NovelToon NovelToon

Un Amor Inesperado

De Vuelta A Casa

La puerta principal se cerró de golpe y el eco retumbó por toda la casa. Era oficial mi hermano había vuelto, y con él su ruidosa pandilla de amigos. Desde la cocina podía escucharlos reír, bromear y arrastrar mochilas por el piso de madera como si el tiempo no hubiera pasado desde la última vez que estuvieron aquí.

—Ey Sarah —gritó mi hermano desde el pasillo—. ¿Sigues viva o qué?

Rodé los ojos sonriendo sin querer. Me limpié las manos en un trapo y asomé la cabeza por la puerta.

—A duras penas con tanto escándalo —contesté. Junto a él de pie con una mochila al hombro, estaba Liam. No lo veía desde hacía meses tal vez más. Me tomó un segundo reconocerlo. No porque fuera alguien desconocido, sino porque había algo distinto en él. Había cambiado, aunque no sabría decir exactamente en qué. Tal vez era el corte de pelo, aunque seguía teniendo ese cabello castaño alborotado, como si siempre acabara de despertarse. Sus ojos cafes que brillaban con esa chispa traviesa que siempre había tenido. O la forma en que su sonrisa parecía un poco más tranquila. Llevaba una camiseta negra sencilla y unos jeans gastados, como si no necesitara más para verse cómodo en su piel. Había crecido no solo en altura, sino en presencia. Se movía con una confianza tranquila, como quien ya ha pasado por algunas tormentas y ha aprendido a caminar bajo la lluvia sin miedo. No era el mismo chico de siempre. Pero seguía siendo Liam.

—Sarah, ¿cómo estás? —me saludó con esa familiaridad que sólo tienen los que han compartido mil tardes bajo el mismo techo.

—Bien —respondí, encogiéndome de hombros. Y era cierto. Todo estaba bien. Como siempre.

O al menos, eso creía. —¿Qué tal la universidad? —pregunté, más por cortesía que por verdadera curiosidad.

Liam dejó caer la mochila contra la pared y se pasó la mano por el cabello, despeinándolo aún más.

—Una locura —dijo, riéndose un poco—. Extrañaba estos desastres de fin de semana.

—Desastre vas a dejar el piso —solté, cruzándome de brazos. No era un reclamo serio, pero tampoco pensaba recoger detrás de ellos como cuando tenía quince. Mi hermano, ajeno a cualquier molestia, pasó un brazo por mis hombros y me despeinó a propósito como hacía cuando éramos niños.

—No seas amargada, Sarah Vamos a hacer hamburguesas, películas toda la noche como los viejos tiempos . Me aparté riendo, empujándolo con un codazo.

—Los viejos tiempos son eso. viejos. Ahora trabajo en las mañanas recuerdas

—Una noche no mata a nadie —intervino Liam, sonriendo como si eso fuera suficiente para convencer a cualquiera.

Me detuve un segundo. No porque fuera él, sino porque su sonrisa tenía algo contagioso, como esas pequeñas cosas que uno no se da cuenta que extrañaba hasta que las tiene de nuevo cerca.

—Está bien —cedí fingiendo fastidio— pero si mañana llego zombie a la oficina, pienso poner sus nombres en mi renuncia.

Los dos rieron, esa risa despreocupada que llena la casa como un eco de otros veranos. Me sentí, aunque fuera por un momento, en una versión más simple de mi vida, una donde nada dolía, donde todo parecía posible. Y entonces sonó el timbre. Otro amigo más. Otro verano. Otra historia a punto de comenzar, aunque todavía no lo sabía.

Como Si Nunca Nos Hubieramos Ido

Abrí la puerta esperando ver a otro de los habituales pero me encontré con alguien nuevo.

Un chico alto de cabello oscuro y sonrisa fácil, que sostenía una bolsa de papas fritas como si fuera un tesoro.

—Hola —dijo con un gesto de saludo— Soy Noah.

—Sarah —respondí algo desconcertada. No estaba acostumbrada a caras nuevas en ese grupo cerrado de amigos.

Detrás de mí, mi hermano y Liam ya estaban armando un escándalo en la sala discutiendo sobre qué película ver primero como si la vida dependiera de ello. Noah entró como si conociera la casa de toda la vida, y pronto la sala se llenó de voces bromas y esa energía desbordante que parecía demasiado grande para caber entre las paredes.

Me senté en el brazo del sofá, observándolos con media sonrisa. A veces parecía que el tiempo no tocaba a algunos. Liam por ejemplo seguía teniendo esa habilidad absurda para ganar cualquier discusión con un simple comentario ingenioso. Noah, en cambio, parecía querer encajar, pero aún no sabía exactamente cómo.

— Y tú—preguntó de repente Noah, acercándose con un vaso de soda en la mano— También eres parte del club de los que no saben crecer - Reí sorprendida por su descaro —Supongo que sí —dije, alzando el vaso en un brindis imaginario.

Noah sonrió, y algo en su mirada me hizo pensar que no era tan nuevo en esto de improvisar amistades. La noche siguió entre hamburguesas mal cocinadas, películas que nadie veía de verdad, y anécdotas viejas que parecían cobrar vida otra vez. Liam contaba historias, exagerando detalles, haciendo reír a todos hasta las lágrimas. Yo escuchaba, participaba, pero había algo en el aire. Una sensación que no sabía nombrar todavía. Cuando todos parecían ya medio dormidos en los sillones mi hermano se levantó de un salto.

—Mañana vamos a la playa —anunció, como si fuera una orden oficial.

Hubo vítores y quejas a partes iguales. Noah parecía encantado con la idea. Liam me miró de reojo, como esperando mi reacción.

—Y tú, Sarah —preguntó—. ¿Vienes o vas a hacerte la adulta responsable

Le lancé una almohada. —Mañana veremos —contesté, riendo. Pero algo me decía que fuera cual fuera la decisión el verano acababa de empezar y no iba a ser como los anteriores.

Cuando la casa finalmente se calmó y cada uno reclamó un pedazo de sofá o piso para dormir, me encontré a mí misma lavando algunos platos en la cocina. El sonido del agua era un alivio después de tantas carcajadas y gritos.

—Te ayudo —escuché la voz de Liam a mi espalda.

Me giré y lo vi recostado contra el marco de la puerta, con las manos en los bolsillos y esa sonrisa floja que siempre había usado para librarse de los regaños.

—Desde cuándo te ofreces como voluntario —bromeé, arqueando una ceja.

—Desde que no quiero que mañana nos eches de la casa —dijo acercándose a paso lento. Tomó un plato de la encimera y empezó a secarlo con un paño, de una manera que dejaba claro que no tenía idea de lo que hacía.

Trabajamos en silencio durante un momento, solo acompañados por el chasquido del agua y el murmullo lejano de la televisión. Era curioso.

Con Liam siempre había sido fácil estar en silencio. Sin presiones sin necesidad de llenar los huecos con palabras.

—Te gusta tu trabajo —preguntó de pronto, rompiendo la calma.

Me sorprendió un poco su pregunta, tan directa y sincera —Sí bueno a veces —confesé, encogiéndome de hombros— No era lo que soñaba de niña pero paga las cuentas.

Él asintió como si entendiera algo que no hacía falta decir. Me pregunté por un segundo fugazsi él estaba exactamente donde quería estar.

—No es tan malo tener sueños diferentes a los de antes —dijo Liam casi para sí mismo.

Lo miré de reojo. Había madurado tal vez no del todo, pero sí lo suficiente para que sus palabras sonaran menos a bromas y más a verdades.

Terminamos de limpiar y cuando apagué la luz de la cocina la casa quedó en penumbra, iluminada solo por el brillo azul de la pantalla en la sala. Me deslicé entre los cuerpos dormidos buscando un rincón donde tirarme a dormir. Liam ya estaba acomodado en un sillón con una manta raída hasta la cintura. Cuando pasé junto a él abrió un ojo apenas.

—Buenas noches Sarah —murmuró

—Buenas noches Liam —susurré de vuelta

Y fue así en la sencillez de una noche cualquiera, que algo imperceptible empezó a moverse dentro de mí. Aunque todavía no lo entendiera.

Aunque todavía no quisiera entenderlo

Entre Olas Y Silencio

Me desperté con el olor a café quemado y el murmullo de voces mezcladas en la sala. Durante unos segundos no supe dónde estaba. El calor del verano, la manta enrollada a mis pies la luz filtrándose por las ventanas y entonces lo recordé la noche anterior, las películas las risas Noah Liam. Me incorporé lentamente parpadeando contra la claridad. Noah y Liam discutían en voz baja junto a la cocina revolviendo bolsas de comida como si buscaran un tesoro escondido

—Te dije que trajeras el pan, no solo las papas —se quejaba Liam, sacudiendo una bolsa vacía

—Y yo te dije que era tu trabajo—le replicó Noah riéndose

Mi hermano apareció con el cabello alborotado y una camiseta dos tallas más grande, arrastrando los pies hasta el sofá

—Qué hora es —preguntó su voz rasposa de sueño

—Hora de la aventura —anunció Liam lanzándole una toalla enrollada

Fruncí el ceño estirándome como un gato Mis músculos protestaban por la mala postura de haber dormido en el piso — Todavía vamos a la playa —pregunté la voz más ronca de lo normal

— claro —dijo Noah ya lleno de energía, como si el cansancio no existiera para él— No puedes romper una promesa de madrugada sabes Es ley.

Sonreí resignada. El caos había comenzado y ni siquiera eran las nueve de la mañana. Mientras recogíamos toallas bloqueador solar y las pocas cosas que no habíamos perdido en la noche sentí que algo se acomodaba en mi pecho. Como si a pesar del cansancio a pesar del desastre, aquel día guardara algo especial. Algo que todavía no sabía nombrar. Entre risas y amenazas de no ir a ningun lado logramos empacar toallas, bocadillos y toda la energía desordenada de un grupo que parecía no saber hacer nada en silencio. Liam fue el primero en declararse listo aunque su idea de listo era ponerse una camiseta arrugada unas sandalias mal amarradas y gafas de sol enormes que le cubrían media cara

—¿De verdad piensas ir así? —le pregunté cruzándome de brazos

—La moda está sobrevalorada —dijo haciendo una pose ridícula

Noah soltó una carcajada mientras mi hermano salía a buscar las llaves del carro Yo aún estaba medio dormida intentando empacar en una mochila lo esencial botella de agua bloqueador gafas algo de dinero

—Necesitas ayuda?—preguntó Liam asomándose por encima de mi hombro

—No —contesté rápido sintiendo su cercanía más de lo que quería admitir— Puedo sola gracia Aun así se agachó a recoger una toalla que se me había caído sin decir nada. Me tendió la tela con una media sonrisa, esa que usaba cuando quería parecer inofensivo. Esa que había visto toda mi vida, pero que ahora, de pronto me hacía sentir diferente

—Vamos tortuga —dijo dándome un pequeño empujón en la espalda para apurarme.

Rodé los ojos pero sonreí también. Cuando por fin logramos salir de la casa el sol ya estaba alto lanzando destellos brillantes sobre la acera. Nos amontonamos en el carro: Noah al volante mi hermano de copiloto con su inseparable bolsa de papas, y Liam y yo en el asiento trasero apretujados entre mochilas, hieleras y toallas. La música empezó a sonar, una playlist improvisada que saltaba de reguetón a rock clásico sin ningún sentido lógico. Noah conducía como si estuviera en una carrera, mi hermano gritaba instrucciones inútiles, y Liam

Liam estaba demasiado cerca. Cada vez que el carro tomaba una curva, nuestros brazos se rozaban. Cada vez que reíamos, era su risa la que escuchaba más fuerte. Y aunque intentaba concentrarme en el paisaje, en el aire cálido que entraba por la ventana, no podía ignorarlo.

—Apuestas a quién se quema primero —preguntó Liam ladeando la cabeza para mirarme.

—A ti o a Noah —respondí fingiendo indiferencia.

Él soltó una carcajada. —Así de poca fe me tienes

—Basada en hechos reales —bromeé. Me dedicó una sonrisa floja de esas que parecen decir más de lo que deberían.

El camino hacia la playa se extendía delante de nosotros brillante y abierto. Y mientras el carro avanzaba, cargado de voces, de bromas de promesas no dichas, sentí que algo más también avanzaba dentro de mí. No era solo el verano.

Era algo que apenas estaba empezando. Algo que podía cambiarlo todo

el viento enredaba mi cabellocada vez mas el olor a mar colándose cada vez más fuerte pero el volvio hablar

—Lista para tu primer bronceado serio del año —bromeó dándome un suave golpecito en el hombro

—Por lo menos no terminaré como langosta como tú el verano pasado —le lancé sin mirarlo, sonriendo. Él soltó una carcajada despreocupada. Me pregunté otra vez desde cuándo su risa había empezado a importarme tanto.Después de unos pocos minutos por fin logramos llegar . La playa nos recibió con un murmullo de olas y el olor salado que parecía prometer algo más que un simple día bajo el sol. El cielo estaba despejado un azul tan claro que dolía mirarlo demasiado tiempo.

Saltamos del carro como si hubiéramos estado encerrados durante días. Mi hermano corrió hacia la arena con una toalla sobre la cabeza gritando algo sobre ser el primero en llegar al agua. Noah le siguió el juego, lanzando una pelota de playa al aire y riéndose como un niño. Yo bajé despacio saboreando el primer contacto de la brisa en la piel, el calor amable en los pies descalzos. Liam cargaba la hielera y las mochilas exagerando como si fuera una hazaña titánica.

—Algún día reconocerás mi sacrificio —dijo fingiendo arrastrarse en la arena.

—Te haré una estatua —respondí sonriendo mientras le quitaba una de las mochilas para aligerarle la carga.

Él me miró de reojo como si no esperara el gesto. Como si por un segundo algo se tensara y luego se aflojara entre nosotros. Elegimos un sitio cerca de unas rocas donde podíamos extender las toallas y dejar las cosas a salvo del agua. Apenas terminamos de instalar el pequeño campamento improvisado Noah y mi hermano ya estaban corriendo hacia las olas desafiándose a quién aguantaba más tiempo bajo el agua fría.

Liam se dejó caer sobre la toalla, las piernas estiradas las gafas de sol cubriéndole los ojos.

—No piensas lanzarte también —pregunté sentándome a su lado

Se encogió de hombros. —Prefiero observar la catástrofe desde aquí

Me reí. La verdad era que no me molestaba quedarme un rato fuera del agua. Había algo tranquilo en estar sentada allí, con la brisa enredando mi cabello el sonido de las olas llenando todos los silencios incómodos. Durante un momento, ninguno de los dos dijo nada. Solo miramos el mar, los cuerpos que saltaban entre las olas, las voces que se perdían en el viento

—No extrañas a veces cuando todo era más simple —preguntó Liam su voz más baja, como si hablara más para sí mismo que para mí.

Lo miré, intentando adivinar qué pasaba por su mente detrás de esas gafas oscuras. —Sí —admití— Pero creo que entonces no sabíamos que era simple.

Él sonrió apenas, como si esa respuesta le hiciera sentido. Me recosté hacia atrás apoyándome sobre los codos, dejando que el sol calentara mi piel. Liam hizo lo mismo y nuestros brazos se rozaron apenas. No me aparté. Tampoco lo hizo él. Y aunque parecía un gesto pequeño

insignificante, sentí que algo cambiaba, como una marea silenciosa que empieza a subir sin que uno se dé cuenta.

Más tarde, cuando el sol ya empezaba a caer, me alejé un poco para caminar sola por la orilla. A veces necesitaba esos silencios, incluso en medio de la gente que quería. Sentí pasos detrás de mí

—Huyendo de nosotros —era Liam claro con su sonrisa de siempre pero algo distinta más tranquila

—Sólo tomando un respiro —respondí, mirando el horizonte . Caminamos juntos en silencio primero. No había necesidad de explicaciones

—Te acuerdas de la vez que nos perdimos en el bosque cuando éramos niños —preguntó de repente. Reí —Cómo olvidarlo. Lloraste más que yo.

— Mentira —protestóempujándome suavemente con el hombro— Fue culpa tuya por seguir ese mapache.

Me encogí de hombros, fingiendo inocencia. —Era adorable. Él se detuvo y me miró y por un momento el sonido de las olas pareció quedarse muy lejos.

—Siempre fuiste así —dijo, como pensando en voz alta . Capaz de encontrar algo bonito en medio del desastre.

Mi corazón dio un pequeño salto, inesperado. Miré al suelo, fingiendo buscar conchas en la arena para no tener que responder de inmediato. La brisa salada nos despeinaba, el cielo empezaba a teñirse de naranja, y había algo en el aire... algo que no quería nombrar todavía.Tal vez el verano no sería como los anteriores. Tal vez, sólo tal vez, estábamos empezando a escribir una historia nueva.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play