...Recuerdo la primera vez que lo conocí. En aquel entonces, nadie se podía imaginar que estaríamos juntos como lo estamos ahora....
...¿Qué es el amor? Sí, es una pregunta que, al momento de hacerla, cada quien argumenta algo a su parecer, describe una experiencia vivida o simplemente da una definición al azar sobre algo que ha escuchado. Sea como sea, está bien, porque todas las respuestas a esta pregunta parecen contener miles de verdades de miembros faltantes para construir un cuerpo lleno de emociones. Lleno de sentimientos. Como un rompecabezas....
...Algunos dicen que en el amor no existen las mentiras ni las traiciones, ni el egoísmo, ni tampoco la desconfianza. Bueno, ¿eso significaría que aquellas relaciones que poseen estos puntos no contienen amor? ¿Que si te miente, no te ama? Quizás sea así. Yo digo que nunca existirá un argumento totalmente sólido que conteste esa pregunta. Aunque claro, yo también tengo mis propios argumentos. Para mí, el amor es un genio, todo un espíritu con humor agrio que se mete en nuestras vidas para burlarse de nuestro ser. Una tortura psicológica. Una letal droga que debería ser prohibida. Y por supuesto estoy hablando del amor eros....
...El destino es el cómplice más confidente de este sentir. Este sentir tan confuso y tan hiriente... tan amargo... tan dulce. De esa morfina....
...Bueno, quizás cualquiera encuentre o cree su propia definición acerca del amor, pero ¿por qué nadie nunca nos contestó lo siguiente: ¿Cómo llega el amor? ¿Cómo te llegó el amor? Creo que es una pregunta un tanto extraña que todos en algún momento nos hemos detenido a hacérnosla a nosotros mismos o a alguien más....
...¿Cómo te llegó? ¿Fue repentino? ¿Quedaste flechada desde la primera mirada con el chico del metro? ¿Creíste odiarlo pero terminaste amándolo? ¿Fue gentil contigo y eso fue suficiente para que te gustase? Pues a mí no me llegó así. No hubo hermosas confesiones ni cartas bonitas. Llegó sombrío, sin colores, sin citas. No me llegó a primera vista y no fue gentil conmigo; de hecho, tampoco pidió mi consentimiento, solo llegó para quedarse....
...Quizás el tuyo te llegó de forma distinta y por un camino totalmente diferente al mío, y es que casi siempre llega cuando la esperanza parece esfumarse, por caminos inesperados....
...¿Quieres saber cómo me llegó? Te contaré mi historia. Déjame contarte la problemática del amor....
...®...
Capítulo 1
— ¡Señorita! ¡Señorita! ¡Señorita! — Al tercer llamado, la voz se hizo completamente nítida. Al parecer, me había quedado dormida.
Dicen que en momentos difíciles, cuando se presenta algún problema que uno no puede controlar, el alcohol es ese amigo a quien recurrimos. Nunca antes había tomado alcohol; bueno, no tanto como ahora, pero hay una frase que dice "nunca digas nunca", y es cierto, nunca nadie termina siendo vencedor ante el destino y sus ocurrencias. Si nunca antes había tomado alcohol, ¿qué podía ser tan grave para que lo estuviera tomando ahora? Bueno, creo que la estupidez de cada ser humano debería ser castigada con cualquier medio posible; en mi caso, mi castigo ha sido una botella de whisky frente a la barra del bar temático de un crucero.
Había escuchado tantas veces que el alcohol ayudaba a disminuir el dolor de la pérdida de algún familiar o la de un buen amigo, o en mi caso, la de una ruptura amorosa. Pero mi dolor no desaparecía... aumentaba.
A pesar de ser prácticamente mi primera vez, tres botellas de aquel fuerte contenido eran incapaces de ayudarme a olvidar. Completamente inútil e incapaz de consolarme.
Tomé otro trago. Dos. Tres. Cuatro tragos. Con cada tragada sentía una bomba en mi interior que solo estaba a segundos de explotar. El dolor de cabeza me azotaba con el pasar de cada minuto y mis ojos volvieron a empaparse.
— Señorita, no debería seguir tomando... — El joven mesero detrás de la barra me miró con mucha preocupación, quizás pensando en dónde hallaría alguien como yo suficiente dinero para pagar tres botellas completas de whisky.
Sonreí. — Deme otro porfavor. — Pedí como quien solloza, vaciando lo poco que me quedaba de la botella que traía en manos.
La pregunta era: ¿por qué? Acostumbraba a escuchar a mi madre decir que a un hombre se le perdonan muchas cosas menos una infidelidad; en este caso, ¿qué debía hacer? Nuestra relación de dos años fue lanzada al vacío al igual que las promesas de amor que me hacía. Lo más jodido era que ya sospechaba que algo así podía pasar, pero no tenía suficiente valor para aceptarlo. Ahora solo podía conformarme con esta decepción... quizás Erick era demasiado para alguien como yo. A lo mejor yo era quien no lo merecía a Él. No lo sé.
Arrebaté la botella que se me entregó y de ella tomé un largo sorbo.
Desde el principio le había declarado a Erick que no me iría con él a la cama fuera del matrimonio por mis propios principios; él aceptó, de hecho, dijo que mientras tanto podíamos conocernos mejor y formar lazos eternos después de nuestra boda. Luego, cuando empecé a tener sospechas de sus aventuras, decidí que dos años eran demasiados. Con mis ahorros pagué un viaje a este crucero, decoré la habitación en donde pasaríamos los tres días de viaje, también me animé a colocarme vergonzosas prendas y toda esa estupidez para entregarme a él. Lamentablemente para mí, decidió darme un regalo por adelantado en el segundo día del viaje; así, sin más, se acostó con una fulana en la habitación que pagué y decoré por él. Quise gritarle, quise hacer algo, pero solo tuve el valor de huir de ahí. Fui ingenua al creer que sí podía mantenerse conmigo durante dos años seguidos sin quejas y sin importarle mi decisión de no irme a la cama con él antes del matrimonio era porque en realidad me amaba. Tonta. Patética.
Tomé otro trago.
Me odiaba por aún sentir algo de simpatía por él. Podría ser culpa mía todo lo que pasó. Sí, era mi culpa el haberme dejado lastimar de esa manera, era culpable al dejarlo romper mi corazón, por permitirle destruir mi fe en el amor. Toda la culpa era mía.
Quizás el amor solo es un refugio, un invento creado por nosotros mismos para no sentirnos tan solos y miserables, pero lo cierto es que no es real... el amor no existe.
Giré dándole la espalda a la barra para echarle un vistazo al lugar. Había diferentes personas; algunos venían acompañados y otros se encontraban solos. Alguien en particular robó mi atención. Traía una cara de pocos amigos que opacaba su perfecto físico, parecía ser un modelo que acababa de hacer su mejor presentación del año, pero que fue mal compensado. Se movía hecho una completa furia de frustración e ira, sin ninguna otra emoción más que aquel descaro primitivo de mandar a volar todo lo que tuviese enfrente. Empujaba a algunos transeúntes y se detenía en ocasiones a saludar a quienes parecían ser conocidos, luego seguía su curso con una mirada de soslayo envuelta en llamas. No podía dejar de mirarlo. Tuve unas inmensas ganas de preguntarle el porqué de su mal humor. Aun con todo su mal genio, caminaba con la cabeza bien en alto, desprendía elegancia, y las miradas coquetas de las féminas que ganaba no eran pocas. Arrebatado y dando un empujón fuerte, llegó frente a la barra tomando asiento a mi lado. Se sentó con toda su imponente presencia, golpeando fuertemente una caja aterciopelada contra el mostrador de mármol, llamando con esa acción la atención del mesero.
Volví a estar frente a la barra. Bajé la cabeza y solté aire, tomando la botella de whisky.
El mesero, quien seguía con una mirada de preocupación dirigida hacia mí, pareció captar con una simple ojeada lo que quería aquel desconocido.
Volví mi mirada a mis propios asuntos y tragué hasta el fondo de mi bebida. Sí, empezaba a sentir los efectos del alcohol. Era ilógico, ¿no?, que a pesar de ser prácticamente mi primera vez sintiera los efectos de la ebriedad después de tan grande cantidad de alcohol. Así seguí hasta regresar la atención a quien tenía al lado. A los pocos segundos de estar ahí, fue puesto frente a él un vaso con hielo y una botella de un costoso y pulcro tequila. Miró el tequila con desaprobación sin comentar nada al respecto, procedió a servirse una considerable cantidad en el vaso mientras dejaba que los shots le quemaran al bajar con tanta furia, siendo empujado y adormecido por más alcohol que siguió al tomar de aquel vaso del que se había servido. Suspiró haciendo una pequeña mueca mientras se limpiaba la boca con la manga de su traje; en el proceso, dejó entrever tintado su piel, cosa que no se podía observar en su total esplendor por el traje y por la tenue luz del lugar.
Yo seguía reflexionando sobre mi situación dando vueltas en mi asiento, girando en el taburete de frente a espaldas de la barra, así sucesivamente. Terminé quedándome de espaldas al igual que aquel extraño hombre que en ese momento parecía querer calmarse, ya tomando con más bonanza los siguientes shots. Tenía todo el poder existente del mundo sobre sus hombros o era alcohólico.
De repente, volteó sobre su hombro para verme y, ante eso, giré con prontitud en dirección contraria. Chasqueó la lengua en desaprobación. Yo, por mi parte, tras unos instantes lo volví a mirar; en serio no sabía por qué lo hacía, pero algo en él llamaba mi atención. Podía prometer que no solo era por su físico, sino que me generaba cierta curiosidad la exorbitante cantidad de alcohol que tomaba.
Me debatía en si consolarlo o no para que se calmara al tomar tan desmedidamente. Entre hacer o no hacer, caí en cuenta de la pequeña caja aterciopelada sobre la madera que momento atrás fue puesta ahí, con sutileza la tomé para ver qué dentro de dicha caja aguardaba un anillo de compromiso que, por más que quería, no llegué a palpar.
— ¿Qué crees que haces? — Murmuró con los dientes apretados. Subió pliegue por pliegue de mi brazo captando mis intentos fallidos de escape. Sentí sudor recorrer mi espalda ante el miedo. Su mirada me intimidaba; las personas que alrededor nos miraban no hacían más que avergonzarme. Apretó mi mano con más fuerza, duro. Jadeé de dolor y eso pareció satisfacerlo; entonces se alejó lentamente mirándome con soslayo. — ¿Qué? ¿Te gusta?
Agradecida de que por fin me había soltado el brazo, procedí a sobar con sutileza el lugar de su agarre. Tenía una marca roja; estaba segura de que no tomaría mucho tiempo en tornarse morado.
— No. — Contesté secamente su pregunta.
— Si no te gusta, ¿por qué carajos lo tomas? ¿Tienes cinco años o qué? — Murmuró con fastidio, como si regañara a una niña pequeña.
Dejó su vaso tras suyo y manoteó la caja nuevamente, poniéndola en su bolsillo con desdén. No contesté. Era un caso perdido planear una discusión con él cuando yo era la que había tocado lo ajeno.
Sacó de su otro bolsillo una caja de cigarros; aun si no era zona de fumadores, parecía no importarle nada, ni siquiera el letrero que lo prohibía. El pobre mesero tampoco tenía valor suficiente para reclamarle algo. Prendió un cigarrillo y aspiró hondo, tirándose hacia atrás mientras dejaba salir el humo de su boca.
— ¿Sabes leer?
— ¿Qué dijiste? — Interrogó de manera autoritaria.
— El letrero de allí dice explícitamente que esta no es una zona de fumadores. — Señalé con el índice.
Dio otra calada, relajándose, dejando ese cigarro entre sus labios un momento. Me había hecho la idea de que él no me contestaría, pero se sacó el cigarro de la boca y giró a verme con el ceño fruncido minutos después. — ¿Sabes qué más está prohibido? Tomar cosas que le pertenecen a otros tripulantes, ¿y sabes qué más?, me importa un carajo. — Habló asqueado, haciendo gestos intimidantes y acercando su rostro al mío, dejando que, conscientemente, su aliento de alcohol y de tabaco entrara por mi nariz.
— Eres un imbécil.
— Para servirle.
A este paso, ya nada de lo que decía me sorprendía. No le busqué conversación tampoco.
Le hizo una señal con la cabeza al mesero, que tembloroso corrió a buscar algo para él. Efectivamente, el mesero le trajo un metal en forma de cenicero en el cual depositó las cenizas. Luego pidió otra botella de su bebida, siendo servida con prisa por el mismo mesero, pero antes de que éste le terminara de servir, le arrebató el vaso, tomando un largo trago y siguiendo con las caladas de su cigarro.
Luego de ver eso, abrí mi cartera y dejé la cuenta de mi bebida, saliendo torpemente de ahí. Las piernas me fallaban y la vista por igual; se me estaba haciendo difícil enfocar la vista, pero necesitaba estar sola. No sé, quizás hallar algún sitio allá dentro para reflexionar sobre las cosas. El sillón donde tomé asiento no parecía ser el lugar más apartado para eso; sin embargo, me tocó quedarme ahí debatiendo en dónde pasaría la noche. Fue una pregunta que vagó por mi mente hora tras hora y ninguna respuesta se presentó. Después de tantas horas, decidí buscar a alguien que tuviera alguna ocupación ahí dentro que me ayudara a ocupar otra habitación. O eso quería, pero no podía, ni siquiera podía enfocar mis dedos con claridad. Había leído en un artículo online que beber demasiado alcohol puede hacer que uno vea borroso y tenga dificultad para enfocar la vista ya que es uno de los efectos a corto plazo más comunes del consumo de alcohol. Creo que resultó ser cierto eso.
— Aquí estás, ¿qué haces aquí, señorita Fanny? — Era una mujer que, aunque no la veía bien, por el tono de su voz debía de estar en edad.
— Oh, perdone, yo no me llamo Fa...
No me dejó terminar. — Venga ya, te estamos esperando. — Me tomó de las manos y me arrastró.
La señora prácticamente me arrastraba tras suyo por todo el lugar, y yo, que no podía enfocar la vista, chocaba con las personas que se movían por los pasillos. Traté de explicarle que se había equivocado de persona, pero no parecía importarle nada de lo que le decía, o era que en realidad solo balbuceaba de ebriedad y ella no me entendía. Como fuera.
— Ya le dije que no soy...
— Camina más rápido. — Ordenó. Me rendí.
Luego de unos minutos, estábamos en no sé dónde.
— ¡Ya llegamos! — Susurró con entusiasmo. — Hoy es tu boda, pon tu mejor cara, sonríe y avanza; ya mucho tiempo nos hiciste esperar.— En ese momento fue cuando escuché todos los aplausos y los silbidos, y el fuerte viento diciéndome que posiblemente nos encontrábamos en la azotea.
— ¿Cómo dijo usted? ¿Cuál boda?
Download MangaToon APP on App Store and Google Play