Cristóbal Devereaux. Es un billonario prepotente, qué está punto de casarse.
Se podría decir de una figura fascinante de descubrir. Imagínalo: un hombre que a sus casi 35 años, tiene un porte impecable, acostumbrado a tener el control de cualquier situación, rodeado de lujos, en cada aspecto de su vida. Su vestimenta es siempre de la más alta costura, echa a su medida, trajes que parecen abrazar su figura con una precisión arrogante.
Con cada detalle, lo dice todo. Sus gemelos de platino con incrustaciones de diamante, hasta su reloj suizo que lleva en la muñeca, grita opulencia un gusto exquisito, aunque claramente orientado a proyectar poder más que verdadera sensibilidad estética.
Su actitud y su distintivo. Al entrar en su habitación, su presencia es casi palpable. No es solo su altura o su apariencia, sino la manera de su mirada. Es fría, y calculadora recorre a las personas como. Sí las evaluará por su importancia en el mundo. Habla con voz firme y a menudo, interrumpiendo a los demás. Como sí sus opiniones fueran las únicas que realmente importan. Es conocido por hacer comentarios mordaces, con una mezcla de ingenio y desprecio, que suele alejar a los demás, haciéndoles sentir pequeños ante él, aunque nunca se lo digan de frente. No le interesa caerle bien a los demás, su meta es ganar, y lo hace con una mezcla de inteligencia afilada, con descaro e intimidante.
Vive en una mansión, que parece más bien un museo que un hogar, con techos altos, mármoles italianos, obras de arte que cuelgan de las paredes, todas originales, todas de un alto costo único. Tiene una gran colección de automóviles de lujo que guardan en su garaje con clima controlado, cada uno de ellos más importantes que la anterior. Su yate y sus últimas propiedades alrededor del mundo son testimonios de un estilo de vida que muy pocos pueden imaginar. Pero, para él, todo esto, no es un lujo, sino una extensión de su identidad, una demostración constante de su éxito ante los demás.
En cuanto a su boda, el evento está planeado con meticulosidad obsesiva, no porque le interesa realmente la ceremonia, o el simbolismo del compromiso, sino porque ve en ello una oportunidad, para demostrar su superioridad ante los demás. No hay presupuesto, porque, para alguien como él, el dinero. Es una herramienta, no un límite.
La celebración será en un castillo europeo alquilado, para la ocasión, con cientos de invitados provenientes de la elite mundial. Habrá los mejores chefs de renombre champán que cuesta más que la renta anual de muchas personas, flores traídas de todas partes del mundo solo, para ser perfectas durante algunas horas.
Y. Sin embargo, detrás de esa fachada de seguridad absoluta, Hay momentos fugaces que podrían traicionar algo más profundo. Tal vez un brillo en sus ojos cuando habla de su futura esposa, alguien que ha logrado penetrar su corazón, o una sombra de duda cuando está solo, mirando por la ventana de su despacho, su imperio. Porque incluso un billonario prepotente es, al final, humano, y la idea de un compromiso, para toda la vida puede resultar aterrador, incluso, para alguien que parece tenerlo todo.
Así, en la víspera de su boda, este hombre lleno de defectos y virtudes, se encuentra a punto de dar un paso que podría redefinir su vida, o simplemente convertirse en un capítulo más de su interrumpible búsqueda, de poder y control.
Un día tan perfecto, Cómo inusual, para el billonario Cristóbal Devereaux.
El sol se alza en el cielo despejado la ciudad europea bañada en lujo, iluminando las torres góticas de la catedral alquilada exclusivamente, para el evento. Es el día de su boda, y todo absolutamente, para él está diseñado, para reflejar, no solo la grandeza de su fortuna, sino la magnitud de su ego. Este no es un simple enlace matrimonial; es un espectáculo, una declaración al mundo de su poder, y su estatus. Y su capacidad de controlarlo todo, incluso el amor. O al menos eso es lo que él cree.
El novio Cristóbal Devereaux, se encuentra en una de las habitaciones privadas de la catedral, frente al espejo de cuerpo entero enmarcado de oro antiguo. Está vestido con un traje hecho a medida en color negro satín que refleja a la luz en ángulos italianos. Su corbata de seda perfectamente, ajustada de manera impecable. lleva gemelos de oro macizo con incrustaciones de Esmeraldas. A su inmensa riqueza. Su reloj, un modelo único de Pertek Philippe, descansa en su muñeca, como una insignia de su éxito.
Mientras se observa en el espejo, su expresión es de confianza desbordante, casi de superioridad. Sus labios se curvan en una leve sonrisa, que no tiene nada que ver con la felicidad, sino más bien con satisfacción consigo mismo. El día de su boda ha llegado en el que todo el mundo, incluso su círculo social, más poderoso de amigos, empresarios y figuras influyentes, se han reunido, no solo, para celebrar su boda, sino, para que sean testigos de su grandeza.
Por qué, en el fondo, para él esta boda no es realmente sobre amor, sino sobre consolidar su imagen como el hombre que lo tiene todo.
El evento ha sido planeado, con una precisión milimétrica, supervisado por el propio novio y un equipo de organizadores de boda, sin dejar que la propia novia intervenga en los preparativos de la boda. Todos siguen sus órdenes al pie de la letra. El altar está adornado con flores traídas de distintas partes del mundo: orquídeas de Tailandia, rosas de Turquía y lirios de los alpes. Cada pétalo parece perfecto, por qué la imperfección es algo que en este hombre existe. Los invitados, vestidos con traje de lujo que forman una fila interminables frente a la catedral. En el interior, la música de un cuarteto de cuerdas resuena suavemente, creando una atmósfera que sé combina con elegancia.
¿Será capaz de cambiar Cristóbal Devereaux. O está boda será otro de sus espectáculos de su ego?
Mientras que en la otra habitación de la catedral se encuentra, Ana Patricia. Una mujer de tan solo 25 años de edad. Una supermodelo de fama mundial, con Una belleza deslumbrante, y. Una actitud que deja huella. Alta, esbelta, cabellos negros largos, ojos que son una fantasía. "Pues usa lentes de contacto" Con facciones esculpidas, y una mirada glacial, que refleja su seguridad absoluta, Ana Patricia camina por la vida como si cada pasarela le perteneciera.
Desde su lujoso Penthouse en París, hasta. Sus escapadas en yates privados por la Riviera, todo en. Su existencia gira en torno, al lujo y, sobre todo, en "ella misma". No le interesa la amistad y mucho menos el amor. Al menos que le aporten algo tangible: fama, dinero o influencias. Sus relaciones que ha tenido son meras transacciones, su círculo más cercano está compuesto, por diseñadores que la adoran, fotógrafos que la idolatran, y gentes que se desviven por cumplir. Sus caprichos.
Nunca llega a una sesión de fotos antes del mediodía, y cuando lo hace, exige café colombiano a la temperatura exacta, y un camerino lleno de flores blancas. Si algo no le gusta, su mal humor puede salir en cuestión de segundos, y terminar por arruinar cualquier contrato millonario sin pestañear. En su mundo, la empatía es un lujo innecesario, no se molesta en recordar los nombres de sus asistentes. A menos que uno de ellos cometa un error imperdonable, como olvidar, su agua con rodajas de pepino.
El único amor de Ana Patricia es su propio reflejo, cuida tanto su figura que tarda horas en el gimnasio, y tratamientos de belleza, exclusivas dietas rigurosas. Para ella el éxito es un derecho, no un privilegio. Y si alguien osa de hacerla enojar, lo fulmina con la mirada, y puede acabar con carreras enteras.
Para ella conocer al famoso Billonario, Cristóbal Devereaux, fue como caerle como anillo al dedo. Pues él cumple todas las expectativas, que un hombre puede ofrecerle, desde regalarle joyas, hasta el último deseo más caro que ella pueda pedirle.
Está terminando de ajustar el velo sobre su cabellos negros, se queda viendo el espejo con una mezcla de nerviosismo, y determinación. Su vestido de encaje blanco es perfecto, hecho a su medida por uno de los diseñadores más exclusivos de París. Cada pliegue, cada bordado, cada perla cocida a mano grita "lujo". Sin duda será la boda del año.
La boda está a punto de llevarse acabo, Ana Patricia está cada vez más convencida, que su matrimonio es un error pues al casarse, dejará definitivamente el modelaje, pues Cristóbal se lo ha ordenado, está entre la espada y la pared, y su nuevo contrato exclusivo, que tanto había estado esperando por fin llegó esa gran oportunidad, para catapultar su fama mundial, como la mejor modelo del mundo. Pero no quita la mirada hacia el espejo, viendo su reflejo y pensando, la decisión que debe tomar, salir y caminar por ese amplio pasillo que la llevará hasta el altar, hasta dónde está Cristóbal esperándola, y perder definitivamente su libertad y su fama, para estar atada de por vida a un matrimonio, que todavía no sabe si es lo correcto.
Ana Patricia, camina de un lado a otro, frotando sus manos, pensando claramente en la decisión que en ese momento debe tomar en ese momento, pero justo en esos instantes llaman a la puerta. La voz del hombre la hace sobresaltarse.
--Señora, la esperan. --
Ana Patricia se queda en silencio durante algunos segundos y duda en responder toma, un largo suspiro y después responde. -- Ahora salgo. --
Ana Patricia vuelve al espejo y comienza a quitarse el velo lo colocas sobre la cama, busca entre sus cosas algo de ropa ligera, las colocas sobre la cama y comienza a quitarse el vestido de novia. Después se viste con sus ropas, toma su teléfono y hace una llamada.
- Espérame, por la parte trasera -
Son las palabras de Ana Patricia. Después entre sus cosas busca su agenda y una pluma escribe unas cuantas líneas, dobla la hoja y la deja sobre la cama. Después sale de aquella habitación, recuerda muy bien. Por dónde fue que la llevaron, para no ser vista por nadie, así que por ahí vuelve a salir, sin ser vista por absolutamente nadie. Mientras que adentro de la iglesia todos los invitados se encuentran ya reunidos, sentados en sus respectivos lugares, tal. Y como lo indicó Cristóbal a sus empleados. Él está parado frente al altar esperando la llegada de la novia,
Pero. Mientras todo parece desarrollarse según lo planeado, hay un ligero nerviosismo en el aire. Nadie se atreve a mencionarlo, pero ya han pasado varios minutos y aún la novia no hace acto de presencia, se vuelve más evidente conforme pasa cada minuto. Él, sin embargo, no parece preocuparle. Está convencido que ella pronto llegará. ¿Cómo no hacerlo? ¿Quién en su sano juicio plantaría a un hombre como él? Una mujer como ella que está acostumbrada a los lujos, solo él puede darle todas las comodidades que ella le pueda pedir, ella es la única mujer que ha llamado un poco su atención entre millones de mujeres, qué a conocido. Por qué cree firmemente que ambos son iguales.
Los minutos pasan, y Cristóbal no tiene más que decirle a uno de sus asistentes que vaya por la novia, cuando esté regresa se acerca con cautela hacia él informándole que la novia ha escapado. Solo se cerca a su asistente y le dice.
*** - Encuéntrala y tráela -***
El asistente inmediatamente obedece su orden, y Cristóbal se dirige hacia los invitados diciendo.
*** -- No se preocupen, pronto ella estará aquí --***
Lo dice con una sonrisa que no muestra nerviosismo, porque para él, el mundo siempre ha girado en torno a sus deseos. Todo lo que ha querido, lo ha obtenido. Y esto no será la excepción.
Sin embargo, los murmullos comienzan a propagarse entre los invitados. El reloj avanza, y la hora de inicio de la ceremonia pasa sin señales de la novia. En la entrada de la catedral, algunos de los organizadores de la boda, buscan por todos lados, para dar con ella, los presentes comienzan a intercambiar miradas incómodas. Mientras que los músicos, ya sin instrucciones, repite la misma pieza una y otra vez.
Finalmente, uno de sus asistentes regresa, esta vez con el rostro pálido y preocupado, se acerca a Cristóbal y le entrega una oja doblada. Cristóbal la observa con curiosidad y por primera vez, una sombra de duda cruza en su rostro. Desdobla la hoja con movimientos lentos, como si el simple acto de leer pudiera resolver cualquier inconveniente.
¿Qué pasará? ¿Cristóbal cambiará o este duro golpe lo volverá aún más arrogante?
Cristóbal, fija sus ojos en las simples líneas que están escritas en ese pedazo de papel, son breves. No hay explicaciones, solo unas pocas frases que dejan en claro que "No puede casarse con él"
Por un momento, el mundo parece detenerse para Cristóbal. Su rostro, que normalmente refleja un control absoluto se congela. Sus ojos recorren las palabras una y otra vez, como si al leerlas de nuevo pudieran cambiar el significado. Pero no hay escape: alguien por primera vez en su vida lo ha rechazado, y no lo ha hecho en privado, sino frente a cientos de personas.
La sala se sumerge en un incómodo silencio, mientras los rumores comienza a extenderse entre los invitados. Cristóbal permanece inmóvil, todavía sosteniendo la hoja entre sus manos, como sí su mente se hubiera bloqueado al tratar de procesar lo ocurrido. Su ego, tan grande como su fortuna, comienza a tambalearse bajo el peso de esta humillación pública.
Sin embargo, no es un hombre que acepte la derrota fácilmente. Después de unos minutos de silencio, levanta la cabeza, endereza su postura, y con voz firme y autoritaria, anuncia que la ceremonia no se llevará a cabo. No, da más explicaciones. No muestra emoción, solo un control frío que oculta el caos interior que debe estar sintiendo en esos momentos. Ordena a los organizadores que continúen con la recepción como si nada hubiera pasado. Sí va a ser humillado, al menos lo será en sus propios términos.
La recepción continúa, como si la boda se hubiera realizado con éxito, los invitados disfrutan del champán más caro, la comida del chef de renombre, y la música de una orquesta que parece ajena al drama que se ha desatado. Cristóbal se mezcla entre los invitados, ofreciendo sonrisas forzadas y conversaciones triviales. Pero sus ojos, siempre tan calculadores, ahora reflejan algo que nunca había mostrado antes: vulnerabilidad.
Cuando finalmente la noche llega a su fin, y los últimos invitados se marchan, él se queda solo en la enorme sala de la recepción, rodeado de flores marchitas y copas vacías. Por primera vez en mucho tiempo, el silencio lo envuelve, y con él, la realidad de lo ocurrido. Ya no hay máscaras, ni público, ni apariencias que mantener. Solo un hombre. Con todo el dinero del mundo, enfrentándose a un vacío que ninguna cantidad de riqueza puede llenar.
Después de aquel día no volvió a ser el mismo. El rechazo público en la iglesia, el escándalo entre la élite que lo observaba con ojos expectantes, y. La cruel verdad de haber sido plantado por la mujer que pensó tener bajo su control. Lo marcaron de una manera irreversible. Lo que quedó de aquel hombre fue una versión endurecida, fría y carente de cualquier sentimiento, como si esa humillación hubiera congelado para siempre su corazón, y cualquier emoción que pudiera experimentar. Si antes podía tener una media sonrisa arrogante, ahora no la hay. Solo los reflejos y su rostro enmarcan una emoción dura, y con desprecio hacia los demás.
En los siguientes días desapareció de la vista pública. Se refugió en una de sus múltiples propiedades, un ático de cristal que domina la ciudad desde las alturas. Allí, rodeado de lujo, pero aislado de todo, empezó a transformar su orgullo herido en una coraza impenetrable. Eliminó cualquier rastro de vulnerabilidad de su vida. Si antes se mostraba prepotente y seguro, ahora parece una máquina que funciona únicamente con lógica, objetivos y resultados.
Las personas que trabajan para él, pronto notaron el cambio. Su mirada, antes era arrogante,, pero viva ahora es glacial, vacía. Su tono de voz, se volvió monótona, como si cada palabra fuera calculada, para causar el mayor impacto con el menor esfuerzo emocional. Las reuniones con los socios se convirtieron en sesiones tensas donde nadie se atreve a contradecirlo. Ya que no se interesa más en las bromas, en los elogios ni en los juegos de poder. Todo se redujo a negocios: cifras, contratos y expansiones.
Cortó cualquier lazo que pudiera conectarlo emocionalmente con el mundo. Sus amistades, si es que alguna vez tuvo. Fueron descartadas como piezas inservibles. La familia: Su madre, su único familiar, que siempre había estado en segundo plano, la desapareció completamente de su vida. Incluso esas relaciones, que mantenía con algunas amantes, que antes solían ser una sucesión de conquistas. Para alimentar su ego, se convirtieron en encuentros transaccionales, carentes de afecto o interés genuino. Para el, las emociones eran un lujo innecesario, un riesgo que no estaba, dispuesto a tomar de nuevo.
Su mansión, que antes había sido un símbolo de ostentación y vida social, se convirtió en un lugar frío y silencioso, casi como un museo. Las fiestas y los eventos quedaron atrás. fueron reemplazados por largos periodos de soledad en su despacho, con la única compañía de sus pensamientos y las luces de la ciudad que parpadeaban en la distancia. incluso los objetos más personales, como las fotografías de su relación fallida, fueron eliminados. No quería recordar nada de ese día, ni de lo que alguna vez significó para él.
Enfocó toda su energía en construir su imperio. Si antes trabajaba por ambición y deseo de poder, ahora lo hacía con un propósito casi vengativo. Cada decisión que tomaba parecía ser una declaración silenciosa al mundo: nadie podría volver a humillarlo, nadie volvería a dañarlo. Su fortuna ya inmensa creció exponencialmente más en en los próximos 5 años, pero con ella también creció su aislamiento.
Los pocos que lograban interactuar con él, después del incidente lo describían como un hombre inhumano, alguien incapaz de empatizar o mostrar la más mínima emoción. Las personas que, para él ya no eran individuos, sino herramientas, para lograr su objetivo. Si alguien fallaba, era reemplazado sin piedad alguna. Sí alguien intentaba acercarse demasiado a él. Era rechazado con una frialdad inigualable.
Aunque desde afuera parecía más poderoso que nunca, los rumores comenzaron a circular entre quienes lo conocían. algunos decían que había perdido la capacidad de amar. otros que vivía atormentado por el recuerdo de aquel día en la iglesia. Pero nadie podía confirmarlo. Solo decían que su "corazón se había vuelto una piedra" Porque jamás permitía que alguien se acercara lo suficiente como, para conocerlo de verdad.
Así el Billonario Cristóbal Devereaux. Qué una vez fue arrogante y prepotente, lleno de vida, se convirtió en una sombra de sí mismo: un hombre frío, calculador, su única motivación, era que jamás volvería a experimentar dolor como el que lo había terminado por destruir. Pero en ese proceso había perdido algo fundamental: la capacidad de sentirse humano.
¿Que pasará con este billonario solitario. Aparecerá alguien que pueda cambiar su vida por completo?
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