AMOR QUE SE QUEBRÓ
DONDE SE ROMPEN LAS PROMESAS
La empresa Graves & Associates tenía paredes de cristal y principios de acero. O al menos, eso creía Aiden cuando empezó a trabajar allí con Elijah, su esposo, tres años atrás.
Aiden era discreto. Siempre llegaba puntual, vestía de manera sobria, nunca mezclaba lo personal con lo laboral. Aunque era el esposo del CEO, jamás pidió favores. Y aunque todos sabían que era el omega de Elijah, lo trataban con una mezcla de lástima y silencio incómodo.
Ese día, Aiden llevaba un informe de proyectos al despacho del piso dieciocho. Elijah había pedido los documentos con urgencia, así que no pensó en tocar la puerta, simplemente entró…
Elijah estaba de espaldas a la entrada, inclinado sobre Marcus, su nuevo asistente personal, el mismo al que había metido sin experiencia alguna y que no paraba de burlarse de Aiden a sus espaldas. Sus bocas estaban juntas, sus manos se apretaban con descaro, las feromonas de ambos saturaban la oficina.
Feromonas de deseo. De posesión.
Aiden se quedó congelado en el marco de la puerta. Los papeles cayeron al suelo con un susurro que fue más fuerte que un grito.
Elijah se apartó al instante, como si nada. Marcus, en cambio, sonrió con burla, lamiéndose los labios como si acabaran de compartir un dulce robado.
MARCUS
¿No sabes tocar la puerta, cariño? *dijo Marcus con tono venenoso.*
Aiden no respondió. Sus ojos estaban fijos en Elijah, quien se limitó a arreglarse la camisa sin una pizca de vergüenza.
MARCUS
Era una conversación privada *dijo Elijah como si Aiden no acabara de ver lo que vio.*
AIDEN LOWELL
¿Eso es lo que llamas una conversación? *murmuró Aiden, apenas audible. Su voz temblaba, no por inseguridad, sino por el dolor hirviente que le destrozaba el pecho.*
ELIJAH
No empieces con tus dramas *suspiró el alfa, fastidiado.* No fue nada. Marcus solo es...
AIDEN LOWELL
¿Solo qué? ¿Un desliz? ¿Un compañero? ¿Una distracción de tu aburrido matrimonio?
MARCUS
*Marcus se rió por lo bajo, saboreando la destrucción ajena.*
MARCUS
No te pongas así, Aiden. Eres tan... sensible. Eso también debe cansar a Elijah de vez en cuando.
Aiden se agachó, recogió los papeles uno por uno con manos temblorosas. No dijo nada. No lloró. No ahí. Pero sus feromonas comenzaron a cambiar. Esa mezcla dulce que siempre lo caracterizaba, a lavanda y vainilla, se volvió amarga, densa, cargada de decepción
AIDEN LOWELL
Vine a traer esto, como pediste *dijo, sin mirarlos.* Ya no te molesto.
ELIJAH
Aiden... *Elijah dio un paso hacia él, como si de repente recordara que era su esposo.*
AIDEN LOWELL
*Aiden se detuvo en seco.*
AIDEN LOWELL
No me toques. No digas nada. No quiero escucharte. Si tienes algo que decirme, que sea en casa... si es que aún puedes llamarla así.
Y se fue. Cruzó los pasillos con la cabeza alta, mientras todos fingían no haber oído nada, no haber sentido el estallido de feromonas dentro de la oficina del jefe.
Pero Aiden ya no caminaba como antes. Ya no era el omega que esperaba amor.
Ahora era solo alguien que se había roto… y que por primera vez, sentía que no podía seguir fingiendo que estaba bien.
LO UNICO QUE VALE LA PENA
La imagen no se borraba de su mente. Elijah, besando a Marcus. Sus labios. Sus manos. La naturalidad con la que lo había hecho. La indiferencia.
Aiden conducía en silencio. El volante bajo sus dedos temblaba ligeramente, pero su mirada estaba fija, decidida. No quería volver a la oficina. No quería escuchar excusas. Solo quería ver a su hijo.
Ese pequeño de ojos enormes, idénticos a los suyos, que era lo único que le daba sentido a sus días. La guardería quedaba a unas cuadras de la empresa. Aiden solía dejarlo y recogerlo todos los días, pero hoy, más que nunca, necesitaba tenerlo cerca.
Apenas entró al edificio, el niño corrió hacia él con los brazos abiertos.
Aiden se agachó para recibirlo en sus brazos, cerrando los ojos mientras lo apretaba contra su pecho. El aroma suave de su hijo —a jabón infantil, leche tibia y alegría— calmó sus feromonas agitadas.
AIDEN LOWELL
Hola, mi amor. ¿Cómo te fue hoy?
EREN
Dibujé una familia de dragones *dijo Eren, con voz emocionada.* Mira, este eres tú. Y este soy yo. Y este...
Se detuvo. Aiden lo miró. El tercer dibujo era una figura borrosa, tachada con crayones oscuros.
AIDEN LOWELL
¿Quién era ese? *preguntó con suavidad.*
EREN
*Eren bajó la mirada.*
EREN
Papá... pero ya no me gusta cómo me mira. Siempre está serio.
AIDEN LOWELL
*Aiden tragó saliva. Le acarició el cabello.*
AIDEN LOWELL
Está bien, cariño. No tienes que dibujarlo si no quieres.
Salieron de la guardería tomados de la mano. Aiden compró helado en una tiendita cerca del parque y se sentaron bajo un árbol. Eren hablaba y hablaba, contándole cosas del día, como si el mundo no tuviera sombras.
EREN
¿Estás triste, mami? *preguntó de pronto el niño, mirando su rostro con esos ojitos atentos, demasiado sabios para su edad.*
AIDEN LOWELL
*Aiden forzó una sonrisa.*
AIDEN LOWELL
Un poquito. Pero se me va a pasar, porque estoy contigo.
Aiden soltó una risa baja, llena de ternura y dolor al mismo tiempo.
AIDEN LOWELL
¿Sabes qué, Eren? Creo que tú eres mi héroe.
El niño le dio un beso en la mejilla, manchándolo un poco con helado de fresa. Y Aiden, por primera vez en semanas, dejó que una lágrima se deslizara libre por su mejilla.
El mundo allá afuera era cruel. Su esposo, una sombra. Su vida, un laberinto de decisiones duras.
Pero ahí, con Eren en brazos y la brisa de la tarde acariciando su rostro, recordó por qué aún no se rendía.
Ya no lo hacía por Elijah. Ni por el amor que un día creyó real.
Lo hacía por Eren. Por su risa. Por su futuro.
Y por el suyo propio.
Ese día, Aiden no volvió a casa a tiempo para la cena. Dejó el celular apagado. Compró pizza. Vieron películas abrazados en el sofá.
Y cuando Eren se quedó dormido sobre su pecho, Aiden supo que pronto tendría que tomar una decisión final.
Una que dolería.
Pero que, al final, le devolvería la libertad.
MURMULLO TRAS LA PUERTA
La mañana olía a café y vergüenza.
Aiden caminó por los pasillos de la empresa con la carpeta de reportes entre las manos. Mantenía la espalda recta, el mentón ligeramente alzado, los pasos firmes. Por fuera, era profesional. Intocable. Pero por dentro, sentía las grietas extenderse como veneno bajo la piel.
El elevador se detuvo en el piso 17. Y fue entonces cuando lo oyó.
???
¿Ya supiste lo de anoche?
???
¿Te refieres a lo de Elijah y Marcus? Claro. Se besaron como si nadie existiera. ¡Y Aiden estaba ahí!
???
Pobre. Qué humillación…
???
¿Pobre? Más bien tonto. Todos sabíamos lo de Elijah y ese tipo desde hace meses. Él era el único que no quería verlo.
???
A veces me da pena… pero bueno, es un omega. Ya sabes cómo son.
Aiden no giró la cabeza. Solo respiró hondo y caminó hacia su oficina.
Pero los murmullos no paraban.
???
Dicen que Elijah solo se casó con él porque lo embarazó sin querer.
???
Y ahora lo tiene atrapado con el crío.
???
¿Crees que lo echen? Ya no tiene el favor del jefe...
???
Debe ser horrible ser un omega y que te cambien por alguien más joven y sin hijos.
Aiden apretó el portapapeles con fuerza, tanto que sus nudillos palidecieron. Las palabras dolían. No porque fueran todas ciertas, sino porque revelaban la crueldad que había a su alrededor, disfrazada de simpatía.
Entró a su pequeña oficina y cerró la puerta con más fuerza de la que quiso admitir. Por unos segundos se apoyó contra ella, sintiendo un nudo inmenso en el estómago.
Cornudo.
Reemplazado.
Ridiculizado.
Todo eso por seguir creyendo en una promesa rota.
Se acercó al escritorio y dejó los papeles sobre la mesa. Su reflejo en el monitor apagado lo enfrentó: su rostro estaba pálido, los ojos hinchados por la falta de sueño, las ojeras marcadas por años de aguantar.
AIDEN LOWELL
No más… *murmuró, bajito.*
Aiden se sentó y comenzó a trabajar como si nada, aunque las manos le temblaban. Encendió la computadora, revisó correos, envió informes. Mientras tanto, los ecos de las risas y chismes continuaban fuera.
Pero él no saldría. No lloraría. No daría el espectáculo que todos esperaban.
Porque si lo que querían era verlo quebrarse, tendrían que esperar un poco más.
En su escritorio, debajo de unos libros, tenía escondido algo: su currículum actualizado.
Lo sacó y lo miró durante unos segundos.
AIDEN LOWELL
Ya no voy a seguir aquí mucho tiempo *dijo en voz baja, como una promesa.* Me voy a ir. Y cuando lo haga, no miraré atrás.
Ese día, Aiden no comió. No salió de su oficina. Solo trabajó… y planeó en silencio.
Porque por primera vez, el dolor no lo estaba destruyendo.
Lo estaba preparando para liberarse.
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