Amor Infinito
Elsa Isasa
Capítulo 1:
Maja, la hacker del tatuaje infinito.
La noche ya había caído sobre las calles atiborradas de gente movimentandose para comprar los regalos navideños .
Maja caminaba presurosa. No contaba con dinero ni para el colectivo, menos aún para regalos. Además a quien regalaría algo. Solo tenía a Bruno, su hermanito, que seguía internado en estado crítico.
Para cubrir los medicamentos que el nosocomio del estado no tenía, descartables o pañales, solo debía seguir trabajando. No existía para Maja y Bruno, navidad ni regalos.
Había quedado trabajando hasta muy tarde arreglando los papeles de César. El dueño del café donde a veces trabajaba tenía cuentas muy grandes del sistema estatal y pidió ayuda a Maja.
Maja era Hacker. La informática y su hermano enfermo eran su mundo y su única preocupación.
César le dió unos cuantos dólares que apretaba en su mano con fuerza mientras caminaba.
El hambre le hacía rugir las tripas y se acercó a un vendedor callejero, miró la mercadería y compró la más barata. Un grasiento sandwich que por lo menos llenaría su panza para que no le doliera .
Apretó el paso hasta llegar al hospital donde tenían a Bruno. Las puertas de acceso estaban cerradas. Caminó cuidándose de no ser observada hasta una ventana con rejas de un costado.
Comenzó a dar vueltas una reja así como muchas veces antes lo había hecho. Pudo sacarla y meter su delgado cuerpo por la abertura.
Caminó los pasillos vacíos de ese sector hasta llegar a la pieza donde estaba su hermanito con una carpa de oxígeno en el rostro.
--Ya estoy aquí Bruno – dijo Maja besando su manita al niño dormido y apretándola con la suya donde se veía el símbolo del infinito.
Luego comenzó a cantar bajito la canción con que si madre mientras vivía le cantaba para acunarlo.
Maja era hija de inmigrantes españoles. Sus padres vinieron con ella cuando aún era pequeña huyendo de su país de algo probablemente muy grave.
Alquilaron una casita en un barrio humilde y se establecieron en ese lugar. Su papá trabajaba en informática y Maja todo lo que sabía del tema que era mucho había aprendido con su padre. Su madre limpiaba casas para ayudar a su esposo. Allí, en esa humilde ciudad, nació su hermano y la vida de la familia era sacrificada pero en paz.
Maja estudiaba en la escuela secundaria y Bruno hacia los primeros grados en una primaria de la zona. Todo estaba bien.
El acto de conclusión de la preparatoria fue una de las primeras fiestas que asistió la familia completa.
Antonio y María estaban felices con sus hijos en esa vida que se avizoraba hermosa y en paz.
Pero sea quienes fueran los que los perseguían terminaron encontrándolos.
La explosión derrumbó la casa, mató a sus padres y lastimó a Bruno. Cuando Maja llegó de su escuela hacia minutos que había pasado la desgracia. Solo pudo levantar a Bruno y correr con el al hospital municipal.
Nadie en realidad sabía cómo sucedió el trágico evento. Creían que el gas fue el causante del estallido. Pero Maja sabía que era la mafia italiana que los perseguía.
No dijo palabra a los policías. Con el dinero de la venta de las ruinas de su casa pudo realizar las exequias de sus padres y comprar los primeros remedios para su hermano.
Ahora ya hacía un mes o más quizás y Bruno necesitaba dinero y especialistas para salir de ese sueño que parecía eterno.
.
Sus sueños de una carrera universitaria estaban truncados. Alquiló una buhardilla en un ruinoso edificio y atendió a su hermano con el trabajo que Cesar el dueño del bar le daba.
Limpiaba el bar, atendía a los clientes algunas veces y llevaba las cuentas de ese hombre.
En una capilla donde había un ropero de usados, consiguió algunas prendas de militares de guerra con las que Maja se vestía.
Comía cualquier cosa en el camino y todo lo que ganaba era para comprar los elementos que Bruno necesitaba.
Había vendido su largo cabello en una peluquería que realizaba extensiones y pelucas. Con ese dinero consiguió más pañales descartables para su hermano y hasta pagar sondas y otros elementos que las enfermeras le exigían.
Maja estaba agotada.
Se recostó sobre la cama de Bruno y se durmió junto a su hermanito en coma.
Así la encontró la enfermera a las cuatro de la mañana cuando hacía la ronda.
--Despierta Maja. Te he dicho que aquí no puedes dormir. Cuando llegaste que no está registrada tu entrada.
--Había mucha gente. La recepcionista se olvidó de anotarme. Aquí traigo plata para mí hermanito. – Maja sacó de su bolsillo algunos dólares arrugados y le pasó a la enfermera.
-- Mira niña. Tu hermanito necesita traumatólogos y neurólogos especialistas. Sino jamás despertara y quizás nunca vuelva a caminar. –
--Bruno es fuerte. Despertará y se compondrá Señora. – dijo Maja.
-- Bien. Ahora vete de aquí. Con este dinero repondré panales y sondas que ocupé de otros pacientes. – Le dijo.
Maja beso la mano de su hermano y caminó hacia la salida del hospital. El mundo parecía estar contra ella pero no la vencería.
Amanecía en la gran ciudad cuando llegó al ruinoso edificio donde vivía. Se encaramó por las escaleras de incendio y entró a su miserable pieza por la ventana. No quería ser vista por el dueño ya que significaba llorarle por el alquiler.
Se dió un baño de agua helada y volvió a cambiarse la ropa por otro conjunto de pantalones militares limpios que colgaban de una soga en su pieza.
Bajó por el mismo lugar y caminó casi desfalleciente hacia un parque de la ciudad. Se tiró en un banco de madera y se durmió profundamente.
Una mujer madura le despertó cuando el sol ya estaba alto.
--Las drogas son malas – le dijo.
-- Ya lo sé – respondió Maja y empezó a caminar hacia el bar de César.
En el camino una niña tiró en un cesto una manzana apenas mordida.
Maja la juntó y la limpió y se la comió. Ya había encontrado su desayuno.
El mundo no podía destruirle, no Señor- Pensó. Ni a ella ni a Bruno.
Cuando alguien intentara encontrarlos sería capaz de volar hacia otro remoto país en las alas del halcón que se tatuaria en su delgado cuello.
Novela :Amor Infinito.
Elsa Isasa
Capítulo 2. Leonardo Valente
Leonardo Valente era casi un muerto en vida desde la ausencia de Magdalena Valente su mujer.
Leonardo tenía un imperio, era un hombre muy rico y muy solitario. Trabajaba en su hogar, con su computadora a distancia incluso en las reuniones de concejo donde generalmente Andrea, su secretario, amigo, casi hermano, lo reemplazaba.
Leonardo tenía unas áreas de negocios transparentes y exitosos y otras de oscuridad indolsable donde la plata entraba y nunca se multiplicaba.
Su casa era casi un castillo amurallado y silencioso.
Allí pasaba casi toda su vida, saliendo solo cuando alguien le aportaba un dato importante que había que investigar.
Buscaba afanosamente a su mujer, que se perdió un día, embarazada de su hijo.
Algunas noches el silencio de su hogar donde los siervos trataban de andar en puntillas para no enfadarlo, le aplastaba como una carga pesada.
Entonces llamaba a Andrea y al chófer y salía a recorrer las calles vacías a esa hora de gente, a pesar de que la época navideña se acercaba trayendo le un vacío profundo en el alma.
Leonardo tenía en su corazón una parte tierna. Amaba a los niños y más aún desde que perdió a su hijo. Un hijo desconocido porque aún estaba en el vientre de su madre.
Tenía solo 33 años pero su humor era de un hombre de cincuenta.
Sus ojos eran duros y fríos.
La única que parecía no temerle era la señora Paula, una mujer cincuentona, que llevaba la organización de su hogar y lo amaba como a un hijo.
Paula era la única que podía retarlo, exigirle comer, no tomar o fumar.
¿Porque aguantaba Leonardo a Paula?
Porque fue su madre cuando era una jovencita de veinte años. Porque lo cuidó de pequeño cuando sus padres murieron. Porque lo acompañó en sus épocas gloriosas cuando conoció a Magdalena y se casó con ella.
A pesar de que Paula no amaba a Magdalena Valente,la cuidaba y protegía más aún cuando la supo embarazada.
Y Paula no podía verlo destruirse como se estaba destruyendo.
– Basta por hoy! – le decía aveces tomando la botella de whisky en la que intentaba ahogarse y llevándola con ella. Y el se bancaba.
No respondía nada.
Sacudía la cabeza y muchas veces como hoy llamaba a su secretario Andrea y tomaba el auto con uno o dos guardaespaldas y salía a recorrer la ciudad.
Evitaba el gentío.
Iba por barrios pobres y a veces como está noche hacia parar el auto y bajaba a caminar un poco.
Fue esa noche, de forma totalmente impensada, donde entró en el bar de César.
– Pide un Whisky para mí –dijo a Andrea y oteó el lugar.
Era un bar de mala muerte pero vió a una joven, de cabellos cortos y grandes ojos tristes que lo miraban fijamente.
Esos ojos tenían una mirada de desesperación, miedo o quizá solo estaban alertas por algo.
Un grupo de gente al verlo llegar con guardaespaldas se levantó de inmediato y empezó a salir del local.
Maja que limpiaba el mostrador y servía copas dijo a César :
– Me voy. Vengo mañana a colaborar. Ese tipo no me gusta. - dijo y se agachó en el mostrador para irse.
– Okey Maja. Mañana te pago lo de hoy– respondió Cesar mirando también el movimiento de gente que salía del local, quizá previendo problemas por la llegada de un tipo que traía guardaespaldas.
Maja salió por el costado, vió el hermoso coche con una persona cuidando, que ni la miró y caminó a grandes pasos cubriendo la cuadra con rapidez y perdiéndose en la esquina.
En el bolsillo de su pantalón, llevaba algunos dólares del trabajo que hizo en un ciber limpiando de virus las máquinas esa mañana.
En el local, Andrea pidió el whisky a César, y cuando le entregó a su jefe, él le dijo: – tráeme a la chica de pelo corto de la barra. Quiero hablar con ella. –
Andrea volvió al mostrador y dialogo con César.
– Mí jefe quiere hablar con la chica. -
– ¿Que chica? aquí no hay nadie.
– No te hagas el idiota. Aquí estaba una mujer sirviendo tragos. ¡Traela!--
– ¿Esa chica?-- dijo César un poco asustado– terminó su turno y se fue. Es lesbiana, dile a tu jefe. No sale con hombres.--
Andrea volvió a hablar con Leonardo Valente.
Pero su jefe, tenía ya la idea fija de esa mujer en su mente.
– Averigua quién es. Que hace. Donde vive. Y tráemela. –
– Te conseguiré otra mujer jefe. Ella se ha ido –
– No quiero mujeres. La quiero a ella. Necesita mí ayuda. Muévete. - dijo tomando el whisky de un solo trago.
Maja totalmente ajena a esta situación tirada en la cama de su buardilla, dormía.
El día que la esperaba sería distinto y marcaría su destino para siempre.
Se levantó temprano y volvió a escapar por la ventana.
Llegó al Ciber que recién abría y se dedicó a terminar su tarea del día anterior. Luego se sentó un rato a trabajar en una computadora cosas personales. Revisaba obituarios o personas perdidas. Vió el rostro de Suelen Artigas. Sacó sus datos. Nadie sabía de su paradero, tenía diecinueve. Casi su misma edad. Era rubia y bonita. Pero el cabello podía teñirse, pensó.
Abrió una cuenta en la web de Suelen Artigas. Y guardó sus datos. Cuando su hermano mejore podría cambiar su nombre y escapar otra vez. Ese mafioso de esa noche la alertó de que seguramente los que mataron a sus padres, seguían tras ella y su hermanito. La chica no tenía familia. Era una chica de la calle. Quizás su cuerpo estaba pudriéndose en algún lugar. Pero a Maja le servía.
Cobró unos pocos dólares por su trabajo y salió del local para ir al hospital.
Y allí afuera estaba un grupo de hombres esperándola.
– ¿Maja Gonzalez?-- dijo uno.
–¡ Quién es usted!- dijo asustada reconociendo a los hombres que la noche anterior rodeaban al mafioso.
– Mí jefe quiere contratar tus servicios. Te pagará muy bien. Necesitas el dinero para tu hermano. –
– No quiero el trabajo. No me interesa. Dígale a su jefe que busque otra. Soy lesbiana– concluyó.
– No es para eso. Mí jefe necesita tus servicios de informática. – dijo Andrea.
– Le he dicho que no. – repitió Maja y empezó a correr por las calles ya repletas de gente.
Llegó al hospital respirando agitada. Un médico que ella conocía le salió al paso, antes que pueda registrarse para visitas.
– Maja. Has tenido mucha suerte. Tu hermanito fue trasladado hoy para ser atendido en forma especializada. –
– Qué? ¿Qué dice?-- respondió Maja temblando.
– Tu padrino el señor Leonardo Valente lo llevó está mañana para atenderlo apropiadamente.-- dijo pasándole una dirección en un papel.
Fue como si alguien golpeara la cabeza de Maja con fuerza. Salió del hospital y corrió a su buardilla.
Allí en la puerta estaban unas cajas con sus pertenencias.
– Ah. Ahí vienes muchacha. El señor Leonardo pagó lo que debías.--
Maja creyó morir.
Tenía hambre. Tenía sed. Pero nada la paraba. Tomó el maldito papel con la dirección y volvió a correr.
Leonardo Valente vió movimiento en el portón de entrada de su residencia.
Por las cámaras observó a Maja Gonzalez intentando trepar el muro.
– Abran el portón– ordenó a su gente con voz de mando por el intercomunicador.
La chica entró corriendo y gritando:
– ¡Maldito! ¡Desgraciado! ¿Dónde esta mí hermano?-
Maja sabía que la matarían pero eso ya no importaba.
Amor Infinito 3
Capítulo 3. El regalo de Navidad.
Elsa Isasa.
Maja solo se calmó cuando Andrea casi gritando en el parque de la mansión le dijo :
–Ven. Te llevaré a ver a tu hermano.
Temblando tomada del brazo de ese hombre, entró a la casa y llegó a la habitación donde yacía Bruno.
Y allí lo vió, en una moderna cama de enfermos junto al neurólogo que hacía menos de media hora había visto en el hospital.
Su hermanito estaba rodeado de equipos que Maja jamás podría brindarle. El neurólogo había terminado de hacerle un mapeo cerebral y comenzó a explicarle mostrándole los resultados.
El coágulo se había reabsorbido, no había daño aparente.Los dos hombres de blanco que le rodeaban eran traumatólogos. Todo estaba a servicio de Bruno y el neurólogo creía en un panorama auspicioso para el niño.
Maja ya no gritaba solo lloraba callada arrodillada junto a su hermano.
Una señora llamada Paula entró a la habitación y le tomó del brazo. La llevó por un corredor a una hermosa recámara.
– Aquí dormirás Maja. Esas son tus cajas de ropa que la gente ha traído. Te hemos comprado está mañana algunas vestimentas que están en la cajonera. Allí está el baño. Esta es tu computadora. La contraseña del wifi está escrita en la máquina.
– Pero..¿pero qué tengo que hacer?--
– El señor Andrea te explicará tu trabajo.
– ¿Trabajaré para el mafioso, verdad?--dijo molesta.
– En está casa no hay mafiosos. El jefe es el señor Valente. Es un empresario que te ayudará con tu hermano y tú trabajarás para el.--
La señora Paula se marchó y Maja vió que la puerta de su recámara tenía llave. Cerró la puerta y se sentó en la cama tratando de entender que había pasado. Luego revisó el baño, la cajonera llena de ropa bonita y aún con las etiquetas de recién compradas.
La habitación era amplia y hermosa.
Miró por la ventana descubriendo un poco el cortinado y vió un parque que rodeaba la mansión a dónde habían robado a su hermano. Salió otra vez de la pieza apurada y volvió por el corredor hacia la habitación de Bruno.
Allí estaba su hermanito. Ya no tenía el tubo en la boca y respiraba bien, como si solo durmiese. Uno de los médicos estaba mostrando a una enfermera la forma de ejercitar brazos y piernas de Bruno.
–¿No cerrarán esta habitación, verdad?--Dijo Maja.
– No señorita. Yo y mí compañero vendremos a diario. Marta permanecerá junto a su hermano toda la noche. Usted puede entrar cuando quiera–
Maja vió como la enfermera lo higienizaba, cambiaba la sonda por una limpia, colocaba el alimento líquido en la sonda nasogástrica.
Los traumatólogos salieron y Maja volvió a su habitación.
Nunca que ella supiera le había pasado nada bueno, pero esa navidad que se acercaba pareciera que quería regalarle la salud de Bruno.
Aún no estaba segura y aún tenía miedo.
En su habitación se encontró junto a la mesa una fuente de Sándwiches, frutas, nueces y jugos. Comenzó a comer con desesperación. Después de tragarse dos sándwiches casi al hilo se dió cuenta que todo allí era para ella. Que nada se iba a escapar. Y se tranquilizó un poco.
La puerta estaba cerrada con llave. Nadie parecía querer hacerle daño.
Entró a bañarse y encontró ropa limpia para colocarse. Bañarse con shampoo y agua tibia era una delicia que hacía tiempo no conocía.
Se puso un salto de baño y se sentó en la computadora.
Inició el sistema y se perdió en su mundo.
Y el mundo que buscaba conocer ahora era el de Leonardo Valente.
****
Leonardo Valente estaba en su escritorio. Había ordenado y recibido cada cumplimiento de su orden durante todo el día. Andrea contrató médicos y enfermeros.
El niño llamado Bruno González estaba bien atendido y había esperanza que pronto mejorará.
Él no sabía por qué lo hizo.
Solo sabía que le movilizó la mirada de esa chica. Cuando supo que ella era hacker y muy buena, intuyó que no estaba equivocado. Que esa chica, encontraría a su hijo y su mujer perdidos.
Muchas cosas trajo a su vida la pérdida de su esposa.
Físicamente no podía estar con ninguna mujer. Su deseo sexual intenso antes se había marchado a algún lado y no lo volvió a sentir nunca más. Su médico decía que era psicológico.
Junto al deseo sexual se marchó también el olfato y el sabor.
Leonardo Valente no sentía olores ni sabores. Literalmente podría comer mierda y no sentiría su gusto. También decían que era psicológico, solo sabía que todo eso lo estaba matando en vida. Quizás por eso fumaba y tomaba. El whisky nunca era suficiente porque entraba en su boca como si fuera agua.
Ya no creía en Dios. Junto a su cama estaba la foto de su mujer y la imagen de una virgen que era de su madre.
Había rogado, calmado y llorado frente a esa imagen por su mujer y su hijo pero la imagen lo miraba impasible, sin concederle su deseo.
La chica Hacker se llamaba Maja. Era un nombre distinto. Un nombre de pintura, de cuadro desnudo.
Pensó en lo flaca y desgarbada que era esta Maja. Vestida con pantalones y botines. Nada femenina.
César había dicho que era lesbiana. Pero sin dudas quizás era un mensaje que pretendía dar para que nadie la moleste.
Sus padres habían muerto en una explosión de la casa. Revisó la escueta noticia de los periódicos de hacia varios meses atrás. Podría ser un accidente fortuito o podría ser intencional. Nadie había realizado una profunda investigación, quizá el debía hacerlo.
Decidió ver al niño antes de dormir. Caminó en pijamas dejando a un lado la frugal cena que pidió a Paula.
Encontró al pequeño dormido y cuidado por una enfermera. Todo está bien, se dijo.
Entonces golpeó la puerta de la habitación de Maja para explicarle su tarea.
La chica abrió la puerta y el primer milagro sucedió ante sus ojos. Un suave perfume de mujer recién bañada inundó sus fosas nasales y caminó a su cerebro. Leonardo cerró los ojos y cayó desmayado frente a la recámara de Maja, que gritaba asustada.
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