AILA
—Aila Richter.—Oí decir a un hombre con voz ronca y severa, me miraba con desdén y repudio, así como todos los presentes en mi audiencia. Me puse de pie al oír decir mi nombre, tratando de ignorar las miradas de odio que me lanzaban. Con las manos esposadas simplemente pude apretar los puños mientras que mi abogado inútil estaba deseoso de terminar con el juicio y largarse. —Por los cargos presentados que son: fraude, intento de homicidio en contra de la joven Alicia Vanselow, extorsión y amenaza premeditado hacia la misma, te condeno Aila Richter a sesenta años de cárcel—. Dictó la sentencia dando un golpe con el mazo.—Se da por acabada la sesión, oficiales llévensela—. Me tomaron del brazo esposada y me sacaron de la sala.
Salí acompañada de dos oficiales que cada dos segundos me empujaban para que caminara más rápido, mientras que la prensa estaba afuera bombardeándome con sus preguntas, tomando fotos con sus cámaras y teléfonos, realmente me sentía abrumada, incómoda y no podía decir nada, debía pasar entre ellos y subir a la furgoneta que me llevaría al encierro en el que estaría por sesenta años encerrada sin volver a ver a mi familia que ahora me despreciaba por todo lo que había hecho.
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—Bienvenida a tu Suite Presidencial—. Oí decir a el custodio que me llevaba a mi celda, abrazaba mi manta y almohada asustada por ver a las demás reclusas que me miraban fijamente, sus miradas eran variables, pero en su mayoría podía notar que deseaban darme una cruel bienvenida hasta el punto en que me matarían sí así ellas lo querían.
Me metieron de un empujón a mi celda sin importar que me hubiese caído al suelo, lo cual pasó y me levanté con las manos sucias y las rodillas del pantalón de mi uniforme anaranjado. Me quedé sola en mi celda y parecía un calabozo, las paredes eran grises y estaban deterioradas, olía a sangre y humedad, lo cual no me pareció tan raro porque había humedad en las paredes y salpicaduras de sangre seca en ellas. Era de noche cuando llegué y estaba muy cansada, así que me recosté en la cama que era incómoda por los bultos que el colchón tenía; sin embargo, el estar demasiado tiempo despierta en la estación de policía declarando hasta el amanecer me había pasado factura y caí profundamente dormida sin notarlo.
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No supe cuánto tiempo pasó cuando de repente me desperté y estaba todo completamente oscuro, no veía nada y todo estaba en completo silencio, un silencio que me hizo levantarme de golpe al sentir mi camiseta mojada, acompañada de un dolor agudo y punzante en el abdomen, percibí el olor de la sangre, a través de los rayos de luz de la luna que traspasaban los barrotes de la única ventana que había en la celda, lo pude ver con claridad.
La sangre fue lo que me hizo desear no morir, no quería morir, estaba aterrada, desesperada, no podía gritar y mucho menos moverme, caí de rodillas por el dolor que aumentaba a cada segundo, me costaba respirar, finalmente caí al sucio suelo de la celda. Miré el techo pensando:
"¿Voy a morir y a nadie le va a importar?"
Entonces una voz femenina y llena de calma resonó por toda la celda.
"Tu destino es morir, a menos de que cambies tu rumbo..."
—No...—Dije en un hilo de voz,—no quiero morir, así no... quiero vivir, por favor, alguien...—hablé desesperada porque alguien me escuchara. Finalmente la oscuridad invadió mi campo visual y con ello supe que mi hora había llegado.
AILA
Miré a mi alrededor tratando de entender qué carajos había pasado, por qué seguía viva y cómo había terminado en casa nuevamente, sí fue de ahí donde me sacó la policía siendo detenida por intento de asesinato y fraude, principalmente.
No lograba entender nada hasta que oí que tocaban la puerta.
—¿Señorita? ¿Está despierta?—Oí decir a Mary, mi doncella. La única persona que siempre me había cuidado desde que era pequeña y la única que no me dejó sola cuando fui arrestada en mi otra vida.
—Adelante—. Respondí tratando de no llorar al sentir un profundo alivio por volver a ver a Mary.
Ella entró y sentí la profunda necesidad de ir hacia ella y abrazarla. Quería pedirle perdón por todo, pero hacerlo me haría ver como una loca o algo parecido, así que simplemente decidí que iba a compensarla por todos los años que la hice llorar, preocupar, enojar y sobre todo decepcionar.
—Señorita, buenos días, ¿durmió bien?—Preguntó con una sonrisa cálida y sincera.
—Sí, dormí bien—. Respondí con una sonrisa, pero ella me miró algo extrañada y entonces me tomó de las manos y dijo:
—¿Está bien? ¿Tiene fiebre?—Me tocó la frente con su mano arrugada y frágil. Me reí y negué rotundamente eso.
—No, no tengo fiebre Mary, no te preocupes—. Mary no sonó muy convencida, pero al mismo tiempo vi un extraño brillo travieso en sus ojos esmeralda.
—De acuerdo, dejando de lado ese asunto, su Madre me pidió que le dijera que esta noche vendrá el nuevo socio de su Padre al evento de caridad organizado por la familia Württemberg, y le ruega que sea cortés con él—. Suspiré pesadamente recordando que en mi vida anterior había rechazado groseramente al futuro socio de mi Padre, el cual no dudó en destrozar la reputación de mi Padre y de mi hermano, debía evitarlo. Pero... ¿Cómo lo evitaría sin provocar una catástrofe?
Las únicas opciones que tenía era aceptar el matrimonio sin quejarme, vivir bajo la sombra de un hombre que solo busca ser más poderoso a expensas de mi familia. Mientras que... la otra opción era no solamente aceptar el matrimonio sino también establecer un contrato, pero... no había garantías de que él lo aceptara sin más.
El Duque de Hess, conocido como la 'Bestia' y el 'Demonio de Hess', había oído muchos rumores de él; sin embargo, el más común era que decían que estuvo casado una vez, pero debido a un accidente del cual nadie habla, es que su rostro quedó con severas quemaduras que dejaron cicatrices profundas en su piel, nadie se atrevía a hablar sobre ello abiertamente, ni siquiera quienes eran ajenos al asunto, porque decían que el Duque tenía oídos y ojos en toda la Ciudad Amatista, la capital de la Paz y la Armonía.
En mi vida pasada había sido grosera con él. E incluso le había dicho cosas hirientes y groseras sobre su aspecto, lo cual hizo que me castigaran con golpes y una noche sin cenar, además de tener que pedir perdón, pero eso último nunca lo hice y eso conllevó a que la empresa de mi familia cayera en desgracia.
Y ahora tenía la oportunidad de cambiar eso, comenzando por cambiar el destino de mi familia y de ese pobre hombre que no tenía la culpa de nada y yo lo traté peor que un perro, lo veía como un monstruo con máscara que no merecía ser amado y que tampoco debía existir.
Lo último que supe de él fue que la mujer a la que traté de matar en mi vida pasada, lo envió a la cárcel luego de que trató de abusar de ella luego de secuestrarla el día de su boda. Por lo que estaba decidida a cambiar eso y no ser más la villana. Ya no quería ser esa persona y muy caro lo pagué.
—Señorita Aila, dese prisa o su Madre va a venir regañarla—. Oí decir a Mary sacándome de mis pensamientos. Era hora de mostrar que era alguien diferente a quien fui en mi otra vida.
Fui a mi tocador con un hermoso marco de madera oscura con acabados lindos y elegantes, me senté frente al espejo y comencé por cambiar mi imagen, la imagen que proyectaba antes era de una niña mimada y grosera que no entendía razones y reglas.
Cepillé mi cabello hasta sacarle brillo, me maquillé de forma sencilla pero elegante dejando a resaltar el color de mis ojos y de mis labios. No era el mismo maquillaje coqueto que usaba para coquetear con los hombres que me llamaran la atención por sus posiciones y su dinero, lo cual me trajo muchos problemas.
Me miré un segundo en el espejo y me di cuenta de que esa debía ser a partir de ese momento. Una mujer con valores, educación, que no fuera egoísta y ni nada parecido. Ya no quería ser ese monstruo cruel y despiadado. No más.
Mary me miró con sus grandes ojos esmeralda con sorpresa, pero al mismo tiempo sus ojos tenían ese brillo de curiosidad e interés, pero no pensaba decirle que había renacido luego de haber pagado el precio de mis crímenes y pecados.
Decirle eso la llevaría a pensar que me estaba volviendo loca o que ella iba a pensar que solo fue una pesadilla de la cual afortunadamente pude despertar, pensé que diría eso. Sin embargo; no me atreví a decirlo y preferí guardar ese secreto por el resto de mi vida o al menos de que fuera necesario revelar, pero rezaba para que no lo fuera.
Mary se acercó mostrándome vestidos y conjuntos bastante extravagantes y pretenciosos, lo cual me hizo pensar en que realmente fui una mujer con gustos demasiado extravagantes. No lo podía creer. Debía cambiar eso.
—Mary, tráeme aquellos conjuntos de la esquina del armario—. Mary me miró desconcertada, pero no dijo nada al contrario sonrió.
Fue por los otros conjuntos que eran sencillos y más discretos que los otros conjuntos que usaba antes.
Seguí mirando y al final elegí un pantalón negro ajustado y una blusa blanca de mangas largas con escote sencillo y unos tacones sencillos negros, tomé mi chaqueta negra y me la puse.
—Me parece tan extraño, verla usando esos colores, pero le quedan bien. Ahora vaya, señorita—. Salí de mi habitación pensando en que todo sería distinto.
AILA
Tenían una idea bastante clara acerca de quién era el Duque de Hess, un hombre serio, de pocas palabras, muy poco conversador y reservado, pocas veces se dejaba ver en eventos y fiestas importantes. Cuando lo traté la primera vez él ni siquiera se atrevió a mirarme y entonces le dije que era un amargado y me fui de ahí arruinando la oportunidad de mi Padre de hacer negocios con él, y eso lo hice por segunda vez, la tercera fue en un evento de caridad y eso... fue la gota que derramó el vaso. Fue el fin porque... mi Padre lo convenció de que se casara conmigo y yo, en cambio, fui muy cruel y grosera.
Luego de ese evento mi Padre me golpeó con tanta fuerza y agresividad que mi espalda terminó sangrando con cada corte y laceración, hasta el punto en que me dejó encerrada en mi habitación, sin ver a nadie, cubierta de sangre la espalda, quedé con cicatrices en la espalda como una lección por haberme burlado del Duque de Hess, quedé con marcas y eso me dejó traumatizada, nunca usé nada que dejara ver mi espalda.
Respiré profundo mientras bajaba las escaleras deseando que todo saliera como tenía planeado. Entonces miré a mi alrededor que todo seguía igual a como lo recordaba.
Las escaleras de color avellana y la alfombra que las cubría que era de un tono más suave, mis pisadas resonaban por toda la casa. Lo cual no era sorprendente porque desde los catorce años comencé a usar tacones y luego de eso se convirtieron en mis zapatos del diario.
Sin embargo, los tacones que usaba antes eran de aguja de diez centímetros, los cuales eran innecesarios, pero mi orgullo y deseo de destacar me hacían usar esos zapatos que me eran incómodos e insoportables.
Terminé de bajar las escaleras y vi a mi Madre sentada en la sala de estar con elegancia bebiendo una taza de té mientras leía el periódico como era su costumbre. Ella era una mujer elegante y refinada, además de sencilla y amable, todo lo contrario a lo que era yo en mi vida pasada.
Sus ojos cafés se posaron en mí al verme llegar, sonrió y me hizo una seña para que me acercara, dejó su taza sobre la mesa de centro de vidrio templado.
—Aila, ven por favor—. Me dijo aún sonriendo. Fui hacia donde estaba y con algo de dudas me senté a su lado. Sabía lo que iba a decirme y por su expresión supe que ella esperaba que mi reacción fuera mala.—Hija, debo decirte algo—. Asentí esperando con ansias lo que me iba a decir.
—Te vas a casar con el Duque de Hess—. Hubo un silencio incómodo que hizo que mi Madre comenzara a ponerse ansiosa, tocándose el cabello con desesperación hasta el punto en que apretaba con fuerza el plato de la taza que sostenía. Pobre de mi Madre...
—¿El que es conocido como la 'Bestia de Hess'?—Asintió nerviosa a mi duda.—Mamá, no te pongas nerviosa. Sé qué clase de hombre es y entiendo que estés preocupada por mí, pero quiero que sepas que voy a estar bien y sí... resulta ser peor de lo que dicen, entonces me divorciaré y vendré aquí.
Me miró con los ojos muy abiertos tanto que casi dejó caer su taza de porcelana favorita a la alfombra gris claro.
—¿Quién eres? ¿Y qué hiciste con hija?—No pude evitar reírme, me reí tanto que estuve a un paso de caerme del sofá, porque mi Madre evitó que cayera sujetando mi mano.
Luego de unos minutos dejé de reírme.
—Mamá soy yo, nadie ha cambiado a tu hija. Realmente soy yo, no te asustes—. Le dije tomando su mano. Pobre de mi Madre... realmente la había hecho sufrir tanto en el pasado, y ahora que tenía la oportunidad de cambiar eso ella me miraba con desconcierto y sorpresa.
En el pasado le dije muchas cosas hirientes y peor aún en aquel evento de caridad hice todo un escándalo y por ende avergoncé a mi familia con la gran falta de respeto que le hice pasar al Duque de Hess.
—Perdóname hija, pero... esperaba que reaccionaras de otra manera, sinceramente esto me sorprendió mucho. ¿Estás dispuesta a conocer al Duque de Hess?—Preguntó mi pobre Madre nerviosa, esperando ver a la antigua Aila que conocía.
—Lo haré, sé que es importante para papá. Pero yo espero que el Duque de Hess, no sea como... lo han descrito—. No sabía de qué forma decirlo, pero afortunadamente mi mamá me entendió en cuanto la personalidad de ese hombre.
—Sé lo que quieres decir, yo solo espero que no sea ese hombre tan... despectivo y tan….
—¿cruel y sanguinario?—Pregunté completando la oración.
—Así es, y por favor no lo digas frente a tu Padre y hermanos. No queremos que se repita lo de la cena con su socio principal...—Dijo aún recordando aquel bochornoso momento en el que mi Padre y hermanos metieron la pata luego de que dijeron que la calidad de las telas del Grupo Vanselow era inferior a comparación con las del Grupo Van Hansen, lo cual fue un desastre. Pero al final el socio de mi Padre fue comprensivo y al final dejaron de comprar telas al Grupo Vanselow.
—¿Cuándo vendrá el Duque de Hess?—Volviendo al tema inicial. Mi Madre me miró con desconcierto, pero al mismo tiempo intrigada por mi repentino interés. No la culpaba...
—Lo verás en el evento de caridad que está organizando la Familia Württemberg, y por favor no te pelees con su hija, estoy harta de pedir disculpas—. Asentí recordando todas las peleas y discusiones que tuve con la hija de los Württemberg. Desde cosas insignificantes como un listón o un broche hasta por un hombre, lo cual siendo honesta yo fui demasiado infantil e inmadura en cada discusión y pelea.
—Me sorprende tanto que estés tomando este asunto con mucha tranquilidad Aila, ¿Acaso estás tramando algo? ¿O algo o alguien te amenazó de muerte en tus sueños anoche? Porque anoche cuando quisimos decirte lo de tu compromiso, dijiste que ningún hombre era suficiente para cumplir con tus exigencias—. Había dicho eso, es cierto. Pero no podía decirle que había muerto y después renacido para arreglar las cosas, eso no podía decirlo.
—Simplemente, me di cuenta de que fui muy injusta con ustedes, perdón mamá—. Mi Madre me miró con sorpresa al principio, pero después acercó su mano y acarició mi mejilla de forma maternal.
—Bueno, no discutiré eso ahora. Vete tienes mucho trabajo, seguramente. ¿No?—Dijo recordándome que debía comenzar mi trabajo.
Me fui luego de comer un croissant y un café. Subí a mi habitación y tomé mi mochila ya lista para irme.
Salí de casa pensando en que todo sería diferente, que ya no sería la misma del pasado, sería mejor.
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