvo. No importaba lo que hiciéramos, el peligro siempre encontraba la manera de acercarse.
Una noche, mientras hablaba con Lorenzo, la habitación se llenó de una luz suave y el aroma a jazmines. Una mujer, con una belleza que quitaba el aliento, apareció ante nosotros. Se presentó como la Rosa Blanca. Su presencia nos inundó de una paz tan profunda que el miedo se disipó.
—No me teman, solo he venido a ofrecerles una solución —dijo con una voz que era como una melodía. En ese momento, sus ojos se encendieron, volviéndose del color verde esmeralda más puro que jamás había visto.
Lorenzo me envolvió con su brazo, protector.
—¿Quién eres y qué quieres de nosotros?
—Soy la Rosa Blanca. He sido enviada para darles una opción que protegerá a su hija.
Su voz me resultaba extrañamente familiar, como un eco de un recuerdo muy lejano.
—¿Una solución? —pregunté, aferrándome a la esperanza.
—Así es, Alma. Ustedes temen por la seguridad de Aria, y nosotros tememos que su poder la arrastre hacia el mal. Por eso estoy aquí.
La Rosa Blanca nos presentó una opción arriesgada, casi impensable, pero era la única manera de ganar tiempo. Después de analizarlo una y otra vez, aceptamos. La solución no sería eterna, pero nos daría casi quince años de ventaja.
Ahora, ese tiempo está a punto de terminar. Aria cumplirá dieciocho años en unos días, y el temor que me persigue desde hace tanto tiempo ha vuelto a mi corazón.
—Sé que estás preocupada —me dijo Lorenzo, tomando mi mano—, pero hemos criado a una niña buena y noble. Estoy seguro de que el bien que lleva dentro es más fuerte que cualquier oscuridad.
—Aún es inmadura. Está en la edad de deslumbrarse por lo prohibido —respondí, con la voz quebrada.
—Le hemos enseñado nuestros valores. Confía en lo que le hemos dado. Ahora, el verdadero problema es cómo le revelaremos la verdad.
Era un problema aún mayor que el anterior. Le habíamos ocultado su verdadera naturaleza toda su vida. Anulamos sus dones cuando apenas era una niña y le quitamos su belleza natural para que nadie la encontrara atractiva. Solo espero que pueda entender el porqué de nuestras decisiones y que algún día nos perdone.
Punto de vista de Ethan
Mi nombre es Ethan De La Fuente. Tengo dieciocho años y mi pasatiempo favorito es coleccionar corazones rotos de las chicas más ricas del país. Mi última conquista, la hija del dueño de una empresa multimillonaria, causó un escándalo que llevó a mis padres a enviarme a este aburrido pueblo.
Aunque parezco un chico cualquiera, mi vida es un entramado de mentiras. Mi familia y yo compartimos un secreto antiguo y oscuro.
Llevo un año en este colegio, o quizás sea más. Ya no sé cuántas veces me he graduado, y las imágenes de mis vidas pasadas se amontonan en mi mente. Las clases me aburren; ya me sé la historia de cada país del mundo. Es un hastío constante.
Al llegar a la sala, encontré a mis padres sentados, perdidos en una burbuja de afecto que duraba ya siglos. Se amaban —o lo que sea que ellos sintieran— como si fuera su primer día juntos, una escena que me resultaba nauseabunda.
—Ya me voy —grité, saliendo por la puerta.
—Trata de portarte mal —me dijo mi padre antes de que la puerta se cerrara por completo. O, mejor dicho, mi padrastro.
Nunca he sabido quién era mi verdadero padre, y la verdad es que no me importa.
En el porche, me esperaba Clara, una humana de cabello rubio, con curvas sensuales que encendían mi fuego interior. Era mi válvula de escape, la forma de saciar mis instintos más bajos, pero incluso con ella, sentía un vacío profundo.
Clara se reía con sus amigas, señalando la casa de enfrente. Ahí vivía Aria, la chica más sosa que mis ojos habían visto. La típica empollona con gafas, con un cabello castaño sin vida y una ropa sin gracia. Y, para mi desgracia, suspiraba por mí.
Clara se acercó contoneando sus caderas, susurrando en mi oído: —La nerd se muere por ti. Vamos a darle un espectáculo.
Entendí la indirecta. La tomé por su melena rubia y la besé con pasión, asegurándome de que mis ojos estuvieran clavados en la ventana de Aria. Creí que se quedaría ahí, viéndonos, deseando que fuera ella a la que besaba. Para mi sorpresa, se levantó, cerró la ventana y desapareció de mi vista.
—Se fue la mojigata —comentó Luisa, una de las amigas de Clara.
Dejé de besar a Clara, mi mente nublada por la extraña reacción de Aria. Por alguna razón, me molestó que me ignorara. ¿Qué se creía? Cualquiera en su lugar se habría quedado a ver el espectáculo o, incluso, se habría unido a él.
Sin ganas de seguir con el plan, dejé a las chicas en casa de Clara. Esa noche, el insomnio me acechó, así que decidí visitar a mi vecina. Quería ver qué hacía cuando creía que nadie la miraba.
Al principio, se movía inquieta en la cama, como si no pudiera conciliar el sueño. Quizás la escena de hace unas horas la había afectado, o tal vez era una insomne como yo. Después de un rato, se durmió, y aproveché para entrar en su habitación. Era un espacio acogedor, con paredes de un suave color crema. Vi fotos familiares de una niña pequeña y otras de ella creciendo.
Tomé uno de sus perfumes; olía a rosas frescas. Había muchos peluches, pero un objeto en particular llamó mi atención: un pequeño cuaderno con un candado muy fácil de abrir. Su diario.
De repente, se movió bruscamente en la cama, y sentí que pronto despertaría. Tomé el diario y salí corriendo de la habitación. No sé por qué, pero necesitaba saber lo que ella, la chica más aburrida que había conocido, escondía en esas páginas.
Punto de vista de Aria
Llegué a la escuela como todos los días, con el peso de la rutina sobre los hombros. Caminando por los pasillos, deseando escapar, choqué con la engreída de Clara. Al verme, una sonrisa de burla se dibujó en su rostro.
—Miren nada más, ¿quién está aquí? La estúpida nerd —dijo, lo suficientemente alto para que todos la escucharan.
Traté de ignorarla, pero su mano me sujetó el brazo con fuerza.
—¿Quién te dio permiso de irte? ¿Crees que no vi cómo mirabas a mi novio anoche?
Un escalofrío me recorrió la espalda. Clara estaba gritando a los cuatro vientos que me gustaba Ethan. La gente a nuestro alrededor empezó a reír y a señalarme. Sentí que me encogía, que me hacía más pequeña, preguntándome cómo era posible que me trataran así siendo la hija de quien era.
Me solté de su agarre con un empujón que casi la hace caer. —Nunca más vuelvas a tocarme —grité, y el pasillo se quedó en un silencio sepulcral.
Recogí mis cosas del suelo y corrí en dirección contraria a mi salón. Subí a la azotea, donde las lágrimas que había contenido empezaron a brotar. Me sentía expuesta y humillada, como si hubieran robado mi intimidad para exhibirla ante todos. No podía parar de llorar.
De pronto, un pañuelo apareció frente a mí. Al levantar la mirada, me encontré con esos ojos oscuros y profundos por los que estaba llorando.
—Gracias, pero me voy —dije, poniéndome de pie.
Ethan me tomó de la mano para detenerme.
—No hagas caso a las idioteces de Clara. Ella solo ve la superficie, tú eres mucho más —sus palabras me causaron una gran confusión. Me pellizqué el brazo, intentando convencerme de que no estaba soñando. El viento frío me recordó que todo era real.
—Para ti es fácil decirlo... No fue a ti a quien humilló en público.
—¿Tan malo es que te guste? —Su voz, un susurro ronco, hizo que mis mejillas ardieran.
—Olvídalo, no es cierto. No me gustas, ni nunca me has gustado —dije, buscando una salida.
—Tus mejillas dicen lo contrario.
Ethan pasó las yemas de sus dedos por mi rostro, dejándome sin aliento.
—Por favor, déjame ir. Yo no debería estar aquí.
—Yo quiero que estés aquí. Me gustaría probar el sabor de tus labios —susurró, inclinándose hacia mí.
—¿Estás jugando conmigo? —pregunté, aunque ya conocía la respuesta.
En ese instante, Clara apareció, riendo a carcajadas y grabando con su celular. Miré a Ethan con una mezcla de desprecio y dolor, lo empujé con fuerza y salí corriendo. No volví a mirar atrás. Salí de la escuela, decidida a no regresar nunca más.
Punto de vista de Ethan
Había pasado la noche leyendo el diario de Aria, que había tomado de su habitación.
Con cada palabra, sentía algo distinto, algo que nunca había experimentado. Sus escritos me transportaron a un universo de dolor y rechazo, revelando una belleza melancólica que me conmovió profundamente.
Al amanecer, me dirigí a la escuela, pero antes hice una parada para devolver el diario, sintiendo que no me correspondía seguir leyendo su alma. Cuando llegué a la escuela, vi a Clara atacándola, pero esta vez Aria se defendió.
La vi correr hacia la azotea y la seguí usando mis habilidades, lo que me permitió llegar antes que ella. La escuché llorar con un dolor tan puro que, por primera vez, sentí empatía por un humano. Me acerqué con cautela, le ofrecí un pañuelo, pero ella lo rechazó apenas me vio.
Quiso irse, pero la detuve. Quería tenerla cerca más tiempo. Comencé a coquetear, una técnica que nunca me había fallado, pero con ella fue distinto. Aria no cayó en mis brazos, en cambio, intentó huir. Cuando logré convencerla de que se quedara, la inoportuna de Clara apareció, grabando y burlándose sin contemplación. Jamás había visto a un humano tan cruel, y eso que apenas salía de la adolescencia.
—Ella de verdad pensó que alguien como tú se fijaría en su horrible cara —se burló Clara, y la rabia que sentí era inmensa.
Mis manos se convirtieron en puños, intentando controlar el impulso de revelar mis verdaderos poderes. Clara seguía grabando, y Aria, llena de dolor, salió huyendo del lugar. Yo fui tras ella.
—¿Qué te pasa con esa nerd? ¿Acaso te gusta? —preguntó Clara, deteniéndome con frialdad—. Si te vas tras ella, esto se acaba aquí y ahora.
—¡Perfecto! —exclamé, soltándome de su agarre. No sería una humana quien dominaría a un ser de cientos de años.
Corrí detrás de Aria, pero no pude alcanzarla. Subí a mi motocicleta y rastreé el dulce olor a flores que emanaba de ella. La encontré en una parada de autobuses. Me detuve frente a ella, le extendí un casco e la invité a subir.
—Déjame en paz, vete con tu novia y no me busques más problemas —su voz temblorosa me conmovió.
—Déjame demostrarte que no soy como ella. Ya que no entraremos a clases, al menos salgamos a divertirnos —dije, ofreciendo mi sonrisa más cautivadora.
Un auto negro se acercaba a la distancia. Noté que Aria se ponía nerviosa, así que tomó el casco y se lo colocó rápidamente, subiendo a la moto.
—Vámonos rápido, por favor —suplicó.
Sonreí, sabiendo que había conseguido lo que quería. Puse en marcha la moto y nos alejamos de la escuela. Conduje hasta lo alto de la montaña que rodeaba el estúpido pueblo, hasta mi lugar favorito: una cascada oculta.
—Llegamos —dije, ayudándola a bajar.
—Estamos muy lejos del pueblo —comentó con nerviosismo.
—Solo quería un momento de privacidad contigo, aquí nadie nos molestará.
Intenté acercarme a ella, pero retrocedió.
—No te confundas, solo vine contigo porque estaba huyendo de mi mamá. Nada más.
Sus palabras me bajaron de la nube en la que me había subido.
—O sea, me utilizaste para escapar de tu casa.
Sonreí ante la ironía. Yo pensando que había caído rendida a mis pies y, en realidad, solo fui su tabla de salvación.
Download MangaToon APP on App Store and Google Play