El Legado De La Parca
El infierno
La oscuridad se cernía sobre el abismo, un lugar donde el tiempo no tenía significado y el eco de las almas perdidas resonaba como un canto de guerra. En el trono de obsidiana, Belial, el Rey de los Infiernos, observaba el caos que se desataba en el mundo de los mortales. Su mirada, fría y penetrante, revelaba siglos de desdén hacia aquellos que se atrevían a desafiar su autoridad
Más de mil años. Esa era la carga de su existencia. Más de mil años de guerras y rebeliones, de traiciones y alianzas efímeras. La paciencia no era un rasgo que adornara su carácter; al contrario, cada segundo que pasaba sin que el mundo se sumiera en el caos lo irritaba profundamente.
belial
¿Porque aún no se levantan?
murmuró, su voz resonando como un trueno en la penumbra. Las llamas del infierno danzaban a su alrededor, reflejando la furia que burbujeaba en su interior.
Un súbdito, tembloroso, se atrevió a interrumpir su silencio:
Subdito
Majestad, tiene que ir a la tierra si no Zeus se pondrá furioso y será peligroso si no lleva las almas
Belial se inclinó hacia adelante, sus ojos destellando con un brillo peligroso.
belial
Eso que? —La palabra salió de sus labios como un veneno.
Los humanos son seres despreciables lleno de deseos codicia La guerra es inminente, y aquellos que se interpongan en mi camino lo pagarán con su sangre.
El súbdito tragó saliva, sintiendo el peso de la ira de su rey. En ese momento, un murmullo recorrió el infierno, un susurro de inquietud que hizo que las llamas titilasen. Belial se enderezó, su paciencia agotada.
belial
—¡Que esperan váyanse *ordenó, su voz retumbando como un tambor de guerra. *—No hay lugar para los débiles en mi reino.
Con un gesto de su mano, las sombras se agitaron, y un ejército de almas condenadas emergió, listas para seguir a su rey.
Una voz profunda resonó en el aire, cargada de poder, mientras su mirada helada se clavaba en mí. No podía apartar la vista de su figura imponente.
belial
—Zeus *murmuré, dejando escapar un desagrado que apenas podía ocultar*
Zeus Rey del Olimpo
—Vete al mundo de los vivos. Es una orden, a menos que desees perder tu trono, rey de los muertos,* retumbó su voz, como un trueno que sacudía los cimientos de mi ser.
Una ira oscura emergió de mi interior, liberando una oleada de energía demoníaca que iluminó la penumbra que nos rodeaba. Las sombras danzaron a nuestro alrededor, como si respondieran a mi furia.
belial
—¡Maldito! *grité, sintiendo cómo el poder brotaba de mí, desafiando su autoridad.*
La tensión entre nosotros era palpable, y en ese instante, supe que esta confrontación definiría no solo mi destino, sino el equilibrio entre los mundos.
Capitulo 2
Se quedó en silencio por un instante, su mirada fija en mí, como si intentara leer los secretos ocultos en las profundidades de mi alma. Las llamas del trono de obsidiana chisporroteaban, reflejando la batalla interna que se libraba entre nosotros.
Zeus Rey del Olimpo
—¿Crees que puedes desafiarme?*Su voz era un susurro helado, pero había un eco de furia que resonaba en cada palabra. —Eres un rey, sí, pero tu reino está construido sobre cenizas y sombras. ¿Qué poder tienes realmente?
belial
—El poder de los vivos, de la esperanza que aún persiste en sus corazones, respondí, sintiendo cómo la energía demoníaca crepitaba a mi alrededor.
Zeus Rey del Olimpo
—No subestimes la fuerza de aquellos que luchan por lo que aman.
Belial soltó una risa amarga, un sonido que resonó en el abismo como un canto de muerte.
belial
—¿Esperanza? repitió, como si la palabra fuera un veneno en su lengua.
—Los humanos son frágiles, y su esperanza es solo una ilusión. La guerra que se avecina los aplastará, y yo seré el que recoja los restos.
De repente, el aire se volvió denso, cargado de una energía oscura que emanaba de Belial. Las sombras a su alrededor se alargaron, como si estuvieran ansiosas por devorar cualquier vestigio de luz que quedara.
belial
—¿Y qué harás tú, Zeus? —¿Salvarás a esos mortales, o te unirás a mí en el caos?
Zeus Rey del Olimpo
*Sentí una oleada de desafío.* —No me uniré a ti. Mi camino está claro, y no permitiré que tu oscuridad consuma el mundo.
Con un movimiento rápido Zeus, levanto su mano, invocando un torrente de energía brillante que iluminó el abismo. Las llamas temblaron ante mi poder, y el suelo vibró bajo nuestros pies.
belial
—¡Eres un necio! gritó Belial, su furia ahora palpable. **—Si te atreves a desafiarme, pagarás el precio.
Las almas condenadas que emergieron de las sombras comenzaron a moverse, formando un ejército a su alrededor. El aire se llenó de susurros, lamentos de aquellos que habían caído en su trampa.
Zeus Rey del Olimpo
—¡Detente! ordené, sintiendo cómo la energía a mi alrededor se intensificaba. —No permitiré que uses a estas pequeñas almas inocentes como peones en tu juego.
belial
Belial sonrió, una sonrisa que no llegó a sus ojos. —Entonces, ven. Lucha por ellos. Pero recuerda, cada alma que pierdas será una derrota para ti.
Con un rugido, el abismo se iluminó mientras nuestras energías chocaban, creando ondas de poder que reverberaban en la oscuridad. La
batalla entre la luz y la sombra había comenzado, y el destino de ambos mundos pendía de un hilo.
Zeus Rey del Olimpo
—Es difícil razonar contigo, Belial. La voz de Zeus consciente del peligro que representaba su desafío. —No puedes utilizar todas tus habilidades debido a la maldición que pesa sobre ti. Por eso, te pido un favor: salva a más de mil almas. Aprende del mundo humano. Si lo haces, te permitiré regresar al infierno.
Un silencio denso se apoderó del lugar. Las llamas del trono de obsidiana danzaban, proyectando sombras inquietantes en las paredes del abismo. Belial, con una sonrisa amplia y siniestra, se inclinó hacia adelante, sus ojos destellando con un brillo peligroso.
belial
¿En serio? Su risa resonó como un eco en la oscuridad. —Si eso es lo que me ofreces, con gusto iré al mundo humano a salvar a esas bestias asquerosas.
La ironía de sus palabras flotó en el aire. Mientras hablaba, una chispa de interés comenzó a brillar en su mirada. *Salvar almas* era una tarea que nunca había considerado, pero la idea de manipular a los mortales para su propio beneficio le resultaba intrigante.
belial
—Imagina, continuó, su tono volviéndose más seductor. —Un ejército de almas rescatadas, agradecidas y dispuestas a seguirme. Puedo convertir su desesperación en poder.
Zeus Rey del Olimpo
Zeus, sintiendo que había tocado una fibra sensible, se atrevió a dar un paso adelante. *—Pero debes aprender de ellos, Belial. No solo salvarlas, sino comprender su naturaleza. Solo así podrás romper la maldición que te ata.
belial
Belial se enderezó, su expresión tornándose seria. —Entiendo. Jugaré su juego.Luego, una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro. —Pero no lo haré por compasión. Lo haré porque me divierte.
belial
Con un gesto grandioso, convocó a las sombras a su alrededor. —Prepárense, mis fieles. Su rey se va sumergir en el mundo de los humanos.Las almas condenadas comenzaron a murmurar
—Y cuando regrese, prometió, su voz resonando con una mezcla de desafío y deleite, —el caos que desencadene será solo el comienzo de mi verdadero poder.
Así, Belial se lanzó hacia el portal que lo llevaría al mundo de los vivos, una risa oscura resonando en su pecho. La caza de almas comenzaba, y con ella, la oportunidad de recuperar su trono.
Fin del prólogo del infierno.
Capitulo 3
El sol caía a plomo, asfixiante, como si el mismísimo infierno se hubiera mudado a mi entrada. El sudor me corría por la cara, empapándome la piel, pero mis manos no podían parar. Estaban concentradas, casi febriles, sobre los pergaminos. Cada trazo era un intento, cada error, una frustración quemante. La tinta se corría, las líneas se torcían. Necesitaba que fueran perfectos
Ren Hikari
"Joder, ya llevo diez de estos dañados," murmuré, la mirada fija en el suelo, donde los pergaminos arruinados se amontonaban, cada uno un testamento a mi desesperación.
Un sudor frío me recorrió la espalda, a pesar del calor infernal. Diez pergaminos. Diez intentos fallidos. Cada uno, una parte de mi alma que se sentía más cerca de ser arrancada. Mi vista no se despegaba de los trazos fallidos, de la tinta corrida que parecía burlarse de mi desesperación
Ren Hikari
"¡Mierda!", siseé, apretando los puños. Esto era mucho más difícil de lo que pensaba. Necesitaba esto. Necesitaba que saliera perfecto. Si no...
De repente, una voz gélida, que no era la de los fantasmas a los que estaba acostumbrado, cortó el aire. Era profunda, resonante, que se acercaba apoco a su presencia
Alia hikari
"¡Este muchacho, te dije! ¡No es así! ¡Tiene que tener una letra fina, al final debe transmitir elegancia y fuerza, ¿entiendes?!" La palma impactó mi espalda con una fuerza que me hizo tambalear.
Ren Hikari
"¡Abuela! ¿Qué tan perfecto tiene que ser esto? ¡Es fin de semana! ¿Por qué tengo que estar aquí, atrapado, escribiendo pergaminos a estas horas de la tarde?"
La Abuela Alía, con su moño apretado y una mirada que había visto más allá de este mundo de lo que la mayoría de los mortales podría siquiera imaginar, no se inmutó. Recogió uno de los pergaminos fallidos del suelo y lo examinó, su pulgar frotando el borde como si pudiera sentir la imperfección.
Alia hikari
¿Qué tan perfecto, dices?" Su voz era tranquila, pero cortante como el cristal. "Tan perfecto como tu vida depende de ello, Ren. ¿Acaso crees que los demonios o espíritus errantes aceptará un trabajo a medias?
La mención de su nombre me heló la sangre. Siempre lo hacía.
Ren Hikari
"Pero... ¿por qué ahora, Abuela? Es domingo, y este calor es infernal."
Alia hikari
Ella levantó la vista, sus ojos azules, perforándome. "Porque los demonios no espera un horario.Cada pergamino fallido es una oportunidad menos. Y cada oportunidad menos te acerca a perder lo que te queda de alma."
Alia hikari
Volvió a golpear mi espalda, esta vez con una intención más seria. "Deja de quejarte y concéntrate. Necesitamos que esto sea impecable. ¿Quieres vivir o quieres ser una de esas sombras que tanto te molestan?"
Apreté con fuerza el pergamino. Mi mente, a pesar del calor sofocante, se congeló en un recuerdo nítido de mi infancia. Un suceso. Una cicatriz imborrable causada por este don que se había aferrado a mí.
La imagen de mi padre apareció vívida: sus ojos, antes llenos de calidez, ahora desorbitados por un miedo que no podía comprender. El miedo a lo desconocido, a lo que mis ojos veían y ese terror fue lo que lo llevó a entregarme a la Abuela alia, a su mundo de chamanes y rituales. A este infierno de pergaminos fallidos bajo el sol abrasador.
Solo pude asentir, mi cabeza gacha, antes de volver a concentrarme en los pergaminos. La tarde se arrastró, interminable, con el calor pegándose a mi piel y la frustración quemando mis entrañas. Pero entonces, sucedió.
Ren Hikari
Me levanté de golpe, del suelo, y alcé el pergamino recién terminado como un trofeo. ¡Perfecto! Un trazo limpio, la tinta fluyendo como debía, cada símbolo impecable. No pude evitar alzar mis brazos al cielo, una punzada de pura alegría recorriéndome.
Arriba, el cielo ya estaba plagado de estrellas, un manto oscuro salpicado de puntos brillantes. Por un momento, olvidé el calor, y los fantasmas Por un momento, solo existió ese pergamino perfecto.
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