Me llamo Isabella, tengo 19 años y vivo en un pequeño pueblo de México donde el cielo se pinta color anaranjado cuando comienza el atardecer y el viento huele a esencias florales porque es inicio de primavera. Antes que todo empezará, mi vida era simple, me encantaba correr en las mañanas y observar el hermoso amanecer desde la parte más alta de mi pueblo, así como en la escuela solía dibujar corazones o flores en el cuaderno de mis compañeros y disfrutaba preparar postres los fines de semana con mi hermana. Tenía demasiados planes... Muchos para contar.
Anhelaba estudiar enfermería, usar vestidos de colores neutros y viajar por el mundo. Pero entonces llego PANDEMIA. Esa palabra maldita que encerró al mundo entero en sus casas y a mí, en mi cuarto. Fue ahí el comienzo de mi historia, entre las paredes color celeste y las cortinas color blanco de mi ventana, donde lo conocí.
Elías apareció en mi vida una noche cualquiera, jugando Among us, ese videojuego al que ingresé por aburrimiento y era muy popular entre los jóvenes de mi edad, la mayoría lo jugaba. Sin darme cuenta apareció un extraño por texto me dijo hola y como nadie ingresaba me preguntó: ¿Quieres ser mi novia? Yo toda emocionada pensando en que era un juego le dije que Sí. Y sin buscarlo empecé a hablar con un extraño de Panamá que se convirtió en mi todo. Al terminar de jugar me pidió mi Instagram para seguir hablando.
Si tan solo esa noche no hubiera contestado la llamada de mi amigo llorando porque lo dejo su novia por infiel, no te hubiera conocido, no me hubiera desvelado esa noche, yo me encontraba dormida, pero es mi culpa por siempre querer ayudar a los demás con sus problemas, pero cuando será que alguien me ayude con los míos.
Por esa razón te conocí, si tan sólo pudiera regresar el tiempo jamás hubiera contestado su llamada para consolar a mi amigo o lo hubiera puesto en modo vibrador para no escuchar su llamada me arrepiento de haberte conocido ¡te odio!
Al principio era solo texto, después empezamos a mandar audios me encantaba ese asentó panameño que tenía (aunque no entendía muy bien sus audios, los tenía que repetir hasta 3 veces el audio).
Al principio era bonito, me hacía reír, llegué a mencionar que nadie me entendía como él. Empezamos a hablar todos los días, hasta agotar la batería de nuestros celulares, pero sobre todo mi celular se convirtió en suyo. Mis mensajes. Mis llamadas. Mis redes todo era para él.
Mi familia me preguntaba si el no ayuda en casa o la típica frase de mi padre: yo a tu madre solo la llamaba los fines de semana. Yo le dije eso era en tus tiempos porque ahora ya existen los celulares inteligentes y el internet.
Sin darme cuenta, poco a poco dejé de correr, dibujar y preparar postres. Y me pongo a pensar:
¡En qué momento deje de ser yo!
Desde ese entonces empezamos a jugar juntos todas las noches. Primero eran partidas solo de 4 personas en la sala o incluso en diferentes ocasiones eran de 10 personas. Nuestras conversaciones se basaban en qué atuendos elegiríamos para esta partida y solía preguntarme cuál mapa me gustaba más. Sin darme cuenta, nuestras charlas empezaron a ir más allá del juego. Elías me preguntó cómo era vivir en México, si me gustaba la pandemia, que cosas me gustaban hacer, cuáles eran mis sueños, como era mi chico ideal, cuántos novios había tenido, etc.
Yo, que llevaba semanas sin hablar con nadie fuera de mi familia, me sentí escuchada valorada y en ocasiones me preguntaba a mi misma "así se siente el romance adolescente", ya que nunca había tenido novio porque todos los mexicanos yo era considerada como la "rarita, matada que siempre quería obtener buenas notas" y obviamente nadie se atrevía a salir conmigo. Era como tener un amigo a la distancia. Nos enviábamos mensajes todo el día, audios, videollamadas. Me despertaba con sus mensajes que decía -"buenos días a la mujer más hermosa, ¿cómo amanece mi princesa hermosa?" Y me dormía en videollamadas con su hermosa voz y ese acento panameño que endulzaba mis oídos, solía decirme "te vez hermosa cuando duermes quiero amanecer contigo así por el resto de mis días". Me hacía sentir la mujer más afortunada del mundo. Elías me decía que nadie más me iba a entender cómo él, que era la mujer más afortunada de haberlo encontrado entre millones de jugadores. Que tal vez el destino había planeado que, en medio de una pandemia, 2 personas de distintos países se encontrarán de esta manera.
Yo, una niña inocente e ingenua necesitada de amor y cariño, me enamoré completamente de él.
Su voz era mi refugio amaba demasiado ese acento panameño, sus palabras eran mis alas en medio de un encierro profundo que cada vez me pesaba más.
Poco a poco empecé a buscarlo más de lo normal, si algo pasaba tenía que contárselo a Elías por más tonto que fuese. Si no contestaba, me preocupaba, llegaba a pensar que ojalá no le hubiera pasado algo malo como un accidente o algo peor. Si no jugábamos, sentía que mi día estaba incompleto. Elías se convirtió en mi mundo entero, yo giraba a su alrededor. Y eso, aunque no le noté en su momento, fue el inicio de mi pérdida total.
Al principio todo era bonito. Me decía que era hermosa, que algún día viajaría a México solo para abrazarme, incluso reviso en cuánto estaba un vuelo para viajar yo me ilusioné en ese momento de que alguien estuviera interesado en conocerme, me hizo creer más en el mundo podría quererme como él.
Me prometió planes como:
-Cuando nos casemos usarás un vestido como mi princesa que eres, nuestro pastel será de tres leches con temática de Dragon Ball, nos casaremos en México y tú anillo tendrá forma de una mariposa.
-Tendremos seis hijos y la primera quiero que sea una niña y se llamará Aurora porque es tu princesa favorita, viviremos en la casa de mi padre que está en la Ciudad de Panamá. -me escribía.
Me gusta imaginar que cuando todo esto pasaría, alguna vez lo conocería en persona, qué tal vez será el amor de mi vida.
La primera vez que no te fue extraño fue cuando subí una foto a Instagram. Era una foto mía vieja, de antes de la pandemia, estaba usando un vestido de dos piezas color azul celeste, estaba descubierta de los hombros, mostrando un poco mis senos y la falda era larga, pero con una abertura en la pierna que me encantaba. Sonreía sin preocupaciones. Elías la vio y su reacción no fue lo que esperaba.
-¿Por qué subiste esa foto? ¿No ves que se te ven tus senos? ¿No te das cuenta de que otros hombres te ven? ¿Estamos saliendo no subas esas fotos subidas de tono para provocar a los hombres? -me escribió.
Yo pensé que era una broma, pero su toto no se puso era distinto se escuchaba serio y seco. Me insistió tanto, que termine borrando la foto. No quería problemas con él.
Después vinieron los comentarios sobre mis amigas que para él, solo buscaban coquetear con hombres y que tenía que alejarme de ellas, no le gustaba a mi manera de vestir siempre solía usar ropa corta pegada al cuerpo que hacía resaltar mis caderas y cintura, según para él, así se visten las cariñosas o prostitutas. -"Lo hago porque me importas y solo quiero protegerte como mi novia que eres." Me repetía. Y yo enamorada le creía todo.
Sin saberlo, empecé a ceder. A dejar de salir a correr al mirador donde disfrutaba ver el amanecer en mi pueblo, hablar con mis amigos. Pasaba más tiempo conectada con él, desde que amanece hasta que anochece que conmigo misma. Mis días giraban en torno sus mensajes, a sus partidas, a su voz, jamás negué una videollamada porque me encantaba hablar con él.
Y aunque por dentro una pequeña voz me decía que no estaba bien decidí callarla.
"Porque creía que eso era amor."
Nunca fui de las chicas que les gusta vestir provocativa, pero me gustaba arreglarme. Me gustaba sentirme bien conmigo misma, combinar mis blusas con mis jeans favoritos y maquillarme de vez en cuando, lo que era usar corrector, enchinar mis pestañas y ese labial café que tanto me encantaba, aunque solo fuera para salir con Mariana mi mejor amiga. Pero desde que Elías y yo empezamos hablar más serio, las cosas fueron cambiando de una forma tan discreta que ni siquiera lo noté.
-¿Y ese outfit?-me escribió una vez al ver una foto que subí a mis historias.-Con esa blusa se te ven los senos y esa falda está muy corta.
Era una blusa normal, negro con cuello V. No estaba ni pegada y la falda me llegaba a 2 dedos de mis rodillas y lo estaba usando con mis medias térmicas. Pero esto a sus ojos era indecente.
-Solo salí a almorzar con Mariana para ponernos al día-le contesté usando uno de esos emojis sonrientes y otro mandando un beso para intentar calmar una conversación, que ya sabes cómo va a terminar.
-Sabes que no me gusta que te vistas así, no eres como las otras, que se visten para llamar la atención de los hombres-me contestó.
Y lo irónico de esta situación era que mientras él me decía eso, yo ya había visto las cuentas que seguía. Mujeres en bikini, con poca ropa, vestidos muy reveladores y creando poses provocativas. Al principio sentí que mi corazón se partía en mil pedazos, pero después, como siempre me convencí de que tal vez no era para tanto.
"Es normal que los hombres sigan a chicas así," pensé. Lo importante era que a mí me tenía a su lado. Aunque a su lado, a veces doliera.
Cada vez que salía con Mariana, terminaba inventando excusas para no hacerlo. Una fue que le dije que mis papás me habían castigado por una semana y no podía salir. No porque yo no quisiera verla, sino porque Elías había sembrado en mí una desconfianza sin sentido.
-No sé que haces con ella, siempre anda de fiesta y con un montón de chicos (en mi cabeza sonaba que era cierto, pero con ninguno de ellos salía, solo sabía aprovechar su belleza y manipular a los hombres).-me decía. No quiero que termines igual y sabes que odio a las chicas borrachas, sólo trato de cuidarte porque eres mi novia y todo lo que quiero en este mundo.
Y yo como tonta le creí.
Lo cierto era que Mariana, nunca me había obligado a nada. Ni beber, Ni a salir de fiesta, Ni a vestirme diferente, Ni actuar diferente. Era mi amiga desde la preparatoria o bachillerato conocido en otros países y me conocía incluso más que mi propia madre, me preocupaba por su bienestar y solo la cuidaba cuando ella iba a tomar. Pero empecé alejarme poco a poco, porque Elías me hacía sentir que con ella era traicionarlo.
-Si de verdad me amas, deberías alejarte de personas que no te aportan nada en esta vida, Mariana solo te quiere destruir-sentencio.
Y yo en lugar de cuestionarlo, me convencía de que tal vez tenía razón.
"Es por mi bien," me repetía, mientras veía los mensajes sin responder de Mariana.
Luego vinieron los celos hacia Maximiliano, mi mejor amigo. Siempre fue eso: mi mejor amigo. Pero para Elías, eso era imposible.
-Te apuesto a que ese cabrón te ve con otros ojos porque tú eres hermosa-decía, medio en broma y medio en seriedad.
Me reía para evitar problemas, pero en el fondo me dolía que no confiará enn mí.
-Es solo Max, me conoce desde que tengo 15 años, él solo me ve como una hermana y para su familia soy solo un miembro más, solo como amiga-le decía.
-No importa. Nosotros los hombres somos así, como solo tú tienes ojos para él como tu amigo, él en algún momento fracaso en conquistarte se conformó con ser tu mejor amigo para estar a tu lado. Te lo digo porque soy un hombre y sé cómo piensan.
Con esas palabras destrozó mi corazón y la desconfianza que tenía en mí.
Y yo, en lugar de defender a mi amigo o aclarar que nunca hubo nada, prefería dejar de hablar tanto con Max. Pase de verlo todos los días a solo enviar un mensaje ocasional.
Lo peor es que Elías no era agresivo. Sus celos no llegaban al grito ni a la amenaza. Eran celos disfrazados de cuidado y protección.
-Solo te quiero proteger, mi Isabelita. Porque te amo.-como solía llamarme de cariño, y yo terminé creyéndole.
Cuando mencioné que quería retomar mis estudios, se me quedó observando con esa mirada penetrante que no necesitan palabras para dar su opinión.
-¿Para qué quieres estudiar? ¿Y si conoces a alguien mejor? Al final de cuenta algún día serás mi mujer y te vendrás conmigo a Panamá.
-Es solo para tener algo, un título y tener un buen trabajo haciendo lo que amo-intente argumentar.
-Vas a estar conmigo, no tienes que matarte estudiando, aparte no podrás trabajar hasta después de casarnos por el civil, por el tema de status migratorio.
Y lo deje pasar. Guarde los folletos, apoye la motivación que tenía esa inspiración. Me repetí que no importaba, que Elías tenía razón. Lo único que quería era estar con él.
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