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PERSUASIÓN

LA LLEGADA

...PERSUASIÓN es una obra original de IRWIN SAUDADE...

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...Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra a través de los diversos medios, ya sea impresos o digitales, sin el consentimiento del autor. ...

...❤️❤️❤️...

Alguna vez estuve a punto de casarme. A Félix le pertenecía mi corazón y yo era tan feliz a su lado. Pero él era un hombre sin estatus en la clase alta, no tenía fortuna y me persuadieron de abandonarlo.

Ahora soy soltero y prospero. Paso el tiempo bebiendo vino fino. Me doy baños calientes y suelo posar tumbado en mi cama como terapia relajante. Como dije, soy próspero. ¿Quien necesita amor cuando se tiene... salud?

Mi familia es un desastre y no se me ocurre alguna idea para poder escapar de toda esta gente que me asfixia a veces con sus tontos "estándares altos". Mi padre no está muy contento conmigo y solo mis dos hermanas son el único motivo de su presunción.

Pero un día la fortuna familiar desapareció de la noche a la mañana porque mi padre no tuvo autocontrol y se acabó toda la riqueza. Por eso es que en este momento, me encuentro mostrando la lujosa casa en la que solíamos vivir. ¡Los arrendatarios parecen ser un matrimonio agradable!

—¡Es precioso! Todo es exquisito, seremos excelentes arrendadores —dice él.

—¿Le gusta estar aquí? —Me atrevo a preguntarle a la esposa.

—La casa es bellísima. ¡Es de esos pocos lugares en los que me siento en calma!

—¿Ha viajado mucho?

—Más de lo que crees. He ido a Europa, Asia, Australia y sí, me encanta Tailandia. ¿Tu has viajado?

—Muy poco en realidad.

—¿Qué edad tienes? —Me pregunta el hombre.

—Veinticinco.

—Cinco años menor que el hermano menor de mi querida esposa. ¡Tal vez se llevarían bien! Mi cuñado no es muy sociable que digamos.

—Sabes que mi hermano es un narcisista, nada suele complacerlo.

—De hecho, conocí a su hermano —me atrevo a decirle.

—¿De verdad?

—Sí. Cuando estaba en la escuela, me tocó diseñar el estampado de su automóvil. El auto veintitrés.

—¿Tu hiciste el trabajo del auto veintitrés?

—Sí. Yo lo hice.

—¿Tú eres Gus? —Me pregunta ella.

—¡Así es!

—Deberías venir a cenar mañana, Félix vendrá a visitarnos. Seguramente le dará mucho gusto volver a verte.

Siento una brisa golpearme el rostro. Los rosales de mi padre se menean de acá para allá y siento que mi corazón comienza a latir de forma extraña. ¿Cómo terminamos así? ¿Por qué estoy mostrando la casa de mis padres a un matrimonio lejano a nuestra familia?

—¡Gracias por la invitación! Pero no sé si de verdad pueda acompañarlos, mi hermana me pidió socorrerla en su casa. La pobre pescó un resfriado.

—Bueno, Félix estará aquí durante un tiempo. Ojalá y tu hermana se mejore pronto, estaremos al tanto, espero no te moleste.

—¡Para nada! Que gentil es usted.

...❤️❤️❤️...

Me toma al menos media hora poder llegar a la casa de mi hermana. Bajo del auto. Tomo entre mis manos a mi pequeño conejo y lo acomodo en mi regazo. Las flores de lavanda se mecen en la entrada de la casa, comienzo a caminar hasta poder entrar y entonces, los sonidos que ella produce me hacen pensar en que está quizá es otra de esas ocasiones en las que el drama está presente.

—Laura, ¿cómo estás? —Me animo a preguntarle.

—¡Al fin llegas! Estoy mal. ¡Me encuentro al borde de la muerte! Que dicha que estés conmigo. James salió de compras y me dejó aquí.

—¿Te compró flores?

—Fueron mis suegros. ¡Pero ni siquiera han venido a verme! Agradezco mucho el detalle de sus flores pero al final, se van a marchitar y eso no es muy animador para una moribunda como yo.

—¿Ellos...?

—¡Mis suegros me odian! De no haber sido porque yo me animé a escribirle a Elizabeth, tú no habrías llegado.

—Sabes que eso no es cierto, te queremos muchísimo y yo habría venido a verte si hubieses preferido escribirme directamente a mí.

—¡Ya lo sé! Pero sabes que también soy muy dramática.

Me siento a su lado, ella me toma de las manos y sonríe. ¡Tenía meses que no nos veíamos!

—¿Quieres que prepare un té relajante para ti?

Pero en el ventanal detrás de mi hermana, ellas pasan con unas sonrisas amplias.

—Tus cuñadas están aquí —le hago saber a mi hermana.

—Sí, pero no han venido por mí. Ellas vienen a verte a ti.

Segundos después, ellas se abalanzan sobre mí. ¡Son las chicas más felices del mundo!

—¡Qué bueno verte otra vez! Te extrañamos muchísimo Gus —Dice Henrietta.

—Yo me siento muy cálido aquí, gracias por este recibimiento —les hago saber.

—Está noche habrá fiesta. Cenaremos lasaña, escucharemos tu música y bailaremos como si no hubiese un mañana —dice Luisa.

—¿Y no piensan preguntar por mí? —Laura se atreve a interrumpir la felicidad de sus cuñadas.

—Sí, te trajimos más flores. Las acabamos de recortar para ti. ¡Gerberas! —Dice Henrietta.

—¿Más flores? Se van a marchitar y eso solo me va a recordar lo moribunda que estoy —se queja mi hermana.

—¡Gus! —Mis sobrinos se emocionan y corren para abrazarme.

—¡Hola Gus! —Mi cuñado saluda.

—¡Hola James!

Los niños me hacen caer al suelo y siento como me tocan con emoción. Sus manos me toman de las mejillas y sus risas me hacen sentir bien.

—Está noche habrá fiesta —dice mi cuñado—. Mis padres han invitado a los Márquez, se preparará una cena deliciosa y...

—¡Y el joven más apuesto de todos los tiempo vendrá a nuestra casa! —Luisa está emocionada.

—¿El joven más apuesto? —Laura quiere indagar.

—Sí. El hermano de la señora Márquez. Es un habilidoso conductor y ha competido en carreras muy importantes.

—¿Un conductor?

—Sí.

—¿No sabía que te gustaban los pilotos automovilistas? —Laura dirige su mirada a mí y se muerde los labios.

¡Ella sabe perfectamente lo que está por acontecer! Y yo solo me limito a aparentar tranquilidad.

...❤️❤️❤️...

—¿Por qué aún sigues soltero? —Luisa se anima a preguntarme.

Estoy sentado frente a un espejo, uso un peine y acomodo mi cabello.

—Pues es que me gusta mi soltería.

—¿De verdad?

—Sí.

—Tu hermana dice que has recibido muchas propuestas de jóvenes ricas y hermosas. ¿Por qué aún no cedes a los deseos de tu padre?

—Papá dice que debo casarme, pero si aún no estoy listo, no debo presionarme.

—Hoy vendrá un hombre muy guapo, lo he visto en fotos, pero no sé. ¿Crees que debería arriesgarme?

—¿Arriesgarte a enamorarte de él?

—Sí, eso digo.

—Pues podrías intentarlo.

—¿Lo conoces?

—¿A quién?

—A Félix Rocha.

—Fue algo fugaz.

—¿Y cómo es?

—Es un hombre muy gentil.

Veo como ella sonríe y se levanta, se acerca a mí.

—¿Y es verdad que a él le gustan los chicos?

Su pregunta me toma por sorpresa y yo intento no parecer nervioso.

—Pues podrías aprovechar esta noche para preguntarle.

Terminó de acomodar mi cabello y decido ponerme de pie.

—Tu podrías ayudarme a intentar seducirlo. ¡Quiero enamorarme!

DE UN HOMBRE

—Es hora de irnos. ¿Dónde están los niños? —James acaba de encender las luces del pórtico de la casa.

—No lo sé, pensé que ellos estarían contigo —le hace saber mi hermana.

Entonces el llanto amargo de mi sobrino captura nuestra atención. Laura baja del auto y yo voy detrás de ella. Josecito esta llorando, le duele su brazo.

—¿Qué le pasó? —James quiere saber.

—Se desprendió de la rama de un árbol.

—¿Quién se quedará a cuidarlo? Mis padres esperan que yo lleve el pastel y...

—Yo puedo quedarme con él —me ofrezco sin dudarlo ni un segundo.

¿Por qué quedarme a cuidar al hijo de otros? ¿Por qué sentir la necesidad de no querer ver el rostro de Félix?

Una gran ventaja que la casa de mi hermana se situará a unos pocos metros de la casa de sus suegros.

—¿Quieres comer algo? —Le preguntó a Josecito.

—No. Tengo sueño.

—¿Te duele mucho?

—No, ya no me duele mucho.

—Entonces descansa pequeño. Yo me quedaré contigo.

—¡Gracias Gus!

Pasaron varios minutos hasta que sus ojos se cerraron. Aproveche para bajar a cenar algo. Carne jugosa con almendras y arándanos, puré de patata, pan tostado y una buena porción de ensalada de frutas. ¡Delicioso!

—¡Qué buen festín! Gracias a la visita de ese hombre guapo yo puedo disfrutar de esta comida tan... —la luz de toda la casa se va y eso me deja con un bocado a medio masticar en la boca y toda la oscuridad.

Lo primero que hice fue terminar de masticar la comida y tragarla. Bebí un poco de vino, caminé hasta la puerta y examiné. ¿Por qué la casa de los suegros de mi hermana si tenía luz? Salí a inspeccionar más, necesitaba encontrar el generador de emergencia que tenía mi cuñado instalado en alguna parte de la casa.

La música que sonaba en casa de los vecinos era muy agradable, hasta me dieron ganas de bailar pero en este momento, necesitaba encontrar el generador. Cruce los arbustos de lavanda, me acerqué a la ventana de la sala y entonces, toda la casa se iluminó.

—¡Buenas noches! —Su voz me hace voltear para verlo.

No puedo evitar espantarme. Siento sus manos sujetarme y de pronto, caigo al suelo como si me desvaneciera. Su cuerpo se ve diferente desde este ángulo, veo sus zapatos brillar con la humedad del pasto, extiende su mano para ayudarme a incorporarme.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Se me ocurre preguntarle.

Aún no soy capaz de tomar su mano. Se agacha, sus ojos se acercan a mí y es en ese instante en el que entiendo lo que está sucediendo.

—¿Me estás evitando?

—¿Por qué te estaría evitando?

—No te vi en la cena, tu cuñado dijo que estabas aquí. ¿Por qué te quedaste a cuidar a tu sobrino? ¿Te causa incomodidad que esté aquí?

—No, para nada.

Él toma la iniciativa y decide tomarme de la mano. Me ayuda a incorporarme y yo aparento estar bien, aunque me duele mucho mi espalda por el golpe de mi caída no improvisada, su calor me hace sentir muy nervioso. ¡Me pongo de pie gracias a su fuerza!

—Pensé que no querías verme —dice.

Su mano sigue unida a mi mano. No puedo creer que esto esté sucediendo.

—Yo no...

—¿Cómo has estado? —Se interesa por mí.

—Muy bien.

—Pareces nervioso.

—Bueno, es que en realidad...

—¿Te pongo nervioso?

—¡Nada que ver! Yo no estoy nervioso.

—¿Te da miedo la oscuridad?

—No.

—Pensé que aún te daría miedo la oscuridad, pero me sorprendió mucho ver que esta vez si te animaste a salir para intentar arreglarlo.

—¿Tu cortaste la luz? —No me da pena preguntarle.

—Claro. ¡Necesitaba verte!

—No tenía idea de que tu hermana viviría en la casa de mis padres.

—¡Es una casa muy bella! Yo les recomendé la casa.

—¿De verdad?

—Sí. Supe lo de tus padres y...

—Debo volver, ni sobrino está dormido y yo aún no termino de cenar —cambio el tema de forma radical.

—Está bien. ¿Te puedo acompañar?

—¿No te extrañarán en la cena de allá dentro? —Hago una seña en dirección a la casa de los vecinos.

—¿Por qué me extrañarían?

—Bueno, es que eres un hombre soltero y allí hay buenos partidos para ti.

Se ríe. No suelta mi mano.

—¿Buenos partidos? Esto no es un juego de futbol y yo no estoy persiguiendo ningún balón.

—¿Y qué estás persiguiendo?

Su mirada se vuelve intensa, sus pupilas son estrellas en la oscuridad y siento como comienza a acorralarme contra la pared. Sus pasos me hacen retroceder, su mano sigue unida a la mía y tengo nervios por esto que está sucediendo. ¿Por qué tuvimos que volver a encontrarnos? ¿Por qué no soy un balón de futbol?

—En este momento no persigo nada, pero estoy en la época de vacaciones. No tengo carreras programadas, salí a descansar de tantas carreras y sí, planeo disfrutar de esto.

—¿Del clima nocturno?

—Sí, también del clima nocturno pero, espero disfrutar más de tu compañía.

—¿Mi compañía? Pero es que eso es... —ni siquiera sé cómo debería terminar la frase.

Usa su otra mano para acariciar mi mejilla, mi respiración se agita y...

—¿Pensaste en mí todo este tiempo?

Sus labios se acercan a mi boca, siento su respiración retumbar contra mi rostro y mi corazón late como dinamita. ¿Por qué me está pasando esto? ¿Por qué este tipo vuelve a mí como si nada hubiese pasado? Parece tan despreocupado, ¿acaso se olvidó de todo el dolor que me ocasionó en el pasado?

—Félix, no puedo. No puedo dejar que sigas con esto —me atrevo a decirle.

—¿No sientes nada por mí?

—¿Por qué parece que no te importa lo que me hiciste la última vez?

—Fui descuidado contigo, estoy consiente de eso.

—¡Me rompiste el corazón! Solo te fuiste sin decir nada y me dejaste una caja de chocolates que solo duraron tres días.

—Gus, yo...

—Sí siento cosas por ti, pero no es justo que intentes usar mis sentimientos para lograr obtener lo que tanto quieres.

—¿Y qué es lo que quiero? ¿Sabes que es lo que quiero?

—No. La verdad no.

—¡Yo te quiero a ti!

Entonces siento que alguien golpea mi mejilla derecha.

—¡Despierta! ¡Gus! ¡Por favor! Tengo hambre —Josecito me despierta y entonces me doy cuenta de que todo había sido un sueño.

¡Félix estuvo en mi mente diciendo que me quiere!

GUAPO

—¿Y cómo estuvo la cena? —Me atrevo a preguntarles.

Mi hermana está degustando un pan con mermelada de zarzamora.

—Muy bien. Félix dijo que le gustaría pasear en lancha. Tiene ganas de pescar.

—¿Tu sabes pescar, Gus? —Me pregunta Josecito.

—No, nunca he practicado la pesca.

—Félix dijo que quería conocerte —James me hace saber.

Laura hace contacto visual conmigo y parece guardar la picardía para más tarde. ¡Ella sabe cosas!

—¿Él dijo eso?

—Sí.

—De hecho nos conocemos. Félix y yo nos conocimos tiempo atrás —le hago saber.

—¡Qué sorpresa!

—¿Y cómo son los pilotos de automovilismo? —Germán le pregunta a su papá.

Entonces es ahí donde yo me siento con la suficiente confianza y digo:

—Tienen una gorra en la cabeza —tomo el cesto del pan y lo pongo sobre mi cabeza—, también tienen una barba o bigote —dibujo un bigote con jalea de zarzamora—, usan sus manos fuertes para controlar el volante de su vehículo y siempre están diciendo ¡qué onda!

—¡Qué onda! —Su voz me hace quedarme estático.

Me pongo de pie, trago saliva y me olvido de la cesta de pan en mi cabeza. ¡Sus ojos me atraviesan el alma!

—¡Buenos días Félix! —James es cordial con el invitado—. Él es Gus, el hermano de mi querida esposa.

Fue en ese instante que, mis pupilas rodaron junto con mi rostro para poder apartar mi contacto visual con él. ¡Dios mío! Sus pupilas brillaban, su barba se había vuelto más abundante y estaba más alto que la última vez.

—¡Ya nos conocíamos! —Dijimos al unísono.

—¿Ya se conocían? —James dudó de nosotros.

—Sí. Nos conocimos hace muchos años atrás.

—Fue fugaz —añadí yo.

—Pero memorable —dice Félix.

¿A qué se refería con memorable? ¿Nunca dejó de pensar en aquel momento en el que...?

—Se hizo viejo —me atrevo a añadir—. ¡Ay, eso sonó mal!

—¿Qué quisiste decir?

—Viejo, más grande de cómo solías ser. Su rostro ha madurado y embarneció.

—El precio de una vida honorable.

—¿Insinúa que mi vida no tiene nada honorable?

—¿Cómo sabría eso?

—Su barba sigue en su lugar.

—Tu cabello está muy alborotado.

—¡Gracias!

—Bueno, creo que es hora de ir a alistar el bote —dice James—. ¿Quieres venir con nosotros, Gus?

—Yo, no creo poder. No dormí bien esta noche y me gustaría estar descansado para la cena de al rato.

—¡Perfecto!

¿Ir a pescar? Yo no había nacido con los dones de poder capturar peces con una red. Mi fuerte tampoco era dirigir un bote y mucho menos, yo no tenía ni la más mínima idea de que carnada debe usarse para tener una buena pesca.

—¡Nos vemos más tarde! —Dice Félix.

—¡Adiós! —Me limito a decirle.

Cuando ellos se van de la cocina, mi hermana me mira con curiosidad. ¿Qué tanto pensará de mí? ¿Qué ideas nuevas acaba de crear?

—¿Fue hace cinco años? —Se anima a preguntarme.

Me acomodo en mi silla, mis sobrinos se habían ido con su padre.

—Sí.

—Tienes un poco de mermelada en el rostro.

¡Qué pena! Con razón Félix me miraba mucho a la boca. ¡Soy un desastre!

—La vida es muy difícil para mí.

—¿Difícil? Gus, estás soltero, nadie depende de ti, puedes ir y venir a donde tú quieras. En cambio yo, estoy casada, tengo dos hijos, unos suegros que no me quieren, una casa que atender y un marido muy guapo que me ama. La próxima vez que digas que la vida es difícil, piensa en todo lo que aún no tienes y me dices quién tiene la vida difícil.

—Bueno, tienes razón, fui muy dramático.

—A veces eres muy dramático. Pero bueno, ya en serio, ¿por qué te pones muy nervioso cuando Félix te mira?

—¿Me pongo nervioso? ¡Claro que no!

Ella se ríe, bebe un poco de té de frutas y sonríe.

—¡Estás bien chiflado! ¿Por qué no fuiste a pescar con ellos? Yo sé que dormiste como oso anoche, solo, pusiste un pretexto.

—Eso no...

—¡Te conozco!

—Bueno, la verdad...

—¿Aún te gusta?

Su pregunta me hace sentir indefenso. ¿Qué se supone que debía responderle? Después de todo, ella sabía lo de mi pasado con Félix.

—No. Yo no siento cosas por él.

—¿Y él pensará en ti de esa manera?

—No lo sé Laura, es mejor que no indaguemos en esos sentimientos. ¿No crees? El pasado ya está, si ahora volvimos a vernos, pues bueno, que las cosas fluyan.

—Luisa está interesada en él.

—Sí. Eso lo sé.

—¿Y no te molesta?

—¿Por qué siempre estás metiendo cizaña? Luisa es soltera y Félix por igual. Ellos pueden hacer lo que quieran.

Embarro un poco de mermelada en mi pan, doy una mordida fuerte y bebo té. ¡Félix no es para mí! ¿O sí?

🏁🏁🏁

—Está noche quiero que te sientes cerca de Félix. Necesito que me ayudes a derrumbar esa idea de que él prefiere a los chicos sobre las chicas. ¿De acuerdo? —Luisa tiene mucha seguridad en sus palabras.

—Pero, escuche que ayer él estuvo muy embelesado contigo. Seguro el rumor es falso —me atrevo a decirle.

—Necesito descartarlo por completo y tú me ayudarás con eso.

En el comedor todos parecían estar muy inmersos en el disfrute de la velada. ¿A dónde podría sentarme sin tener que estar cerca de Félix? Y la cuestión más interesante era ¿por qué alejarme de él, si yo no soy un delincuente?

—Siéntate aquí —Luisa me ofrece la silla al lado de Félix.

Pero a causa de mis nervios, soy muy contundente y termino rechazándola. ¿Qué me pasaba? De ahí, fue muy difícil encontrar asiento. Laura me quitó la silla que yo había elegido, James me ignoró por su esposa y entonces terminé dando la vuelta a toda la mesa hasta terminar sentado frente al hombre que me hacía sentir nervioso.

—¿Estás nervioso? —Félix se anima a preguntarme.

Luisa clava su mirada en mí, ella espera que yo sea su chico expiatorio.

—No. ¿Y tú? —Quiero que mi voz suene segura.

—Un poco. Solo muy poco.

—¿Y eso? —Luisa se mete en la conversación.

—Mi corazón siente una sensación curiosa. ¿Tu estás nerviosa? —Le pregunta a ella.

—No. Yo estoy tranquila. ¿Quieres que nos sirvan vino?

Fue en ese instante que yo, me sentí más libre. Era obvio que Félix estaba siendo muy atento con ella, seguro el tiempo había hecho que por fin él pudiera definir cómo era su sentir.

—¿Quieres vino, Gus? —Luisa me ofrece.

—Sí, yo...

—El no debería beber —interrumpe Félix—, él va a amenizar la fiesta de esta noche tocando el piano. No puede beber, se le sube rápido.

Todos centraron su atención en mí y yo me puse colorado. ¡Embriagarme rápido! Eso era una locura. ¡Qué confianzudo este hombre!

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