Jonathan Wind perdió a sus padres cuando solo tenía once años de edad, en un trágico accidente de coche, extrañamente el salió ileso de ese accidente, ni un golpe, ni un solo rasguño y lo más extraño era que todo lo ocurrido esa noche era un misterio pues perdió la memoria de solo esa noche, el doctor dijo que era debido al trauma vivido que en algunas semanas podía recuperar sus memorias, pero esas semanas pasaron se volvieron meses y los meses en años y Jonathan no pudo recordar lo que sucedió en ese accidente.
Al quedar huérfano debía ir a un orfanato, pero dado a la pequeña ciudad donde vivía todos los habitantes decidieron cuidar de él, pues sus padres fueron muy queridos y muchos decían que en algún momento de sus vidas recibieron la ayuda de los Wind por lo que decidieron devolver cada favor cuidando de Jonathan, así fue como él creció con el cariño de los habitantes de aquella pequeña ciudad.
Pasaron largos años y Jonathan se convirtió en un adulto, un hombre guapo con rasgos muy varoniles, alto de cuerpo atlético, sus músculos se marcaban perfectamente sobre todo en sus brazos, eran gruesos y fornidos, de rostro encantador y con una mirada risueñas, con modales que atraían a todo tipo de chicas, se veía un hombre rudo físicamente, pero emocionalmente era un hombre noble, a pesar de ser muy popular entre las chicas y que muchos padres lo quisieran como novio para sus hijas, Jonathan se mantenía distante de las relaciones serias, tenía sus encuentros casuales, pero siempre ha sabido a quien elegir, ninguna mujer con las que ha estado ha llegado a tocar su corazón, quiere un amor verdadero como el de sus difuntos padres.
Al cumplir la mayoría de edad, Jonathan finalmente pudo abrir la cafetería que sus padres le heredaron, era acogedora y popular por él, pues incluso los fines de semana recibía clientes de ciudades vecinas, él siempre atendió a todos por igual, ayudaba a quienes los necesitaban sin siquiera preguntar sobre sus vidas, lo hacía tal cual su padre le enseño.
Tenía una vida demasiado tranquila, pasaba la mayor parte del tiempo atendiendo la cafetería y en sus tiempos libres ayudando a los habitantes de la ciudad, era muy querido por todos.
Como cada mañana abrió la cafetería antes de que llegaran los empleados, le gustaba revisar personalmente que todo estuviera en orden para recibir a los clientes, incluso ese día tenía que ayudar un poco más de lo habitual pues una de sus empleadas había renunciado un día antes.
- ¡Buenos días, jefe! - Llegó un animado chico con rasgos afeminados de cabellos oscuros con reflejos rojos, piel clara y ojos cafés, Jonathan lo miró de reojo y suspiró.
- ¿Te volviste a pintar el cabello? – Preguntó mientras escribía un cartel sobre la nueva vacante que tenían.
- Es la nueva moda, jefe – Respondió animado acercándose a él. – Oh, ¿En serio se fue esa chica rara? – Preguntó cruzando los brazos, ayer fue su día de descanso así que solo leyó un mensaje donde su jefe decía que tenían una vacante a partir de hoy.
- No era una chica rara…- Comentó sin dejar de escribir- Ahora, coloca esto afuera por favor, Dani – Le entregó el cartel una vez que terminó, Dani aquel joven chico asintió y se dirigió a colocar el cartel en la entrada, esperando que pronto encontraran el reemplazo de aquella chica qué para él, resulto ser rara.
Poco a poco los empleados fueron llegando, tenían diferentes horarios para ellos, en la mañana tenía a tres meseros, un cajero y tres personas en cocina, aunque de momento tendría un mesero menos en ambos turnos, pues estaría rotándolos, así que ahí es donde él también apoyaría, tenía que organizarse bien pues también le gustaba estar en la cocina y preparar algunos platillos en especial postres.
- Jon, espero que con esto entiendas y no vuelvas a contratar a una foránea- Dijo Lisa era la que más tiempo llevaba trabajando en la cafetería y también se consideraba muy unida a Jonathan, pues sus familias eran muy unidas desde antes de que los padres del chico murieran.
- Necesitaba el trabajo y la ayuda- Respondió Jonathan mientras preparaba la caja para la apertura.
- Eres demasiado noble – Se quejó Lisa acercándose a él- Y por ser noble es que sales perjudicado- Comentó cruzando los brazos, Jonathan suspiró y dirigió su mirada a Lisa, era una linda chica de cabellos cobrizos, ojos miel, tenía un cuerpo muy bien proporcionado, su rostro parecía el de una muñeca con algunas pecas.
- No salgo perjudicado y no te preocupes, no pienso cargar a nadie con más labores de las que les corresponde – Sonrió, así era él difícilmente se enojaba y tomaba todo con calma. - ¡Muy bien chicos! ¡Vamos a empezar! – Grito una vez que vio la hora de su reloj, era hora de la apertura.
El día comenzó, Jonathan se dividía en diferentes áreas, desde cocinar hasta servir al cliente, era muy servicial algunas estudiantes tomaba eso como coqueteo, pero para Jonathan no era así y dado a que así tenía más clientes de lo normal, no las corregía al menos que fueran necesario, cuando una colegiala se le declaraba, él las rechazaba de la manera más amable posible, pues no le gustaba meterse con chicas menores de diecinueve años, eran solo unas niñas para él.
- El jefe es tan guapo- Dijo Romina la cajera, a su lado estaba Lisa – Vendería mi alma al diablo por una noche con él- Agregó, Lisa puso los ojos en blanco no era la primera vez que escuchaba eso, todas querían tener una noche de sexo con Jonathan Wind.
- Lisa, atiende la mesa tres- Llegó Jonathan – Romina haremos tu corte de caja ya casi termina tu turno- Se acercó a ella y esa chica de cabellos castaños se sonrojo al tenerlo así de cerca, Lisa frunció el ceño y se alejó a atender dicha mesa.
El día transcurrió muy normal, la cafetería se cerraba durante la noche, Lisa era de la pocas que tenía un turno completo, con una paga más alta por supuesto, ella ayudaba en el cierre de la cafetería mientras Jonathan se encerraba en su oficina para hacer todo lo administrativo.
- Listo, ya cerramos- Entró Lisa a la oficina- Todos ya se fueron – Agregó cerrando la puerta.
- Gracias, Lisa, espera un momento y te acompaño a tu casa – Comentó mientras sacaba unas cuentas para las compras que necesitaba realizar para la cafetería.
Lisa se quedó un rato en silencio, esperando a que Jonathan terminara con las labores administrativas, era en lo único que no le apoyaba, pues no era algo que a ella le gustara además de qué él era muy especial en esa parte, le gustaba tener todo en orden y rara vez dejaba que alguien le ayudara.
- Bien, termine – Dejo los documentos, se levantó de su silla y tomó su chamarra- Vámonos – Comentó acercándose a ella.
Lisa se levantó de su lugar y se acercó a Jonathan se colocó frente a él y poso sus manos sobre sus hombros y le sonrió de manera coqueta.
- ¿Qué pasa? – Sonrió Jonathan colocando sus manos sobre su cintura.
- Hoy escuche a varias mujeres decir que incluso venderían su alma al diablo por tal de una noche de sexo contigo- Dijo mientras acariciaba sus fuertes y musculosos brazos.
- Vaya, tanto así – Soltó una leve risa- Es una lástima, se arrepentirían al saber que soy un brusco en la cama- Apartó a Lisa de él.
- Pues deberías cambiar eso y ser más gentil- Cruzó los brazos, Jonathan la miró de pies a cabeza y se encogió de hombros- Si lo eres, podemos volver a hacerlo- Se volvió a acercar a él, Jonathan suspiro, tuvo una breve relación con ella, pero terminaron dado a que, según ella, él no era delicado durante el sexo.
- Mejor te llevó a tu casa- Se puso su chamarra, aunque Lisa era muy hermosa no podía cumplir en ser gentil con referente al sexo.
Lisa suspiró y sin decir algo salieron de la cafetería, Jonathan caminaba de manera silenciosa, observando la luna de esa noche, desde niño siempre le gustaba admirar la luna en todas sus fases, aunque su favorita era la luna llena.
- ¿Ya tienes a alguien más? – Preguntó Lisa de la nada.
Jonathan suspiró por eso no le gustaba involucrarse con conocidas, con Lisa paso por que realmente le gustaba, bueno solo físicamente, pensó que podía iniciar una relación formal, enamorarse de ella con el paso del tiempo, pero no fue así, sobre todo cuando empezaron a tener sexo, ella siempre exigió que fuera más gentil, despacio, suave y desde que empezó su actividad sexual, siempre le gusto el sexo rudo, pero con las mujeres que había estado ninguna le había aguantado el ritmo y siempre terminaba con ellas por ese detalle.
- No, Lisa- Respondió sin dejar de observar la luna.
- Por un momento pensé que tendrías algo con esa foránea – Agregó recordando a la pelinegra.
- Ella era linda, pero al parecer no era su tipo- Respondió recordando a esa chica que llegó con un rostro lleno de tristeza y se marchó muy feliz con aquellos gemelos. – Llegamos- Dijo deteniéndose en frente de la casa de Lisa, la chica se giró a él y sonrió, le gustaba mucho Jonathan, pero ella quería que cambiara su forma de ser en la cama.
- Mis padres quieren que vengas a cenar este fin de semana – Comentó.
Jonathan entrecerró la mirada y asintió, no podía negarse a una invitación después de todo eran de las personas que más lo cuidaron cuando sus padres fallecieron.
- Bien, aquí estaré- Contesto, Lisa se acercó a él y le trato de dar un beso en los labios, pero Jonathan logró evadirlo y el beso fue en la mejilla.
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Jonathan llegó a casa la cual estaba en la parte de atrás de la cafetería, fue recibido por su mejor amigo Max un Husky negro con blanco, lo acaricio y comenzó a jugar con él, después de un rato encendió las luces de aquella casa espaciosa y solitaria, ahí fue donde vivió con sus padres hasta que ellos fallecieron, después estuvo viviendo en un pequeño departamento en un edificio cerca de la primera persona que no permitió que se lo llevaran a un orfanato, en ocasiones llegaba a limpiar y a recordar cuando vivía ahí con sus padres, cuando su madre preparaba la comida y su padre jugaba con él un rato, después ambos se encargaban de preparar el postre y colocar la mesa para sentarse a comer como la familia feliz que eran, si esos fueron los mejores años de su vida.
- Muy bien amigo, ¿Qué cenamos? – Preguntó mientras acariciaba al alegre Max, el perro ladro un par de veces, Jonathan sonrió, cuando cumplió la mayoría de edad pudo regresar ahí y aunque al principio era raro y demasiado grande para él se fue acostumbrando y fue más acogedor cuando Max llegó a su vida.
Jonathan se quitó su chamarra y la dejo sobre el sofá, se dirigió a la cocina para preparar su cena, aunque su especialidad eran los postres podía cocinar cualquier tipo de comida con solo leer la receta, pero normalmente lo hacía solo en el restaurante para los clientes de ahí en fuera no cocinaba nada especial ni para él, que normalmente se preparaba lo básicos, omelettes, panqueques, sándwiches, todo lo que no tardara más de quince minutos, esa noche no fue la excepción, solo se preparó unos sándwiches y los acompaño con un refresco, sirvió a Max sus croquetas favoritas y se sentó en la sala a ver alguna película.
Max se sentó a su lado y se dispuso a dormir mientras recibía caricias de su amo, Jonathan ni siquiera prestaba atención a la película, su mente divagaba tratando de recordar lo que pasó la noche del accidente donde perdió a sus padres, el doctor dijo que recordaría, pero ¿cuándo? Todo fue tan extraño, principalmente porqué el salió ileso sin el más mínimo rasguño, echo su cabeza hacía atrás y soltó un largo suspiró, lentamente cerró sus ojos, el sueño se apoderaba de él.
La silueta de una mujer apareció mientras se hundía en un profundo sueño, no podía ver su rostro, pero su hermoso cabello rojo violáceo se alzaba por el viento, un delicioso aroma invadía sus sentidos, era algo tan único, especial, despertaba deseos hacía esa mujer de hermoso cabello, se acercaba a paso lento a ella y cuando estaba por ver su rostro, entonces despertaba.
- Carajo – Soltó con pesadez tallando sus ojos, dirigió su mirada a la ventana que daba al jardín, ya había amanecido, era la segunda vez que soñaba con esa mujer, la primera vez, fue hace dos noches, justo el día que se marchó aquella bella chica con los gemelos.
Escuchó el ladrido de Max, esa era la señal de que debía abrirle la puerta pues necesitaba hacer sus necesidades, se levantó del sofá y se dirigió a la puerta del jardín, solo deslizo el cristal a un lado y el perro salió corriendo, curiosamente el jardín trasero de su casa daba al inicio de un bosque, su padre le dijo que fue el principal motivo por el que compro esa casa.
- ¡No te alejes mucho Max! – Gritó al ver que su fiel amigo se adentraba al bosque. – Muy bien, empecemos con otro día normal- Susurró mientras se dirigía a su recamará a prepararse para la rutina diaria a la que estaba acostumbrado.
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En alguna parte del mundo, el habitad de los humanos se divide por una pequeña línea que lleva a un mundo desconocido y fantástico, donde seres sobrenaturales viven de diferentes maneras, ahí existen tres países, aunque a sus inicios eran cuatro, durante una guerra en la que el bien venció al mal, el cuarto país, fue donde se dio la batalla final de una profecía antigua, donde cuatro lobas con sus cuatro lobos derrotarían al ser oscuro y tendrían su final feliz, se cumplió, los cuatro países en ese entonces eran: Norte, Sur, Este y Oeste, al final de la guerra el país del Este se dividió entre los otros tres países, siendo el más poderoso el país del Norte, pues ahí es donde pertenecían las cuatro parejas de la profecía, los ahora tres países tienen a sus reyes supremos, que están por encima de todos, los países que se dividen en diferentes reinos, siendo gobernados por los Reyes Alfas junto a sus reinas Lunas, así mismo existen manadas con sus respectivos Alfas y Lunas a cargo, pero entre todo eso, hay clanes que no están al servició de ninguno de los países, se aíslan y viven su vida entre ellos, solo aceptan la bendición de la Diosa Luna si su pareja está entre los miembros del Clan, de no ser así optan por elegir una pareja elegida y hacer un pacto de sangre que los une de por vida, es solo un compromiso donde el amor, el vínculo de parejas no existe, haciendo en ocasiones desdichados a quienes realizan dicho pacto.
El clan Windsor es uno de los que practica dicho pacto, pues ellos son un clan de Alfas con un linaje muy peculiar a pesar de no ser licántropos, poseen casi las mismas habilidades y súper fuerza y se ha dicho que algunos miembros incluso pueden superar al más poderoso de los licántropos, por eso cuidan mucho su sangre, no la mezclan con ajenos a los del Clan, así que difícilmente los miembros del clan encuentran a su pareja destinada y terminan por hacer el pacto de sangre con una pareja elegida a la que no aman, por la que no sienten nada y solo tienen un propósito, procrear herederos para que el linaje del Clan Windsor no desaparezca.
Hazel Windsor es la única hija legitima del Alfa de Alfas actual del Clan, su padre es un poderoso Alfa que ha liderado por muchos años de manera cruel, su tiranía ha rebasado los límites al punto de hacer menos a las mujeres del Clan a pesar de que ellas también son Alfas, dedicarse a las labores del hogar es su deber, ninguna tiene derecho a entrenar como antes lo hacían, cuando el Alfa de Alfas anterior a Caspian Windsor vivía y Hazel a pesar de ser su hija no era la excepción, desde muy pequeña sufrió muy de cerca la crueldad de su padre, fue obligada a hacer todo tipo de labores, no solo las del hogar, también trabajaba en la cosecha pues ellos mismos se encargaban de sus propios alimentos, aprendió a vivir con eso, su madre era una mujer muy sumisa que no contradecía en nada a su padre y si tan solo lo contradecía en lo más mínimo era castigada, creció viendo como su madre era golpeada, humillada sin siquiera defenderse, muchas veces quiso hacer algo, pero su madre siempre le dijo que no lo hiciera, no quería que ella recibiera la misma humillación.
Hazel aprendió a vivir de esa manera tan horrible, se levantaba desde muy temprano para realizar las labores del hogar y después se iba al campo a ayudar en la siembra o cosecha ahí pasaba la mayor parte del tiempo y después iba a los establos para ayudar con la ganadería, todo el día la pasaba fuera, llegaba solo una hora antes para terminar de ayudar a su madre en preparar la cena y tener todo listo para cuando ese cruel Alfa de Alfas que desgraciadamente era su padre, llegará.
- Mamá, deja yo lo hago- Llegó a la cocina y vio a su madre frente a la estufa- ¿Otra vez? – Miro su rostro golpeado, su madre era la Luna del Clan no debía de ser tratada de esa manera- Siéntate yo terminó- Susurro desanimada.
- Lo siento, hija- Beso su mejilla y tomó asiento en una silla, su cuerpo dolía demasiado, Hilda no solo soportaba los golpes de su pareja elegida, sino que también el abuso sexual, ese hombre no tenía piedad cuando tenían sexo, sin importarle nada la lastimaba, la usaba como una muñeca de trapo y si ella se negaba era peor pues recibía una paliza.
- Ese hombre es un miserable- Murmuro Hazel tratando de contener sus lágrimas y no de tristeza, sino de rabia por no poder hacer nada para defender a su madre.
- Es tu padre- Soltó Hilda al escucharla, Hazel soltó un pesado suspiró, no era posible que su madre lo defendiera después de todo el daño que le ha causado.
Antes de responder su cuerpo se tensó al sentir esa aura autoritaria invadir la residencia, ni siquiera le importaba si las dañaba no controlaba para nada su aura de Alfa, Hilda se levantó rápidamente e hizo una reverencia al ver a ese hombre alto, grande, lleno de músculos entrar en la cocina, Hazel se giró e inclino su cabeza levemente en muestra de respeto hacía su Alfa.
Caspian solo las observo de pies a cabeza, olfateo un poco y frunció el ceño, fulmino con la mirada a Hazel, ella maldijo por dentro, él llegó antes de lo normal, por lo que no tuvo tiempo de darse un baño y cambiarse de ropa, su padre odiaba el olor a estiércol, pero no tenía la culpa, él era quien le ordeno también trabajar en los establos.
- Lo siento, Alfa- Dijo antes de que dijera algo, eso era lo que tenía que hacer cada que ella cometía un error.
Caspian no dijo nada solo se dio la vuelta y se alejó, Hilda soltó un pesado suspiró, para fortuna según ella, jamás se había atrevido a ponerle un dedo encima a Hazel, se acercó a ella y le quito el delantal que se había puesto.
- Ve a cambiarte, antes de que se enoje – Comentó, Hazel suspiro y no le quedo de otra que hacerle caso, si ella no lo hacía su padre era capaz de reprender a su madre por su culpa.
Hazel entró a su recamará y se tiró a la cama, odiaba esa vida que llevaba, desde niña siempre tuvo que mantenerse callada, obedecer órdenes, sino lo hacía su madre era quien sufría las consecuencias, paso un par de veces cuando pensó que ella podría ir en contra de su padre, ese fue su más grande error, pues su madre recibió una golpiza por su culpa, su padre decía que no la había educado bien, desde entonces nunca volvió a contradecirlo, a responderle, solo obedecía sus órdenes al piel de la letra.
- Quiero ser libre… - Susurró entrecerrando los ojos, pero ese era un deseo que tampoco podría cumplir, pues mañana cumpliría la mayoría de edad, si nadie del Clan era su pareja destinada, entonces sería atada a un pacto de sangre con una pareja elegida, su vida apestaba.
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Hazel bajo a ayudar a su madre a servir la mesa, sino estaba a tiempo el ogro de su padre enfurecería, aunque desde que llegó no lo había escuchado gritar, solo se encerró en su estudio.
Al terminar de colocar la mesa, Caspian salió de su estudio, tomo asiento en la silla principal y Hazel ayudó a su madre a servir, después se colocaron de pie cerca de su lugar como soldados, esperando que él probara la comida y si era de su agrado podían sentarse, de no serlo, armaría un escándalo, Caspian probo un trozo de carne y después levantó su copa para que le sirvieran vino, Hilda lo hizo con mucho cuidado de no cometer un error.
- Siéntense – Ordeno una vez que tomó un sorbo de vino- ¿Ya despertó tu loba? – Preguntó sin siquiera dirigirle la mirada a su hija, Hilda cerró sus ojos.
- No, Alfa- Respondió Hazel, eso hizo que Hilda suspirara y comenzara a comer.
- Espero no estés mintiendo, sabes quién pagara las consecuencias si lo haces- La amenazó, Hazel trago con esfuerzo su comida y asintió. – Muy bien, mañana tendremos una reunión con tu pareja elegida- Comentó, Hazel abrió los ojos de sorpresa, mañana cumpliría su mayoría de edad, tenía la esperanza que alguien del Clan fuera su destinado.
- Pero…- Dijo y callo al ver que su madre negaba asustada. – Como ordene, Alfa- Dijo resignada, sentía su corazón arrugado, para ella tener una pareja destinada era como su salvación.
Después de la cena Hazel se fue directo a su recamará, se sentó cerca de la ventana a observar la luna de esa noche, preguntándose ¿Por qué tenía una vida así? ¿Acaso hizo algo mal en su vida pasada? ¿Era un castigo de la Diosa Luna por nacer en un clan donde no se respetaba su más preciada bendición?
- Hazel- Entró Hilda, ella la miró sus ojos marrones estaban llenos de lágrimas- Lo siento tanto, mi niña- La abrazó y acaricio su cabello rojo violáceo.
- No es justo mamá – Sollozo, Hilda suspiró tenía razón la vida para ella no era justa, cuánto deseaba que su hija tuviera una vida diferente a la de ella.
- Lo sé mi niña, pero no hay mucho que podamos hacer- Dijo apartándola un poco, miró hacia la puerta asegurándose que dejo bien cerrado y saco de entre sus ropas un frasco de medicamento- Toma, tu celo puede llegar durante la noche, toma dos pastillas de ser necesario- Le entregó el frasco- Y Recuerda, no puedes decirle que tu loba despertó - Susurró acariciando su mejilla.
- ¿Por qué? Si se entera que le he mentido durante dos meses, está vez te va a matar- Susurró con su voz quebrada, su loba había despertado desde hace dos meses, se alegró mucho y lo primero que hizo fue contarle a su madre, pero ella en lugar de alegrarse se puso nerviosa y casi se desmaya cuando le dijo su nombre, le hizo prometerle que no debía decir nada a nadie mucho menos a su padre.
- Tranquila no pasara y créeme es mejor que no sepa nada de tu loba, es mejor que piense que eres una Windsor defectuosa- La abrazo de nuevo, Hazel suspiró, muchas veces escuchó a su padre decirle así a su madre, por el hecho de que jamás pudo darle un cachorro varón.
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La noche de la reunión finalmente llegó, Hazel recibió la orden de mantenerse callada, sin siquiera moverse, solo respirar, no pudo evitarlo y sintió admiración ante esa loba de cabello azabache acompañada de dos guapos gemelos y un hombre alto y musculoso, tenía la complexión similar a los Windsor, se dio cuenta que él era la “pareja” que su padre eligió para ella, pero fue una gran sorpresa ver como aquella chica respondió al temible Alfa de Alfas del clan, nunca antes había visto que una mujer hablara de esa manera a su padre, claro ella no era una Windsor sometida a la tiranía de ese cruel lobo, cuando terminó de hablar simplemente se puso de pie, su padre se enfureció cuando dijo que su tiranía se acabaría pronto, estaba transformándose, aquel Windsor que estaba con ellos, la tomó de la mano y los gemelos se colocaron en frente de ella, sus ojos se volvieron rojos como la sangre y sus colmillos se afilaban, podía sentir unas auras poderosas provenir de ellos, pero fue suficiente que ella los tomara a ambos de las manos para que se tranquilizaran, esa mujer loba se veía tan imponente, empoderada, ella era un digna Luna, no, según lo que escuchó, era una Reina Luna.
- Tu destino está cerca-
Escuchó su voz en su mente, sintió su corazón latir con fuerza ¿A qué se refería con eso? La silueta de un hombre apareció en su mente ¿Quién era? ¿Por qué sentía que ese hombre sería alguien que cambiaría todo lo que ella conocía? Incluso su loba que se mantenía alejada y en silencio, pareció emocionarse.
- ¡Maldita sea! – Grito su padre lanzando la mesa por los aires, los visitantes se marcharon sin que su padre pudiera evitarlo, en el fondo se sentía feliz de ver que por primera vez alguien no obedecía sus órdenes.
Caspian estaba furioso, su aura de Alfa salía a flote, Hazel sacudió su cabeza de un lado a otro sentía que la respiración le faltaba, se levantó de su asiento, debía alejarse de él o terminaría muerta, su loba comenzó a molestarse, quería tomar el control, pero Hazel rogaba por qué no lo hiciera, no podía descubrirla, su madre sería quien pagaría las consecuencias.
- Tonta- Gruño su loba y se encerró en lo más profundo de su mente, Hazel se sintió triste, desde que le dijo que debía mantenerla oculta de todos, ella se molestó, trató de convencerla de que era fuerte y podrían defenderse contra ese tirano que decía ser su padre, pero ella se negó no quería que su madre sufriera por su culpa una vez más.
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Pasados los días de aquella reunión en la que su padre fue rechazado por primera vez, Hazel rara vez lo veía en casa, mejor dicho, en el clan pues salía muy seguido de viaje, no sabían a donde iba, pues no tenían derecho a preguntar, para ella era un alivio no verlo, pues incluso su madre se veía mejor al ya no ser sometida por él.
- Hazel ¿Qué haces aquí? – Preguntó Marcos uno de los guerreros de confianza de su padre.
- Trabajando- Dijo cargaba heno para alimentar a las vacas.
- Hace unos días cumpliste la mayoría de edad ¿Alguno resulto ser tu destinado? – Preguntó caminando al lado de ella sin siquiera ayudarla a cargar ese fardo de heno.
- No – Respondió, no había tenido esa bendición, aunque ahora que lo pensaba incluso estuvo bien, pues la mayoría de los hombres del Clan Windsor eran tan déspotas como su padre.
- Interesante, sabes, eres hermosa y creo que me darás cachorros varones- Comentó, Hazel dejó caer el fardo de heno y lo miró con sorpresa- Le diré a tu padre que te entregue a mí como pareja elegida- Comentó mirándola de pies a cabeza, esa mirada le dio nauseas a Hazel, Marcos era joven, sí, pero por algo se había vuelto uno de los Alfas de mayor confianza de su padre, si eran tal para cual y era un hecho que solo quería emparejarse con ella por qué quería el título de Alfa de Alfas.
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Hazel llegó corriendo a casa y se encerró en su recamará, no quería ser entregada a Marcos, ese hombre haría de su vida peor de lo que ya era, incluso temía de ser golpeada como era su madre, caminaba de un lado a otro, hasta que su madre entró, ella no pudo más y se lanzó a sus brazos, no dudo en contarle lo que Marcos tenía en mente, Hilda suspiró pesadamente, ella no quería que su hija tuviera el mismo destino que ella, pero ni siquiera podía hacer algo para defenderla.
- Tienes que irte de aquí- Comentó, era lo único que se lo ocurría si quería salvar a su hija, Hazel suspiró y negó, si escapaba entonces su madre sería castigada.
- No quiero que te lastimen – Dijo mientras sus lágrimas recorrían sus mejillas.
- No mereces este infierno de vida Hazel – Acarició sus mejillas. Escucharon los gritos de Caspian, parecía más furioso que nunca- No salgas- Beso su frente y salió de la recamará.
Hazel obedeció a su madre, escuchó los gritos de su padre, él culpaba a su madre de todo, por el hecho de que jamás le dio un cachorro varón, ahora no podía mantener el poder del Clan Windsor, escuchó los gritos de su madre, mientras ese hombre comenzaba a golpearla, le pedía que parara, que ya no la lastimara, Hazel camino de un lado a otro, se cubría con sus manos sus orejas para ya no escuchar, pero todo era en vano, hasta que ya no pudo soportarlo más, sentía su sangre hervir, su loba estaba tan furiosa como ella, salió de la recamará y bajo las escaleras, para encontrarse con algo horrible, su padre sentado en el sofá individual, mientras sus hombres abusaban de su querida madre, ella tenía su rostro todo golpeado.
- ¡Aléjense de ellas, perros bastardos! – se lanzó contra ellos, Caspian solo observó a su hija ser detenida por dos de sus hombres.
- ¿Seguro que la quieres Marcos? – Preguntó, Hazel no se había dado cuenta, pero Marcos estaba al lado de su padre.
- Si, Alfa – Comentó con una sonrisa, Caspian asintió.
- Bien, entonces tómala ahora, después compártela con los demás – Ordeno, Marcos frunció el ceño ante esa orden- Serás el primero, pero no el único, necesitamos un heredero varón, da igual quien sea el padre mientras ella sea la madre – Agregó, Marcos asintió no tenía otra opción que obedecer.
- No, no, es tu hija, Caspian- Dijo apenas Hilda, Caspian solo rio con fuerza.
Hazel observo a Marcos acercarse a ella mientras se desabotonaba los pantalones, su cuerpo comenzó a temblar, tenía ganas de vomitar, no quería que ese hombre la tomará, miró con odio a Caspian ese hombre no podía ni siquiera ser su padre, sentía tanta rabia, asco hacía a él, quería que pagara por todo el daño que les ha causado.
Hilda apenas lograba mantenerse consciente, no dejaría que su hija viviera el mismo destino que ella, no, ella merecía algo mejor, ella merecía ser feliz, sabía que la Diosa Luna tenía preparado algo especial para ella, por algo le dio a esa loba con ese hermoso nombre, sin pensarlo le quito una navaja a uno de los hombres que estaba cerca.
- Yo Hilda Windsor, reniego del pacto de sangre que hice contigo, Caspian Windsor- Dijo para sorpresa de todos, Caspian abrió sus ojos de sorpresa, se levantó de su asiento, pero fue demasiado tarde, Hilda atravesó esa navaja en su pecho, haciendo que Caspian cayera de rodillas y colocara una mano en su pecho.
- Perra- Gruño Caspian al sentir el dolor, la única manera de romper el pacto de sangre era con la muerte de uno de los dos, pero renegar y quitarse la vida en presencia de la pareja elegida era un dolor agonizante para ambos, aunque solo uno moriría.
- ¡Huye, Hazel! – Grito Hilda, Hazel obedeció se deshizo del agarre de esos hombres, empujo a Marcos quien estaba sorprendido como todos por el sacrificio de su madre.
Hazel saltó por la ventana, no quería irse, pero tampoco quería que el sacrificio de su madre fuera en vano, su corazón dolía, sus lágrimas caían sin parar, podía sentirlo, podía sentir como la vida de su madre se estaba extinguiendo.
- Huye mi niña, no mires atrás, no te detengas, tu mereces una vida diferente, mereces la bendición de una pareja destinada que te amé- Hablo Hilda mediante el enlace.
- Mamá, perdón – Dijo con su voz cortada.
- Mi niña, no pidas perdón, tú tienes un destino diferente, tienes que ser feliz Hazel, olvídate de que eres una Windsor, encuentra a tu pareja destinada y vive tu vida lejos de este horrible clan, promételo- Continuo agonizante.
- Lo prometo, mamá, lo prometo- Dijo sin pensarlo, sabía que la vida de su madre llegaba a su fin.
* -Te amo con todo mi corazón-*
- Yo te amo más mamá, gracias…- Dijo mientras se adentraba al bosque - ¿Mamá? – La llamó, pero solo escuchó su último suspiró y el enlace se cortó.
Hazel corría hecha un mar de lágrimas, el dolor de su corazón era demasiado, ya no podía hacer un enlace con su mamá, eso significaba que ella estaba muerta, escuchó ruidos, los lobos comenzaban a seguirla, si la atrapaban entonces el sacrificio de su madre sería en vano.
- Deja que tome el control- Dijo su loba- Hazel, tenemos que huir, no podemos morir aquí – Volvió a decir.
Hazel accedió a las palabras de su loba, sintió sus huesos quebrarse mientras se transformaba sin dejar de correr, era la primera vez que lo hacía, el dolor fue insoportable, cerró sus ojos con fuerza y después de unos segundos, el dolor se desvaneció, al volver abrir sus ojos veía a través de su loba, ella corría a gran velocidad, sin tener un rumbo fijo, lo único que querían era escapar del clan Windsor, de ese infierno, corrió toda la noche, siendo guiada por la luz de la luna sin saber a dónde iba, no le importaba, sin darse cuenta a travesó esa línea invisible que la llevaba a la vida de los humanos.
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Jonathan estaba cerrando la cafetería después de un normal y largo día, se sentía algo extraño, últimamente había sido así no entendía por qué, pero escuchaba una voz en su interior, aunque no lograba entender lo que decía, además que había cambios en su cuerpo y su fuerza incrementaba, también seguía teniendo esos sueños extraños con la chica de cabellos rojos violáceos, sin logra ver su rostro, pero cada que soñaba con ella, tenía la necesidad de conocerla, su cuerpo reaccionaba solo con pensarla, a veces pensaba que era debido al estrés.
Entró a su casa y Max saltó a él, se preparó una cena sencilla unos sándwiches y una malteada de chocolate y sirvió a Max sus croquetas favoritas, cuando estaba por sentarse a comer y ver una película como acostumbraba todas las noches, escuchó un ruido extraño provenir de afuera, Max empezó a ladrar desesperado.
- Tranquilo, amigo- Acarició la cabeza al husky, tomó una lámpara y salió al patio trasero a investigar, dudaba que fuera un ladrón, pues el pueblo era demasiado pequeño y muy tranquilo, si llegara a ser uno, entonces no sería de ahí, todo estaba oscuro y muy silencioso eso comenzó a inquietarlo.
Jonathan alumbro hacía unos arbustos, algo se movía ahí, se acercó con cautela, esperando que no fuera un ladrón y mucho menos un animal peligroso, cuando estuvo a solo unos pasos de los arbustos, un lobo de cabellos rojizos violáceos saltó frente a él, de la impresión cayó al suelo y miraba a ese enorme lobo no parecía normal y más que asustarle le causo un extraño sentimiento, sus bellos ojos marrones lo miraban con intensidad y entonces fue ahí cuando sintió algo despertar en su interior, su cuerpo ardía, un extraño poder recorría su cuerpo, las imágenes borrosas se mostraban en su mente, el día del accidente donde perdió a sus padres, unos lobos enormes y feroces los atacaron, su cabeza comenzó a doler, todo era confuso, tallo sus ojos pues ardían, su respiración estaba agitada y entonces levantó una vez más su mirada al escuchar un tierno susurro que hizo que todo su cuerpo se tensara.
- Pareja- Escuchó una suave voz femenina, que hizo que todo su cuerpo se helera.
- Pareja –
Escuchó una voz en su interior, pero era una voz ronca, varonil, imponente, sus ojos pasaron a ser azules y brillaban en la oscura noche, aquella hermosa loba con su embriagante aroma lo despertó de lo que fue un largo sueño, su destino se había puesto en marcha pues su amada mate ya estaba a su lado, la Diosa Luna se la envió y ahora que estaba ahí no la dejaría ir, la protegería y la amaría como se lo merecía.
La loba se tambaleo a los lados, estaba débil había perdido la noción del tiempo, no sabía cuánto había corrido, pero sentía que ahora estaba a salvo, pues estaba en frente de su pareja destinada, se sentía tan feliz de que la Diosa de la Luna se haya apiadado de ella, camino hacía a él que parecía estar perdido, ya no pudo mantenerse más en pie, cayó al suelo inconsciente.
Jonathan abrió los ojos de sorpresa al ver como esa loba tomaba forma humana, se talló sus ojos sin poder creer lo que veía, se levantó y se acercó con mucho cuidado a ella, su hermoso cabello le hacía recordar a la chica de sus sueños, los apartó de su rostro y suspiró, era bonita, no pudo evitarlo y su mirada recorrió su cuerpo, sacudió la cabeza de inmediato alejando todo pensamiento lujurioso que estaba teniendo en esos momentos, se rasco la cabeza pensando en qué hacer con ella, no podía dejarla simplemente ahí, la noche era fría, tal vez debía llamar a la policía, suspiró.
- No se te ocurra alejarla de nuestro lado- Escuchó una voz, volteó a los lados buscando al dueño de esa ronca voz.
- Me estoy volviendo loco – Soltó con pesadez, cargo a la chica en sus brazos al tocar su piel su cuerpo reaccionó, además que desprendía un delicioso aroma que podía volverlo loco de deseo.
Jonathan llevó a la chica a su recamará, la acostó en la cama y se dirigió a su armario, saco una de sus playeras y se la puso tratando de no tocar más de lo debido, después la arropo con las sabanas de la cama, no podía dejar de mirar su bello rostro, tenía algunas pecas que formaban un camino horizontal en el dorso nasal.
- Que bonita- Acarició su mejilla con ternura, no podía dejar de mirarla, despertaba una extraña sensación en él.
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