Jacob Maximof
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Caminaba por las calles de la ciudad como si fuera a llegar tarde a una fiesta, nunca me las perdía, me encantaban estar de fiesta en fiesta, ojalá ese hubiera sido el caso, estaba llegando otra vez tarde al trabajo, era cajero en una cafetería cute en la esquina del centro de la ciudad, casi no iba nadie, pero la paga era buena.
Entre a por la puerta trasera y rápidamente me puse el delantal, en el mostrador ví a mi amiga, Dayana, estaba cubriendome.
—Hola, ya llegué, perdón—dije mientras me hacía al lado de ella.
Ella se volteo y me dió un pequeño empujón mientras me lanzaba una mirada fulminante.
—Tienes suerte de que el jefe se haya ido—dijo y soltó un suspiro pesado.
—Si, Pero ya llegué, ¿o no?—dije con una sonrisa burlona y me hize en el puesto de cajero.
Ella agarró un delantal y un gorro, una familia entro a la cafetería y ella fue corriendo a atenderlos.
Durante todo el día no hicimos nada más que trabajar, hacer pereza y hablar un rato de chisme, esa era la parte buena del trabajo, tomar café y hablar cincuenta un lujo, y no nos aburríamos de esperar hasta que llegara la noche
—Y entonces le dije, ningún cincuenta cincuenta, si tú me invitaste a salir me tienes que pagar todo—decía Dayana.
—Pues claro, si él fue él que te invito, sé supone que el invita todo—dije con un poco de indignación.
—Exacto, es que los hombres de hoy en día, no se, son todos extraños y raros—dijo mientras fruncía el ceño.
La campana que indicaba que alguien entro, comenzó a sonar, un pequeño campanazo, yo voltee a mirar y era él, el cliente que siempre venía todas las noches.
Me miro y comenzó a caminar hacia mi, siempre hacia lo mismo, llegaba a las nueve en punto hasta incluso sabía lo que iba a a pedir.
—Buenas Noches—dijo con voz sería y gruesa—Por favor, dame un capuchino.
—Está bien—le sonreí y empecé a hacer la cuenta.
No podía verlo, pero sentía como su mirada estaba clavada en mi cabeza, por el reojo vi como Dayana se iba, tal vez a buscar algo en su bolso, cuando sus pasos ya no se escuchaban mire al hombre.
—Serian veinte dólares—dije
El saco un fajo de billetes y lo puso sobre el mostrador, yo me quedé sin palabras al ver esa cantidad de dinero, pero me sorprendió aún más, ver cómo de su otro bolsillo sacaba veinte dólares.
—Ten los veinte—luego agarro el fajo de billetes y me lo extendió, como si quisiera que los agarrara, —Esto es para ti.
—¿P-para mí?—dije incrédulo, él siempre me daba propia, mucha propina, Pero esto, esto ya era un regalo muy especial—muchas gracias
Agarre el fajo y asentí con la cabeza, no se pudo notar, Pero vi como su boca se torcía un poco en una sonrisa.
—¡Dayana, Un capuchino!—grite
—¡Ya Lo estaba preparando!—respondió
Aquel hombre, se había ido a sentar, saco su celular y comenzó a esperar el café.
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Hoy me había levantado temprano, dormí toda la tarde, ya que me tocaba el turno de noche, no quería llegar otra vez tarde, me bañé me organice y me prepare para irme al trabajo
Cuando estaba a punto de salir, mi celular empezó a timbrar, lo saqué de mi pantalón y vi quien era, conteste el teléfono y suspire.
—¿Hola?— pregunté
—Hola Jacob, ¿tienes un momento?—pregunto la voz de mi hermana a través del teléfono
—Tiene que ser rápido, tengo que ir a trabajar—respondí
—Bien, lleve a mamá al hospital, está muy enferma—dijo
Yo solté un suspiro, no era la primera vez que pasaba esto, mi madre tenía cáncer, y está en su etapa final.
—¿Crees que puedas darme dinero? Necesito pagarle al hospital—dijo mi hermana con la voz apagada.
—Escucha, ven hoy a dónde trabajo, te daré un poco de dinero, ¿si?—dije en un intento de hacer algo
—Si, está bien—dijo
—Okay, nos vemos más tarde—dije
Ella colgó, yo abrí la puerta de mi apartamento y me fui a trabajar, durante todo el camino, no pude pensar en más que en mi madre, cada vez estaba peor y yo no podía hacer mucho para ayudar y eso me llenaba de coraje y de tristeza.
Llegué al trabajo y el jefe, estaba ahí, mirándome como su me estuviera esperando.
—Buenas noches, jefe—dije mientras entraba y me instalaba.
—Bonitas horas de llegar—dijo mientras se cruzaba de brazos.
—Perdón es que recibí una llamada de mi hermana, mi madre está grave en el hosp-fui interrumpido por él.
—Tu madre anciana me importa un culo, te dije que vinieras a cubrir el turno de la mañana—dijo
Cuando dijo eso de mi madre, me dieron ganas de agarrar una taza de café caliente y metérsela dentro del ano.
—Pero no era mi responsabilidad cubrir ese turno, el mío es el nocturno—dije y caminé hacia el puesto de cajero.
Mi jefe me siguió de cerca ya iba a empezar otro de sus shows.
—No te voy a pagar—dijo
Yo lo miré con sorpresa e indignación, esto era ridículo
—¿cómo que no me va a pagar?—respondí
—Pues no, no cumpliste con tu deber, entonces vete a la mierda—dijo
Estaba tan furioso que ni siquieraa note que ya eran las nueve o seaa que ese cliente, estaba parado justo en frente de mi jefe y yo, esperando a que lo atendiéramos.
—¡Y tú y tu puta madre se pueden ir al carajo, no te voy a pagar este mes!—me grito el jefe.
—¡Pues lo voy a denunciar—le grite!
—¡Inténtentelo, quiero verlo!—dijo y me empujó con fuerza.
En ese momento, se escuchó un ruido fuerte, el cliente que siempre venía, golpeó el mostrador con fuerza, haciendo que todos los objetos saltarán, no me estaba mirando a mí, sino a mi jefe, con una mirada penetrante y sería, se podía notar una chispa de furia en su mirada.
—J-Jacob... Atiéndelo—dijo y luego se fue.
Me acerque lentamente y lo mire, su rostro paso de estar rojo cereza a estar pálido como la leche.
—¿Un capuchino verdad?— pregunté.
Él asintió.
—En un momento se lo llevó a la mesa—dije.
—Muchas gracias—dijo, aún con esa expresión sería en su mirada.
Yo solté un suspiro y luego me frote la frente, alguien entro, era mi hermana, tenía un vestido largo, y una chaqueta amarilla, con expresión de cansancio en su mirada.
—Hola, Jacob—dijo
—Ya te doy el dinero—dije mientras caminaba a mi maleta y sacaba el fajo de billetes que el cliente me había dado.
Camine hacia ella y le di el dinero, ella no lo podía creer, miró los billetes y luego a mí con expresión de sorpresa.
—¿Cómo conseguiste todo esto?—pregunto
—Eso no importa, ahora ve y paga todo lo que necesite mamá—dije
—Está bien—dijo mientras se guardaba el fajo y salía de la cafetería.
—Te amo—le dije, ella me sonrió y luego se fue completamente.
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Agarre el capuchino y se lo lleve al cliente, la cafetería ya había cerrado, y mi jefe se había ido, así que solo estábamos ese hombre y yo.
Puse el capuchino en la mesa y luego retire la bandeja, él me miró.
—¿No estoy molestando? La cafetería ya cerró—dijo con voz sería.
—Pues si, ya cerró, pero no es una molestia que usted esté aquí...—le dije con una sonrisa.
—¿Te puedo preguntar algo?—me dijo
Yo asentí inconscientemente.
—¿Quién era la chica a la que le diste el dinero que te regale?—pregunto.
—Mi hermana, señor—dije
—Mi nombre es Erick Andrews, no me digas señor—dijo
—Si, lo siento, Erick—dije.
La campana que indicaba que alguien había entrado sonó, y entraron tres hombres, vestidos de negro, mucho más altos que yo, los mire y me acerque con un poco de miedo.
—Lo siento, pero ya cerramos—dije
Se miraron entre ellos y luego parecían mirar a Erick, yo lo voltee a mirar, se levantó y se acomodó el traje que llevaba puesto.
—Llévenselo—dijo Erick mientras míraba su reloj
Los hombres camínaron con rapidez hacia mi, yo retrocedí, Pero sentí como las manos de Erick me agarraban la cintura con fuerza y me empujaba hacia ellos.
—¡No, déjenme!— grité.
Pero antes de poder hacer algo más, me pusieron un trapo en la cara y eso me volvió más débil, al punto de quedar inconsciente.
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El sonido de algo moviéndose me despertó, abrí los ojos lentamente, vi que ya no estaba en la cafetería, estaba adentro de una van, pero no una van bonita, de esas de campamento, una van con el suelo de acero frio y dónde parecían llevar paquetes dentro.
Una fresca brisa entraba por un hueco que había, y a juzgar por el olor, estaba lloviendo, ese olor que desprende la calle mojada me encantaba, era como comer pastel, muy delicioso.
Me incorpore y mire al rededor, la van estaba casi vacía, yo aún seguia mareado, por el líquido que me durmió, o por qué el auto seguía en movimiento.
Derrepente el auto se detuvo, y escuché como alguien salía del auto, y casi de inmediato, oi pasos que se acercaban a la puerta donde yo estaba, rápidamente gatee hacia atrás, sin poder retroceder por qué la puerta trasera me lo impedía.
La puerta se abrió, y en ella, apareció un hombre, de piel oscura ,las gotas de lluvia caín sobre su traje negro y elegante.
—Vamos, no hagas esto más difícil, está lloviendo—dijo mientras suspiraba—Sal de ahí.
—Quienes son ustedes, quien eres tu, déjame ir—dije con con voz temblorosa
El se volteo y miro a alguien, después me miró a de nuevo.
—Si no sales, el vendrá por ti, y no creo que te vaya a gustar—dijo con un suspiro
—¿Quien?—dije—No voy a salir de aquí.
El miró a la persona que estaba viendo y después suspiro
—Ya viene—dijo y se quitó de la puerta
Un escalofrío me corrió por todo el cuerpo, y una sensación de miedo, yo me acurruque más contra la puerta que estaba a mis espaldas.
Erick apareció en la puerta, la presión se me bajo y me dieron muchas náuseas el ver como me estaba mirando, con su expresión seria y sin alma.
Sin perder tiempo, el entro a la van y se acerco a mi.
—Dejame ir...—dije.
Cuando hable, el me dió una bofetada con fuerza y luego me agarró del pelo, arrastrandome fuera.
Me saco del auto y me arrastró por todo el camino de piedras, la lluvia me comenzó a mojar y eso solo hacía la situación más desesperante, intentaba levantarme, pero él me agarra más fuerte del pelo, el suelo se empezó a sentir liso, ya no me dolía tanto, ahora me deslizaba por el suelo, alze la mirada y vi que nos acercábamos a una hermosa casa.
Llegamos a la entrada y no me dejó levantar para subir los escalones, me subió el mismo, aún arrastrándome lo que hacía que me doliera.
—¡Ah, Mierda!— grité
Él abrió la puerta y me pateó hacia adentro, como si de un juguete se tratara, cerró la puerta y se quitó el traje que tenía.
Yo me quedé ahí en el suelo mirándolo, tenía tanta furia acumulada dentro de mí, que lo estaba mirando como si lo quisiera matar, aunque de verdad quería.
El volteo a verme y me miró como si fuera mierda en el suelo, me miró con asco, repugnancia y fastidio.
—Dios, estás hecho una porquería—dijo con tono serio
Yo quite mi mirada de él y mire el lugar, el lujoso lugar en donde estaba, de repente él empezó a llamar a alguien.
—¡Gloria! ¡Gloria!—gritaba.
Una señora de la tercera edad apareció, se puso enfrente de Erick y hablo.
—¿Si señor?, dígame—dijo con voz sumisa.
—Puedes llevar a ese chico a que sé dé una ducha, dale ropa limpia y que luego baje a cenar—ordeno mientras se arremangaba la camisa
—Claro que si, señor—dijo la ancianita mientras se acercaba a mí—Vamos joven, levántese
Yo me levanté lentamente y luego dejé que la señora me guiará, mire una última vez a Erick, quien estaba cruzado de brazos, vigilando que fuera, yo lo mire muy mal, torcíendole los ojos y luego segui a la señora.
Erick soltó una carcajada—Ridículo—me dijo.
No respondí y comencé a subir escaleras arriba, siguiendo a aquella viejita.
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