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En Los Ojos Equivocados

Nuestro aniversario.

Sexto aniversario ❤️❤️

Hola 👋🏼 soy Graciela Morandi, les contaré mi vida al lado de un narcisista.

—Vamos apresúrense— Estoy dando órdenes a cada momento, mi grupo de chicas decoran todo el salón, quiero que esté día sea mágico, traigo una gran emoción conmigo.

La noticia importante que podría revivir la llama de mi matrimonio, solo espero que mi suegra no aparezca por esa puerta, es tan testaruda y molesta, no la soporto para nada.

Pepe mi esposo, siempre llega temprano, pero hoy, creo que algo se le ha presentado, camino por el salón del comedor mientras ajusto la vajilla en su sitio, cada detalle es importante, las flores que dejan un rico aroma.

—Señora, el señor ha llegado— replicó una empleada.

No pude evitar salir a recibirlo, como cada día, pero hoy, hoy es un día especial tanto para mí, como para él, no tengo duda alguna.

Pero, al abrir la puerta principal y encontrarme con la escena más repulsiva de mi vida, ella, nuevamente ella llega a aturdir mis días, Pepe viene de la mano de su madre Catalina, sé que todo se volverá un tormento para mí, ya que el chófer ha bajado un par de maletas.

—Buenas noches, querida, espero no te incomode mi presencia— Catalina tenía sus ojos cargados de maldad, pude verlo desde que la conocí la primera vez, siempre me ha tratado mal.

—No hay problema, mi casa es su casa, adelante— no pude evitar sonreír de manera forzada, trate de hacerla a un lado y mirar a Pepe, solo esperaba sus palabras, pero no fue como lo espere —Has llegado a tiempo, mandaré a servir la comida Pepe—

Sentí como su mirada estaba puesta encima de mí, sus ojos oscuros mirándome con desprecio —Ya he comido junto a mi madre, estaremos ocupados en el despacho, por favor Graciela, no nos vayas a molestar—

No pude evitar que mis puños se cerrarán con fuerza, mis uñas se clavaron con dolor, un dolor que ya no me importaba, no dejaría que esa mujer me arrebate este día tan importante para mí —Pepe, es nuestro aniversario, he planeado una cena para los dos— no me importo insistir, solo quería mi lugar.

Pepe solo me mira con lástima, —Ya he comido, un año más o un año menos es lo mismo— sus palabras frías me desgarran el alma.

—Amor, pero— no pude terminar mi frase cuando sus manos ya estaban en mi cuello.

—No vuelvas a llamarme de esa manera— sus ojos estaban tan llenos de odio y me apretó con tanta fuerza, que termine mojando mis pantalones sin querer —Que asco Graciela— me soltó de golpe haciendo que mi cuerpo cayera con fuerza, sentí vergüenza, mire el rostro triunfante de su madre, solo pude levantarme y correr a nuestra habitación.

Pepe se fue a donde dijo, al despacho con su madre, fui a ducharme, no entiendo por qué actúa de esa manera delante de su madre, además que odia que sea una mujer amorosa, nuestro único momento de cariño es en la cama, ahí es otro Pepe, puedo sentir como me desea.

Ya cuando estuve lista y dentro de nuestra cama, él llegó con una rosa.

—Perdona, no quise actuar de esa manera, te he traído este detalle—

Me derretí, no pude evitar perdonarlo, me entrego un estuche, en su interior un hermoso collar.

—Por favor, ¿me ayudas?— le pedí que me lo colocará, al ver mi cuello no pudo evitar besarme, sus manos recorrieron mis brazos mientras baja mi pijama.

—Gracias está hermoso, pero, necesitamos conversar, por favor espera un momento—

Me volteé, le tenía la mejor noticia de nuestras vidas luego de seis años de casados, pero vi como su mirada empezó a molestarse, Pepe es un hombre controlador y odia que lo interrumpa.

—No tengo tiempo, si aún quieres que siga, será mejor que te calles—

Asentí e hice silencio, solo dejé que besara todo mi cuerpo, solo he estado con Pepe y no tengo dudas que es el mejor amante del mundo, amo como me toca y todo lo que me hace sentir.

Me inclinó para entrar y salir con fuerza, ambos estamos en un punto alto del clímax, hasta que estúpidamente volví a hablar.

—Te amo— fue solo eso y a él no le gustó.

Arrojo mi cuerpo con fuerza sobre la cama y se vistió rápidamente.

—Nunca puedes hacer algo bien, solo debías quedarte callada— Me dijo mientras se marcha.

—¿A dónde vas?— ya era tarde.

—No dormiré aquí contigo, ya aburres Graciela—

Pude sentir como sus palabras se clavaron en mi corazón, ¿Qué hice malo?.

—Espera Pepe, ¿Dónde dormirás?— era la primera vez desde que nos casamos que decide irse de nuestra habitación, no puedo permitirlo.

Ya estando en la puerta para salir, volteo y me dijo: —Sabes lo grande que es está casa, la cantidad de habitaciones solas, podría estar seguro de que estaré mejor en cualquiera que aquí—

Dichas sus palabras se marchó, cerrando la puerta suavemente, nunca hemos tenido la mejor relación dentro de casa, ahora con la presencia de su madre cerca, siento que hay algo de lo que aún no me he enterado.

Una vez más, me acuesto llorando por su rechazo, el collar de aniversario es hermoso, la flor quedó sobre la peinadora, la cena no fue tocada.

Pero fui hecha para esto, casarme y vivir juntos a mi esposo hasta que la muerte nos separe, su primera noche lejos de mí, una pequeña grieta que podría acabar con nuestro matrimonio, que aunque no es feliz, está aún en pie.

La noche terminó cayendo y mis ganas de buscar a Pepe se intensificaron, así que coloque mi bata y sali en busca de su calor, abri una a una las habitaciones de huéspedes, hasta que llegue a una con seguro, supe que mi esposo estaba ahí, su respiración con suaves ronquidos la pude oír, me sentí como una tonta caminando descalza en medio de la oscuridad, mientras mi corazón estaba herido, Pepe duerme como un bebé lleno de tranquilidad, hoy no había sido un buen día.

Con el enemigo en casa.

El veneno de Catalina.

La mañana siguiente me desperté temprano, necesitaba conversar con Pepe a solas, así que baje a hacerle su desayuno preferido, pero nuevamente mi ilusión de sorprenderlo fue opacado por su madre, quien ya estaba junto a él en el comedor.

—La vida no se gana durmiendo, debes levantarte y luchar, estás no son horas de una mujer casada para levantarse— Catalina, siempre haciendo comentarios hirientes hacia mi persona.

—Buenos días, Pepe, ¿Cómo has dormido?— mi mirada se fue directamente hacia él, sin importarme las palabras de ella, mala idea.

—¿Quién te crees para ignorar a mi madre— Pepe se levantó y alzó su mano, por un momento pensé que me golpearía, pero la voz de Catalina lo detuvo.

—Basta, no empezaremos un mal día por culpa de esta— siempre refiriéndose a mi persona como un don nadie.

Ambos con la misma actitud, de tal palo, tal astilla.

Mi cuerpo tembló del miedo, ¿En qué se ha convertido mi esposo?.

—Pídele disculpas a mi madre—

Lo miré fijamente, nuestras miradas conectaron, le estaba suplicando que no me tratará así y mucho menos delante de ella, pero no fue suficiente, al ver cómo sus manos se tenzaron sobre la mesa, entendí que no soy más que un mueble más dentro de la casa para Pepe.

—Le pido disculpas por ignorarla— me rebajé a un punto en donde me sentí menos que nada.

Terminé sentada al lado de ellos, los oía conversar animadamente, felices y ajenos a mi dolor, tenía que comer, debía comer por nuestra salud, me obligue a hacerlo, aun cuando mi cerebro no quería procesar ni un solo bocado.

Ellos se levantaron y al ver qué él estaba ya vestido para salir, no pude evitar hablarle.

—Que tengas un bonito día Pepe — pude ver cómo arrugó sus cejas molesto y hasta hizo un gesto de desagrado.

No hubo una respuesta de su parte, solo salió de la casa, me levanté a mirar por la ventana y observé como abraza y besa a su madre para despedirse, cogí un par de frutas y corrí a mi refugio, una habitación llena de hermosos lienzos, me encanta pintar y lo menos que quiero ahora, es encontrarme a esa mujer.

Me encanta pintar, desde pequeña lo he hecho, me apasiona hacerlo y más ahora que estoy viviendo mi mejor momento.

Mientras tanto...

Pepe fue directamente a su empresa, un imperio que ahora era totalmente de él y por el cual había luchado y soportado.

Su asistente lo recibe animadamente.

—Buenos días, señor, veo que ha llegado muy animado el día de hoy— una hermosa joven que no pasa desapercibida a los ojos de Pepe, pero quién se cuida del más mínimo escándalo.

—Buenos días, preciosa, por favor un café doble— mientras le guiñe un ojo, todo un hombre amable y cariñoso con sus empleadas.

—Si señor—

La joven fue en busca del café para su jefe, mientras que Pepe dejó su chaqueta en el perchero, estaba a la espera de un nuevo socio, la victoria la tiene en sus manos, así que luego de seis años se sienta en su sillón con la mayor comodidad del mundo.

La joven regresó y lo vio ahí, tan hermoso, un hombre mayor para ella, pero con la picardía de seducir a cualquier mujer que se acerque a él.

—Aquí tiene señor, ¿Necesita algo más?— sus manos sudan de solo tener a ese hombre frente a ella.

—¿Cuánto tiempo tienes trabajando para mí?— le pregunto mientras se levanta y Camina alrededor de ella, la rodeo y luego fue directo a cerrar su puerta con seguro.

Al sentir como él pasa el seguro, ella no pudo evitar cerrar sus ojos, no era tonta y sabe lo que está por pasar.

—Un año señor— su voz nerviosa.

—Veamos que tanto has aprendido—

Coloco sus manos sobre sus hombros para hacerla girar, olio su cuello, aún dulce por su corta edad, paso su lengua hasta llegar a sus labios, como todo zorro viejo, apretó el cuerpo de la joven junto al suyo con fuerza, quería que sintiera la conexión del beso.

Pero, solo fue eso, Pepe sabe que ella no está ahí por deseo, es solo por interés, es por eso que la soltó y miro fijamente.

—¿Necesitas algo?— fue claro y directo.

La joven bajo su rostro apenada, acaso la ha descubierto.

—No señor, no necesito nada —

Pepe no bajo en ningún momento la mirada, —Entonces debes besarme cada vez que me veas, no puedes solo besarme sin deseo, necesitas conocerme y amarme, que supliques por mis toques—

Pepe es un hombre muy peculiar, de los que les gustan las súplicas y las mujeres sumisas, así como es el caso de Graciela, a quien enamoró por años hasta convertirla en un loca de su amor.

—Si señor, lo prometo— asustada huyo de la oficina de su jefe, una oportunidad para poder salir adelante de manera económica se le ha presentado, no le importa si deba utilizar su cuerpo para seguir escalando en la empresa y en su vida personal, tenía un objetivo claro, una casa para ella y su madre, un techo propio y eso sería solo una mínima cosquilla para la cuenta bancaria de su jefe.

Pepe se quedó ahí, mirando como la liebre huye, su deseo empezará a crecer cada día más.

Mientras que Graciela estaba escondida en su refugio, llenando su vida de color con cada pincelada.

Tenía la inspiración frente a ella.

—Tú puedes hermosa Graciela, tú puedes— dijo mientras empieza por un hermoso jardín lleno de lirios, con la musa dentro de ella.

Soportando a Catalina que constantemente tocaba a su puerta, más, sin embargo, ella no le abre la puerta, era su privacidad.

—Vamos busquen las llaves de esa maldita habitación — gritaba por toda la casa, ansiosa por saber qué esconde ella detrás de esas cuatro paredes.

Las empleadas paradas una al lado de la otra se miran, saben que es el único lugar en donde la señora de la casa puede conciliar la paz.

Un castigo.

Una mala suegra.

Escuché los gritos de Catalina, molestando a mis chicas, no dejaría que esa mujer venga a gritar y molestar a mis empleadas, por lo que decidí salir y enfrentarla.

—¿Qué sucede señora Catalina?— la mire con odio, con molestia, no sabe cuánto me gustaría echarla.

Pero ella no me miró muy diferente, con su cabello blanco y su gran copete, demostró que realmente tiene más poder en mi propia casa que yo.

—Vamos, hazte a un lado, quiero ver qué tonterías haces tanto ahí encerrada— trato de pasar, hasta me empujó, pero no la deje entrar.

—No, es mi lugar privado— me crucé de brazos, protegiendo la entrada, era mi mirada contra la de ella.

Ella bufó con triunfo, —Vamos Graciela, será mejor que te muevas de ahí, o llamaré a mi hijo, no estará a gusto al saber qué estás horas encerrada con uno de los empleados— arqueo su ceña.

Mi mandíbula cayó por estúpida, como pude atreverme a desafiarla, a hablarle así, sabiendo lo mala persona que es esa mujer, mi voz empezó a temblar del miedo, últimamente Pepe se ha vuelto muy agresivo, así que no quiero saber hasta dónde es capaz de llegar, —Solo sabe traer problemas a mi casa, puede llamarlo y decirle lo que desee, estoy segura de que él no le creerá— trate de sonar segura de mí misma, pero la voz me traicionó.

—Ja, ja, ja, la voz te tiembla del miedo, no eres más que una estúpida y si no quieres dormir está noche en la calle, te pido que te hagas a un lado y me dejes pasar—

No la dejaría entrar, —No, no me quitaré, así que mejor ocupe su vida en algo mejor—

Dichas mis palabras le di la espalda y me encerré en la habitación para seguir mi rutina, de pintar mis cuadros.

Catalina gritos y golpeó la puerta con fuerza, la verdad no me importo, seguí ahí por horas, hasta que los golpes en la puerta se hicieron tan fuertes que me asuste, solo había pasado una hora y Pepe ya estaba ahí, ella lo llamó, quien sabe que le haya dicho, pero de algo estoy segura, él está enojado, dejé mis pinceles a un lado y miré la hora, ya era la hora de cenar, pasé tantas horas ahí que no me di cuenta.

—Graciela, abre la maldita puerta— su voz era fuerte y demandante.

Ya estaba segura de que algún castigo vendría a mí —Voy, espera un momento— retire mi delantal y mire mis hermosos cuadros, todo una obra de arte que pronto no estarían ahí, sabía lo que estaba por pasar, así que solo les di la espalda y abrir la puerta con suavidad.

Mis ojos chocaron con los de Pepe, estaban llenos de odio y mucha molestia.

—Te atreviste a tocar a mi madre— Pepe alzó su mano, solo pude cerrar mis ojos y sentir el fuerte ardor sobre mi rostro, mi cuerpo se tambaleó, pero no cayó.

Mi reacción fue llevar mis manos hacia mi rostro, con miedo a que volviese a tocarme, —Juro que no lo hice, solo fueron un par de palabras — le suplique al ver qué alzó nuevamente su mano.

Pepe solo me sujeto con fuerza del brazo, me sacó de la habitación y me arrastro por las escaleras, ningún empleado fue capaz de contradecir sus palabras — Aquí se respeta a mí madre, no toleraré ningún insulto hacia ella ¿Queda entendido?—

Al pie de la escalera todos me miraban con lástima.

En uni sonido se escuchó un: —Si señor—

Pepe me sacó a la fuerza de la casa y ahí supe que la amenaza de mi suegra era totalmente cierta, con un golpe seco me tiro hacia afuera.

—Hoy dormirás fuera de casa, veamos si así piensas antes de faltarle el respeto a mi madre —

Lo miré con odio, molesta, no pude evitar sentirme decepcionada de mi esposo.

Le di la espalda y me quedé ahí sentada en las escaleras de la entrada de la casa, desde ahí podía escuchar como Catalina se queja por todo.

—Te lo dije, debiste dejar a esa mujer, eres mucho hombre para ella— envenenando el corazón de Pepe.

—Ya te dije que no la dejaré, deben aprender a llevársela bien, tienen seis años en este dilema, a ver, dime, ¿dónde te agredió?—

No pude ver su rostro lleno de mentiras, pero estoy segura de que estaría llorando por cosas inventadas.

—Revisa mi espalda, me ha empujado contra la pared, solo porque le pedí dejarme entrar a ese lugar, desde que te fuiste ella no sale de ahí, Acasooo...

Apreté mis puños, estoy segura de que la difamación saldría de su boca, me acerque hasta la puerta para asegurarme de nunca olvidar sus palabras.

—¿Acaso que mamá? ¿Qué tratas de decirme?—

—Que ella pueda encerrarse en esa habitación con algún empleado, ya que todo eso es un misterio—

—Madre, Graciela me ama, jamás tendrá ojos para otros hombres, me ha jurado amor eterno frente a los ojos de Dios—

Sabía que Pepe me iba a defender ante su madre, no caería en esas difamaciones llenas de mentiras cochinas.

—Esa mujer es traicionera, cuídate hijo, jamás confíes completamente en una mujer—

Desgraciada, ahí entendí que ella es quien ha envenenado a mi esposo, todo el cambio de Pepe es por ella.

Me quedé ahí y la noche había sido cruel. El viento que bajaba de las colinas hacía crujir los pinos del jardín, se colaba por debajo de la pesada puerta de roble y le azotaba mi rostro mientras, sentada sobre el felpudo empapado, intentaba mantenerme erguida.

Por orgullo o por deseo de demostrar que era más fuerte de lo que todos creían, me quede fuera, abrazada a mis propios hombros, la cabeza gacha y la respiración temblorosa. Poco después, vencida, me recosté contra el marco de granito y me quede dormida.

"A las seis de la mañana Pepe salió de casa, la vio hecha un ovillo y solo sintió orgullo al someter a su mujer sin importar cuánto pudo haber sufrido, simplemente se marcho".

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